El agua y los sueños, de Álvaro Solís

Presentamos, como homenaje en el Día del Padre, El agua y los sueños, poema de Álvaro Solís (Villahermosa, 1974), perteneciente a Los días y sus designios, donde la aparición del padre dictamina diversos estados emocionales. Álvaro Solís es uno de los poetas más destacados de su generación.

 

 

 

 

El agua y los sueños

 

 

…Luego todas esas aguas calmas son de leche

Y todo lo que se derrama en las blandas soledades de la mañana.

Saint-John Perse

 

 

Siempre quiso ser un pez.

Caían rayos y nadaba sin parar, se negaba al cansancio,

buscaba el rostro de mi abuela en las aguas del río que le vio nacer,

nadaba por horas y extrañas aletas se le emparejaban,

lo miraban como si fuera un pez

y mi padre dormía bajo el río, pero despertaba antes de ahogarse,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo tomaba por el cuello,

lo sacudía una y otra vez,

entonces despertaba y seguía nadando contra la corriente,

siempre contra el río a quien nunca pudo vencer.

 

Mi padre, solo por el mundo de las idolatrías,

esperaba la vuelta de mi abuelo que se embarcaba en el Carmen

y se dormía al esperar,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua,

que lo sacudía por el cuello,

lo injuriaba.

Y mi padre se despertaba entonces,

subía al mástil de los barcos,

se lanzaba al río

queriendo ser un pez que sabía volar,

nadaba por horas contra la corriente

hasta el cansancio, hasta el sueño

donde un inmenso cuerpo de agua lo sacudía por el cuello

y le cantaba las canciones que mi abuela no pudo.

 

Mi padre pasaba horas enteras sentado en las bancas del parque

creyendo que Dios era una mierda,

se quedaba dormido y sudaba las aguas del aire,

soñaba que un inmenso cuerpo de agua lo abrazaba de pronto

con cariño maternal,

y se reconocía en el sueño, sin querer despertarse

recordaba los bailes alrededor de mi abuela

y nadando de frío por las calles silenciosas de la ciudad,

se emparejaba a furibundas aletas describiendo diminutas eses en el agua.

 

Mi padre encontró la felicidad en el nado,

en la imagen femenina del agua, diría por esos mismos años Gaston Bachelard,

quien trabajaba en lo mismo,

quien soñaba con inmensos cuerpos de agua que lo tomaban

por el cuello queriéndolo injuriar,

y muy temprano con el canto de las aves, mi padre y Gaston

salían a las rutas que el servicio postal les asignaba,

repartían las cartas mientras ambos pensaban en el agua,

en los sueños femeninos, en la imagen ausente de la madre

y nadaban,

uno por el agua de los sueños,

mi padre contra el agua lunar.

 

 

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