Poesía mexicana actual: Tomás Ramos Rodríguez

Presentamos como parte de la serie de poesía del sureste que prepara Alejandro Rejón Huchin una muestra del poeta yucateco Tomás Ramos Rodríguez (1976). Ha sido traductor del inglés al español de numerosos ensayos académicos, editor de revistas (Revista Andanzas y Tripulaciones UADY, Revista Arenas Blancas NMSU, Revista Puentes ASU) así como colaborador cultural del periódico Por Esto!.

 

 

 

Nuevo México

 

Es el sol de las cuatro y treinta

de la tarde

quien ilumina el valle

poblándolo de sombras

como si fuera la visión de un Shamán

definiendo el tiempo y las estrellas

en un bocado de peyote

Es el aire

la sonrisa condenada de la lluvia

a estar ausente

en el inclemente pavor de las piedras

que claman por el sosiego líquido

que un dios oculto

y una nube desquiciada le niegan

Las casas de barro perdieron las puertas

las memorias espinosas que reproducen

la sarga detonación del aire

infectado de sonidos

Perturbada por el ruido

de una ardilla que juega

la tarde se va despeñando una y otra vez

hasta el espanto.

 

 

 

Arizona

 

Es el desierto la forma más inexplicable de la angustia

que reposa en la indiferente luz

de la rubia estudiante que platica en las mesas

con las piernas cruzadas sobre la silla

los lentes invertidos y el café en su desechable vaso

que vive sin el glamour de la lejana taza del amargo

Esto es permanecer en la cuenta indestructible tarde a tarde

en el pensar en la familia en México lejana

en el padre que envejece y en la madre que se ilusiona

a cada llamada del hijo que desde la aridez de la zona donde pernocta el día

la noche no marca la diferencia de la espera

en la espera interminable

Angustiémonos al amanecer

para ser la manda que el trabajo imperturbable nos induce

para dejar de lado las premisas que nos inquieren

en la soledad perenne en que el trabajador vive al otro lado

el fotón exacto que parece flotar en el calor del que todo mundo escapa

la facilidad de prenderse en el refugio, de desaprehenderse, evacuar el cuerpo

y la mente para huir del dolor de pecho, provocado por la intensidad de la jornada

donde la salud no tiene espacio para ser, pues más importante es la moneda

que la necesidad de permanecer silencioso en tantos amarillos

regocijándose sobre la avenida de autos glorificándose en su petróleo

en la oportuna manera de exfoliar la naturaleza circundante.

 

 

 

El inmigrante

 

El sol avanza como una fiera

que muerde

los bemoles inconscientes que caminan

lentos por las veredas de Yuma.

El comercio se ha detenido a trote de rueda

por la poliforme fila que acordona la palabra.

Setecientos hombres y sus familias fueron detenidos

este fin de semana, porque no pudieron convencer a los oficiales

que sus números de seguro social (Social Security Number SSN)

eran verdaderos.

El español es una lengua que vive, que delata, que todos

temen hablar con el orgullo de quien aquí habita.

Todo es furia, frío, fuego. Brasas destinadas a la explosión

en las noticias, de a quien la ley SB 1070 señalará como indiciados.

“Salimos de la High School porque pensamos importante

nuestra presencia con la Raza”.

Setecientas escuelas con sus estudiantes, High Schools,

Community Colleges han despertado del encierro.

A marcha de ira los puños cafés y las cabezas negras

fulguran como una gran serpiente alada bajo el sol.

Setecientos oficiales giran prevenidos para reprimir a la multitud,

para que los gases lacrimógenos y las órdenes dadas por el sheriff

sean un ultimátum al abrazo del terror.

Tucson desploma sus últimas trailas, las trocas

continúan su veloz paso por el freeway mientras la Chicana

duerme la canción india en los ecos del silencio.

“’Salimos del trabajo para defender nuestros derechos’, ¡Somos seres humanos!

We have human rights! ¡Si se puede! ¡Viva la Raza!”.

Una mujer quema la noticia de un periódico en la oreja

de su esposo, mientras una cubeta yace en medio de ellos

y un rosal amaina la terraza en el cobre del desierto.

 

 

 

El inmigrante (2)

 

Quisiera volcar el tropo

hacia lo que desconozco,

hacia un vaso de agua asfáltico

inconforme con el fuego.

Es el aturdimiento del camello,

del traje de mariachi y las canciones rancheras

que placen bajo el freeway,

donde no hay más vista que la contaminación del concreto.

He querido permanecer inmóvil,

sin boca en tanto ruido.

Sin la desolación en una garganta de agua

que cobija el rocío en el abandono.

No se escuchan las palabras,

sólo un racismo de respuestas.

Es la confederación con sus leyes, sus flashes y sus amortiguadores

que han de zumbar la tarde; los clips en los papeles,

las interminables circulaciones, el colesterol en el hombre de al lado.

Hemos de permanecer inmóviles

en el desconcierto de las preguntas.

 

 

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