Poesía australiana: Michael Brennan

Presentamos un poema de Michael Brennan. Nació en Sydney en 1973. Poeta, editor y académico. Es director de la prestigiosa editorial Vagabond Press. Ha merecido distintas distinciones como el Mary Gilmore Award, el William Baylebridge Award y el Grace Leven Prize. Es autor de libros como The Imageless World (2003), Unanimous Night (2008), Autoethnographic (2012) y The earth here (2018). Su poesía ha sido traducida al francés, español, italiano, japonés, chino y vietnamita. Actualmente radica en Tokio. La traducción es de Mario Bojórquez.

 

 

 

 

allí y entonces

 

amigos en un campo sus sombras se extienden por la tierra del barbecho y yo estoy ocupado tratando de ponerme al día pidiéndoles que me esperen un momento la voz no me es familiar y las palabras no son mías y cuando me despierto me doy cuenta de que lo último que les dije podría haber sido el nombre de la ciudad que todos buscábamos pero ahora es una mañana de verano la luz se vuelve urgente con el día sábanas desparramadas en el filo de la cama y en ese momento mi mente se amplifica este nombre o palabra o pensamiento se ha ido pero tal vez flote allá arriba con ellos en la ciudad de más allá del viejo tejaban a la orilla de la parcela con su arrumbada colección de herramientas picos y azadas y palas todavía endurecidos entre la tierra y el limo el viejo arado de dos surcos y una batea de los comederos vacía hay un árbol de pérsimo con su delgada capa de hojas y sus ramas pesadas por los redondos anaranjados frutos densos y maduros y un matorral de romero que se extiende en el sol de otoño enloquecido como si pudiera tomar el mundo con sus dientes gruesos y ásperos el fuerte olor que se adhiere a la piel y dura todo el día incluso después de despertar pero al pensar en esa ciudad a la que mis amigos han ido mirando por la ventana la luz del verano el cielo azul del cielo allá afuera cruzo el viejo tejaban donde el terreno angustiado forma los primeros signos de un camino entre los cerezos que bordean la parcela a donde un par de zanates que vienen del norte gargantas silentes tan cremosas y emblanquecidas como el cielo de pizarra plana revolotean entre algún recuerdo de la primavera el que se ha ido o el que está adelante

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