Poesía sudafricana contemporánea

Dentro del marco de la muestra de poesía africana, presentamos esta breve selección de la poesía sudafricana contemporánea que se suma a la iniciativa de conocer la poesía escrita en el continente africano. La selección y traducción corren a cargo de Gustavo Osorio.

 

 

 

 

 

ARTHUR NORTJE

 

 

Carta del nativo

 

Los planetas habitables son desconocidos o están
demasiado lejos de nosotros para ser
relevantes. Para ser de
valía para su patria debe el vagabundo
no llorar por las aguas del norte, sino amar
su propia barro amargo
andando por las duras ciudades, duro
él mismo como clavo de ataúd.

 
Insistiendo en las ortigas de su melancolía,
tensando las cuerdas azules de la sangre,
él ahondará en mitologías quizá
llamando espíritus a través de la noche,

 
o levará recuerdos apócrifos
de Tshaka, Hendrik, Witbooi, Adam Kok,
del sueño de la nación Xhosa
mientras se hace luz de luna en otro país:

 
pero también deberá tener
ciclos de historia
superando en número a las armas de la supremacía.

 
Ahora y siempre que llega
extendiendo sus tentativas en escenas extranjeras
explorando tiempos y vidas,
igualmente él podría alzarse y reír,
explotar con una bolsa de papel de poemas,
estallar en un millón de televisores
con una cara como en una fotografía de Karsh,
esclavo voluntariamente en alguna siberia
para ganarse la sal de la victoria.

 
Oscuro, quien sea que muere
en el malestar de mi querida tierra
acuérdate de mí en el nado,
las movedizas aguas derramándose a través de mis ojos:
y no dejes que amnesia alguna
ataque a la hora del fuego:
pues algunos de nosotros debemos asaltar los castillos
algunos definir aquello que sucede.

 

(Toronto: mayo de 1970)

 

 

 

Native´s Letter

 

Habitable planets are unknown or too

far away from us to be

of consequence. To be of

value to his homeland must the wanderer

not weep by northern waters, but love

his own bitter clay

roaming through the hard cities, though

himself as coffin nails.

 

Harping on the nettles of his melancholy,

keening on the blue strings of the blood,

he will delve into mythologies perhaps

call up spirits through the night,

 

or carry memories apocryphal

of Tshaka, Hendrik, Witbooi, Adam Kok,

of the Xhosa nation´s dream

as he moonlights in another country:

 

but he shall also have

cycles of history

outnumbering the guns of supremacy.

 

Now and whenever he arrives

extending feelers into foreign scenes

exploring times and lives,

equally may he stand and laugh,

explode with a paper bag of poems,

burst upon a million televisions

with a face as in a Karsh photograph,

slave voluntarily in some siberia

to earn the salt of victory.

 

Darksome, whoever dies

in the malaise of my dear land

remember me at swim,

the moving waters spilling through my eyes:

and let no amnesia

attack at fire hour:

for some of us must storm the castles

some define the happening.

 

(Toronto: May 1970)

 

 

 

ANDRIES WALTER OLIPHANT

 

Infancia en Heidelberg

 

Nací en una casa donde los antepasados
estaban suspendidos en las paredes.
En las tardes calurosas
descendían y caminaban silenciosamente
a través de los pasillos frescos
de la casa oscura, lentamente
como recorriendo un útero.

 
El techo es un punto de observación para pájaros y palomas.
En la varanda
en una antigua silla plegable mi tocayo se sienta.
Hay un gigante árbol del chicle
en la puerta en la que el sol se pone.
Las estrellas son velas
que mi abuela ha encendido.

 
Cada mañana padre se despierta para encontrar un hombre
con un agujero en la cabeza
durmiendo en la deriva
del surco que corre
a lo largo de la cerca de madera doble cubierta con creosota.
Yo voy en busca de la orquesta de grillos.

 
En la cocina, madre llora mientras da vuelta
al pan en las placas negras
de la Welcome Dover.
Cuando padre guardó mis palomas en cajas,
yo acabé con Rover y los gatos
en la parte trasera de una camioneta
con todos los artículos del hogar.
Pensé, si esto es parte de la vida, es divertido.

 
Al final del viaje del camión
a través del cielo llegamos
a una ciudad de juguete con casas de cajas de cerillos,
alineadas como lápidas en un cementerio.
De golpe, comprendí por qué mi madre lloraba.

 

 

 

Childhood in Heidelberg

 

I was born in a house where ancestors

were suspended from the walls.

On hot afternoons

they would descend and walk silently

through the cool passages

of the dark house, slowly

as if strolling through a womb.

 

The roof is a vantage point for birds and pigeons.

On the stoep

in an ancient folding chair my namesake sits.

There is a giant gumtree

at the gate in which the sun sets.

The stars are candles

which my grandmother has lit.

 

Every morning father wakes to find a man

with a hole in his head

sleeping in the driftsand

of the furrow which runs

along the creosoted split-pole fence.

I go in search of the orchestra of crickets.

 

In the kitchen mother cries as she turns

the toast on the black plates

of the Welcome Dover.

When father packed my pigeons into boxes,

I ended up with Rover and the cats

on the back of a truck

with all the household goods.

I thought, if this is part of life, it´s fun.

 

At the end of the truck´s journey

through the sky, we arrived

in a toy town of match-box houses,

lined up like tombstones in a graveyard.

At once, I understood why my mother cried.

 

 

 

INGRID DE KOK

 

Nuestra Sharpeville

 

Jugaba a la rayuela sobre la pizarra
cuando los mineros pasaron en camiones, iban de pie,
sus brazos levantados, señales en un cruce,
su canto extranjero y familiar,
como el llamado y respuesta de pandillas radicales
a través de la sabana, construyendo arterias calientes
desde el corazón de la mina Transvaal.

 
Corrí a la reja para verlos pasar.
Y parecía una gran caravana
moviéndose a través del desierto hacia un oasis
que recordaba de mi libro de la Escuela Dominical:
olivos, una profunda piscina de jade,
hombres descansando en grupo después de un largo viaje,
el peligro de la misión todavía rondándolos,
y la noche cayendo, sus estrellas de plata justo como aquellas
que obtuviste por recordar tus textos de la Biblia.

 
Después mi abuela me llamó desde detrás de la puerta principal,
su voz una dura escoba sobre los escalones:
“Entra; ellos le hacen cosas a las niñas pequeñas”.

 
Pues era mediodía y no había piscina de jade.
En cambio, una piscina de sangre que ya tenía un nombre vivo
y creció como una sombra mientras el día se alargaba.
Los muertos, enterrados en voces que llegaban hasta mi puerta,
los hombres cantando en los camiones emboscados,
estos no eran héroes en mi pueblo
sino mauleros de niños,
haciendo cosas que tenían que permanecer sin nombre.
Y nuestro Sharpeville era esta cosa temerosa
que nos podría tentar a través de las bien barridas calles.

 
Si me hubiera dado la vuelta hubiera visto
cortinas de brocado corridas firmemente a través de otras de red,
sabido que había ojos detrás de ambas,
oído a los perros pasear en el patio cerrado de al lado.
Pero, caminando hacia atrás, todo lo que sentí fue vergüenza,
por ser una niña, por haber sido encontrada en la reja,
por oír a mi abuela mentir
y mi miedo de que su mentira fuera verdad.
Caminando hacia atrás, siendo llamada de vuelta,
Volví a las habitaciones cerradas, a casa.

 

 

 

Our Sharpeville

 

I was playing hopscotch on the slate

when miners reared past in lorries,

their arms raised, signals at a crossing,

their chanting foreign and familiar,

like the call and answer of rad gangs

across the veld, building hot arteries

from the heart of the Transvaal mine.

 

I ran to the gate to watch them pass.

And it seemed like a great caravan

moving across the desert to an oasis

I remembered from my Sunday School book:

olive trees, a deep jade pool,

men resting in clusters after a long journey,

the danger of the mission still around them,

and night falling, its silver stars just like the ones

you got for remembering your Bible texts.

 

Then my grandmother called from behind the front door,

her voice a stiff broom over the steps:

“Come inside; they do things to little girls.”

 

For it was noon, and there was no jade pool.

Instead, a pool of blood that already had a living name

and grew like a shadow as the day lengthened.

The dead, buried in voices that reached even my gate,

the chanting men on the ambushed trucks,

these were not heroes in my town

but maulers of children,

doing things that had to remain nameless.

And our Sharpeville was this fearful thing

that might tempt us across the wellswept streets.

 

If I had turned I would have seen

brocade curtains drawn tightly across sheer net ones,

known there were eyes behind both,

heard the dogs pacing in the locked yard next door.

But, walking backwards, all I felt was shame,

at being a girl, at having been found at the gate,

at having heard my grandmother lie

and my fear her lie might be true.

Walking backwards, called back,

I returned to the closed rooms, home.

 

 

 

JEREMY CRONIN

 

De Corriendo hacia nosotros

 

… ¿La victoria de la vida sobre la muerte? ¿De la inocente y pequeña persona atrapada en el medio?
 

¿Pero qué es el medio?
 

¿Estás seguro de que, en medio de toda esta matanza, él podría ser inocente?

 
¿A quién traicionó? ¿A quién traicionará aún ahora mientras huye de los verdugos?

 
Lejos de los espectadores. Lejos de la policía y el ejército con frescos asesinatos en sus manos. Un cuerpo cubierto de petróleo, cada paso tambaleante un paso más lejos de una muerte que ya ha muerto.

 
Está corriendo hacia nosotros. Hacia nuestro exilio. Hacia el regreso de los exiliados. Corre hacia el acuerdo negociado. Hacia las elecciones democráticas. Él está corriendo, adolorido, hacia la nueva Sudáfrica. Hacia nuestra estación de arco iris, desesperado, un zapato puesto, un zapato perdido. Hacia el medio de nosotros. Corriendo.

 

 

 

from Running Towards Us

 

… The victory of life over death? Of the innocent small person caught in the middle?

 

But what is the middle?

 

Are you sure, in the thick of all this slaughter, he could be innocent?

 

Whom did he just betray? Whom will he still betray now as he runs away from the executioners?

 

Away from the spectators. Away from the police and army with fresh killings on their hands. A corpse  covered in petrol, each stumbling pace one step more away from a death it has already died.

 

He is running towards us. Into our exile. Into the return of exiles. Running towards the negotiated settlement. Towards the democratic elections. He is running, sore, into the new South Africa. Into our rainbow station, in desperation, one shoe on, one shoe off. Into our midst. Running.

 

 

 

KELWYN SOLE

 

Objetivos de vivienda

 

En alguna parte de nuestro pasado
creímos en el futuro

 
que un mundo mejor
sería fundado
bajo nuestros pies, y que nosotros
cantaríamos para siempre,
en la cocina.

 
Los ladrillos se acumulan en un campo.
Si serán suficientes
nadie sabe. Cómo
encajan juntos
es la suposición de todos.

 
Hombres con pieles oscurecidas
garabateadas por el tiempo
esperan sus instrucciones.

 
De vez en cuando
limosinas aparecen milagrosamente:
siempre hay un alguien
en un traje dispuesto a sonreír
y estrechar sus manos

 
que pone la primera piedra.

 
Entonces las luces de la cámara
y las máquinas veloces
dan la vuelta, retroceden
por donde vinieron.

 
Aquellos que quedan atrás
miran sus propias manos
después, perplejos
con precisamente aquello que
se ha realizado, por qué
todavía se les ofrece
cautiverio

 

entrecierran los ojos

entre los dedos anudados
miden las esperanzadoras distancias:
— habrá un cuenco de flores.
— mi cama irá aquí.

 
Por ahora los pomos de las puertas
No tienen puertas.

 
Sus ventanas miran hacia fuera
Hacia ningún cielo.

 

 

 

Housing Targets

 

Somewhere in our past

we believed in the future

 

that a better world

would discover foundation

under our feet, and we

would be forever singing,

in its kitchen.

 

Bricks pile up in a field.

Whether they will be enough

no one knows. How

they fit together

is anyone´s guess.

 

Men with darkening skins

scribbled on by weather

wait for their instructions.

 

From time to time

limousines miraculously appear:

there is always a somebody

in a suit willing to smile

and shake their hands

 

who lays the first stone.

 

Then the camera lights

and racing engines

turn around, shrink back

from where they came.

 

Those left behind

stare at their own hands

afterwards, puzzled

at precisely what

has been transacted, why

they are still being offered

bonds

 

squint

between gnarled fingers

pace out the hopeful distances:

—there will be a flower bowl.

—my bed is going here.

 

As for now the doorknobs

have no doors.

 

Their windows peer out

at no sky.

 

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