Un poema de Guillaume Apollinaire

Presentamos, en versión de Ulalume González de León, un poema de Guillaume Apollinaire (1880-1918). A pesar de haber vivido únicamente treinta y ocho años, Apollinaire es uno de los autores que han marcado con mayor profundidad la poesía del siglo XX. No solo cultivó la caligrafía sino que escribió textos próximos a la canción y ensayó un verso isométrico y conversacional de gran lirismo.

 

 

 

 

 

 

EL MÚSICO DE SAINT-MERRY

 

 

Por fin tengo derecho a saludar a seres que no conozco

Pasan frente a mí y se acumulan a lo lejos

Todo lo que en ellos veo mientras tanto me es desconocido

Y su esperanza no es menos fuerte que la mía

 

No canto ni a este mundo ni a otros astros

Canto todas las posibilidades de mí mismo fuera de este mundo y de los astros

Canto la alegría de vagar y el placer de morir errante

El 21 del mes de mayo de 1913

Barquero de los muertos y las mordonantes merianas

Millones de moscas soplaban esplendor

Cuando un hombre sin ojos sin nariz y sin orejas

Saliendo del Sebastopol entró en la calle Aubry-le-Boucher

Joven el hombre era moreno pero color de fresa sus mejillas

Hombre Ah! Ariadna

Tocaba la flauta y la música guiaba sus pasos

Se detuvo en la esquina de la calle Saint-Martin

Tocando el aire que yo canto que yo inventé

 

Las mujeres que pasaban se detenían a su lado

Llegaban de todas partes

De pronto las campanas de Saint-Merry se pusieron a sonar

El músico dejó de tocar y bebió en la fuente

Que está en la esquina de la calle Simon-le Franc

Luego calló Saint-Merry

El desconocido reanudó su aire de flauta

Y volviendo sobre sus pasos hasta la calle de la Verrerie

La tomó seguido por el tropel de las mujeres

Que salían de las casas

Que acudían por las calles transversales loca la mirada

Las manos tendidas hacia el melodioso raptor

Él se alejaba indiferente tocando su aire

 

Terriblemente se alejaba

 

Después en otra parte

A qué hora saldrá un tren hacia París

En ese momento

Los palomos de las Molucas ensuciaban nueces moscadas

Al mismo tiempo

Misión católica de Boma qué hiciste del escultor

 

En otro sitio

Ella cruza el puente que une Bonn a Beuel y desaparece en Pützchen

 

En el mismo instante

Una muchacha enamorada del alcalde

En otro barrio

Rivaliza poeta con los marbetes de los perfumistas

 

 

En suma oh reidores no habéis sacado gran cosa de los hombres

Apenas habéis extraído un poco de grasa de su miseria

Pero nosotros que morimos de vivir lejos el uno del otro

Tendemos los brazos y sobre esos rieles rueda un lento tren de carga

Tú llorabas sentada junto a mí en el fondo de un fiacre

 

Y ahora

Te me pareces por desdicha te me pareces

Nos parecemos como en la arquitectura del siglo pasado

Esas altas chimeneas semejantes a torres

Nos elevamos más ahora y ya no tocamos el suelo

 

Y mientras el mundo vivía y cambiaba

 

El cortejo de mujeres largo como un día sin pan

Por la calle de la Verrerie seguía al feliz músico

 

Cortejos oh cortejos

Cuando antaño partía el rey hacia Vincennes

O los embajadores llegaban a París

O corría hacia el Sena el enjuto Suger

O el motín se apagaba en torno a Saint-Merry

 

Cortejos oh cortejos

Tantas eran las mujeres que desbordaban

Sobre las calles vecinas

Y se apresuraban inflexibles como la bala

Para seguir al músico
Ah Ariadna y tú Pâquette y tú Amina

 

Y tú Mia y tú Simona y tú Mavisa

Y tú Colette y tú la bella Genoveva

Pasaron todas temblorosas y vanas

Sus ligeros y rápidos pasos seguían la cadencia

De la música pastoral que guiaba

Sus ávidas orejas

 

El desconocido se detuvo un instante frente a una casa en venta

Una casa abandonada

De vidrios rotos

Una construcción del siglo dieciséis

En el patio descargan los coches de entrega

Allí entró el músico

Su música al alejarse se volvió lánguida

Las mujeres lo siguieron a la casa abandonada

Todas entraron en bandada confusa

Todas todas entraron sin mirar hacia atrás

Sin lamentar lo que habían dejado

Lo que habían abandonado

Sin lamentar el día la vida la memoria

Pronto no quedó nadie en la calle de la Verrerie

Excepto yo y un sacerdote de Saint-Merry

Ambos entramos en la vieja casa

Pero no encontramos a nadie

 

Cae la noche

En Saint-Merry resuena el Ángelus

Cortejos oh cortejos

Como antaño cuando el rey volvía de Vincennes

Llegaron en tropel vendedores de gorras

Llegaron vendedores de bananas

Llegaron soldados de la guardia republicana

Oh noche

Rebaño de lánguidas miradas de mujeres

Oh noche

Tú mi dolor mi vana espera

Oigo morir el son de una flauta lejana

 

 

 

 

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