50 años de Tlatelolco: Jean Turpy

El día de hoy se cumplen 50 años de la matanza de estudiantes y civiles que ejecutara el Estado mexicano el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Este lamentable hecho es uno de los relatos más dolorosos e importantes de nuestra historia reciente y que modificó la vida pública y política del país. A continuación leemos algunos fragmentos del poema inédito Peter Norman visita Tlatelolco, de Jean Turpy, que pertenece a Machigüi, de próxima aparición en la colección Carménère de Ærea (RIL editores).

 

 

 

Peter Norman visita Tlatelolco

(fragmentos)

 

a Marcelo

 

El vuelo del petirrojo australiano

 

No soy negro, soy hombre

Martin Luther King

 

Era la mañana del 16 de octubre. Era México 1968.

Catorce días después de la masacre estudiantil

Dos saetas de obsidiana  y un petirrojo australiano

Habían roto los listones  del viento de la región más transparente.

 

El petirrojo despertó luego de doce horas de sueño:

A sus espaldas: dos torres de ébano con el puño en alto,

Dos guantes negros que simbolizan la fuerza de piel oscura,

La dignidad del oprimido y su larga, dolorosa lucha.

Las panteras de plumaje negro bajaron la mirada al escuchar:

 

O thus be it ever when freemen shall stand

Between their loved home and the war’s desolation!

Blest with victory and peace, may the Heav’n-rescued land

Praise the Power that hath made and preserved us a nation.

Then conquer we must, when our cause it is just

 

Y los mexicanos en el estadio, aquellos que no dijeron

nada

el 2 de octubre

comenzaron a abuchear a los atletas,

a los extraños enemigos:

A las dos panteras sureñas  y al petirrojo austral

“¡Fuera comunistas:

muera todo lo negro,

muera todo lo rojo!”

“¡Vivan los tricolores  hijos de puta!”

 

En el Comité Olímpico Internacional todos estaban perplejos callaban.

 

“Una deliberada y violenta infracción de los principios fundamentales del espíritu olímpico”.

Sentenció más tarde Avery Brundage,

Treinta y dos años antes era Hitler quien estaba en el pódium

repartiendo saludos nazis

Y el cerdo segregacionista que callara en Berlín

Pedía al chacal  mexicano de hocico repugnante:

“¡Expulsadlos en nombre de la libertad, Presidente Díaz”

 

 

Oscuro sueño

 

Los guantes de la masacre eran blancos, impares, como los del Klan

Y los que corrían eran niños, vendedores de chicles, golosinas curiosas

Amas de casa al lado de sus hijos, obreros, artistas.

Maestros y estudiantes con libros bajo el brazo, con ojos de luz nueva.

Muchos murieron en el sueño de Peter Norman

en vísperas

de la competencia final

 

El 3 de octubre el Sr. Z vomitó algo sobre el clima y el cielo -cielito lindo

(“¿Ya llegó Lupita? ¿Es un día soleado?”):

Sí, hoy es un día soleado, dijo.

Peter no podía despertar y corría tras de las balas de los hijos de la patria:

¡Son muchos los que están muriendo!,  ¿no se dan cuenta?,

quería gritar

Los cuerpos fueron recogidos con maquinas

y costales de manta

y palas presurosas.

Algunos soldados sintieron nacer la vergüenza en su pecho

Miraban sus manos asesinas como quien mira llover

sangre

y mierda y mugre,

sus manos obedientes, patriotas y asesinas.

Los generales bebían en silencio

y sin decir nada se fueron a sus casas:

sus hijos dormían entre sábanas blancas,

sus mujeres se acariciaban los senos,

frente al espejo

contemplaban su redondo  culo cómplice

y su vagina resignada

y orgullosas de sus arduos machos que volvían de la guerra,

orgullosos de hacer patria,

de cegar el ojo turbio,

de segar la mala hierba.

Abrieron las piernas y fornicaron como bestias de exterminio.

Eran menos que animales.

Y los perros y los gatos temblaban al escuchar sus gemidos de bestias mexicanas

Y los perros y los gatos de Tlatelolco enloquecieron de dignidad y asco.

 

 

La madurez revolucionaria

 

Quinientos noventa y cinco meses tuvieron que pasar 

Para poder descifrar el críptico mensaje:

 

“Po nuede

Malir sal

Yátenlos ma

Cinches pomunistas

RIP”

 

Casi cincuenta años vivió en santa paz la mano amiga gracias a la madurez revolucionaria

 

 

La danza de los espantapájaros asesinos

 

El presidente de la belleza fetal

se puso a bailar chachachá

El batracio de sonrisa fatal

se carcajeaba bailando chachachá

Lagartos y lagartijas de pobreza mental

se cotizaban por bailar chachachá

Los insectos oficiosos de imaginación fecal

se divertían al bailar chachachá

Los gloriosos militares de corazón de metal

rompieron filas para bailar chachachá

Los secretarios de corazón sexenal

se cansaron de bailar chachachá

 

Echeverría, Nazar Haro, los otros prostitutos y Corona del Rosal

meneaban su  venerable culito bailando chachachá

 

El jueves por la noche la tigra de tres ojos vulgares

y el mono bizco brindaron con copas cundidas de sangre 

y se aparearon bailando chachachá

 

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