Qué hizo la civilización con el cemento, de Pablo Petkovsek

El poeta, narrador y ensayista argentino Marcelo Gobbo nos presenta una resaña sobre Qué hizo la civilización con el cemento, del poeta Pablo Petkovsek. Petkovsek nació en la ciudad de Buenos Aires​ en 1973. Es arquitecto y fue docente en la Universidad de Buenos Aires. Co-dirige la editorial independiente Socios Fundadores. Qué hizo la civilización con el cemento es su primer libro de poemas.

 

 

 

 

 

Qué hizo la civilización con el cemento
Pablo Petkovsek
Socios Fundadores, Buenos Aires, 2018
42 páginas
ISBN: 978-987-42-6821-1

 

Este poema es una copia
de uno de Vicente Luy que leí esta mañana.
Vicente Luy se arrojó de un sexto piso
de un departamento
que fue a ver para alquilar
en la ciudad de Salta.
En su última entrevista,
se notaba tenso y nervioso,
tenía el rostro turbado de bronca.
Interrumpía las pitadas
para recitar poemas,
interrumpía el humo
para mostrar la máscara
que ocultaba toda su vida.
Ya estaba muerto.
El que leía era un espectro
en cuya oscuridad duerme
la antología de poetas jóvenes
no conocidos del interior.

 

Con este poema abre Qué hizo la civilización con el cemento, el primer libro de Pablo Petkovsek (Buenos Aires, 1973), y en él se perciben las referencias, los vínculos y esa apuesta a lo veraz sin ambages sobre la cual se cimenta la totalidad del volumen, en una precisa mezcla de drama e invocación.

Los poemas que Petkovsek eligió para presentarse flirtean con la corriente objetivista que fue central en la poesía de fin de siglo pasado y comienzo del actual, pero al adosarles una vertiente claramente reflexiva los desplaza hacia una interioridad que admite tanto el tono confesional como la digresión filosófica, cercana a la poesía tradicional de Oriente y a una forma de enfrentar con estoica ligereza hasta la observación más severa, como si en sus poemas se dieran cita Li Shangyin, Marcel Proust o Christopher Isherwood con Laurie Anderson, Stephin Merritt y Joshua Tillman.

 

Un amigo que me vio llorar dijo:
Pablo, la melancolía fue para vos.
Ya te la gastaste toda.
Da un poco de paja verte llorar.
Y todas esas dudas.
Y juntarte con pendejas.
Y dejarte crecer el pelo.
Y Tinder.
Y las boludeces que te festejan,
tonto.

Hay una serena consternación en varios poemas del libro. Por momentos, parece que ante la percepción del dolor, de lo abyecto, de lo fútil, una fugaz revelación irrumpiera y el poeta se dejara sorprender por una momentánea suspensión de la fatalidad:

 

Todo empieza con el amor
como conveniencia
y termina
con todos caminando como ovejas
en la estación de Constitución.
La gente se desplaza,
marea sumisa,
y me emociona
que no termine en catástrofe
y empiecen a tirarse
de cabeza a las vías
y escupirse entre todos.

 

Aunque sería más acertado decir que se trata de una disposición del ser más cercana al zen, una ligazón con el presente que excluye todo anhelo inútil y que (nos) recuerda que las construcciones mentales son meros artilugios para huir de la simpleza que hay en toda verdad, para juzgar como una forma más de separarnos de lo real. Esto queda expuesto de manera tenaz en esta suerte de ars poetica:

 

La imaginación va contra el capitalismo.
No,
la imaginación es el capitalismo,
no es contra,
es el capitalismo,
imposible,
inalcanzable.
El capitalismo te promete cosas imposibles,
¿y la poesía?
Es contra imaginación.
Cuando la poesía es imaginación,
es mala,
previsible.
Estoy contra la imaginación,
porque vos me mirás a mí
y no me mirás,
“te estoy mirando”,
no, no me estás mirando,
es tu imaginación
la que te dice lo que está bien mirar.

 

Mirar y también escuchar. Los poemas de Pablo Petkovsek están atravesados por canciones (Diosque, Luis Fonsi, las Yeah Yeah Yeahs, etc.) que lo vinculan a una contemporaneidad que es absolutamente coherente con su propuesta espiritual y estética.

También hay amigos, drogas, películas, lugares, acontecimientos y meditaciones con los que se traza el aquí-y-ahora de esa avenida poética que responde al título del poemario y que exudan esa materialidad rebosante de alma, manifestando el compromiso de su autor con la promesa que desliza casi sobre el final del libro:

 

Si estás atento,
un corazón
late junto al tuyo.

 

Dejo para el final un comentario sobre la edición. Como si la belleza del contenido no bastara, la impresión y el diseño también son exquisitos, como suelen ser todos los libros de Socios Fundadores. Uno de esos socios es el autor de este poemario, quien esperó que otras siete personas publicaran para por fin mostrar su arte, que incluye también el dibujo de portada: una ilustración que revela que, además de ser poeta (y me animaría a decir que poeta incluso para el parámetro de los miembros de la salingeriana y exigente familia Glass), Pablo Petkovsek es arquitecto.

Y a juzgar por la ética que es la estética de Qué hizo la civilización con el cemento, imagino que en sus edificios debe usar materiales tan nobles como en este poemario.

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