Presentamos una muestra de Ezequiel Carlos Campos (Fresnillo, Zacatecas, 1994) estudia la Licenciatura en Letras en la UAZ. Es poeta y narrador. Ha publicado en Corre, conejo, E-bocARTE, Barca de Palabras, Efecto Antabús, Abrapalabra, Cuestionarte Magazine, Letras Raras, Asteroide Errante, Monolito, La otra voz, Aeroletras, Poemínima, La Soldadera, Crítica del Diario NTR, Agenda Cultural (IZC) y Papeles de la mancuspia, como en las antologías de cuento Todos juntos hacia un mismo sinfín (IZC, 2014) y Fabulaciones (IZC, 2014). Escribe la columna semanal “El pequeño guardatextos” en NTR. Becario del Festival Interfaz-ISSSTE: Desdibujando límites, Monterrey, 2017. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés en revistas de Marsella. Dirige el fanzine y blog literario El Guardatextos. Es autor del libro de cuentos Aquello que no se cuenta (2017).
Álbum
Aquí estoy yo:
con traje y moño negro,
sostengo un palo de escoba
y en mi cara se ve todo el odio del mundo.
Estoy en posición de golpear
al Micky Mouse y dejarlo sin tripas de cartón.
Pareciera que ese día quebré la piñata en solitario,
no dejaría a nadie más pegarle,
esta lucha era suya y mía.
El viejo del costal
Alguien toca la puerta.
Veo una silueta encorvada
que carga una bolsa negra en la espalda.
Recuerdo cuando mi madre
me dijo que el viejo vendría por mí.
Por eso no le abro.
El bien y el mal
Hubo un tiempo en que creía en el bien y el mal.
El demonio, cuando me distraía,
tocaba mi espalda con su dedo
y de pronto tenía ideas malas:
robar dinero a papá,
aventarle piedras al vecino,
tirar comida a la basura
y verle los calzones a las niñas.
Otras veces en que el ángel,
dulce y tierno,
tocaba mi cabeza con lentitud y tranquilidad;
entonces daba una moneda al mendigo,
cuidaba con cariño a mi hermanito,
deseaba ser sacerdote y rezarle a los santos.
A veces quería salvar al mundo,
explotar una bomba, robar un banco,
decirle a mi mamá te quiero
o darle abrazos a mis abuelos.
Bolsillos vacíos
Por andar ligando mi bolsillo se secó.
Traía peces y a las mujeres les gustan los peces.
Daba uno para llevarla al cine,
otro para robarle un beso,
uno más para llevarla a la cama.
Al final del día mi bolsillo
sin peces
pedía más agua y menos amor.
El diamante
Un día me comí una piedra
días después
encontré un diamante
en el inodoro.
Los países
Todas las palabras que debía decir
se han transformado en estrellas.
Guillame Apollinaire
Todas las noches veía el cielo.
Cerraba los ojos y enfocaba a las estrellas,
así como mi amigo me dijo
para simular un telescopio.
Algunas eran más grandes que otras
según veía.
Trazaba geografías imaginarias
y kilómetros intransitables.
Recordaba los relatos antiguos
de países antiguos
y enfocaba mis recuerdos para ser parte de ellos.
Una estrella me contaba historias.
Otra quería que la escuchara.
Pasaba de una estrella a otra:
aquella era Roma, la otra Grecia,
ésta Estados Unidos,
aquellas Rusia,
China, Egipto, Turquía,
y en la que estoy parado México.
Mi sueño era viajar por todas las estrellas,
por todos los países.