Poesía de Puerto Rico: Irizelma Robles Álvarez

Seguimos la muestra de poesía de Puerto Rico que prepara el poeta Rubén Márquez Máximo. Presentamos a Irizelma Robles Álvarez (Puerto Rico, 1973) es poeta y ensayista. Obtuvo un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México en 2002. Ha publicado los poemarios De pez ida (Isla Negra, 2003 y una nueva edición de Atarraya Cartonera, 2015), Isla Mujeres (Fragmento Imán, 2008), Agave azul (Folium, 2015), Alumbre (Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2016) y el libro de antropología La marejada de los muertos: tradición oral de los pescadores de la costa norte de Puerto Rico (CIS-UPR, 2009). El libro de los conjuros es su poemario inédito. Su obra poética aparece en varias antologías de Cuba, Nueva York, Chicago y Portugal. Ha participado en diversos recitales, festivales de poesía y congresos de antropología en Puerto Rico, México, Nueva York, Chicago, República Dominicana y Nicaragua.

  

 

Azul

 

para Arnaldo Roche-Rabell porque

“Tiene que haber dos cielos”

 

Te imagino en cuclillas frente al agave

rasgando su piel

para extraer el último color de Azul

como un chamán

que prepara la tintura del rostro

antes de irse a danzar entre dos cielos

 

 

 

 

Horchata

 

Secas por el centro

recogen a sus hijos en la falda

como granos de arroz

de sus pechos envanecidos sale

un hilo de leche sin espumar

agua de horchata

las crías se arrebolan en su pecho

en las sayas del hambre

 

 

 

 

La sed de Orozco

 

Homenaje a José Clemente Orozco

 

Un hospicio para la infinita

precisión de tus manos

 

una casa para guardar

los chasquidos del metal

la traición de la Malinche

el fuego del Hombre

 

ocres y grises

para la sed de Orozco 

 

 

 

La Merced 

 

a mi madre

 

Sólidas montañas

ocurren a cada paso:

semillas para moler

barro, arcilla, cal

fruta, almíbares, sueños

el señor que revende

y la señora que ordena

su mesa, ese espacio reducido

que ella multiplica con sus manos

para acomodar torres de cebolla y rábanos.

Alguien dice, “pásele, güerita”

y compro la piñata para la fiesta de mi niña,

pruebo “tantita” fruta,

me dejo llevar por las olas de la Merced. 

 

 

 

 

El huapango de la sal

 

Para Marcial Cortés, abuelo de Salomé

 

La raíz fuerte del mezcal

escondía los gusanos

que ponía a danzar

sobre el comal ardiente 

 

Tomaba el agua fuerte

y grababa la muerte blanca

en una tortilla de maíz azul 

Luego bailaba un huapango

con la sal herida

 

 

Peyote de San Luis Potosí 

 

Para Luis A. Boria, abuelo de Salomé 

 

Nunca comí peyote pero fui a San Luis.

 

Un día me aburría junto a mi padre

en un rincón de ese desierto,

esperando el desayuno.  

 

No sería peyote

ni vendría Mezcalito a contarme

el nombre de la hija que nacería,

ni la muerte del hombre a mi lado,

pero me esperaban.

 

 

 

 

Pulque

 

Imagino a tu abuelo

en el trance del pulque

me gustaría decirte que lo vi saliendo de la cantina

con la vida por delante

pero la misma muerte le colmaba el vaso

hasta reventar 

 

era de Chapulhuacán

cuentan que iba armado

y a caballo

hablaba la lengua

que no te heredó

entre todo lo demás perdido 

 

nunca lo vi salir de la cantina

ni lo vi entrar o salir de ningún rancho

lo imagino todo para que sepas

cómo fueron las cosas

que te forman

aunque no las puedas alcanzar con la mirada 

 

era un indio

del corazón de la Huaxteca

en ese corazón dejó la herencia

y la vida que fue perdiendo

de trago en trago

a sorbos

como quien sabe tener

cuatro hijos y dos nietas

una mujer y madre

una vida

y tirarla

 

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