Presentamos tres poemas del poeta chino Jidi Majia (吉狄马加) nacido en Sichuán, en 1961. Es actualmente un señero representante de la poesía de las minorías en China, perteneciendo él mismo a la minoría étnica de los Yi. En su poesía se conjugan las formas tradicionales de la poesía china con el posicionamiento del sujeto dentro de crisis existenciales modernas; tanto el paisaje natural como el convulso mundo urbano contemporáneo coexisten en una armonía compleja en la poesía de Majia. Ha obtenido numerosos premiso y reconocimientos tanto en su país natal como en el resto del mundo, por ejemplo el “Third China Poetry Prize”, el “Zhuang Zhongwen Literary Prize”, el “Mikhiva International Humanitarian Award” y el “China Poetic Spirit Award” otorgado por el International Chinese P.E.N., así como también el “European Poetry and Art Homer Award” en 2016. Las versiones en español de estos tres poemas fueron realizadas por Gustavo Osorio de Ita.
MUDD
Mudd, ¿es acaso el nombre de alguien?
¿O se trata sólo de una palabra
Sin significado alguno?
O quizás quiere decir una entidad genuina,
Una de entre las siete billones que pueblan la tierra.
No sé si alguna vez caminaste
Por una calle en un tiempo anterior
Y tuviste que atravesar tiempos de lluvia
O si aún estas aquí abatida y despojada,
Capaz sólo de recoger los restos de los rastros
De algo que parecía perdido para siempre,
O quizás todo esto es sólo una suposición,
Mudd, destinada al toque de los desconocidos
Mientras que el tren que acelera deja la estación
Los ojos de quien se queda nadan en lágrimas
Sin escuchar el golpe del silbato de vapor
Colocada por un instante en un otro lugar.
Por supuesto, puede que esto sea nada más que fantasía
Mudd, quizás nunca exististe
Ni como persona, ni palabra,
Sin estar ahí verdaderamente en el lenguaje,
Sólo una memoria que imaginamos.
Su proporción de verosimilitud es compleja de determinar
Pues existe una brecha temporal, y a través de esta
Sólo vagas, lejanas voces pueden ser escuchadas.
No sé si ni siquiera si es que de verdad alguna vez
Comenzaste tu prolongada y desesperanzada búsqueda.
Si el destino no te hubiese dado otra oportunidad
Cualquier puerta que hubieses abierto
Te habría llevado al eterno vacío, y las sombras
Ahí entonces, se habrían borrado ante las profundidades del tiempo
Sin ceder nunca nada de aquello que necesitaste.
Mudd…¿era algo real o una ilusión?
Pienso que no es necesario buscar evidencia
Pues había un par de turbulentos ojos
En los que viste el brillo del amanecer sobre un desierto;
Destellaban las translúcidas ondas bañadas de rocío y tu rostro
Se rodeaba de emanaciones de otro ser vivo;
En el vaivén de esa falda estaba una flor de ensueño escondida.
Te recordaras a ti mismo, recostado sobre la cálida arena del desierto
Abrevando de la más dulce primavera conocida por el hombre
Y para ti ahora, todo esto basta.
Si Mudd existió importa poco.
Si debo morir…
Si debo morir, mándenme de vuelta
A mi lugar de nacimiento, entre furiosas montañas
Déjenme entregarme a las llamas
Tal y como lo hicieron mis ancestros.
Sobre las llamas, el cielo abierto
Nunca fue un reino del vacío,
La armadura aguarda ahí al valiente, una preciosa espada traslúcida,
Una silla de montar tejida por aves, la sal de la lengua madre, semillas devueltas a la tierra,
Panteras y -aún más- piedras celestiales.
Hay susurros que deben ser atendidos
Hechos por el viento soplando a través del trigo,
El ala del sol, pasando sobre la escalera del tiempo,
Las colmenas de las laderas rezumando la divina dulzura,
Un río de cereales, cúmulos de estrellas escondidos en pequeños tarros,
Sobre esas llamas
Mi alma comenzará su viaje.
En cuanto a mi, sólo en aquel lugar
La muerte puede ser un nuevo comienzo… las brasas arden de nuevo
Sobre el camino donde el crepúsculo eterno se extiende
Mi sombra no se detendrá por un instante
Dirigiéndose por el mismo camino que recorrieron mis ancestros
Siguiendo por la ruta de la blancura,
Y antes de que el resplandor me cubra, mi nombre,
Cobijado en su propio oro, brillará.
Marcas en un Megalito
–para una escultura de bronce de W.J.H
Perdóname, este no es momento
Para visitar a tu otro tú
Quien hace algún tiempo se aventuró
En el reino donde la muerte lo reclama todo.
Mucho tiempo antes que ahora encontraste
La resurrección pasando por límite de aros de fuego;
En verdad tu nombre, con todo lo que implica,
Tus andanzas dignas o desconcertantes,
Tu sabiduría y tu fornida forma,
Permanecerán en la memoria de la progenie de los Nuosu.
Aquella era de fuego y sangre te escogió
Y en tanto Nuosu hiciste todo cuanto pudiste
Para tallar tu nombre en un megalito
Como un diestro artesano, tu martillo sonaba
Junto al camino donde la gente caminaba taciturna
A través del cenagal de oscuridad y luz;
A través de un lego, diste santuario a la conciencia,
Escuchaste las campanas de bronce desde lo alto, tañidas cuando las plegarias
De los sabios de Byashylazi, y aprendiste la palabra raíces
En la cual se habían marchitado las leyes de natura.
Nosotros vemos las lejanas montañas como un féretro para nuestras almas
Sin embargo yo sé que nunca rogaste por un rito de pasaje,
Ni ser escoltado hacia ese lugar de descanso eterno
Porque me dijiste cuando aún vivías
Nosotros dos ya no vivimos para nosotros mismos;
Para nosotros, la muerte es sólo un cambio de dirección.