Presentamos, en versión de Gabriela Capraroui, un poema de Dinu Flamand (Transilvania, 1947). Poeta, ensayista y traductor rumano. Uno de los poetas más importantes de su generación. Es especialista en poesía iberoamericana. En 2016 Círculo de Poesía y Valparaíso México publicaron El frío intermediario, en traducción de Omar Lara.
La explicación de Esteves
Al poeta mexicano
Marco Antonio Campos
Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica
Fernando Pessoa (Alvaro de Campos) – Tabacaria
Dicen que yo no tengo metafísica
sino una flácida constitución física
que ni detesto ni me encanta
¿y qué?
Me dicen que a menudo paso al lado
de lo que a otros les parece esencial
o grandioso o digno de ser vivido sin tener
curiosidades, envidias grandes o miedo a perder algo.
Yo no me rompo la cabeza
para saber qué es la metafísica
ya que es algo que no me falta.
Sólo sé que aún no he muerto.
Para mí es importante, aunque no entiendo
cómo me las apaño porque a veces no es fácil
comprender esta vida que no comprendo.
Si hay algo que comprender, yo delego
en cualquier otro para que hable en mi lugar
sobre la vida que habito sin preguntarme
qué le pasa o quién soy yo en ella.
No recuerdo haber tenido grandes ambiciones,
solamente tal vez mi viejo auto que a veces me lleva hacia Sintra,
si fuera más nuevo no estaría mal, pero aun así yo dejaría
que los vistosos Buicks o Chevrolets se me adelanten
porque a mí no me gusta rivalizar con nadie,
y de ganar ¿qué ganas?, y mañana,
¿quién se acordará de lo que has ganado hoy?
Yo me contento con mi puesto fijo en Correos
donde asciendo desde hace mucho día a día
con la esperanza de llegar a la primera categoría antes de jubilarme.
Es todo lo que me hace falta si lo pienso bien
María se habrá dicho lo mismo
cuando regresó
después de haberme dejado, como
lo había hecho también una tal Ofelia
que leía poemas y presumía.
Y ahora estoy mucho mejor, diría incluso que todo está ok
y me ha dado por fumar porque es mucho más interesante
pero al opio ni me acerco… dicen que pierde uno la brújula…
A veces paro en la taberna de la esquina,
me gusta tomar un par de copas
con el albañil que vive en el número cinco
eso cuando no aparece también el vendedor de lotería
o ese chupatintas miope que no
se quita el sombrero y sólo lee y fuma.
Él dice que se llama Pessoa, sé que entre libros y revistas
en su cartera tiene una botella vacía
y no se olvida al irse de llenarla con un aguardiente
que tanta falta le hace, al parecer, de noche.
¡Pobre, una vez vi que hasta una máscara de carnaval
llevaba en su cartera!
Parece sumamente instruido, desprotegido
o sea, algo embarullado en la cabeza (la hija de la lavandera
me contó que en sus listas de ropa interior para lavar
hallaba versos y otras escrituras; un día se arrodilló delante de ella
y declamó algo en inglés
el muy payaso.
La hija de la lavandera piensa que le pedía ser su esposa
pero fingió no comprender pues uno nunca puede saber
cómo va a reventar alguien que se pasa el día entero
en casa mudo, fumando y mirando por la ventana);
…yo también lo vi un día en la ventana allí arriba
desde el otro lado de la calle, saliendo del estanco al que
había ido para comprar tabaco, como siempre.
El dueño del estanco se acercó al umbral conmigo
y en aquel instante miré hacia arriba. Yo no sabía
que mi hombre vivía allá.
Me saludó con un movimiento de los labios
detrás de la ventana cerrada, me di cuenta porque
el vidrio se estaba empañando y me pareció que de algún modo estaba
no sólo inclinado sino incluso de sí mismo alejado aun cuando
allí seguía.
Y no sé cómo contaros todo
para que no penséis que estoy loco porque jamás
me ha ocurrido eso de ver algo tan límpido
y sencillamente con mis ojos
y no creerlo porque no comprendo lo que veo…
En ese instante sentí que el miope
que a veces se sentaba en la misma mesa
con la mirada fija en sus libros
había empezado como a flotar
después de haber salido por su propia ventana
cerrada
luego se lo tragaron las nubes…
Lisboa, abril 2017