Nueva poesía mexicana: Taller Literario Ígitur

Presentamos una muestra del trabajo de los integrantes del Taller Literario Ígitur, dirigido por Fernando Salazar Torres, integrado por Leticia Elizabeth Aquino Flores, Roberto Pizano Estrada, Sandra P. A. Vázquez R., Isla Jiménez Kand, Carlos Wieder, Arturo Jesús Gutiérrez Pelayo, Elizabeth Aniceto Arias, Carlos Sánchez Emir, Maximiliano Cid del Prado, Uriel López Parrilla.  El Taller literario Ígitur toma de modelo el borrador que, bajo el mismo nombre, escribiera Stéphane Mallarmé y que fue pensado como el Libro, ese del cual hablara en La crisis del verso. Pensado como una obra de iniciación, Ígitur, el grimorio, representa la Nada que se torna hacia el Todo. Su significado, por tanto, es lo que quiere ser este grupo de escritores mexicanos: partiendo de la nada, de la nulidad, el comienzo exige un tránsito, el recorrido que tiene como clave última el proceso creativo, la voz poética personal. Todos quienes integran el taller están en esta breve muestra, todos con planteamientos poéticos distintos, todos heterogéneos.

 

 

 

Leticia Elizabeth Aquino Flores

(Ciudad de México, 1997).

 

Desde temprana edad presentó interés por la literatura y las artes visuales. Participó en distintos concursos de dibujo y literatura. Actualmente estudia dibujo en dibujareschool y forma parte del taller literario ÍGITUR.

 

 

 

 

Luz neón

 

Me encontraba durante mi sesión de terapia. Una pérdida no es fácil de asimilar. Hablar siempre permite ir sanando y aclarando lo vivido.

— Ese día, se me hizo fácil llevar a mi hermano Esteban, el más pequeño, de tan solo 15 años de edad a una fiesta que habían organizado mis amigos de la facultad. Mi hermano me rogó muchas veces que lo llevara y accedí, finalmente,  ¿qué podía pasar? Mis padres fueron a una comida que había organizado la empresa donde trabajaba mi padre, me encargaron a mi hermano y se fueron confiados en que iba a ser responsable- Respire profundamente, baje la mirada.

— Continúa –comentó el psicólogo tratando de que siguiera con mi relato.

— Al irse nos arreglamos, tomé el auto de mi madre y partimos a la dichosa fiesta. Aún sabiendo que estaba haciendo algo incorrecto. Esteban estaba emocionado pues las experiencias de conocer a nuevos amigos, fumar, beber, conocer chicas era el acceso a ser “popular”, un mundo que hasta el momento era desconocido para él. Era el típico muchacho centrado en sus estudios, amante de historietas, de las estrellas. Reservado e inseguro. Que deseaba sentirse mayor-.

— Y tú, como hermano mayor, accediste a su petición sin pensar -añadió el psicólogo.

— Sí -suspiré -y me arrepiento de ello. Él psicólogo asintió con la cabeza —Muy bien continúa.

 

— Llegamos a la casa de Eduardo, donde iba a ser la fiesta, al entrar las luces neones alumbraban la casa, los chicos bailaban, las chicas se movían cadenciosamente al ritmo de la música, jugando con su cabello para atraer nuestra atención. El ambiente estaba invadido a olor de cigarro y licor. Mi hermano se sentía incómodo, recuerdo que le dije: “Quita esa expresión de tu cara, querías venir ¿no? Me seguía por donde iba, intentando imitarme. Se separó por un momento de mí, buscando un refresco.

Enojado le reclamé: -¡A qué vienes si no vas a comportarte como un hombre! ¡Hoy empezarás a serlo! –Llamé a unos amigos y sin dudar lo emborrachamos.

 

Miré el reloj, debíamos regresar a casa. Tomé la peor decisión de mi vida: conducía con la música a todo volumen, mis amigos cantaban y reían, voltee a ver a mi hermano a través del retrovisor mofarse de las cosas que decíamos, notablemente ebrio.  Me había entrado un poco de culpa, pero en ese momento estaba eufórico como para sentir remordimientos. La realidad es que me distraje mirándolo, cuando de repente les escuché gritar ¡Güey no mames! Pero era demasiado tarde, perdí el control del auto y salí de la carretera. Todo era un caos en el interior, dábamos vueltas sin parar. No había una sola parte de mi cuerpo que no me doliera. Abrí los ojos, estaba en el bosque sobre hierba y tierra, fuera del auto.

En ese instante me di cuenta de la gravedad de lo sucedido, ¡Mis estupideces provocaron una desgracia!, me embravecí, tenía ganas de golpear todo, me apreté bruscamente el pelo.

— ¿Mi hermano murió entiende? ¡Yo lo maté! No pensé que esto pasaría.

— Mira Carlos -me dijo el psicólogo mientras me hablaba con tranquilidad. Es normal que sientas culpa ya que tenías la responsabilidad de tu hermano, le mentiste a tus padres. Pero necesitas decirme: ¿Qué paso después?

Los recuerdos se agolpaban en mi mente, el dolor físico era mínimo comparado con el que tenía en mi interior. Sin embargo, traté de reponerme y continúe relatando lo sucedido.

— Después del accidente, me levanté y me fui caminando a casa. No sé cuánto tiempo pasó. Solo recuerdo ver a mi madre en la ventana gritando por teléfono a la policía, exigiéndoles que nos encontraran. La miré desesperada, quebrantada. Eso hizo que me inundara el miedo ¿cómo podría decirle a la cara que le había desobedecido y había matado a mi hermano, a mis amigos?

Me escondí detrás de un árbol y dormí parte de la noche en él. Al despertar me armé de valor y toque a la casa pero mi madre no me abría, pedí disculpas. Grité que no quería hacerlo, pero no respondió. Pasaron los días, veía a mi madre por la ventana llorando, entendí que no me iba a perdonar así que vine caminando a su consultorio y…-el psicólogo me interrumpió. — Disculpa, pero creo que tocamos una parte muy importante, en que tu madre te ignoraba ¿Piensas que ella realmente sabe que fuiste tú quien lo mató o para ella solo desaparecieron sus dos hijos? –no supe que responder, bajé la mirada. El psicólogo entrecerró los ojos, puso su puño en su barbilla –Bien, no era necesario que respondieras y dime ¿No has sentido algo diferente? -No exactamente- contesté. Pero me siento culpable. Me gustaría decirle a Esteban que lo lamento, que debí ser un mejor hermano. Que no necesita llamar la atención, beber licor u otras tonterías para agradar a la gente. Además, no  he podido curar estás heridas.

— ¿Puedo ver? -me preguntó con interés, mientras me revisaba.

— No veo nada -dijo con seguridad lo cual me molestó.

—Pero, ¡tengo varias heridas, no puedo creer que no vea nada! Le grité molestó.

— Carlos, esto va a ser difícil para ti. Lo sucedido impactó a todo el pueblo, se investigó a fondo. Encontraron a tus amigos e – hizo una pequeña pausa -¿Y?- pregunté impaciente, me miró fijamente -A Esteban con vida-.

En ese momento sentí que me habían quitado una tonelada de peso de encima. Era la mejor noticia que podían haberme dado en toda mi vida. Deseaba salir de ahí para ir con mi familia y poder abrazarlos, pedirles perdón. Me llevé el cabello hacia atrás y comencé a llorar.

— Pero encontraron un cuerpo sin vida, el del conductor -de nuevo su molesta pausa- murió instantáneamente-.

— ¿Qué es lo que dice? –pregunté con temor.

— ¿No lo recuerdas Carlos? –preguntó extrañado.

Me paré, comencé a caminar- No, no, no, esto no puede estar pasando -dije  hacia atrás hasta tocar con pared y caer. Puse mis manos en mi cabeza y empecé a recordar el grito desgarrador de sus gargantas, advirtiéndome del peligro. El impacto fue tal que salí del auto, escuchaba el murmullo de la gente, la sirena de las ambulancias. Cuando logré incorporarme, huía a casa. Había comprendido el aspecto fúnebre de la ciudad y las sombras deambulando en las calles al recorrer el camino hacia mi casa. Era evidente, estaba en otra dimensión. Al pasar los días observaba desde la ventana que Esteban estaba fuera de peligro, en cama. Me acercaba a él  pero no me escuchaba, ni mi madre podía hacerlo. Todo tiene sentido. Ahora entiendo, el porqué ella abrazaba llorosa mi camisa favorita y veía con infinita tristeza mi fotografía –.

— ¡Fui yo quien murió! ¡Yo conducía el auto! ¿Ahora qué hago? –me incorporé poco a poco a la silla.

—Ve y pide perdón a tu hermano, a tus padres, así te sentirás tranquilo-.

— ¿Cómo puedo hacerlo?

— Por medio de sus sueños. Párate frente de ellos, concéntrate para entrar en sus mentes y así podrás manifestarte-.

Antes de retirarme, el psicólogo posó su mano en mi hombro, sonrió  –Nos veremos pronto –extrañado le agradecí y me dirigí a casa. Entré en la habitación de mis padres, me paré  frente a su cama. Mamá dormía abrazando mi fotografía. Entré a sus sueños. Pedí disculpas por el dolor causado. Lloramos y nos abrazamos. Perdonaron mi imprudencia que pagué con mi muerte. Les dije que los amaba y me retiré.

Lo más difícil estaba por venir. Me acerqué a mi hermano, froté su cabello. Me dolía verle tan golpeado. Reuní valor para hablar con él. Cerré mis ojos y entré a sus sueños – ¡CARLOS! –gritó emocionado, se abalanzó hacia mí y comenzó a llorar  –Carlos, disculpa, todo es mi culpa –dijo sollozando.  –No discúlpame a mí, fui un pendejo, jamás fue mi intención lastimarte. No debí llevarte a ese lugar, debí apoyarte más. Perdón, por no ser un buen hermano. Antes de irme quiero decirte que no necesitas fingir para llamar la atención ¡Eres un gran hermano y una fabulosa persona! -froté su cabello y nos estrujamos. —¡Te prometo que siempre te voy a cuidar! -nos sonreímos y, finalmente, me desvanecí de sus sueños. Todo era oscuro. No sabía a dónde ir. En ese instante, una luz neón blanca comenzó a brotar en mi cuerpo, me sentí más liviano y feliz. Detrás de mí una voz familiar me habló y tocó mi hombro. –Ven, es hora de partir.

 

 

 

 

 

 

 

Roberto Pizano Estrada

(Ciudad de México, 1992).

 

Estudia en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Poeta y arquitecto, amante de las letras y artes, miembro del taller literario “IGITUR”, fotógrafo amateur y apasionado por recorrer las distintas partes del mundo para intentar transformarlas en poesía.

 

 

 

Memoroema: Ulvonta

 

Los pies se difuminan en la arena,

el mar los besa con gotas de olvido

intentando consolar

a esta costa herida de distancia.

 

El tiempo ya no importa,

es primavera con su manto,

verano con sus tormentas,

otoño de despedidas

y ese invierno que promete

algo más que silencio.

 

Mis manos se apagan

mientras juegan con tu espuma,

detrás permanece esa muralla

siendo devorada por el mar

y aquel naranjo donde brotó tu sonrisa.

 

Mis pasos graban esta tierra

perdida entre tus dos orillas.

 

He llegado una vez más al límite del ocaso

donde contemplo el horizonte

perfilándose contra la marea.

 

Trae consigo nuevamente el eco de tu voz

convertida en una errante gaviota.

 

 

 

 

 

Sybilla

 

Del árbol nace una flor blanca

y de ella tú, vestida de verde,

con el largo de tu pelo resguardando

tus ojos a veces verdes;

encuentro en este jardín mis pasos.

 

Como una fiera enjaulada me acechas,

tu mirada en celo, rabiosa,

con tu cuerpo incitando al mío,

tu cintura provocando a la mía.

 

Grabas, estalactita,

nuestros nombres en cada espacio

siendo y dejándonos ser

como la montaña contra la marea.

 

Y ahí estamos,

sentados al borde del tiempo y desgajando su manto,

destilamos las últimas gotas

de un sueño que fue nuestro por algunas horas,

el reloj cósmico detiene su paso.

 

Tus labios florecen entre suspiros

mientras la tormenta se acerca,

fluimos como un meandro sin templo

hasta tocar tu centro,

Sybilla.

 

 

 

 

 

Sandra P. A. Vázquez R.

(Ciudad de México, 1997).

 

Comenzó sus estudios artísticos en las artes plásticas desde los seis años en el taller de la E.I.A. No.4. De forma profesional incursionó en los primeros tres años de la carrera de danza folclórica en la E.I.A No.1; a los 14 años de edad, de igual manera, teatro como taller de extensión académica. Actualmente estudia el último año de la licenciatura en órgano en el Centro Formador de Agentes de la Comisión Arquidiosesana de Música Sacra. Para el 2018 iniciará el posgrado en Profesor Formador de Agentes de Música Sacra en la institución antes mencionada. Sus intereses y proyectos personales se basan en la investigación de la música antigua, especialmente la que se desarrolla en la España medieval con la convivencia de las tres culturas: árabe, judía y cristiana.

 

 

 

 

Lebreles

 

Abuelo… cuando los perros mueren, ¿a dónde van?  preguntó Athoótitas.

Makrozoía, su abuelo, le respondió. Cuando yo tenía la misma edad que tú, hace muchos inviernos de ello, le hice la misma pregunta a mi padre, y él me contó una historia sobre un pastor y su perro, su fiel amigo.

 

Con curiosidad, Athoótitas dijo:

Cuenta la historia, abuelito, por favor, cuenta la historia.

Hace mucho tiempo, cuando los dioses aún se comunicaban con los seres humanos directamente existió un pastor. Toda su vida se dedicó a cuidar a su rebaño de ovejas, jamás se casó, mucho menos tuvo hijos, pero a su lado siempre tuvo un compañero: Pistós.

Después de algunos años, más que menos, el Tiempo estaba próximo a recoger a Pistós de este mundo.

 

Ante esto, una noche, el pastor les preguntó a los dioses, que cuando llegara el momento de separarse de Pistós, qué sería de él.

Los dioses le dijeron que una de las expresiones más allegadas a la perfección era la amistad, pues esto era el amor más puro y noble que podía existir entre dos seres y, por lo mismo, de esta relación, ellos dos merecían estar juntos por el resto de la eternidad.

Cuando Pistós muriera, él se convertiría en una estrella, que desde el cielo cuidaría sus noches e iluminaría sus sueños y cuando llegara el momento en que el alma del pastor abandone su cuerpo, Pistós lo guiaría hasta el Hades. Cuando volviera al mundo y, por consiguiente, a la vida, llegado el momento, volverían a encontrarse. Eso pasaría hasta el final de los tiempos.

Por eso —dijo Makrozoía, el abuelo— existe el mismo número de estrellas en el cielo o un poco más que el mismo número de humanos en la tierra, porque son los perros quienes aguardan el momento para guiar a sus amos al Hades y volver juntos otra vez a la vida.

 

 

 

 

 

Isla Jiménez Kand

(Ciudad de México, 1984)

 

Egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos  de la licenciatura  de Comunicación y Tecnología Digital. Fue alumna del taller Literario de Creación Poética con el Poeta tabasqueño Álvaro Solís. En el 2016 es invitada por Círculo de poesía Revista Electrónica para cubrir el evento “Encuentro Internacional de poesía de la Ciudad de México, 2016″ como Fotógrafo Oficial, teniendo una galería en la Revista. Este año es invitada como uno de los fotógrafos para cubrir el 1er Festival Internacional de Poesía José María Heredia en la Ciudad de Toluca, Estado México bajo la Dirección del poeta Jorge Contreras. Para 2018 es invitada a participar con una Serie de Fotografías de Mujeres Mexicanas para Editorial en 2 países Marruecos y Francia. Bajo el Sello y Editorial Poete et Escrivain  Marroqui del Poeta Jalal El Hakmaoui.

 

 

 

PRAESAGIUM

 

… Y entonces llegó tu otoño y te vi caer, soldado, como los imperios,

A pedazos, poco a poco, angustiado y sin familia.

Quise matarte, pero no sabía que ya estabas muerto.

 

Te odiaba como se aman las almas corruptas, prohibidas.

 

Te vestía de esperanza al amanecer y te arropaba cada noche con furia.

Tus ojos muertos extrañaban la llegada de las más dulces doncellas

Y temías tu pasado glorioso de victorias y guerras.

 

Yo era Venus en tus noches solitarias, e invisible en la Aurora.

Derramabas en mi boca lo único de amor que te quedaba y silenciabas mis labios en

Cordura y obediencia.

 

Llegó el invierno,

Fui la única que asistió a tu entierro,

Después de abrazarte durante tres soles en tu lecho,

Ahí, donde muchas veces era amada y descuartizada.

Fui la única que derramó flores de tristeza sobre tu memoria

Te odio como el despertar del silencio de tu muerte, con mi voz ahogada de pena por no poder pronunciar mi pena, y maldije tu linaje, como Júpiter negado por su cruz.

 

Camino a casa cortando flores esperando que resucites y vuelvas a casa conmigo.

 

Conjuro a Lesbia

“Odi et amo.quare id faciam, fortasse requiris? nescio, sed fieri sentido et excrucior.”

 

Hace frio.

 

 

 

 

 

PASTOR DE LEONES

 

Recuerdo cuando te fuiste de mi lado,

El sol no me daba vida,

Hermosas sirenas y el gran Poseidón te enviaron a la guerra por riquezas y poder.

 

Crecí sin nombre y sin raíces

Aprendí el arte de la guerra antes que comer

Olvidé el corazón debajo de la cama, donde dios no es malo, ni es bueno, simplemente no existe.

 

Llegó la edad media de la vida. Regresaste de Troya pobre y derrotado,

Deseaste encontrar ovejas anhelando un pastor,

Pero, ¿qué encontraste en verdad?

Leones hambrientos, orgullosos y malheridos,

¿Qué esperabas de la herencia de tu estirpe?

Tu guerrero de mil batallas

Que peleaste por el señor de los cielos eternos,

Allá, en aquel lugar donde muere el mar y el desierto está a punto de nacer.

 

Ángeles guerreros resguardan tu espalda,

Pero fueron codiciosos y aprendieron la traición.

¡Qué calamidad!, ángeles faltos de humildad y hombres faltos de fe.

 

¿Perdón?

¿Acaso no es el perdón un don que solo el sol posee?

Regresaste a una tierra olvidada,

Aquí, en esta tierra, en este momento, dios no es terrenal ni nosotros divinos.

 

Cuando devolví tu cuerpo al mar

Bajé mi espada, derramé lágrimas de tristeza y morí.

 

 

 

 

 

 

Uriel López Parrilla

(Ciudad de México,  1997)

 

Estudiante de  Medicina Veterinaria y Zootecnia en la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

 

 

 

FLOR DE OLIVA

 

Sutil floreces

tras palpar tus pétalos

el firmamento

 

 

 

CRISIS

 

Frente a él

cuerpo y espíritu

se desconocen

en un espejo

 

 

 

Manifiesto

 

I.- Hechos

 

Sobre la tierra permanecieron apilados. Eran distinguibles algunos trazos en aquellos cuerpos. De mis dedos, escurría su sangre y estremecía gota con gota las hojas. Sentía la palpitación del templo a cada paso; el de sus flores que se mecían, el de sus fieras acercándose, lentamente, atraídas por el encarnado perfume.

Apoderándose con su claridad del bosque, el sol tornaba anhelante. . .

 

II.- Informe

 

México.- La madrugada del miércoles fueron hallados los cadáveres de varios individuos, aún sin identificar, en los límites  del antiguo pueblo de Mictlancuauhtla, en el estado de Veracruz.  Los occisos presentaban lesiones en el rostro y pecho  por arma blanca.

En el lugar detuvieron al presunto autor de la carnicería, que posteriormente fue remitido al ministerio para declarar en las próximas horas.

 

III.- Discurso

 

El reloj marcó las doce. El Juez entró en escena, cogió asiento y se acomodó. Luego El Jurado, el Acusado y al final la Audiencia. Dispuestos todos, el juez inició la sesión.

 

            JUEZ. Usted fue presentado por las autoridades como sospechoso de los homicidios, al ubicársele recostado a escasos metros de  la escena, junto a una pluma que, se presume, es el arma empleada para los crímenes.

(Guardó el informe en una de las carpetas que estaba sobre su escritorio, para extraer otro documento de mayor volumen.)

          JUEZ.No fue siquiera necesario realizar estudios para determinar que usted no es sospechoso, sino culpable. Han sido varios los casos donde las víctimas presentaron las mismas señas: cortes curvos y rectos, que asemejan las facciones de sus rostros.

Y en los sucesos de anoche, los occisos presentaban las mismas particularidades.

(Pidió silencio en la sala y cedió la palabra al acusado.)

          ACUSADO. No lo asemejan: ellos carecían de uno. Les busqué identidad, un sentido de existencia. Sus palabras fluían miserables; pocas articulaban, pocas tenían sentido. No comunicaban: mascullaban.

(El bullicio impedía continuar la sesión. El Juez decretó un receso y terminado, retomó la palabra)

 

 

JUEZ.Pero no hay razón para obrar tan atrozmente.

(Puntualizó el juez.)

         ACUSADO. Ya no somos conscientes, en el acto, del espacio ni del tiempo. Sometidos, marcamos en ellos nuestros pesares. Parecemos satisfechos, pero nunca lo estamos. Entre más trazos, más trazos queremos hacer, más cortes ha de recibir el cuerpo.  No se trata de obcecación ni de obsesión: obligación, obligación de expresar, obligación de sentir en el otro, de ser el otro.

(El acusado se levanta de la silla y protesta.)

         ACUSADO. ¡Me declaro culpable! Si es que así nos hemos de librar de tanto sufrimiento; si es que así he de librarme de mis semejantes, que se manifiestan en todas las cosas.

(Estiraba su camisa y oprimía con ella  sus párpados. En la sala, los papeles salieron disparados al aire; las mesas eran arrastradas, las sillas caían…El jurado se tomó un descanso.)

El reloj se detuvo marcando las catorce horas minutos. Posterior al descanso, retomaron sus puestos tanto el Juez como el Jurado. Declararon culpable al acusado y dictaron su sentencia.

(Fin del discurso.)

 

IV.- Sentencia

 

Escucho el rumor del concreto. En la obscuridad, extiendo mis dedos buscando alguna pared; con mis uñas busco principiar las brechas que me den salida de aquel abismo donde las palabras oprimen al cuerpo.

He de acostumbrarme al confuso verbo:

 

 Bríos del río pío,
que salpipitan mi espiritalbo glacial:
no calienta, no calienta…

 

 

 

 

 

 

Maximiliano Cid del Prado

(Ciudad de México, 1994)

 

En el 2016 fue becario del Festival Cultural Interfaz Issste-Cultura / Los Signos en Rotación. Ha participado en diversos homenajes poéticos. Sus poemas han sido publicados en revistas electrónicas e impresas. Actualmente estudia la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). Incursiona en la poesía y el ensayo.

 

 

 

 

ALMENDRAS 

 

Un cuervo con alas abiertas

se posa sobre la tumba de mi padre

al que enterramos cada cierto tiempo

con tres gotitas de cianuro en la garganta

para que las palabras brillen

al pronunciar su nombre en el infierno.

 

 

 

 

 

 

LA ZONA DEL DESEO ES CLARA Y LIMPIA

 

No

la zona del deseo no es clara y limpia

es una esquina pegajosa

fruncida hasta el fondo del deseo

 

Es la boca del franco egoísmo

retorciéndose de agonizante frenesí

 

Las cavidades calientes

dan testimonio que la sombra

también conoce la palabra amor

 

El sexo es un mundo en sí mismo

lo sabían los griegos

los babilónicos y los malditos

como lo sabe la puta

del barrio más decente de cualquier merced

que tiene hijos que le dicen “madre”

 

En la boca del deseo

los perros se muerden la lengua

guardándola del mal

bautizándola con sangre

como las puertas hebreas

que el ángel destructor nunca tocó

 

Todo es ponzoña u orificio

porque el amor

también es un lugar común

y los perros lo saben

pero no lo dicen

porque son más sabios

y su lengua es santa.

 

 

 

 

 

Carlos Sánchez Emir

(Ciudad de México 1998)

 

Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana en el noveno curso de Creación Literaria. Actualmente es estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Cultiva la poesía.

 

 

 

Antes del tiempo airado

 

Cobijada por no sé qué noches

confundes nuestros deseos

en las arrugas de estas sábanas,

que tiendes y destiendes sin atender

a quien visita los bordes de tu imagen:

aquel sin atreverse a arrebatar de tu pecho

los insomnios quebrados en su frente.

 

Por eso, déjame ahora palpar

el primero de tus años, y respirar las líneas

de tus dedos atravesando ya mi espalda.

 

Porque aun si el tiempo se detuviera

en tu cabello sin tocarlo,

dejándolo rubio hasta tu muerte,

jamás volverás a ser aquella niña

rompiéndose las rodillas a mitad

de aquel jardín inagotable.

 

 

 

 

 

Sobre la cuestión del reflejo

 

Todo espejos en habitación sin vacíos,

un mundo de lastimosas envolturas:

aquella mujer letalmente hermosa

es sólo una sombra de lo más amarga.

¿Y qué es la muerte?, me pregunto.

Quizá la muerte son esos espejos

reventándose poco a poco hasta dejar

al puro marco en maderas y aire.

Y a todo esto:

¿Será verdad que los espejos rotos

traen mala suerte?

Espero que no,

porque durante cien espejos

he quebrado mis años.

 

 

 

 

 

Elizabeth Aniceto Arias

 

Lic. En Artes Visuales, Especialidad en Pintura y Grabado en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Instituto de Artes. Actualmente cursa la carrera de cerámica en la Escuela de Artesanías del INBA. Es becaria por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Hidalgo (FOECAH), en el Área de gráfica, bajo la categoría de jóvenes creadores, 2016-2017. Fue becaria por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Hidalgo (FOECAH), en el Área de gráfica, bajo la categoría de jóvenes creadores, 2014-2015. Fue seleccionada en la bienal de artes de la UNAM (2016). Obtuvo el 1er lugar en la XI muestra colectiva de arte joven dentro del marco del XXI aniversario de la Fundación Arturo Herrera Cabañas, A.C. Pachuca de Soto Hidalgo. (2015). Obtuvo una mención honorifica, grupo interdisciplinario de arte G.I.A, 11° Fes. Equinoccio, concurso de pintura Juan Soriano, Tulancingo Hidalgo (2011). Ha tenido una serie de exposiciones colectivas, así como  murales, realizados en un periodo de 2009 a 2017. Coordina las mesas sobre Arte y Literatura “Crítica y Pensamiento sobre poesía y narrativa en México”. Forma parte del taller literario “Ígitur”.

 

 

 

 

Soy un lobo

(fragmento)

 

 

Tiemblan las cicatrices del pueblo y sudan temores mientras rezan entre las cobijas de su lecho. El poblado se unta  un ungüento pestilente; han sellado sus ventanas, las comisuras de sus reventadas bocas. Sus blancas lenguas de sal.

Sangran sus rodillas por pasar la noche en vela y, a través de los poros de sus vientres, exudan los quebrados sueños.

 

¡Ay, míseros de ellos!

 

¿Qué infortuna ha venido a herir el corazón de su poblado?

A palos hechos de juntos miedos ven los restos del siniestro.

 

 

Dicen que andamos en tinieblas, es verdad, murientes andamos.

Entre las sombras, ahí donde reposan los difuntos se distingue un animal prendido en llamas, un incendio bajo la luz tenue de la luna.

A lo lejos parece un lucero, sol naciente, un fogón maldito.

 

Desde allá, en lo profundo de la maleza, se ve la lumbre, el ardor que clama por más cuerpos. De entre las brasas se asoma un diabólico hocico que gruñe y gime, un dolor andante entre las caídas ramas.

 

¡Ay de aquellos, que por ojos flamas!

¡Ay de aquellos, que por aliento humo!

 

Bestia que todo es, demonio le llaman, perro que ha entrado en calor, animal bípedo, bestia en forma de hombre.

Se cree que es el reflejo de su alma el que confunde, que es el furioso que vive en sus adentros.

Y cuando entra en celo, jinetea las brasas con su sexo. Bestia terrible que deambula en la negrura.

Quizás la mar los ve desde el oleaje, quizás juntos le ladran a la luna.

 

Las sombras de los muertos provocan un temor que punza en lo profundo.

 

Es posible que la voz  del mar cabalgue indecisa en la penumbra.

Ahí donde las sirenas se levantan a adorarle.

 

Y en el aire los lamentos son  puñales.

En la oscuridad le han nombrado árida belleza, animal de mal agüero, animal brujo, fuego errante, halo desierto.

Algunos miran el vago vuelo del animal dejándolos insomnes. Para qué miraron afuera de la casa, para qué abrieron las cortinas.

Cada vez que pretenden reposar por el peso del cansancio, el sollozo de las noches los despierta, el desasosiego los oprime,  y jadeando acompañan al amanecer y rezando piden madrugar.

 

Sin embargo, las olas se escuchan entre los ecos de sus almas.

Sin duda la llovizna de la media noche los mojó.

 

Son malditos perros taciturnos los que aman el ruido de la sangre corriendo por los fértiles cuellos, de vírgenes amantes o de hombres infieles. Ese ruido que sale de las venas, desgarradas por colmillos hambrientos de placer.

 

Y los hocicos espumean.

Una espuma blanca y roja.

Y todos braman abriendo las fauces, asomándose de su terrible recinto el infierno.

 

Entre sombras habitan, de la negritud salieron.

 

El mar se escucha desde las memorias de las sombras, del que se acuerda que todos los olores se dispersan cuando uno muere.

Como un perfume oído a través de una caracola de agua.

Como un sentimiento bajo la luna.

 

 

Y entre sepulcros se desfogan, sobre escombros de sueños, sus pálidas caras, sus dedos desperdigados en la arena.

Y no pretenden amar, no pretenden perderse en la locura. Antes de sentir un fuego diferente, del que emana su pecho, se revuelcan en las cenizas de sus antepasados.

 

Entre las sombras susurran maldiciones, con minúsculas palabras hablan del amor:

El amor es  una escoria,  una comezón ensañada,

es una rabia violenta.

Un enojo prohibido, la entera furia.

Cólera y humo.

Ultraje y muerte.

 

Entre ellos se recuerdan que no se debe escuchar los lamentos de quienes agonizan.

 

Cuando temen se dirigen al abismo, a las sombras le suplican no tropezar.

Ruegan entre sus llamas, rezan entre lamentos.

 

Plegaria al infierno:

 

Bestias que en el fuego habitan, escuchen mis plegarias:

Soy una pobre bestia que sumisa les sirve, les  ruego no me toquen con su flordelirio,  con su muerte eterna, con un fuego extraño, no vaya a ser que me tropiece entre mis propias brasas.

Bestias que de entre las sombras vienen, escuchen mi clamor

 

Confieso que  hay algo  que penetra a esta escoria, debo confesar que a lo único que le temo es al violento amor.

 

 

 

 

 

Arturo Jesús Gutiérrez Pelayo

(Ciudad de México, 1996).

 

Actualmente estudia la licenciatura de Creación Literaria.

 

 

 



Ánima, calca canta

cual aquella aeda dual

haz arias varias al ámbar

antiguo influjo contiguo

del inerte ambiente

Inercia

movimiento

 

Ánima, marea almendra

violácea instancia

no un ósculo obscuro oró búho

sino hilo himno

al Ahora

 

 

 

Cascarón

Navegan

Nudos

Silfos

 

Serpentean nuevos sonidos

sinsentidos, solecismos

 

Sueño órfico ofrece hermetismo

oda harpía al libre engaño

 

Horas

Segundos

Suturas

Supuran

 

Nóumenos salvajes surgen

natural laurel lejía

 

Alineación nupcial latente

eterno orden nade encadenado

 

 

 

 

Carlos Wieder poeto con dislexia

(Ciudad de México, 1996)

 

Autodidacta en las letras, cursa los estudios de Ingeniería Civil en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha participado en algunos concursos literarios, pero nunca ha ganado nada.

 

 

 

QUEBRANTAHUESOS

 

 

I

Tomas un vuelo con destino a Nueva York y terminas en la Patagonia y no sabes cómo.

Tienes 20 años y estás con tu compañera, no recuerdas su rostro. Sueñas con ser artista reconocido, así que fotografías a tu mujer, que no es mayor que tú y recorren las calles de lo que parece ser Santiago. La localidad se baña de un tono gris lechoso producto de las nubes, los edificios que rascan los cielos se semejan a espejos en los que no se ve tu reflejo. Entonces te cruzas con un anciano que viste a lo francés y lo conoces. Hace encuadres con las manos, quiere a tu amante y la consigue. Ambos caminan calles abajo mientras tus reclamos se escuchan en todo el barrio. Los carniceros seguirán vendiendo embutidos caducos y los curas seguirán pidiendo el diezmo en la misa de las doce, la vida sigue, el mundo no se detiene. De repente estás ahí, a la deriva. Caminas hasta la pieza que tienes alquilada. Se filtra el agua de un río artificial y juegas con una caja de fósforos que no encienden. Adelante, te dices. Te parece buena idea arrojarte por el balcón o dejar las llaves del gas abiertas mientras haces la siesta. Autodestrucción. No. Venganza. Sales a buscar a la traidora y al ladrón, los encuentras haciendo un filme al otro lado de la calle. Cruzas el semáforo en rojo sin mirar a los lados.

 

Se llama Alejandro Jodorowsky Prullansky.

 

Se llama no recuerdas su nombre.

 

Sus películas te parecen horribles y sus libros poco menos que una porquería. No te quedas con las ganas y se lo dices. Lo señalas, hasta que se aproxima a Ti. Sientes la tensión de su rostro, te aprieta de los hombros y mirándote los ojos dice:

 

YO NO TE ROBÉ NADA

EL MUNDO ES INOCENTE

TÚ ERES EL QUE HA RENUNCIANDO

 

Entonces despiertas sobre una cama de hielo. No recuerdas nada.

Tomas un vuelo con destino a la Patagonia y terminas en Nueva York y no sabes cómo.

 

 

 

 

II

 

Sucede que estás a la puerta de una catedral, son las cuatro menos quince y vas temprano. Puedes ver una figura de Cristo sobre su cruz, es iluminada por veladoras en vasos de cristal. Recuerdas que en la época de Jesús las torturas públicas eran cotidianas, que muy probablemente nadie asistió a su crucifixión.

Te han invitado a un recital de poesía, al que sólo asistes por compromiso, la poesía te aburre, los poetas te parecen odiosos. A pesar de todo eso, llegas a tiempo, te das el gusto de escoger asiento. Entonces entra en la sala el poeta estelar.

 

Viejo sordo Viejo jorobado Viejo con Parkinson Viejo narizón

 

Te acercas a él, le das un tirón del saco. Se hacen un retrato juntos y te escribe varias líneas en una hoja de papel. Se estrechan la mano. Lo ves caminar hacia el podio, te das cuenta de que el tipo está temblando, no porque esté enfermo, tiembla porque tiene miedo. Es normal tener miedo cuando se busca la grandeza.

 

Él es el tipo de persona que protesta contra una dictadura masturbándose.

 

El tipo de persona que escribe sus poemas en el cielo.

 

La persona que se mutila la mejilla y escribe en medio del desierto, sin pena ni miedo.

 

Empieza a hablar, y su voz hace eco en las paredes porque el auditorio está vacío. Abre y cierra las manos. Es un fósforo encendido que ha sido lanzado a una bomba de gasolina. La tierra se calla. Dice todo lo que le han permitido decir. Tienen que ayudarle a bajar. La muerte ya lo espera en Valparaíso, aunque sus discípulos seguimos habitando este Purgatorio terrestre.

¿Qué fue lo que escribió?

 

 

[Carlos todo el mundo cae del nuevo cielo Raúl 16 de nov 2016]

 

 

III

 

Tomas un autobús con dirección a las ✝✝✝. Llegas a la puerta de una casa que no conoces pero que sabes a quien pertenece. Tocas la campana y te atiende una señora vestida de enfermera. Buenas, le dices, estoy buscando a Nicanor, vengo desde la tierra de la gente muerta. A lo que la enfermera comenta, dice don Nicanor que no está pero que = puedes dejar los regalos que le traigas.

Le dices que no tienes regalos, que eres poeta. Escuchas desde adentro una voz que grita, lo siento mucho, pero en esta casa no entran desempleados. Contestas que no estás desempleado, que estás en la hora del almuerzo y que pronto tienes que regresar a la oficina. Te invitan a pasar y te sientas a la mesa.

Desde la ventana se ve la playa y recuerdas que el agua de mar tiene sabor a lágrimas. Que la mesa en la que van a tomar el mate es la mesa sobre la que se suicidó Violeta Parra. Que Nicanor tiene 110 años, pero             que se ve como un muchacho de 72. Le dices, que te parece asombrosa la forma en que conserva la juventud. Las ventajas de hacer los aerobics todos los días, te contesta.

vaya

 

Dices, que quieres que lea lo que has escrito. Entonces Nicanor agarra las hojas arrugadas que le ofreces a la mano y empieza a leer. Pasan los minutos. Tiene una silla vieja que le recuerda su infancia, se sienta y ambos contemplan el paisaje a través de la ventana en solemnidad. El aire se estrella contra la arena, el polvo se levanta y la playa parece un desierto de hielo. Los truenos azotan las montañas. No puedes postergar lo inevitable y le preguntas que si han gustado tus poemas, que si tienes futuro en las letras. Te dice, que la verdad le gustan + tus zapatos y te da varias palmadas en la espalda. No esperabas – de Nicanor.

No te preocupes, te dice, tuvieron que pasar 100 años para que Yo fuera alguien reconocido.

 

 

 

 

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