Poesía española: Vicente Núñez

Presentamos una muestra de Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, España, 1929-2002), fue integrante del grupo poético Cántico y de la revista del mismo nombre. Obtuvo el Premio de la Crítica en 1982 por su libro Ocaso en Poley. Autor de una extensa producción poética de acento elegíaco y tono intimista, está considerado como uno de los poetas andaluces más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Su poesía, refiere Miguel Casado, dibuja un mundo estrictamente personal, inconfundible, nutrido tanto por el exigente deseo de ruptura que distingue al poeta moderno como por una fecunda raíz en la tradición clásica. Entre sus poemarios cabe mencionar: Elegía a un amigo muerto (1954), Los días terrestres (1957), Poemas ancestrales (1980), el mencionado Ocaso en Poley (1982), Cinco epístolas a los ipagrenses (1984), Teselas para un mosaico (1985), Himnos y textos (1989) y Sofisma (1994), Plaza octogonal: poesía reunida 1951-2002. (2008) y Poesía y sofismas I y II (2008 y 2009). Es además autor, entre otros, de los libros de ensayo: Teoría del acto (1989), Poesía y muerte (1990), En torno a Emilio Prados (2000) y El suicidio de las literaturas (2003).

 

 

 

OCASO EN POLEY

  

Si la tarde no altera la divina hermosura

de tus oscuros ojos fijos en el declive

de la luz que sucumbe. Si no empaña mi alma

la secreta delicia de tus rocas hundidas.

Si nadie nos advierte. Si en nosotros se apaga

toda estéril memoria que amengüe o que diluya

este amor que nos salva más allá de los astros,

no hablemos ya, bien mío. Y arrástrame hacia el hondo

corazón de tus brazos latiendo bajo el cielo.

 

 

 

CONSEJO

  

Advirtiéndome Pablo-su voz tras de la afable

tiniebla telefónica- que no fuera insensato

y de mí te arrojara definitivamente,

acaté yo sumiso esa intención benévola

como si desde el fondo fatal de las edades

decretado estuviese. Más sentí, en el vacío

victorioso y culpable que entonces sobrevino,

que un cuch¡llo me hendía del pavor de la muerte.

Y fui total, y supe, oh gratísimo Pablo,

lo que en verdad era amarte y no haberte perdido.

 

 

 

LA GORRIATA

 

Homenaje a Rubén Darío

 

La nimia Gorriata de caperuza cónica

es una dulce bola de pelusa lacónica

que inicia un raro paso de Picasso o Chagall.

 

Siento por ella un mágico delirio monacal

cuando se pavonea por la cornisa jónica

con su cola de seda sutil y salomónica

al borde de las tejas, del azul y la cal.

 

Cuántas veces me asedia en la inmensa mañana

como de una acuarela que el tiempo ya hizo abstrusa.

Y qué agreste fragancia me brida en la secreta

 

y tibia axila casi confidencial y humana,

que danza en una extrema fascinación de musa

y me besa, me besa, y me aclama poeta.

 

 

 

AURELIO TENO

 

En peto durísimo

de alcatraces de cuarzo.

En hervores de mirra

y aluviones, oh Teno,

atrapas como un fauno

tropeles y zafiros;

geodas como vísceras

de taxidermia u ónix

y alones de cristal

funerarios y rotos.

¿Todo en la roca es garra?

Toda macla nos muerde

desde las convulsiones

radiales del diamante.

Yo beso esa estructura

que edificas tan vítrea.

El mundo, oh Teno, arrasas

de dioses como cóndores.


 

 

LA ABAHACA 

 

La albahaca fina,

la albahaca basta.

La verde, la oscura,

la ruda, la blanca…

La que tiene sombra,

la que tiene tanta

dura espina y mata.

¿La albahaca fina?

La albahaca basta.

 

 

 

MEDITACIÓN EN VIANA

 

Todo cuanto es memoria o lejanía

-añicos de la luz y la palabra-

conversa aquí, en la estricta

y noble certidumbre de ese patio,

donde el rosal y la palmera acatan

el patrimonio y vuelo de los arcos.

Nada es ya igual al tiempo

en que el amor obtuvo sus botones

de púrpura y, no obstante,

todo el recinto palaciego apuesta

al riesgo del amante que es devuelto

a la proeza y magia de sus días.

Algo de aquel afán perdura o gime

a la intemperie de los sobrios lienzos,

y ese compás furtivo

aduce el deterioro y lo disuelve

en las cornisas antes ebrias, como

en el podrido andamio de los cuerpos.

A las alcobas que el otoño hendía

de penumbras y quejas

¿trepará, tan obscena,

la sabandija y su atributo bárbaro?

Aquí gocé sin tregua

con la lectura grata de los clásicos,

aunque alertado siempre

de la corneja y sus premoniciones

en el turbio aleteo de las lámparas:

amar es ser insomnes.

Y si en el vasto reino

de lo cerrado, el miedo

y su mayordomía

atenazan las noches

de inmundas pesadillas,

el fluir de la vida

y el peso de los años

alejan demasiado las fronteras,

desguarnecidas por el negligente

curso de las arterias,

que tanta y clara estirpe prodigaron

en los anales y en los cancioneros.

Toda cautela entonces no es bastante

cuando un rumor se atisba

desde la incierta linde

de las cortinas o los arrabales.

Tras el muro del río, serpentea

el atanor secreto del exilio:

daga y aroma, patio,

dulce amistad que se mantiene erguida

aun a pesar de las adversidades

y el lento declinar de los sentidos.

Mientras, las nubes pasan como grajas

de execrables augurios,

en una hostilidad que enciende y salva.

En lo que se excede y canta

vive la palabra ausente.

La palabra es una rosa

tan rosa que suena a muerte.

Palabra de la mortaja

que ni vino y que ni vuelve.

Abro rosas, cierro libros

y el perfume siempre miente.

Soy la lectura de un verso,

tan falso como la muerte.

 

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