Un acercamiento al Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes en sus 50 años

Presentamos, a propósito del aniversario 50 del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, una breve muestra de algunos de sus ganadores. El Premio Aguascalientes es la distinción más importante de México para un libro inédito. Los antecedentes del Premio Aguascalientes son los Juegos Florales de Aguascalientes que se realizaron por primera vez en 1931 y entre quienes ganaron el premio estuvieron los poetas José Gorostiza, Rubén Bonifaz Nuño, Abigael Bohórquez y José Carlos Becerra, el cambio ocurrió en 1968 cuando Víctor Sandoval propuso que los juegos florales se convirtieran en un premio nacional. El premio se ha entregado a un total de 49 poetas, ya que en dos ocasiones se ha reconocido la trayectoria de poetas (Elías Nandino y Gerardo Deniz). A continuación dejamos la lista de todos los ganadores con los datos de su premiación y posteriormente una breve muestra de algunas ganadores del premio.

 

 

 

 

 

José Emilio Pacheco

No me preguntes cómo pasa el tiempo

1969

Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo.

 

 

 

 

Pompeya

 

La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto

de la fornicación.

No fuimos muertos por el río de lava.

Nos ahogaron los gases. La ceniza

se convirtió en sudario. Nuestros cuerpos

continuaron unidos en la piedra:

petrificado espasmo interminable.

 

 

 

 

Ya todos saben para quién trabajan

 

Traduzco un artículo de Esquire

sobre una hoja de la Kimberly-Clark Corp.,

en una antigua máquina Remington.

Lo que me paguen irá directamente a las arcas

de Gerber, Kellogg’s, Procter and Gamble, Nabisco, Heinz,

General Foods, Colgate-Palmolive, Gillette

y California Packing Corporation.

 

 

 

 

Envejecer

 

Sobre tu rostro

crecerá otra cara

de cada surco en que la edad

madura

y luego se consume

y te enmascara

y hace que brote

tu caricatura.

 

 

 

 

Eduardo Lizalde

La zorra enferma

1974

Jurado: Antonio Acevedo, Alí Chumacero y Óscar Oliva.

 

 

 

Bellísima

 

Y si uno de esos ángeles

me estrechara de pronto sobre su corazón,

yo sucumbiría ahogado por su existencia

más poderosa.

Rilke, de nuevo

 

Óigame usted, bellísima,

no soporto su amor.

Míreme, observe de qué modo

su amor daña y destruye.

Si fuera usted un poco menos bella,

si tuviera un defecto en algún sitio,

un dedo mutilado y evidente,

alguna cosa ríspida en la voz,

una pequeña cicatriz junto a esos labios

de fruta en movimiento,

una peca en el alma,

una mala pincelada imperceptible

en la sonrisa…

yo podría tolerarla.

 

Pero su cruel belleza es implacable,

bellísima;

no hay una fronda de reposo

para su hiriente luz

de estrella en permanente fuga

y desespera comprender

que aun la mutilación la haría más bella,

como a ciertas estatuas.

 

 

 

 

La mano en libertad

 

Escribir no es problema.

Miren flotar la pluma

por cualquier superficie.

Pero escribir con ella

—Montblanc, Parker o Pelikan—,

sin mesa a mano, tinta suficiente

o postura correcta,

es imposible,

y a veces pernicioso.

Puedo escribir, señores,

con los ojos cubiertos,

vuelta la espalda al piso,

atadas las muñecas,

esparadrapo encima de los labios.

Puedo:

pero no garantizo el producto.

 

 

 

 

Coral Bracho

El ser que va a morir

1981

Jurado: Carlos Illescas, Tomás Segovia y Jaime Augusto Shelley.

 

 

 

 

Una luciérnaga bajo la lengua

 

Te amo desde el sabor inquieto de la fermentación; 

en la pulpa festiva. Insectos frescos, azules. 

En el zumo reciente, vidriado y dúctil. 

Grito que destila la luz: 

por las grietas frutales; 

bajo el agua musgosa que se adhiere a las sombras. Las papilas, las grutas. 

En las tintas herbáceas, instilantes. Desde el tacto azorado. 

Brillo 

que rezuma, agridulce: de los goces feraces, 

de los juegos hendidos por la palpitación. 

Gozne 

(Envuelto por el aura nocturna, por los ruidos violáceos, 

acendrados, el niño, con la base mullida de su lengua expectante, toca, 

desde esa tersa, insostenible, lubricidad –lirio sensitivo que se pliega en las rocas 

si presiente el estigma, el ardor de la luz– la sustancia, la arista 

vibrante y fina –en su pétalo absorto, distendido– [joya 

que palpita entreabierta; ubres], el ácido 

zumo blando [hielo], el marisma, 

la savia tierna [cábala], el néctar 

de la luciérnaga.)

 

 

 

Francisco Hernández

Mar de fondo

1982

Jurado: Margarita Michelena, Alí Chumacero y Carlos Montemayor.

 

 

 

 

II

 

Cierro los ojos. Me arrastra el sopor hacia los territorios de la fiebre y, mecánicamente, limpio mis dedos pegajosos de semen en la trama del mosquitero.

Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas, su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, de la mujer que tiene, de su risa, que suena como tromba de flores pisoteadas.

Con el silencio fijo en el vacío pienso en los tigres de Mompraeem, en las redondeces de Paura, en un jonrón con tres hombres en base.

Afuera está la herida pero no quiero salir a su encuentro, debo continuar enfermo siempre, sin tener que bajar a tierra, sin enfrentarme a nada ni a nadie, ni siquiera a las piernas de Paura ni a un campo de béisbol ni a la luna llena del espejo.

Hoy, apunto en el cuaderno de bitácora, empieza el fasto de los grandes viajes. Y el ave Roe emerge a los pies de mi lecho.

 

 

 

 

XIV

 

Antes de que llegara el tiempo de la fiebre, un tacuazín devoró a la guacamaya que alegraba lo sórdido del patio.

Mi padre, conmovido por mi desesperación, construyó una trampa grande y resistente, con tablones del aserradero.

En su interior dispuso granos de maíz, agua bendita y huevos de gallina negra.

Después la dejó al pie del nanche donde mi guacamaya perdió el combate con el hambre del animal.

Pasaron las semanas y lo primero que hacía levantándome era revisar la caja de madera.

Al no encontrar la presa, cambiaba los cebos por otros menos simbólicos y más apetitosos.

Una mañana de noviembre, cuando ya no pensaba en la captura, pude ver al asesino al fin cautivo, parapetado al fondo de su instinto.

Alguien puso un machete en mi mano y abrió ligeramente una puertecilla.

Sentí que el arma pesaba una tonelada de plumas. Oí voces que me instaban a la venganza.

Muerto de miedo, dejé ir el machete hacia el cuerpo de la bestia y sólo abrí los ojos cuando un chillido espantoso salió volando de la trampa, dejándome en la frente mapas de sangre.

 

 

 

 

Efraín Bartolomé

Música solar

1984

Jurado: Francisco Hernández, Mónica Mansour y Álvaro Mutis.

 

 

 

Yaces ahí

un poco más allá de mi piel

Y no te veo:

me tocan

con ligero aletear

tus movimientos

 

Sé de tus labios

Sé del pensar solemne de tu respiración

y de la tibia caricia solar bajo tus dedos

 

Estoy aquí

y no sé dónde comienza el frío

No sé si viene de los tejados negros

si nace de la puerta

o de la claridad que la ventana no detiene

 

No sé si existe en realidad la música

o son ciertas las voces que recorren la calle

 

Pero todo está ahí:

la niebla gros vagando por San Diego

Por el Arco del Carmen    oscuramente antigua

 

Pero tú estás aquí

Tan cerca de estos labios de pronto enmudecidos

Y te amo

Amo el escándalo oscuro de tu cabello

La desolación pensativa de tu frente

Viajo despacio por tu rostro

Vago por tus labios

Voy por la plenitud fértil de tu cuello

Amo tu carne que alimenta mis brazos

Tus muslos por donde mi deseo navega

La forma hundida de tu piel

bajo el vagabundear abandonado de mis dedos

 

(Qué más deseo entonces

Por qué no estoy tranquilo

Qué torpe eternidad estoy buscando)

 

Regreso

Estoy de nuevo errando por tu rostro

En cada retirada de las sombras

En los milímetros que el sol recorre borrando la penumbra

 

Afuera

la niebla es un ladrón herido que se fuga

Bajo el balcón crece la sombra indígena que vende

Surgen voces más claras

Ruidos

Rumor del vecindario que despierta

 

Te vas entonces con la niebla

Desapareces por la hilera de cerros que bajan a Palenque

Hacia los grandes ríos

Hacia la lejanía concisa de las imágenes

 

 

 

 

Baudelio Camarillo

En memoria del reino

1993

Jurado: Dolores Castro, Minerva Margarita Villarreal y Antonio Castañeda.

 

 

 

 

Lluvia de agosto

 

En el silencio que abre un hueco en la lluvia

mi única luz es la ventana rota.

Un sabor a ceniza persigue aun mi más ligero sueño.

Sólo el tambor escondido en mi pecho

marca el ritmo fugaz con el que danza

el aún más silencioso tiempo de mi sangre.

 

¿Hace falta decir que es de noche para situarme

de una vez por todas en el envés del mundo?

Es agosto. Llueve.

Y esta lluvia sobre el ajedrez espejeante de los techos,

sobre los árboles que miden el peso

que por la escala del aire precipita su fragmentada sombra,

sobre las calles, sobre la alfombra espesa de la grama;

y esta lluvia, repito, bien puede ser el mar:

el silencioso mar que de pronto despierta,

casca su orbe de sueños

y deja caer su albúmina oxidada por el aire.

 

¿Dónde estará su cuerpo? ¿Dónde su sombra?

Dónde su corazón que solamente escucho retumbar en el cuarto?

Ah, un relámpago hiere el cristal de mis ojos

y estrella en mi memoria el sitio exacto

donde estuvo su piel.

 

Ella reía con húmeda nostalgia.

Su risa (espíritu del agua danzando sobre cuerdas)

nacía transparente

y por ahí yo entraba hasta tocarle el alma:

estanque claro, cielo de pronto desligado del aire

como a veces sujeto a la firme caricia del silencio.

 

Y yo reía también. Reía soleadas fuentes,

reía arcoiris de preciosas piedras,

arroyos de amapolas, cascabeles de luz

y cristales de sol más allá de la lluvia.

 

¿Qué fuego hace saltar sobre mi piel

esta ámpula de luz?

Duelen mis dedos al tocarla,

pero más que mi piel, mi memoria es la que arde.

 

Nada.

Ahora escucho el viento desgarrarse entre los limoneros.

Es agosto. Llueve.

Y, solitario en mitad del mar,

sólo el relámpago se esconde tras mis ojos

y a su eléctrico impulso mi sombra se despierta

a vagar por el cuarto.

 

 

 

 

 

Eduardo Langagne

Cantos para una exposición

1994

Jurado: Griselda Álvarez, Fernando Sánchez Mayans y Víctor Sandoval.

 

 

 

 

Canto para una exposición de Jordi Boldó

Alegoría para una serie abstracta

 

Reuniremos los colores del Mar Nuestro

cuando el sol esté encima y nuestra sombra

sea un punto abajo de los pies

Mezclaremos entonces los oscuros azules

en sus aguas

los negros más brillantes –luminosos negros–

los grises que salen de las telas

como el humo se evade de los barcos quemados

¿Desplegarás la tela

igual que izaban los antiguos el velamen

para el soplo del norte

cuando su aliento la cangreja recibía

a veces suave

iracundo a veces

y avanzaba hacia el mar que no termina nunca?

La influencia de aquel mar arrastrará tus tonos

habrás de padecer para encontrar la tierra

–una tierra que jamás promete–

y te abrirás el pecho dicen los designios

y pondrás el corazón sobre la tela

como una ofrenda al sol

Llegarás a donde llegue tu osadía

El amarillo es un símbolo de dioses vengativos

tus grandes amuletos son azules

aguas revueltas son

tranquilas aguas que cambian de color

nadas en ellas

en ellas te sumerges

Fragmentaste todas las figuras

no soplaste en el barro sino en la tierra seca

por eso tus figuras se reparten

en la tela están diseminadas

no modelaste con el barro un cuerpo

en tiempo de sequía lo espolvoreaste

lo esparciste en la tela para crear otros mundos

Ahí respiran otros seres

¿o la triste rutina no deja que los ojos los perciban?

La realidad sin embargo no se fuga

pernocta en la tela agazapada

diluida en los ocres de la tierra

Pienso en el perro de Francisco de Goya

en la arena que cubre al desesperado

pienso en los verdes que recuerdan eucaliptos

rabiosamente vivos ofreciendo su aroma

pienso en los pinos y otros verdes

todos los verdes son una obligación a la retina

Manuel Bandeira tenía también

o dever de ver de verde

En el otoño los amarillos oscurecen

se vuelven hojarasca

suenan a seco siempre si se pisan

hay hojas secas bajo los pies desnudos

de dos adolescentes que se ocultan

pero no esconden su amor a la luz del crepúsculo

Los jóvenes encima de la dulce hojarasca

ejercen el amor que no tiene sino sueños

y tiene por hogar el mundo todo

en esa tela vive esa pareja

cuando yo vuelva a verla habrá de separarse

estaré menos joven

y podré reconocer en los colores la tristeza

Sé que hay un niño detrás de esa mancha roja

tal vez un niño herido

como detrás de un beso hay siempre un niño

y en una mancha blanca un niño que no fue

Cuando los trazos de tinta son desesperados

el niño quería escribir una palabra

que nadie hubiera pronunciado nunca

y nombrara manzanas

e invocara la lluvia como los sioux

que llevan en su nombre

un animal salvaje

y clavaban un cuchillo en la faz de la tierra

para invocar la lluvia o ahuyentarla

según si el filo apuntaba a la nube

o a los ríos subterráneos

El fuego no es el fuego pero quema

es apenas el destello del atardecer

hacer arder la apariencia

crepita

El clima es cálido aun en los azules

helado puede ser en el intenso rojo

los contrastes son válidos

tal vez son necesarios

Pintar de verde la rugosa concha del quelonio

colorear la violencia del Martín Pescador

que azota un pez contra la roca

la violencia del mar que ahoga un barco de velas desplegadas

la ternura del mar

cuando no puede ahogar un barco de velas desplegadas

que avanza en el océano y ha de llegar a un puerto

que no tiene señales

 

 

 

 

Jorge Valdés Díaz-Vélez

La puerta giratoria

1998

Jurado: Alí Chumacero, Dionicio Morales y Víctor Sandoval.

 

 

 

 

Posesiones

 

Esta luz es tuya –me dijo

al oído del sueño–, el viento

del sur, el desierto, la música,

tus pérdidas, todas tus pérdidas,

las ciudades que recogieron

tus brazos con júbilo, el mar

y sus costas inalcanzables,

el amor; también la tristeza

y la alegría, esos senderos;

pero a la muerte perteneces.

Abrí los ojos. No era nadie.

 

 

 

 

Nochevieja

 

Miras arder lo que ha quedado

en pie del último sendero:

la luna llena de otro enero

sobre la piel de tu pasado,

un mar que olvidas y ha olvidado

en su esplendor tu verdadero

rostro, la luz que fue primero

verbo y temblor en tu costado

y que hoy dejas partir a solas,

detrás del fuego. Hacia el poniente

moja tu máscara un sol frío.

Ya en ti la noche alza sus olas

mansas. La oyes indiferente

abrir el fuego y tu vacío.

 

 

 

Jorge Fernández Granados

Los hábitos de la ceniza

2000

Jurado: Coral Bracho, Elsa Cross y José Luis Rivas.

 

 

 

 

Los ojos

 

Me pesarán tus ojos

de aquí hasta la muerte.

La culpa ha sido mía:

yo no debí mirarlos.

 

Creo que cabe mi vida

en la esférica tristeza de tus ojos

que parecen de siempre estar mirando

tras la lluvia en el cristal de una ventana

otra lluvia, ya borrada. Otra lluvia.

 

Qué silenciosamente cabe un mundo en esos ojos

y me pregunto dónde terminan,

cuál es la orilla oscura del relámpago que guardan.

Qué antiguamente caen estrellas

al fondo de esos ojos,

qué justicia o qué barbarie o qué secreto

les dio tal vez la ingobernable luz del cielo.

 

Ahora que la noche será mi enorme casa

voy a llevar tus ojos oscuramente míos.

Con ellos, la luz será un recuerdo

íntimo y sencillo

 

Quiero llegar a ellos sin peso, vaga forma

detenida un instante

en la amorosa memoria de su fuego,

sólo para hablar de ti,

para volver a estar en ti, contigo,

en esa última razón

de mí que son tus ojos.

 

 

 

 

Héctor Carreto

Coliseo

2002

Jurado: Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y Enrico Mario Santí.

 

 

 

Una tumba sin inscripción

 

No colocarán sobre tu cabecera

un busto semejante al de Darío

o al de aquellos senadores acaudalados.

A semejanza de los argonautas perdidos,

un remo sin nombre señalará tu sepultura

y tal vez sólo la mujer que te ama

repita tus versos.

A mayor homenaje no podrás aspirar.

 

 

 

Subasta

 

¿Quién da más?

32 años, divorciada, dos hijos,

cicatriz en el monte de Venus,

mil y una historias en moteles.

Sin embargo ¿quién da más?

¿Qué jovencita luce mejor esos tacones

y el escote a punto de, como dedo en el gatillo?

¿Qué dedos acarician mejor el piquito del gorrión?

¿Qué rosa tiene la boca más roja y carnívora?

¿Cuál hechicera destila mayor experiencia en la cama

y en la no cama?

¿Qué hada regala más amor?

Quién da más a la una

Quién da más a las dos

Quien da más a las tres.

 

 

 

 

María Baranda

Dylan y las ballenas

2003

Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Francisco Hernández y Víctor Sandoval.

 

 

 

1

 

¿Qué son, Dylan, esos sonidos que se oyen

desde el blanco bosque

de tu boca de agua?

 

¿Qué cal ardiente alimentaste

en tu ciudad de tiempo ya vacía?

 

¿Qué piedra arrojó por ti 

el grito de ese Herodes de paja y sal

que estremeció tu sangre?

 

¿Qué santo a punto de caer 

ya se desploma entre las vetas cálidas 

que desgarran tu herida?

 

En dirección al mar,

bajo la luz del búho,

está mi vida imaginada por el poder de un muerto, 

precario príncipe a orillas de este cielo,

que me permite hablar al fuego del guerrero,

poder decir mi sombra en la ebriedad del agua

donde nombrar la luz es dibujar la noche, 

abrir el cáliz a la razón del alba.

 

Aquí la muerte mantiene su dominio,

donde alguien, acaso un dios 

esclavo de la lluvia,

un olvidado monarca de las cosas,

se abre ávido al silencio de la sangre

en el vértigo y el miedo de la noche

para decir que va, que arde profundo

en las copas de polvo que gotean su sed en el vacío.

 

Esta es la hora en que conozco la parte rota de mi historia,

fragmento cincelado sobre la fría noche del suicida.

 

 

 

 

Mario Bojórquez

El deseo postergado

2007

Jurado: Dana Gelinas, Eduardo Langagne y Víctor Sandoval.

 

 

 

-el mejor áureo sueño de la plata-

Eduardo Lizalde

 

Escucha cómo late tu sangre

Cómo pierde el oído su pulso acelerado

Escucha el ardor de las venas bajo la coraza de tu piel

Súbete en el caballo desbocado de tu sangre en la vena

Dale sangre a tu vena

Dale vena a esa sangre para que corra

 

Ahora que ya es tuya

Que vas con ella montado en su sonido

Observa que cojea, que su potro ha quedado mordido por el hambre

Que un destino ha baldado su galopar esbelto

Que se oxida la grupa

 

Corre en tu sangre los caminos vedados a la conciencia

Siente la espina injertada en el casco

 

 

 

 

Resístete

No levantes la voz

No digas entre dientes tu nombre ni tu patria

Piensa que más vivas tus ropas delatan tu figura que tus

flácidos huesos

Deja que ellas hablen por ti

Qué puedes agregar que ellas no hayan dicho

Resístete

No improvises profundo un discurso de mares sin salida

Un pasado de luces en extendidas playas

Haz a un lado tu corva nariz

Que no impida tu soplo el aire en libertad

 

Cuando tu vana sombra toque a la puerta de algún desconocido

Di que te llamas —Dame, por Piedad— y no agregues

A esas sanas palabras el horror de tu vida

 

 

 

 

Como si lentas costas en mar embravecido

Te dejaran al puerto la única salida

Y de tu baja sombra el pie en la orilla

Mordiendo una esperanza de fallido naufragio

Alza entonces la cara

Y enfrenta donde otros abajan la mirada

El futuro que asoma en tus pasos de tierra firme

 

Después recordarás tu pie en la arena

Como una memoria feliz de un tiempo ya pasado

Y el sostén de tu pie

Donde el abismo impere

Servirá para andar en el aire

Como aquél que ya sabe

Muy bien dónde es que pisa

 

 

 

 

A.E. Quintero

Cuenta regresiva

2011

Jurado: Malva Flores, María Rivera y Piedad Bonnett.

 

 

 

No es soledad de ti

ni de tus brazos.

 

No es soledad de amor

o de lo que el mundo muere.

 

Es sólo este silencio que se agarra de mi pierna

como un niño en su primer día de colegio.

Este silencio

que es como quien se pone en disposición de viajar,

 

de mudarse, de irse hacia la arena movediza

con la resignación de un ciervo, que cae y se hunde,

que cae

y sus ojos permanecen abiertos

mientras la arena le cubre los párpados. Soledad de cierva

que piensa en el cachorro que deja solo

mientras una bala apaga su frente.

 

No es soledad de ti,

ni de tus muchos abrazos en mis noches de mucha lluvia.

Es soledad antigua,

soledad de mí, de la mitad que soy siempre.

Pasando sin quedarme.

Soledad de niño que crece.

Soledad de adulto.

Una furiosa soledad de vino tinto

que se hace viejo, diariamente.

 

 

 

 

 

Hoy me he quedado

haciéndole compañía al refrigerador.

Escuchando

el trabajo que le cuesta

funcionar, cumplir,

estar al día

con sus frías labores, con sus tareas congeladas.

Lo que se espera pues

de un refrigerador de cocina.

 

Y literalmente

tomé una silla y me puse en ella

a su lado. Y ahí estuvimos.

Quejándonos. Oyéndonos mutuamente funcionar,

respirar.

Pensando en las cosas que deben congelarse

para que el mundo siga. En nuestras cosas,

supongo. En la vida

mecánica o no, eléctrica o no. Programada.

Lineal, independientemente de la curva, o el zigzag,

que marca, en el monitor de pulso, el pulso.

 

Y ahí estuvimos

prestándonos dos horas de nuestro tiempo.

Sin conclusión alguna

respecto a nuestra última estancia

por seguir;

eso que es congelar lo que se lleva dentro.

 

 

 

 

 

Minerva Margarita Villarreal

Las maneras del agua

2016

Jurado: Francisco Hernández, Armando González Torres y Christian Peña.

 

 

 

 

Aparece

 

Antes del alba sus manos traen el cielo hasta el muro de piedra

y en lecho de madera abro los ojos que no abro

Su hábito solar su descalzo venir

estando aún dormida con otros ojos vi

Tersa Teresa de las metamorfosis

blanca es rosa su piel roza casi su rostro

Detrás del respaldo que no hay

ella misma es respaldo:

Cara brazos torso manos sobre mi cabeza

Inclinada está:

Cúmulo de luz Teresa bajo el velo negro en la tiniebla rémora

sus pies desde otro plano

la vigilia previa de atravesar

el curso de los astros

e irrumpir

Tersa de las meditaciones

En la tierra el espanto:

Más que asombro

mantequilla líquida penetrando

por no sé qué resumidero

el cuerpo:

Seré una alcantarilla en manos de Teresa

una fiebre de oro de las llagas de Cristo

un cielo desprendido del siglo dieciséis

una viuda oscilante un dominico en ascuas

una familia perseguida

y de cuatro maneras germinará lo plantado:

Agua del pozo

Agua de noria sin anegar el huerto

Agua de río o del arroyo

Lluvia del cielo:

La humanidad de Cristo desnuda tus pupilas

su tórax alanceado aún gotea

Bañémonos Teresa en esta rojedad

En la tierra el espanto

Bañémonos Teresa

El espanto Teresa

Bañémonos Teresa en esta rojedad

 

 

 

 

Laude

 

Mientras me como esta manzana

Dios viene a bendecirme

parpadeante de sol

desciende

al vuelo

de la paloma

con su piel

su pelo alborotado

y un joven

que conduce a la puerta

del programa de los doce pasos

El muchacho es adicto

De cada diez

uno no recae:

La impotencia de sus labios

por mi sangre

fluye

 

 

 

 

Lista de ganadores:

 

 

1968

Juan Bañuelos

Espejo humeante

Jurado: Rosario Castellanos, Agustí Bartra y Porfirio Martínez Peñaloza.

 

1969

José Emilio Pacheco

No me preguntes cómo pasa el tiempo

Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo Escobedo.

 

1970

Uwe Frisch

Contra cantos

Jurado: Alí Chumacero, José Luis Martínez y Antonio Acevedo Escobedo.

 

1971

Óscar Oliva

Estado de sitio

Jurado: Rubén Bonifaz Nuño, Huberto Batis y Jorge Hernández Campos.

 

1972

Desiderio Macías Silva

Ascuario

Jurado: Efraín Huerta, Elías Nandino y Antonio Acevedo Escobedo.

 

1973

Alejandro Aura

Volver a casa

Jurados: Efraín Huerta, Óscar Oliva y Jorge Hernández Campos.

 

1974

Eduardo Lizalde

La zorra enferma

Jurado: Antonio Acevedo Escobedo, Alí Chumacero y Óscar Oliva.

 

1975

José de Jesús Sampedro

un (ejemplo) salto de gato pinto.

Jurado: Víctor Sandoval, Miguel Donoso Pareja y Desiderio Macías Silva.

 

1976

Hugo Gutiérrez Vega

Cuando el placer termine

Jurado: José Luis Martínez, Ida Vitale y Fayad Jamis.

 

1977

Raúl Navarrete

Memoria de la especie

Jurado: Alí Chumacero, Carlos Monsiváis y Hugo Gutiérrez Vega.

 

1978

Elena Jordana

Poemas no mandados

Jurado: Jaime Sabines, Efraín Huerta y Roberto Fernández Retamar.

 

1979

Elías Nandino

[Cerca de los lejos: Poesía 1972-1978. Antología]

Jurado: Ulalume González de León, Rubén Bonifaz Nuño e Isabel Freire.

 

1980

Miguel Ángel Flores

Contrasuberna

Jurado: Huberto Batis, Álvaro Mutis y Ramón Xirau.

 

1981

Coral Bracho

El ser que va a morir

Jurado: Carlos Illescas, Tomás Segovia y Jaime Augusto Shelley.

 

1982

Francisco Hernández

Mar de fondo

Jurado: Margarita Michelena, Alí Chumacero y Carlos Montemayor.

 

1983

Hugo de Sanctis

Canción al prójimo

Jurado: Alfredo Cardona Peña, Francisco Cervantes y Ernesto Mejía Sánchez.

 

1984

Efraín Bartolomé

Música solar

Jurado: Francisco Hernández, Mónica Mansour y Álvaro Mutis.

 

1985

Antonio Castañeda

Relámpagos que vuelven

Jurado: Alí Chumacero, Efraín Bartolomé y Jomi García Ascot.

 

1986

José Luis Rivas

La transparencia del deseo

Jurado: Enriqueta Ochoa, Eduardo Lizalde y Francisco Cervantes.

 

1987

José Javier Villarreal

Mar del Norte

Jurado: Francisco Hernández, Elva Macías y Francisco Serrano.

 

1988

Myriam Moscona

Las visitantes

Jurado: Jaime Labastida, José Javier Villarreal y Jan Zych.

 

1989

Elsa Cross

El diván de Antar

Jurado: Gloria Gervitz, Myriam Moscona y Eduardo Lizalde.

 

1990

Jorge Esquinca

El cardo en la voz

Jurado: Antonio Cisneros, Guillermo Fernández y Eduardo Langagne.

 

1991

Fabio Morábito

De lunes todo el año

Jurado: Ramón Xirau, Vicente Quirarte y Jorge Esquinca.

 

1992

Ernesto Lumbreras

Espuela para demorar el viaje

Jurado: Fabio Morábito, Carmen Boullosa y Manuel Ulacia.

 

1993

Baudelio Camarillo

En memoria del reino

Jurado: Dolores Castro, Minerva Margarita Villarreal y Antonio Castañeda.

 

1994

Eduardo Langagne

Cantos para una exposición

Jurado: Griselda Álvarez, Fernando Sánchez Mayans y Víctor Sandoval.

 

1995

Juan Domingo Argüelles

A la salud de los enfermos

Jurado: Adolfo Castañón, Elva Macías y Francisco Cervantes.

 

1996

Antonio Deltoro

Balanza de sombras

Jurado: Aurelio Asiáin, Ricardo Castillo y Eduardo Casar

 

1997

Eduardo Milán

Alegrial

Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Juan Gelman y José Miguel Ullán.

 

1998

Jorge Valdés Díaz-Vélez

La puerta giratoria

Jurado: Alí Chumacero, Dionicio Morales y Víctor Sandoval.

 

1999

Malva Flores

Casa nómada

Jurado: Dolores Castro, Hugo Gutiérrez Vega y Antonio del Toro.

 

2000

Jorge Fernández Granados

Los hábitos de la ceniza

Jurado: Coral Bracho, Elsa Cross y José Luis Rivas.

 

2001

Jorge Hernández Campos

Sin título

Jurado: Víctor Sandoval, Juan Gelman y Jorge Esquinca.

 

2002

Héctor Carreto

Coliseo

Jurado: Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y Enrico Mario Santí.

 

2003

María Baranda

Dylan y las ballenas

Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Francisco Hernández y Víctor Sandoval.

 

2004

Luis Vicente de Aguinaga

Reducido a polvo

Jurado: Juan Domingo Arguelles, Myriam Moscona y Víctor Sandoval.

 

2005

María Rivera

Hay Batallas

Jurado: Jaime Augusto Shelley, Eduardo Hurtado y María Baranda.

 

2006

Dana Gelinas

Boxers

Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Ernesto Lumbreras y Pedro Serrano.

 

2007

Mario Bojórquez

El deseo postergado

Jurado: Dana Gelinas, Eduardo Langagne y Víctor Sandoval.

 

2008

Gerardo Deniz

[Sobre las íes. Antología]

Jurado: Jorge Esquinca, José Luis Rivas y José Javier Villarreal.

 

2009

Javier Sicilia

Tríptico del desierto

Jurado: Francisco Hernández, María Baranda y Luis Vicente de Aguinaga.

 

2010

Javier Acosta

Libro del abandono

Jurado: Antonio Cisneros, Juan Domingo Argüelles y Tomás Segovia.

 

2011

A.E. Quintero

Cuenta regresiva

Jurado: Malva Flores, María Rivera y Piedad Bonnett.

 

2012

Jeremías Marquines

Acapulco Golden

Jurado: Jorge Boccanera, Orlando González Esteva y Ernesto Lumbreras.

 

2013

Jorge Humberto Chávez

Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto

Jurado: Hugo Gutiérrez Vega, Efraín Bartolomé y Nelson Simón.

 

2014

Christian Jonathan Peña Rosales

Me llamo Hokusai

Jurado: José Luis Rivas, Javier Acosta y Jorge Humberto Chávez.

 

2015

Jesús Ramón Ibarra Ramírez

Teoría de las pérdidas

Jurado: Jorge Fernández Granados, María Baranda y María Rivera.

2016

Minerva Margarita Villarreal

Las maneras del agua

Jurados: Francisco Hernández, Armando González Torres y Christian Peña.

 

2017

Renato Tinajero Mallozzi

Fábulas e historias de estrategas

Jurado: Javier Acosta, Jorge Esquinca y Minerva Margarita Villarreal.

 

2018

Balam Rodrigo

El libro centroamericano de los muertos

Jurado: Mariana Bernárdez, Jorge Fernández Granados y Óscar Oliva.

 

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