La Nueva Biblioteca de Poesía Hispánica de Círculo de Poesía y Valparaíso México es una serie de diecisiete títulos que plantea una novedosa manera de leer el presente poético de nuestro idioma. Las tradiciones nacionales son insuficientes para explicar el nuevo espacio en que se mueven los poetas, los poemas y los lectores. Es por ello que, en afán de construir una visión panhispánica de la poesía, publicamos autores de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, México y República Dominicana. Aquí una muestra de cada uno de los diecisiete libros publicados que pueden comprarse en la tienda en línea de Valparaíso México.
Carlos J. Aldazábal
Argentina
Despedida
Era tu pañuelo azul,
milonga de los sueños.
El samba crecía por la casa
y el ansia de viajar era otro eco
que se sumaba a la voz de otro destino.
Un día agitaste tu mano,
y el pañuelo, golondrina,
se escapó por el balcón.
Era azul la golondrina,
igual que tu pañuelo.
Tu boca, oscurecida,
se transformó en la noche,
y se hizo silencio en esa casa.
Fernando Valverde
España
El daño
Lo supimos después,
sin tiempo para nada.
Porque tal vez la vida nos dio todo al principio
y seguimos buscando
un camino que lleve a ese lugar,
un puñado de polvo
que guarde el equilibrio suficiente
para no convertirse
en aire o en montaña.
Porque tal vez la vida no nos perteneció
y se fue consumiendo
como todas las cosas que hemos creído nuestras
y son parte del daño
que dibuja las líneas de la historia
derribando ciudades con sus muros.
Y de haberlo sabido
habríamos juntado nuestras manos
o mirado a otra parte.
Y de haberlo sabido,
habríamos mordido nuestros labios
sangrando en el amor
para dejar visibles las heridas,
o habríamos rezado,
o renunciado a todo para quedarnos quietos
y no cruzar los días que agonizan.
Es todo tan inmenso que no cabe en el llanto
y el dolor nos observa desde fuera.
Lo supimos después,
no hay nostalgia más grande que aquella del futuro.
Rubén Márquez Máximo
México
No importa que me mires
esta noche ni importa que te gusten mis perfumes
ni que desees las aguas de mis aguas.
Seré lluvia de oro
toro blanco que pace por la playa
o minotauro que tiemble en tus adentros.
Esta noche no quiero tu amor
sino tu cuerpo claro
quiero vencer tu miedo con el miedo
llegar a ti sin que lo quieras.
Felipe García Quintero
Colombia
Bodas del aire
Como las palabras que el silencio atesora, la luz por el suelo se hace sombra de los rincones.
Ante lo imposible de los ojos abiertos, el silente paso de las nubes perfila la carne y el alma de las piedras.
Cuando el polvo, pródigo, riega sus monedas.
De breves soles apagados, la hacienda misma del tiempo, sin otras alas que la paciente hierba cuando arde sin nombrar el fuego.
Cada leño reclama la ceniza que ilumina la sentencia del relámpago.
Lo que fuera nuestro vive latiendo lejos.
G. A. Chaves
Costa Rica
La dissection d’un homme sans Netflix
A menudo pensaba que no hacían nada juntos
y ahora que no hace nada solo,
apenas una noche después de haberla visto,
se pone a pensar en todo lo que aprendió con ella:
que la lluvia se cura con noches de cine,
que antes de partir los limones es mejor rodarlos bajo el peso de la mano para luego exprimirlos,
que no es bueno que el gato duerma sobre las ingles de nadie,
que siempre debe haber agua junto a la cama, nunca se sabe,
que el bicarbonato y el aceite de oliva son los ingredientes de la paz mundial,
que no por afrodisíaco (para él) el sudor de ella la incomoda menos,
que petricor es el nombre de la tierra llovida,
que las certezas no dejan de serlo porque alguien haga preguntas,
que el sentido de los silencios no hay nadie que lo entienda,
que de buenas intenciones está lleno el camino al patriarcado,
que uno nunca deja de preguntarse cómo seguirá de su dolor de cuello.
Raquel Lanseros
España
Ese lejos tan cerca
Me pregunto por qué desde la tierra
la masa de las aguas parece un solo bloque.
Un único sustento incontrastado
una roca que es toda la roqueada
un avenir de lejos uniforme
un alarido llano de membranas
sin desgaste ni lámina ni grieta.
Me pregunto por qué, cuando me acerco,
las aguas se dividen, se complacen
en enseñar sus rostros diferentes
en cada espuma cresta de rocío
en las calzadas líquidas que rugen.
Bajo este mismo efecto, en la distancia
la muerte es toda una
un símbolo cohesivo
un monolito.
Sin embargo de cerca, qué deprisa
se aprende a distinguir sus dimensiones
sus fúnebres volúmenes
su rutina
su querencia en lo propio y en lo ajeno
hasta ver nuestra imagen en sus aguas.
César Cañedo
México
O negativo
A Pedro Montealegre, In Memoriam
Poetiloca muscuflora rimbomvérgica,
retablista del sexo broadcasteado,
orgiástica saltimbanqui y poetisida,
remáchame de versos y esteroides,
conjúrame la carne que se asienta,
enséñame a deletrear Antofagasta
sin que Ibáñez nos jale de los pelos
abajeños, cresposos, bocaamantes.
Ni pobre, humana prosa, ni alopécica,
la tuya más bien es me voy, me vengo,
chaquetera y ridícula, excelsa y cuaternaria,
exiliada, ida y vuelta, de cordel y timpánica,
fermento de boundage y el S/M,
forzoso aterrizaje sin laureles ni espanto,
calavera que entierra con el bíceps poético
a la fuerza en la tumba de la democración,
rechifla pluralista en fáunico congreso,
decisiones erradas, como el bulto en calzón.
Puñístico que entras ano, trioísta
legítimo, suspensorio del tiempo,
especulador de indecencias y sexshopes,
vena salida de remarle tanto,
sangre ponzoña de negadas fallas,
cazador de dildoposas, arrojado del templo,
niño perdido para no estar en gracia,
“a veces ser feliz sólo es no serlo”,
lubrica más tu pluma
que tu ganso.
Santiago Espinosa
Colombia
Interior au violon
Matisse le ha dado luces a un encierro
que no era la alegría de la vida.
El negro abisal de una ventana entreabierta,
el violín en su estuche de oscuridad
incapaz de traducir las gradaciones del océano.
Similar a un sueño, cuesta entender
qué es el arriba o el abajo.
El esplendor de lo sencillo
sobre una superficie en reposo
donde no llega el invierno ni la muerte.
Por un momento podemos sentir
la vecindad de la palmera y las olas
imaginar que el violinista
se ha ido a la playa o a morir
y en el estudio ha quedado
toda la música del mundo.
Se necesita olvidar mucho para pintar de esta manera.
Aprender a mirar los objetos como umbrales
entre el fuego y la semilla
hasta hacer de la luz un niño que se asoma.
Mi padre heredó esta réplica. La imagen lo acompañó
en los mejores años de la vida.
Allí supe que él también quiso huir, antes de nosotros,
perderse en su mar, también que quiso hacer del interior
un espacio propicio para la música.
Miro este cuadro donde un sonido deslumbrante
está a punto de abrirse. Y es otra vez el mar
el que espera por nosotros, mi padre y yo,
es otra vez la música. Como un vacío
que aún en la huida de los cuerpos
hace que triunfe el color sobre la gravedad y los días.
Mario Meléndez
Chile
Recuerdos del futuro
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
“Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas”
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
“Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo”
Frank Báez
República Dominicana
En la Biblia no aparece nadie fumando
Pero qué tal si Dios o los que escribieron la Biblia
se olvidaron de agregar los cigarros
y en realidad todas esas figuras bíblicas
se pasaban el día entero fumando
al igual que en los cincuenta en que se podía fumar
en los aviones y hasta en la televisión
y yo imagino a todos esos gloriosos judíos
llevándose sus cigarrillos a los labios
y expulsando el humo por las narices
en lo que aguardan
por sus visiones o porque Dios les hable,
e imagino a David tocando el harpa
en un templo lleno de humo,
a Abraham fumando cigarro tras cigarro
antes de decidirse a matar a Isaac,
a María fumando antes de darle a José
la noticia de que está embarazada,
e incluso imagino a Jesús sacando un cigarro
de detrás de la oreja y fumando
para relajarse antes de dirigirse a las multitudes
reunidas en torno suyo.
Yo no soy un fumador.
Pero a veces me vienen ganas y fumo
como en este instante en que miro la lluvia
caer tras la ventana
y me siento como Noé cuando esperaba
que pasara el diluvio y se la pasaba
de arriba a abajo por toda el arca
buscando dónde había puesto
esa maldita cajetilla.
Andrea Cote
Colombia
Puerto quebrado
Si supieras que afuera de la casa,
atado a la orilla del puerto quebrado,
hay un río quemante
como las aceras.
Que cuando toca la tierra
es como un desierto al derrumbarse
y trae hierba encendida
para que ascienda por las paredes,
aunque te des a creer
que el muro perturbado por las enredaderas
es milagro de la humedad
y no de la ceniza del agua.
Si supieras
que el río no es de agua
y no trae barcos
ni maderos,
sólo pequeñas algas
crecidas en el pecho
de hombres dormidos.
Si supieras que ese río corre
y que es como nosotros
o como todo lo que tarde o temprano
tiene que hundirse en la tierra.
Tú no sabes,
pero yo alguna vez lo he visto
hace parte de las cosas
que cuando se están yendo
parece que se quedan.
Paula Bozalongo
España
Cicatriz
Deja de buscar sombras,
de perseguir tristeza como quien nada quiere
mientras la luz reniega de la vida.
Has sido cicatriz tantas batallas
que incluso siente envidia la piel de tu dolor.
Has sido cicatriz tantos recuerdos
que ahora me pregunto
cómo podré olvidar al culpable sin nombre,
quién seré cuando el tiempo
se ponga de mi lado.
Prefiero que el olvido se lleve las preguntas
y traiga una certeza:
que nunca lo peor es lo más importante.
Audomaro Hidalgo
México
Piedra
Hay algo sagrado todavía
en esta piedra a orillas del jardín.
Es como un remoto palpitar,
algo como una frase enterrada
desde que el mundo fue noche y es caos.
No sabrías decirlo.
Es como si esperase
algo tuyo, algo dicho desde el fondo
del silencio que los rodea
y los vincula,
en este lugar apartado
la sombra lenta del tiempo la pule,
como a una idea, una imagen
de ti que ella te dicta.
Abre tus manos y no dejes irla.
Acógela, recíbela despacio.
Hay algo sagrado todavía
en la piedra sembrada en esta orilla.
Tal vez sólo sea un aleteo
lo que escuchas al centro de su entraña.
Eleonora Finkelstein
Chile/Argentina
Break on through. Héroes y villanos from the other side
If the doors of perception were cleansed
everything would appear to man as it si, infinite.
For man has closed himself up,
till he sees all things thro’ narrow chinks of his cavern.
William Blake
No se trata de Blake, Jim
sino de cómo llegamos a Blake
filtrados por tus visiones de USA,
tan amada, tan mal llamada América.
Sinécdoque de los pequeños héroes familiares,
amos de nuestras vidas del más allá: el rock, esa poesía,
la tele en blanco y negro de la primera infancia, las movies.
Nosotros, nacidos después de los 60,
atravesando demasiado tarde las playas de California
donde había que brillar y brillar,
porque la luz te derrotaba los ojos.
There, in the other side, quizás se pueda
estar muerto y vivo al mismo tiempo.
Ser humanos y jóvenes y voladores y pasar
al otro lado, donde está el Reino de los Cielos,
donde viven nuestros ángeles semidesnudos, Jim,
donde se engendran también esos demonios obesos,
perfectos villanos de Ciudad Gótica,
you know what I mean…
Un poco de esto, algo de aquello.
Impuros de la impureza misma, somos.
Mixtos, de carne y hueso y deseo. Negros
del Más Allá. Eso somos.
Tus pesadillas ya están aquí, Waspy,
cold white brother riding our blood,
pero no somos tus pesadillas.
Somos los Negros del Más Allá, dije.
Trepamos, atravesamos, desmoronamos a cada paso
los muros que te quitan el sueño.
Hagamos un trato: quédate con Disney y Las Vegas y Atlantic City.
Quédate con Washington, por algún tiempo.
Déjanos Frisco y Nueva York y la 66 de principio a fin,
por Jack y porque nos lleva encaminados.
Quédate con tus putas y tu peluquero
(a propósito, deberías cambiar de peluquero).
Al final, no sé si ellos o nosotros
o alguien de una generación cualquiera
esté dispuesto sinceramente a morir tan joven
por saltar esa pared de 8.000 millones de dólares y 2000 millas
(accidentes geográficos included, que abaratan el precio).
God bless America! God save
America’s money too!
Lo que se quiere es otra cosa,
los Negros del Más Allá queremos otra cosa:
ir y venir, ir y venir, ir y venir
eso queremos, y burlarnos de tu peinado.
Pero, OK, en igualdad de condiciones:
el paisaje real vs. tu escenografía.
Esta es la mejor road movie de nuestras vidas:
Escaparemos a México con nuestros amigos. Después
cruzaremos de nuevo. Aunque nos cierren el paso.
Aunque haya funerales prematuros
y no aplique la Quinta Enmienda.
Aunque muera nuestra madre vieja sin alcanzar a despedirse,
Kaddish, Kaddish, como reza el poeta,
el mismo que escuchó a Whitman preguntar por el asesino
de las chuletas de cerdo.
Ir y venir, ir y venir. Eso queremos.
Siempre estamos en una línea de frontera, date cuenta.
Mijail Lamas
México
Poema estático
(A partir de O Marinheiro de Fernando Pessoa)
À beira-mar somos tristes quando sonhamos…
Não podemos ser o que queremos ser, porque o que queremos ser queremo-lo sempre ter sido no passado…
Fernando Pessoa
El marinero sueña,
náufrago en la distancia de su noche profunda.
Se sabe sin regreso.
En la isla,
que ningún mapa dibuja,
fue inventando otra vida
para no naufragar en la nostalgia.
Nombró las cosas con las mismas palabras conocidas
pero les dio un lugar distinto, una disposición más a su gusto.
Se inventó nuevos padres y borró a sus hermanos:
una infancia, prodigio de memorias felices.
Se trazó nuevas calles para su juventud,
una novia anhelante y amigos solidarios.
Mucho tiempo después quiso volver atrás,
desandar el camino de esta nueva memoria,
pero no pudo hacerlo.
Los rostros que anhelaba ver de nuevo
eran igual que aquellos que inventó en soledad.
Inútilmente hurgó en sus pensamientos
buscando el rostro de una mujer amarga,
de sus padres, de sus amigos.
Se sabe que después de mucho tiempo regresó a su país.
¿Pero a cuál de los dos?
Tal vez al que inventara en la vigilia
de sus noches de insomnio.
El marinero ignora que él también era el sueño
de una mujer que narra un cuento a sus hermanas
para gastar la espera, el tedio y el horror.
Jorge Galán
El Salvador
Romero
Romero levanta sus brazos y toca con sus dedos
dos eternidades, el tiempo de mi niñez
y el de mi vejez se unen cuando los unen sus dedos.
Las monjas cantan y no saben que es un canto de despedida.
Los pañuelos que cubren sus cabellos son días de lluvia.
Romero levanta la copa y la hostia y su voz es el mar,
y su cuerpo un acantilado donde se estrella el mar.
Hay brisa y bullicio de gaviotas en la pequeña nave de la iglesia.
Los cristales se iluminan con el fuego que llega desde fuera.
Suena un disparo al mismo tiempo
que todas las campanas del mundo, que las campanas
de todas las iglesias de la tierra menos una.
El disparo atraviesa el aire, veloz como un milagro.
Las voces cesan y el silencio avanza cien pasos
y los gritos son una manada de toros que se estrella
contra un muro de piedra, lo destruyen y escapan a los montes.
Monseñor cae y nadie le escucha caer.
Su túnica blanca es una playa de verano
pero la luz ha sido manchada por una bandada de cuervos
que graznan en el atardecer.
Las monjas son olas que se juntan en la marisma.
Sostienen su cabeza como si intentaran sostener el cielo
con sus pequeñas manos, pero no es suficiente.
Nada resulta suficiente. La muerte se acerca y se inclina.
En la puerta de la iglesia una sombra se aleja.
Las campanas continúan su terrible lamento.
En algún lugar bajo el sol los ciervos se inclinan a beber.
Un hombre se persigna sin tener un motivo.
Y Romero dice una última palabra,
inaudible como el sonido de las pisadas del escorpión en el desierto.
Su cabeza cae como una fruta.
Un perfume de fuego y de ceniza desborda la ciudad.
San Salvador se llena de algo sin saberlo.
La sombra que avanza por las calles aplasta el perfume
pero no puede destruirlo. Las campanas
continúan doblando. Metal sin ruido, un lamento,
un grito que no haya su final y continúa temblando
en el aire de marzo, desde ese día
y cada día, en todo tiempo.
Sharvelt Kattán Hervas
Ecuador
Lamento sobre las piedras
Que recojo los pasos que voy dando
en la playa donde no existieron ciudades ya presentes.
Que distingo la tristeza del borrego y su verdugo
a mediodía, en media plaza,
como si fuera amor y no hambre aquello que los une.
Que despierto infectado de sueños y sudores ajenos,
y no alcanzo a resguardarme de los datos con que abdico
del espacio que me corresponde ahora.
Que ya no sé qué hacer,
ya no sé qué hacer, ya no sé qué hacer.
Que digito la misma palabra en cada lugar,
con cada quien, a cada instante.
Que me refugio bajo la entrada de la cúpula
y aguardo la llegada de los profetas sin rostro.
Que respiro cada vocal antes de pronunciarla
para que no se escape, como tantas otras veces.
Que cada línea ya no importa si me aplastan los desvelos.
Que me vuelvo inasible de tanto cuestionarme.
Que todo lo previsto es una animación 3D
en la que no entro porque el sonido
es cuanto anhelo y busco y vislumbro.
Que la fuente primaria la descubro fuera de mí,
en formas y voces que también entendieron
la permanencia de (todas) estas palabras.
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