Presentamos, a propósito del aniversario 50 del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, una breve muestra de algunos de sus ganadores. El Premio Aguascalientes es la distinción más importante de México para un libro inédito. Los antecedentes del Premio Aguascalientes son los Juegos Florales de Aguascalientes que se realizaron por primera vez en 1931 y entre quienes ganaron el premio estuvieron los poetas José Gorostiza, Rubén Bonifaz Nuño, Abigael Bohórquez y José Carlos Becerra, el cambio ocurrió en 1968 cuando Víctor Sandoval propuso que los juegos florales se convirtieran en un premio nacional. El premio se ha entregado a un total de 49 poetas, ya que en dos ocasiones se ha reconocido la trayectoria de poetas (Elías Nandino y Gerardo Deniz). A continuación dejamos la lista de todos los ganadores con los datos de su premiación y posteriormente una breve muestra de algunas ganadores del premio.
José Emilio Pacheco
No me preguntes cómo pasa el tiempo
1969
Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo.
Pompeya
La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto
de la fornicación.
No fuimos muertos por el río de lava.
Nos ahogaron los gases. La ceniza
se convirtió en sudario. Nuestros cuerpos
continuaron unidos en la piedra:
petrificado espasmo interminable.
Ya todos saben para quién trabajan
Traduzco un artículo de Esquire
sobre una hoja de la Kimberly-Clark Corp.,
en una antigua máquina Remington.
Lo que me paguen irá directamente a las arcas
de Gerber, Kellogg’s, Procter and Gamble, Nabisco, Heinz,
General Foods, Colgate-Palmolive, Gillette
y California Packing Corporation.
Envejecer
Sobre tu rostro
crecerá otra cara
de cada surco en que la edad
madura
y luego se consume
y te enmascara
y hace que brote
tu caricatura.
Eduardo Lizalde
La zorra enferma
1974
Jurado: Antonio Acevedo, Alí Chumacero y Óscar Oliva.
Bellísima
Y si uno de esos ángeles
me estrechara de pronto sobre su corazón,
yo sucumbiría ahogado por su existencia
más poderosa.
Rilke, de nuevo
Óigame usted, bellísima,
no soporto su amor.
Míreme, observe de qué modo
su amor daña y destruye.
Si fuera usted un poco menos bella,
si tuviera un defecto en algún sitio,
un dedo mutilado y evidente,
alguna cosa ríspida en la voz,
una pequeña cicatriz junto a esos labios
de fruta en movimiento,
una peca en el alma,
una mala pincelada imperceptible
en la sonrisa…
yo podría tolerarla.
Pero su cruel belleza es implacable,
bellísima;
no hay una fronda de reposo
para su hiriente luz
de estrella en permanente fuga
y desespera comprender
que aun la mutilación la haría más bella,
como a ciertas estatuas.
La mano en libertad
Escribir no es problema.
Miren flotar la pluma
por cualquier superficie.
Pero escribir con ella
—Montblanc, Parker o Pelikan—,
sin mesa a mano, tinta suficiente
o postura correcta,
es imposible,
y a veces pernicioso.
Puedo escribir, señores,
con los ojos cubiertos,
vuelta la espalda al piso,
atadas las muñecas,
esparadrapo encima de los labios.
Puedo:
pero no garantizo el producto.
Coral Bracho
El ser que va a morir
1981
Jurado: Carlos Illescas, Tomás Segovia y Jaime Augusto Shelley.
Una luciérnaga bajo la lengua
Te amo desde el sabor inquieto de la fermentación;
en la pulpa festiva. Insectos frescos, azules.
En el zumo reciente, vidriado y dúctil.
Grito que destila la luz:
por las grietas frutales;
bajo el agua musgosa que se adhiere a las sombras. Las papilas, las grutas.
En las tintas herbáceas, instilantes. Desde el tacto azorado.
Brillo
que rezuma, agridulce: de los goces feraces,
de los juegos hendidos por la palpitación.
Gozne
(Envuelto por el aura nocturna, por los ruidos violáceos,
acendrados, el niño, con la base mullida de su lengua expectante, toca,
desde esa tersa, insostenible, lubricidad –lirio sensitivo que se pliega en las rocas
si presiente el estigma, el ardor de la luz– la sustancia, la arista
vibrante y fina –en su pétalo absorto, distendido– [joya
que palpita entreabierta; ubres], el ácido
zumo blando [hielo], el marisma,
la savia tierna [cábala], el néctar
de la luciérnaga.)
Francisco Hernández
Mar de fondo
1982
Jurado: Margarita Michelena, Alí Chumacero y Carlos Montemayor.
II
Cierro los ojos. Me arrastra el sopor hacia los territorios de la fiebre y, mecánicamente, limpio mis dedos pegajosos de semen en la trama del mosquitero.
Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas, su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, de la mujer que tiene, de su risa, que suena como tromba de flores pisoteadas.
Con el silencio fijo en el vacío pienso en los tigres de Mompraeem, en las redondeces de Paura, en un jonrón con tres hombres en base.
Afuera está la herida pero no quiero salir a su encuentro, debo continuar enfermo siempre, sin tener que bajar a tierra, sin enfrentarme a nada ni a nadie, ni siquiera a las piernas de Paura ni a un campo de béisbol ni a la luna llena del espejo.
Hoy, apunto en el cuaderno de bitácora, empieza el fasto de los grandes viajes. Y el ave Roe emerge a los pies de mi lecho.
XIV
Antes de que llegara el tiempo de la fiebre, un tacuazín devoró a la guacamaya que alegraba lo sórdido del patio.
Mi padre, conmovido por mi desesperación, construyó una trampa grande y resistente, con tablones del aserradero.
En su interior dispuso granos de maíz, agua bendita y huevos de gallina negra.
Después la dejó al pie del nanche donde mi guacamaya perdió el combate con el hambre del animal.
Pasaron las semanas y lo primero que hacía levantándome era revisar la caja de madera.
Al no encontrar la presa, cambiaba los cebos por otros menos simbólicos y más apetitosos.
Una mañana de noviembre, cuando ya no pensaba en la captura, pude ver al asesino al fin cautivo, parapetado al fondo de su instinto.
Alguien puso un machete en mi mano y abrió ligeramente una puertecilla.
Sentí que el arma pesaba una tonelada de plumas. Oí voces que me instaban a la venganza.
Muerto de miedo, dejé ir el machete hacia el cuerpo de la bestia y sólo abrí los ojos cuando un chillido espantoso salió volando de la trampa, dejándome en la frente mapas de sangre.
Efraín Bartolomé
Música solar
1984
Jurado: Francisco Hernández, Mónica Mansour y Álvaro Mutis.
Yaces ahí
un poco más allá de mi piel
Y no te veo:
me tocan
con ligero aletear
tus movimientos
Sé de tus labios
Sé del pensar solemne de tu respiración
y de la tibia caricia solar bajo tus dedos
Estoy aquí
y no sé dónde comienza el frío
No sé si viene de los tejados negros
si nace de la puerta
o de la claridad que la ventana no detiene
No sé si existe en realidad la música
o son ciertas las voces que recorren la calle
Pero todo está ahí:
la niebla gros vagando por San Diego
Por el Arco del Carmen oscuramente antigua
Pero tú estás aquí
Tan cerca de estos labios de pronto enmudecidos
Y te amo
Amo el escándalo oscuro de tu cabello
La desolación pensativa de tu frente
Viajo despacio por tu rostro
Vago por tus labios
Voy por la plenitud fértil de tu cuello
Amo tu carne que alimenta mis brazos
Tus muslos por donde mi deseo navega
La forma hundida de tu piel
bajo el vagabundear abandonado de mis dedos
(Qué más deseo entonces
Por qué no estoy tranquilo
Qué torpe eternidad estoy buscando)
Regreso
Estoy de nuevo errando por tu rostro
En cada retirada de las sombras
En los milímetros que el sol recorre borrando la penumbra
Afuera
la niebla es un ladrón herido que se fuga
Bajo el balcón crece la sombra indígena que vende
Surgen voces más claras
Ruidos
Rumor del vecindario que despierta
Te vas entonces con la niebla
Desapareces por la hilera de cerros que bajan a Palenque
Hacia los grandes ríos
Hacia la lejanía concisa de las imágenes
Baudelio Camarillo
En memoria del reino
1993
Jurado: Dolores Castro, Minerva Margarita Villarreal y Antonio Castañeda.
Lluvia de agosto
En el silencio que abre un hueco en la lluvia
mi única luz es la ventana rota.
Un sabor a ceniza persigue aun mi más ligero sueño.
Sólo el tambor escondido en mi pecho
marca el ritmo fugaz con el que danza
el aún más silencioso tiempo de mi sangre.
¿Hace falta decir que es de noche para situarme
de una vez por todas en el envés del mundo?
Es agosto. Llueve.
Y esta lluvia sobre el ajedrez espejeante de los techos,
sobre los árboles que miden el peso
que por la escala del aire precipita su fragmentada sombra,
sobre las calles, sobre la alfombra espesa de la grama;
y esta lluvia, repito, bien puede ser el mar:
el silencioso mar que de pronto despierta,
casca su orbe de sueños
y deja caer su albúmina oxidada por el aire.
¿Dónde estará su cuerpo? ¿Dónde su sombra?
Dónde su corazón que solamente escucho retumbar en el cuarto?
Ah, un relámpago hiere el cristal de mis ojos
y estrella en mi memoria el sitio exacto
donde estuvo su piel.
Ella reía con húmeda nostalgia.
Su risa (espíritu del agua danzando sobre cuerdas)
nacía transparente
y por ahí yo entraba hasta tocarle el alma:
estanque claro, cielo de pronto desligado del aire
como a veces sujeto a la firme caricia del silencio.
Y yo reía también. Reía soleadas fuentes,
reía arcoiris de preciosas piedras,
arroyos de amapolas, cascabeles de luz
y cristales de sol más allá de la lluvia.
¿Qué fuego hace saltar sobre mi piel
esta ámpula de luz?
Duelen mis dedos al tocarla,
pero más que mi piel, mi memoria es la que arde.
Nada.
Ahora escucho el viento desgarrarse entre los limoneros.
Es agosto. Llueve.
Y, solitario en mitad del mar,
sólo el relámpago se esconde tras mis ojos
y a su eléctrico impulso mi sombra se despierta
a vagar por el cuarto.
Eduardo Langagne
Cantos para una exposición
1994
Jurado: Griselda Álvarez, Fernando Sánchez Mayans y Víctor Sandoval.
Canto para una exposición de Jordi Boldó
Alegoría para una serie abstracta
Reuniremos los colores del Mar Nuestro
cuando el sol esté encima y nuestra sombra
sea un punto abajo de los pies
Mezclaremos entonces los oscuros azules
en sus aguas
los negros más brillantes –luminosos negros–
los grises que salen de las telas
como el humo se evade de los barcos quemados
¿Desplegarás la tela
igual que izaban los antiguos el velamen
para el soplo del norte
cuando su aliento la cangreja recibía
a veces suave
iracundo a veces
y avanzaba hacia el mar que no termina nunca?
La influencia de aquel mar arrastrará tus tonos
habrás de padecer para encontrar la tierra
–una tierra que jamás promete–
y te abrirás el pecho dicen los designios
y pondrás el corazón sobre la tela
como una ofrenda al sol
Llegarás a donde llegue tu osadía
El amarillo es un símbolo de dioses vengativos
tus grandes amuletos son azules
aguas revueltas son
tranquilas aguas que cambian de color
nadas en ellas
en ellas te sumerges
Fragmentaste todas las figuras
no soplaste en el barro sino en la tierra seca
por eso tus figuras se reparten
en la tela están diseminadas
no modelaste con el barro un cuerpo
en tiempo de sequía lo espolvoreaste
lo esparciste en la tela para crear otros mundos
Ahí respiran otros seres
¿o la triste rutina no deja que los ojos los perciban?
La realidad sin embargo no se fuga
pernocta en la tela agazapada
diluida en los ocres de la tierra
Pienso en el perro de Francisco de Goya
en la arena que cubre al desesperado
pienso en los verdes que recuerdan eucaliptos
rabiosamente vivos ofreciendo su aroma
pienso en los pinos y otros verdes
todos los verdes son una obligación a la retina
Manuel Bandeira tenía también
o dever de ver de verde
En el otoño los amarillos oscurecen
se vuelven hojarasca
suenan a seco siempre si se pisan
hay hojas secas bajo los pies desnudos
de dos adolescentes que se ocultan
pero no esconden su amor a la luz del crepúsculo
Los jóvenes encima de la dulce hojarasca
ejercen el amor que no tiene sino sueños
y tiene por hogar el mundo todo
en esa tela vive esa pareja
cuando yo vuelva a verla habrá de separarse
estaré menos joven
y podré reconocer en los colores la tristeza
Sé que hay un niño detrás de esa mancha roja
tal vez un niño herido
como detrás de un beso hay siempre un niño
y en una mancha blanca un niño que no fue
Cuando los trazos de tinta son desesperados
el niño quería escribir una palabra
que nadie hubiera pronunciado nunca
y nombrara manzanas
e invocara la lluvia como los sioux
que llevan en su nombre
un animal salvaje
y clavaban un cuchillo en la faz de la tierra
para invocar la lluvia o ahuyentarla
según si el filo apuntaba a la nube
o a los ríos subterráneos
El fuego no es el fuego pero quema
es apenas el destello del atardecer
hacer arder la apariencia
crepita
El clima es cálido aun en los azules
helado puede ser en el intenso rojo
los contrastes son válidos
tal vez son necesarios
Pintar de verde la rugosa concha del quelonio
colorear la violencia del Martín Pescador
que azota un pez contra la roca
la violencia del mar que ahoga un barco de velas desplegadas
la ternura del mar
cuando no puede ahogar un barco de velas desplegadas
que avanza en el océano y ha de llegar a un puerto
que no tiene señales
Jorge Valdés Díaz-Vélez
La puerta giratoria
1998
Jurado: Alí Chumacero, Dionicio Morales y Víctor Sandoval.
Posesiones
Esta luz es tuya –me dijo
al oído del sueño–, el viento
del sur, el desierto, la música,
tus pérdidas, todas tus pérdidas,
las ciudades que recogieron
tus brazos con júbilo, el mar
y sus costas inalcanzables,
el amor; también la tristeza
y la alegría, esos senderos;
pero a la muerte perteneces.
Abrí los ojos. No era nadie.
Nochevieja
Miras arder lo que ha quedado
en pie del último sendero:
la luna llena de otro enero
sobre la piel de tu pasado,
un mar que olvidas y ha olvidado
en su esplendor tu verdadero
rostro, la luz que fue primero
verbo y temblor en tu costado
y que hoy dejas partir a solas,
detrás del fuego. Hacia el poniente
moja tu máscara un sol frío.
Ya en ti la noche alza sus olas
mansas. La oyes indiferente
abrir el fuego y tu vacío.
Jorge Fernández Granados
Los hábitos de la ceniza
2000
Jurado: Coral Bracho, Elsa Cross y José Luis Rivas.
Los ojos
Me pesarán tus ojos
de aquí hasta la muerte.
La culpa ha sido mía:
yo no debí mirarlos.
Creo que cabe mi vida
en la esférica tristeza de tus ojos
que parecen de siempre estar mirando
tras la lluvia en el cristal de una ventana
otra lluvia, ya borrada. Otra lluvia.
Qué silenciosamente cabe un mundo en esos ojos
y me pregunto dónde terminan,
cuál es la orilla oscura del relámpago que guardan.
Qué antiguamente caen estrellas
al fondo de esos ojos,
qué justicia o qué barbarie o qué secreto
les dio tal vez la ingobernable luz del cielo.
Ahora que la noche será mi enorme casa
voy a llevar tus ojos oscuramente míos.
Con ellos, la luz será un recuerdo
íntimo y sencillo
Quiero llegar a ellos sin peso, vaga forma
detenida un instante
en la amorosa memoria de su fuego,
sólo para hablar de ti,
para volver a estar en ti, contigo,
en esa última razón
de mí que son tus ojos.
Héctor Carreto
Coliseo
2002
Jurado: Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y Enrico Mario Santí.
Una tumba sin inscripción
No colocarán sobre tu cabecera
un busto semejante al de Darío
o al de aquellos senadores acaudalados.
A semejanza de los argonautas perdidos,
un remo sin nombre señalará tu sepultura
y tal vez sólo la mujer que te ama
repita tus versos.
A mayor homenaje no podrás aspirar.
Subasta
¿Quién da más?
32 años, divorciada, dos hijos,
cicatriz en el monte de Venus,
mil y una historias en moteles.
Sin embargo ¿quién da más?
¿Qué jovencita luce mejor esos tacones
y el escote a punto de, como dedo en el gatillo?
¿Qué dedos acarician mejor el piquito del gorrión?
¿Qué rosa tiene la boca más roja y carnívora?
¿Cuál hechicera destila mayor experiencia en la cama
y en la no cama?
¿Qué hada regala más amor?
Quién da más a la una
Quién da más a las dos
Quien da más a las tres.
María Baranda
Dylan y las ballenas
2003
Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Francisco Hernández y Víctor Sandoval.
1
¿Qué son, Dylan, esos sonidos que se oyen
desde el blanco bosque
de tu boca de agua?
¿Qué cal ardiente alimentaste
en tu ciudad de tiempo ya vacía?
¿Qué piedra arrojó por ti
el grito de ese Herodes de paja y sal
que estremeció tu sangre?
¿Qué santo a punto de caer
ya se desploma entre las vetas cálidas
que desgarran tu herida?
En dirección al mar,
bajo la luz del búho,
está mi vida imaginada por el poder de un muerto,
precario príncipe a orillas de este cielo,
que me permite hablar al fuego del guerrero,
poder decir mi sombra en la ebriedad del agua
donde nombrar la luz es dibujar la noche,
abrir el cáliz a la razón del alba.
Aquí la muerte mantiene su dominio,
donde alguien, acaso un dios
esclavo de la lluvia,
un olvidado monarca de las cosas,
se abre ávido al silencio de la sangre
en el vértigo y el miedo de la noche
para decir que va, que arde profundo
en las copas de polvo que gotean su sed en el vacío.
Esta es la hora en que conozco la parte rota de mi historia,
fragmento cincelado sobre la fría noche del suicida.
Mario Bojórquez
El deseo postergado
2007
Jurado: Dana Gelinas, Eduardo Langagne y Víctor Sandoval.
-el mejor áureo sueño de la plata-
Eduardo Lizalde
Escucha cómo late tu sangre
Cómo pierde el oído su pulso acelerado
Escucha el ardor de las venas bajo la coraza de tu piel
Súbete en el caballo desbocado de tu sangre en la vena
Dale sangre a tu vena
Dale vena a esa sangre para que corra
Ahora que ya es tuya
Que vas con ella montado en su sonido
Observa que cojea, que su potro ha quedado mordido por el hambre
Que un destino ha baldado su galopar esbelto
Que se oxida la grupa
Corre en tu sangre los caminos vedados a la conciencia
Siente la espina injertada en el casco
Resístete
No levantes la voz
No digas entre dientes tu nombre ni tu patria
Piensa que más vivas tus ropas delatan tu figura que tus
flácidos huesos
Deja que ellas hablen por ti
Qué puedes agregar que ellas no hayan dicho
Resístete
No improvises profundo un discurso de mares sin salida
Un pasado de luces en extendidas playas
Haz a un lado tu corva nariz
Que no impida tu soplo el aire en libertad
Cuando tu vana sombra toque a la puerta de algún desconocido
Di que te llamas —Dame, por Piedad— y no agregues
A esas sanas palabras el horror de tu vida
Como si lentas costas en mar embravecido
Te dejaran al puerto la única salida
Y de tu baja sombra el pie en la orilla
Mordiendo una esperanza de fallido naufragio
Alza entonces la cara
Y enfrenta donde otros abajan la mirada
El futuro que asoma en tus pasos de tierra firme
Después recordarás tu pie en la arena
Como una memoria feliz de un tiempo ya pasado
Y el sostén de tu pie
Donde el abismo impere
Servirá para andar en el aire
Como aquél que ya sabe
Muy bien dónde es que pisa
A.E. Quintero
Cuenta regresiva
2011
Jurado: Malva Flores, María Rivera y Piedad Bonnett.
No es soledad de ti
ni de tus brazos.
No es soledad de amor
o de lo que el mundo muere.
Es sólo este silencio que se agarra de mi pierna
como un niño en su primer día de colegio.
Este silencio
que es como quien se pone en disposición de viajar,
de mudarse, de irse hacia la arena movediza
con la resignación de un ciervo, que cae y se hunde,
que cae
y sus ojos permanecen abiertos
mientras la arena le cubre los párpados. Soledad de cierva
que piensa en el cachorro que deja solo
mientras una bala apaga su frente.
No es soledad de ti,
ni de tus muchos abrazos en mis noches de mucha lluvia.
Es soledad antigua,
soledad de mí, de la mitad que soy siempre.
Pasando sin quedarme.
Soledad de niño que crece.
Soledad de adulto.
Una furiosa soledad de vino tinto
que se hace viejo, diariamente.
Hoy me he quedado
haciéndole compañía al refrigerador.
Escuchando
el trabajo que le cuesta
funcionar, cumplir,
estar al día
con sus frías labores, con sus tareas congeladas.
Lo que se espera pues
de un refrigerador de cocina.
Y literalmente
tomé una silla y me puse en ella
a su lado. Y ahí estuvimos.
Quejándonos. Oyéndonos mutuamente funcionar,
respirar.
Pensando en las cosas que deben congelarse
para que el mundo siga. En nuestras cosas,
supongo. En la vida
mecánica o no, eléctrica o no. Programada.
Lineal, independientemente de la curva, o el zigzag,
que marca, en el monitor de pulso, el pulso.
Y ahí estuvimos
prestándonos dos horas de nuestro tiempo.
Sin conclusión alguna
respecto a nuestra última estancia
por seguir;
eso que es congelar lo que se lleva dentro.
Minerva Margarita Villarreal
Las maneras del agua
2016
Jurado: Francisco Hernández, Armando González Torres y Christian Peña.
Aparece
Antes del alba sus manos traen el cielo hasta el muro de piedra
y en lecho de madera abro los ojos que no abro
Su hábito solar su descalzo venir
estando aún dormida con otros ojos vi
Tersa Teresa de las metamorfosis
blanca es rosa su piel roza casi su rostro
Detrás del respaldo que no hay
ella misma es respaldo:
Cara brazos torso manos sobre mi cabeza
Inclinada está:
Cúmulo de luz Teresa bajo el velo negro en la tiniebla rémora
sus pies desde otro plano
la vigilia previa de atravesar
el curso de los astros
e irrumpir
Tersa de las meditaciones
En la tierra el espanto:
Más que asombro
mantequilla líquida penetrando
por no sé qué resumidero
el cuerpo:
Seré una alcantarilla en manos de Teresa
una fiebre de oro de las llagas de Cristo
un cielo desprendido del siglo dieciséis
una viuda oscilante un dominico en ascuas
una familia perseguida
y de cuatro maneras germinará lo plantado:
Agua del pozo
Agua de noria sin anegar el huerto
Agua de río o del arroyo
Lluvia del cielo:
La humanidad de Cristo desnuda tus pupilas
su tórax alanceado aún gotea
Bañémonos Teresa en esta rojedad
En la tierra el espanto
Bañémonos Teresa
El espanto Teresa
Bañémonos Teresa en esta rojedad
Laude
Mientras me como esta manzana
Dios viene a bendecirme
parpadeante de sol
desciende
al vuelo
de la paloma
con su piel
su pelo alborotado
y un joven
que conduce a la puerta
del programa de los doce pasos
El muchacho es adicto
De cada diez
uno no recae:
La impotencia de sus labios
por mi sangre
fluye
Lista de ganadores:
1968
Juan Bañuelos
Espejo humeante
Jurado: Rosario Castellanos, Agustí Bartra y Porfirio Martínez Peñaloza.
1969
José Emilio Pacheco
No me preguntes cómo pasa el tiempo
Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo Escobedo.
1970
Uwe Frisch
Contra cantos
Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo Escobedo.
1971
Óscar Oliva
Estado de sitio
Jurado: Rubén Bonifaz Nuño, Huberto Batis y Jorge Hernández Campos.
1972
Desiderio Macías Silva
Ascuario
Jurado: Efraín Huerta, Elías Nandino y Antonio Acevedo Escobedo.
1973
Alejandro Aura
Volver a casa
Jurados: Efraín Huerta, Óscar Oliva y Jorge Hernández Campos.
1974
Eduardo Lizalde
La zorra enferma
Jurado: Antonio Acevedo Escobedo, Alí Chumacero y Óscar Oliva.
1975
José de Jesús Sampedro
un (ejemplo) salto de gato pinto.
Jurado: Víctor Sandoval, Miguel Donoso Pareja y Desiderio Macías Silva.
1976
Hugo Gutiérrez Vega
Cuando el placer termine
Jurado: José Luis Martínez, Ida Vitale y Fayad Jamis.
1977
Raúl Navarrete
Memoria de la especie
Jurado: Alí Chumacero, Carlos Monsiváis y Hugo Gutiérrez Vega.
1978
Elena Jordana
Poemas no mandados
Jurado: Jaime Sabines, Efraín Huerta y Roberto Fernández Retamar.
1979
Elías Nandino
[Cerca de los lejos: Poesía 1972-1978. Antología]
Jurado: Ulalume González de León, Rubén Bonifaz Nuño e Isabel Freire.
1980
Miguel Ángel Flores
Contrasuberna
Jurado: Huberto Batis, Álvaro Mutis y Ramón Xirau.
1981
Coral Bracho
El ser que va a morir
Jurado: Carlos Illescas, Tomás Segovia y Jaime Augusto Shelley.
1982
Francisco Hernández
Mar de fondo
Jurado: Margarita Michelena, Alí Chumacero y Carlos Montemayor.
1983
Hugo de Sanctis
Canción al prójimo
Jurado: Alfredo Cardona Peña, Francisco Cervantes y Ernesto Mejía Sánchez.
1984
Efraín Bartolomé
Música solar
Jurado: Francisco Hernández, Mónica Mansour y Álvaro Mutis.
1985
Antonio Castañeda
Relámpagos que vuelven
Jurado: Alí Chumacero, Efraín Bartolomé y Jomi García Ascot.
1986
José Luis Rivas
La transparencia del deseo
Jurado: Enriqueta Ochoa, Eduardo Lizalde y Francisco Cervantes.
1987
José Javier Villarreal
Mar del Norte
Jurado: Francisco Hernández, Elva Macías y Francisco Serrano.
1988
Myriam Moscona
Las visitantes
Jurado: Jaime Labastida, José Javier Villarreal y Jan Zych.
1989
Elsa Cross
El diván de Antar
Jurado: Gloria Gervitz, Myriam Moscona y Eduardo Lizalde.
1990
Jorge Esquinca
El cardo en la voz
Jurado: Antonio Cisneros, Guillermo Fernández y Eduardo Langagne.
1991
Fabio Morábito
De lunes todo el año
Jurado: Ramón Xirau, Vicente Quirarte y Jorge Esquinca.
1992
Ernesto Lumbreras
Espuela para demorar el viaje
Jurado: Fabio Morábito, Carmen Boullosa y Manuel Ulacia.
1993
Baudelio Camarillo
En memoria del reino
Jurado: Dolores Castro, Minerva Margarita Villarreal y Antonio Castañeda.
1994
Eduardo Langagne
Cantos para una exposición
Jurado: Griselda Álvarez, Fernando Sánchez Mayans y Víctor Sandoval.
1995
Juan Domingo Argüelles
A la salud de los enfermos
Jurado: Adolfo Castañón, Elva Macías y Francisco Cervantes.
1996
Antonio Deltoro
Balanza de sombras
Jurado: Aurelio Asiáin, Ricardo Castillo y Eduardo Casar
1997
Eduardo Milán
Alegrial
Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Juan Gelman y José Miguel Ullán.
1998
Jorge Valdés Díaz-Vélez
La puerta giratoria
Jurado: Alí Chumacero, Dionicio Morales y Víctor Sandoval.
1999
Malva Flores
Casa nómada
Jurado: Dolores Castro, Hugo Gutiérrez Vega y Antonio del Toro.
2000
Jorge Fernández Granados
Los hábitos de la ceniza
Jurado: Coral Bracho, Elsa Cross y José Luis Rivas.
2001
Jorge Hernández Campos
Sin título
Jurado: Víctor Sandoval, Juan Gelman y Jorge Esquinca.
2002
Héctor Carreto
Coliseo
Jurado: Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y Enrico Mario Santí.
2003
María Baranda
Dylan y las ballenas
Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Francisco Hernández y Víctor Sandoval.
2004
Luis Vicente de Aguinaga
Reducido a polvo
Jurado: Juan Domingo Arguelles, Myriam Moscona y Víctor Sandoval.
2005
María Rivera
Hay Batallas
Jurado: Jaime Augusto Shelley, Eduardo Hurtado y María Baranda.
2006
Dana Gelinas
Boxers
Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Ernesto Lumbreras y Pedro Serrano.
2007
Mario Bojórquez
El deseo postergado
Jurado: Dana Gelinas, Eduardo Langagne y Víctor Sandoval.
2008
Gerardo Deniz
[Sobre las íes. Antología]
Jurado: Jorge Esquinca, José Luis Rivas y José Javier Villarreal.
2009
Javier Sicilia
Tríptico del desierto
Jurado: Francisco Hernández, María Baranda y Luis Vicente de Aguinaga.
2010
Javier Acosta
Libro del abandono
Jurado: Antonio Cisneros, Juan Domingo Argüelles y Tomás Segovia.
2011
A.E. Quintero
Cuenta regresiva
Jurado: Malva Flores, María Rivera y Piedad Bonnett.
2012
Jeremías Marquines
Acapulco Golden
Jurado: Jorge Boccanera, Orlando González Esteva y Ernesto Lumbreras.
2013
Jorge Humberto Chávez
Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto
Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Efraín Bartolomé y Nelson Simón.
2014
Christian Jonathan Peña Rosales
Me llamo Hokusai
Jurado: José Luis Rivas, Javier Acosta y Jorge Humberto Chávez.
2015
Jesús Ramón Ibarra Ramírez
Teoría de las pérdidas
Jurado: Jorge Fernández Granados, María Baranda y María Rivera.
2016
Minerva Margarita Villarreal
Las maneras del agua
Jurados: Francisco Hernández, Armando González Torres y Christian Peña.
2017
Renato Tinajero Mallozzi
Fábulas e historias de estrategas
Jurado: Javier Acosta, Jorge Esquinca y Minerva Margarita Villarreal.
2018
Balam Rodrigo
El libro centroamericano de los muertos
Jurado: Mariana Bernárdez, Jorge Fernández Granados y Óscar Oliva.