Poesía de Puerto Rico: Marta Jazmín

Presentamos dentro de la muestra de poesía actual de Puerto Rico que prepara Rubén Márquez Máximo, a la poeta Marta Jazmín García Nieves (1983, Puerto Rico) Es egresada de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, donde completó un grado de Maestría en Estudios Hispánicos. Se ha desempeñado como redactora de textos académicos y periodísticos. Ha sido la organizadora de simposios de literatura y eventos culturales así como también, ha colaborado con revistas académicas en las facetas de crítica de arte y creación. Desde agosto 2012, es profesora del Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Ponce. En 2014, su primer libro, Luz fugitiva, recibió la primera mención en el certamen de poesía joven El farolito azul, organizado por la editorial Callejón y la librería La Tertulia. En su blog Realistas realengos, publica poemas y reseñas de literatura.

 

 

 

El presagio de la inercia


Mi voluntad tiene la forma de un pájaro

muerto, abierto y quieto en el aire.

Presiento cómo extiende

compasivo

su escondite de plumas cenizas

debajo del sol

y encima de mi libertad.

 

Sobre este camino desnudo

también hace frío de los simulacros celestes

que sobrevuelan la Tierra.

 

Ya una vez creí escuchar

las campanadas de mil parpadeos

anunciando una visión de mí

abandonada en los desagües del desierto.

 

y otra vez

bajo esta sombra

los ojos se entreabren como labios

en medio de todas las palabras.

 

 

 

No sé otra forma de decir

antídoto

vuelo

valentía.

Me sale pronunciar

culebra

araña viuda

pájaro muerto

vacío.

 

Sé muy bien que la realidad sucede

primero que sus nombres.

y que antes de la formación del mundo

ya habitaban los miedos

en la boca.

así en su forma real

de letras no concebidas.

en sus cuerpos sin inventar

fríos

estampados

peludos

cóncavos

gravitantes.

 

El lenguaje siempre ha sido eso:

una procesión de animales peligrosos

que no nos atrevemos

morder

 

 

 

La luz fugitiva

 

Discurro mi noche entre los pliegues

de tu vigilia amarillenta.

Perdida

como estoy

en esta gran ciudad

de penumbras pavimentadas,

solo me queda perseguir

la luz intermitente

que emite tu silueta eléctrica.

Solo me conviene

encender con tu ficción

mi esqueleto

para balancearme entre la gente.

 

 

 

Silencio de un kamikaze

 

Quería volar

y otro pájaro que me encontrara

o algún vértigo que me doliera

en la mitad del miedo.

Quería desvanecer

la geometría del precipicio

colagenado de intentos.

Verter el no ser

de las voluntades abiertas.

Decantar mi existencia en el mar,

hasta fruncirlo

en archipiélagos

de luces y sombras.

 

 

 

 

Doppelgänger

 

Llegada la noche

tengo miedo de esa niña

que blande su inocencia

por las orillas de mi cama.

 

Me escondo de sus manos

insidiosas pintando escarabajos

por las paredes,

anunciando los renglones

de algún peligro inédito.

 

Y su desastre silencioso

que siempre deja esa estela

de alfabetos humedecidos.

Y la estatua de sal

en la frontera

de mi cruel nacimiento

y todas sus tiernas

orfandades.

 

Llegan los días

y la sombra

de esa niña

alargada frente a mí

en el suelo

es lo único que conozco

de grandeza.

 

 

 

Engendro

 

Me he refugiado en el vientre

de una paloma gris solitaria.

He desistido de mi humanidad

por descansar en sus vísceras inermes.

Presiento cómo la circunferencia de su aviario

más temido me engendra

Pero tu ausencia

siempre es más voluptuosa

que todas mis deformidades.

 

 

 

 

Sapiencias

 

Cuando estás dentro de mí

No sé si naces

o llegas del pasado.

No sé si el deseo se hunde

o deviene externo.

No sé si dentro de mí existe

lo que buscas.

No sé si una cáscara.

No sé si el amor.

Sé que mi vida tendida

debajo de tu lámpara

es lo mismo que un tabernáculo

de soledades y concurrencias

que se corresponden

como un abrir y cerrar de luces

cuando los ojos no existen

y yo puedo verte.

 

 

 

Mi mundo es esta soledad que alquilo

 

Las losetas avanzan

entreabiertas

como pasos detenidos.

Un pedazo de pan viejo

en la alacena

colecciona metáforas

de lo extinguido.

Cada día de sol que pasa

mi mundo es esta soledad

que no ha apagado

sus fracturas.

 

 

 

 

A veces no me importa la locura

y juego a transfigurarme en el invento

de tus palabras.

 

A veces no me importa que me entiendan

y pruebo deletrear de ti

mi espectro

tendido en un banco solitario

abandonado de todos sus caminos

como una indigente

de la realidad.

 

 

 

Equinoccio

Ofrendé mi cuerpo y mi espíritu

por tu paisaje de ensoñación vagabunda.

Luego descubrí

[a destiempo]

que eran semillas

lo que manaba de mí

sobre la palma

de tu nada abierta.

 

Ahora soy yo quien mendiga

que me devuelvas

la extensión estival de mi leyenda

perdida contigo

y tu conspiración con el invierno.

 

 

 

 

Volví a ser el cristal

de una ventana abierta.

Frágil quiromancia

que trascendí del cuerpo

buscándote.

Abierta en cinco puntas

como estrella,

dibujé la noche

y confundí el lugar

de mi constelación.

 

 

 

Ahora me devuelves el mar:

el día que llegaste,

derramado.

El profundo desastre

de un incendio.

 

 

 

Te pareces a la realidad

que hace tiempo no veía.

Tienes su boca:

el alto paisaje

de la palabra futuro.

 

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