La poesía croata contemporánea

Presentamos, en versión de Gustavo Osorio de Ita, un texto de Dinko Telećan para acercarnos a la poesía croata contemporánea. Escribe Telećan que “en el título de este intento de abarcar de algún modo un sujeto tan diverso y poco abarcable, las tres nociones resultan súmamente discutibles, cada una a su manera. Entre ellas, dejemos la poesía en sí en su eterna disputabilidad y concentrémonos en las otras dos:  “croata” y “contemporánea”. Aunque parezca extraño, definir exactamente lo que es o no es la poesía croata no es fácil, sobre todo por razones lingüísticas. Hasta hace veinte años los poetas croatas vivían y escribían en una federacíon de varias repúblicas llamada Yugoslavia”.

 

 

 

 

 

 

LA POESÍA CROATA CONTEMPORÁNEA

– UNA MIRADA, UN POCO FUERA DEL CANON

 

 

1.

En el título de este intento de abarcar de algún modo un sujeto tan diverso y poco abarcable, las tres nociones resultan súmamente discutibles, cada una a su manera. Entre ellas, dejemos la poesía en sí en su eterna disputabilidad y concentrémonos en las otras dos:  “croata” y “contemporánea”. Aunque parezca extraño, definir exactamente lo que es o no es la poesía croata no es fácil, sobre todo por razones lingüísticas. Hasta hace veinte años los poetas croatas vivían y escribían en una federacíon de varias repúblicas llamada Yugoslavia. Escribían y hablaban en un idioma que fue entendible en más o menos todo el país y muy semejante a las demás variantes de štokavski, stokaviano – serbio, bosnio, etc. Oficialmente, el idioma era serbo-croata o croata-serbio. Después de la guerra y la separación tenemos cuatro idiomas oficiales en cuatro países: croata, serbio, bosnio y montenegrino, perfectamente entendibles entre sí, cada uno tratando enérgicamente – y a veces de una manera ridícula y absurda – de conservar su identidad, impulsados por el famoso narcisismo de las pequeñas diferencias. Ahora bien, hasta hace sólo setenta años, cuando las fronteras lingüísticas eran más fluidas, autores tan importantes como Miroslav Krleža, Tin Ujević o Antun Branko Šimić escribían en un idioma que justamente se puede nombrar serbo-croata. Publicaban en Belgrado – la ex-capital – en Zagreb y en Sarajevo, sin diferencia. Iban cambiando los variantes (ekavski e ijekavski) y vivían en los tres centros. Describo estas circunstancias por dos razones relacionadas: primero, para indicar que, por ejemplo, un poeta podía haber nacido en Bosnia, estudiar en Belgrado, luego vivir en Zagreb y escribir en un idioma más o menos común, que hacía difícil determinar su identidad; mejor dicho, lo hace difícil hoy en día; y segundo, porque me cuesta mucho, y además es innecesario, excluir algunos poetas serbios de la pequeña selección que quiero presentar aquí. De todos modos, la casa del ser está en nuestro caso amueblada de un modo bastante complejo.

En cuanto a la calificación temporal, lo “contemporáneo” aquí sería la época después de la Primera Guerra Mundial, que en efecto señalaba el comienzo del siglo pasado (aunque es tan triste tener que definir las épocas según las guerras…).

Sin fastidiarles demasiado con listas de nombres y cronologias, quisiera mencionar unos poetas a los que considero importantes e inmerecidamente poco conocidos fuera de su ámbito lingüístico.

 

 

2.

La selección empieza con Josip Sever, una figura de culto en la poesía croata de los años setenta y ochenta. Influido por la vanguardía y el futurismo rusos de la postguerra (Velimir Jlébnikov, Alekséi Kruchénij, Vladímir Mayakovski, a los cuales también traducía), tanto como por la experiencia de China, donde estuvo viviendo un tiempo, Sever era un verdadero mago de la lengua. Investigaba las posibilidades fonéticas de su idioma, creando una “ontología sonora”, trayendo asonancias y aliteraciones hasta el paroxismo. Del significante extraía el significado y no viceversa, invirtiendo la dicotomía, pero eso no significaba que redujera su poesía a un mero juego de sonidos. Este “nómada civilicasional” fue uno de los últimos poetas urbanos en nuestra tierra cuyos versos siguen siendo recordados y recitados por la gente que por lo demás no es aficionada de poesía. Mientras tanto aparecieron un montón de epígonos suyos, fascinados por sus ritos poéticos, por una libertad inesperada y por su vida que era, consecuentemente, poco convencional (y un poco más fácil de imitar), que sin embargo, carecen de aquél poder primordial. Ninguno de ellos ha logrado crear un mundo tan vasto y reconocible, arcaico y a la vez ultramoderno. Su poesía incluía símbolos descargados de su significado, los restos de un universo moderno reducido a polvo, que en su conjunto, incluidos en un rito surreal y anárquico, adquirían un nuevo significado.

Para hacerse una idea, hay que leer unas estrofas de Sever en croata:

 

Kad klonu moje misli o konju

Na nebosklonu tad se javi

Taj konj u propnju

Kad tonu potezi njegvi

U širno polje u pijesak

                                   (“Borealni konj”)

O:

kondor kondor se vio

kao loza kao mozak

i bje on mrzak i grozan

i bje on prior

svako brdo i njegov samostan

i svi ti klauni

niukoliko nisu

savonarolski rekli

istinu kao nagli zrak u pluća

nakon kesona

                                   (“Kondor”)

 

Ahora sigue una tentativa de traducción:

 

un cóndor cóndor se alzaba

como un sarmiento como cerebro

y era odioso y era espantoso

y era un prior

cada sierra y sus monasterios

y todos aquellos payasos

no dijeron de ninguna manera

ni en la de Savonarola

la verdad como de sopetón un aire al pulmón

después del arcón

 

Una imitación típica sonaría algo así:

 

la severidad de Sever

se ve en los dedos de Véspero

que escarnecidamente arraigan en su carne

etc.

 

Ya sabemos que cada poesía se opone a su traducción, y como se ve, y como se oye, los versos de Josip Sever no pueden ser más obstinados en esta oposición. Entre otras cosas, a este hecho se debe el relativo desconocimiento de su obra fuera de su cultura matriz.

 

3.

 

El segundo poeta al cual quisiera dedicar unas palabras, Nikola Šop, representa casi el otro extremo de las posibilidades poéticas. Procedente de Bosnia, Šop pertenece a la generación anterior, la que nació antes de la Primera Guerra Mundial e iniciaba su obra entre las dos guerras. Un poeta de soledad y sufrimiento taciturno, de una religiosidad poco ortodoxa, de sencillez e inmediación casi infantiles, al menos en la primera fase de su creación, era una voz fresca y serena cuando apareció en la literatura croata/yugoslava. La pureza sutil de sus versos se puede comparar con la de Juan Ramón Jiménez, aunque a menudo se ha destacado su afinidad con Francis Jammes. Es cierto que los dos comparten la misma fuente de inspiración, el mismo humanismo, momentos de una silenciosa reconciliación, pero sobre todo una deseada y, en sus obras poéticas también conseguida, serenidad, donde la vida y la muerte se convierten en dos nombres de una misma excursión. Además, nada es más ajeno a Šop que la pretensión de mostrar su erudición o las explosiones de vanidad, sean poéticas o personales:

 

O Dios, déjame ser como todos los demás.

Que yo vaya en silencio, como un transeúnte cotidiano.

Que mi corazón ansíe lo más común.

Quítame la palabra que suena en imagen vana.

                                   (de “Oración para dejar de ser poeta”)

 

El suyo es un cristianismo carente de rigor y dogmatismo, que no quiere convertir a nadie, con simpatías por todo lo que está en la sombra, reprimido, rechazado y olvidado. Es fiel a la infancia como su medio privilegiado. El poeta traba amistades con unas gafas que están llorando por su amo difunto o un paraguas del mismo destino, escribe su “Poema al hombre más pequeño” y cultiva compasión por la humanidad sin hogar y sin defensa, por las sirvientas y los vendedores de diarios. En un famoso poema, su Jesús está leyendo un periódico y su cara se oscurece por las noticias. Otras veces lo invita a dar un paseo con él, como a un ingenuo compañero. Es un Jesús que no amenaza y no trae fórmulas definidas, sino que escucha los monólogos del poeta y está un poco cansado y melancólico.

Muy rara vez podemos distinguir tan claramente dos fases mayores en la obra de un poeta. Después de la Segunda Guerra Mundial, todo lo que era inmediato, humilde, nostálgico y cotidiano se vuelve misticismo casi profético y triunfal, en intimidad con las esferas estelares: su último libro de poemas se llama Astralias (1961), donde la idílica consanguinidad con san Francisco se convierte en una poesía enteramente espiritual y trascendente, ya privada de la bucólica intimidad de su obra anterior. En vez de viejos molinos, panegíricos a un gallo, habitaciones silenciosas o los pasos de una abuelita, ahora se nos ofrece una nueva cosmogonía y un diálogo con los habitantes de nuevos universos. Y con ello, Šop busca nuevos lectores y nuevas lecturas – aunque detrás de las estrellas frías sigue oyendose la voz anterior:

 

Pues en lo que estás vacilando ahora,

en las cumbres del brillo,

colmado de ti mismo,

a menudo te encorva con su carga abrumadora

e intuyes que sólo el dolor antiguo

te daría descanso,

y a tí en tí mismo sólo te podrían aliviar

las lágrimas

humanas

viejas

cuando desde algún rinconcito

brilla la conmoción.

                                   (de “Descubrimiento de sí mismo”)

 

4.

 

Ahora voy a dar un gran salto en el tiempo, omitiendo muchísimos nombres de gran importancia. Omitido quedará también el hecho de que la situación linguïstica mencionada al principio viene a ser aún más complicada si sabemos que en el actual territorio de Croacia, aparte del estándar stokaviano, existen también dos dialectos con una gran tradición literaria, kaikaviano y chakaviano, los cuales sin embargo, por varias razones histórico-políticas, no son tienen el estátus de lenguas estándares y sobreviven en los márgenes de folklore. Miroslav Krleža, probablemente el escritor más importante de la literatura croata contemporánea, escribió en kaikaviano sus Baladas de Petrica Kerempuh, una obra satírica que destaca por su autenticidad y virtuosismo linguïstico, comparable con el Till Eulenspiegel de la Alemania medieval, con la figura de Nasreddin en el Medio Este, o incluso con el Lazarillo de Tormes si lo imagináramos escrito en verso. En Dalmacia y en Istria también tenemos brillantes ejemplos de literatura y poesía chakaviana, etc. Evitaré también hablar de figuras paradigmáticas como la de Tin Ujević o Antun Gustav Matoš, ya que gracias a algunas traducciones no son tan desconocidos a nivel internacional. Por las razones ya mencionadas, excluiré asimismo algunos grandes poetas serbios como Momčilo Nastasijević, Vasko Popa o Branko Miljković, a pesar de que por su influencia ciertamente encuentran su lugar en el cuerpo de la poesía (serbo-)croata. Después de este gran salto que encierra casi cuarenta años y una multitud de personalidades, escuelas, movimientos y eventos poéticos, quisiera presentar a una de las poetas más destacadas y prometedoras de nuestro momento actual: Ana Brnardić.

Aunque ganó un premio importante por su primer libro, La lápiz de un sabio (publicado en 1998), Brnardić no es una poeta de un primer libro, de esos poetas-cometa que después de una pólvora inicial siguen ardiendo sin llama. Como ella misma dice, su primer libro es “un documento de la primera exaltación”. Las características de poeta principiante: fascinación y embriaguez por las palabras, conjuntos inesperados y paradojas elásticas, se convierten más tarde en economía de la expresión elegante y espontánea. Los juegos de antes sólo preparaban el terreno para una confrontación seria, pero todavía lúdica. Impresionan sus densos, concentrados complejos líricos, telarañas de metáforas, y aún más los recordatorios de la fuente histórica y esencial de toda poesía en música, y eso en una época en que esa fuente está desecándose y cuando la palabra se separa cada vez más de la voz viva, entregada a la llamada “realidad” y la palabrería cotidiana. No es superfluo mencionar que la poetisa es a la vez violinista: sobre todo en los poemas de su último libro (el tercero hasta ahora), La génesis de los pájaros (2009), se oyen permanentemente unos ritmos sutiles, aires entrelazados, frases melódicas, armonías discretamente presagiadas, de un modo excepcional en la poesía de fecha reciente, no sólo en Croacia.

Para acabar, he elegido dos poemas de Ana Brnardić que tal vez, quizás, a lo mejor no perderán demasiado en los siguientes intentos de traducción:

 

El vals de las serpientes

 

La pasión como un árbol, lo contrario de la lluvia.

¿Qué es la vida perpetua?

La música.

 

La vida no son letras aburridas y una nariz presumida que las escribe. Vida vida vida vida: pasión retenida por la maldad, que si se suprimiera el seto de madera, azotaría como el viento. El misterio del vestido verde. Shhhh. La nube como un juguetito. Schubert y Shostakovitch. Crecimiento. De la tierra al cielo. La pasión se ha detenido sobre una gavilla de serpientes, que la música destrenza hacia el cielo, Dios les quita las camisas con el viento. Las serpientes se retuercen. Bailan sobre un poco de fuego. Les crecen sus cuernecitos, se deshacen sus camisas. Descienden las piernas separadas y otras dos serpientes serpentean, a ellas también les salen alas: siguen bailando hasta la tormenta la lejana.

 

Lamento

Podría estar toda la mañana expectorando oscuras arañas,

tan entrañables amigas del insomnio, asideras de velas,

mis seres interiores.

En el principio, dios no distinguía: el hombre, el pez, la ortiga.

Abría los ojos de lechuza y miraba la montaña transparente.

Por la mañana, la ciruela oscura del cielo se extiende por el cuerpo.

La cabeza gira alrededor del sol e inscribe su vejez en las hojas de madera.

 

 

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