En ocasión del dossier Donde están ellas, presentamos a Marisol Vera Guerra (Tamaulipas, 1978). Poeta, narradora y editora. Experimenta, también, con el dibujo, el videopoema y el performance. Entre sus libros destacan Crónica del silencio (2009), Tiempo sin orillas (2009), Nunca tuve la vocación de Ana Karenina (2012), Gasterópodo (2012), Canciones de espinas (2014) e Imágenes de la fertilidad: Canciones al hijo del viento (2016).
Otras mujeres como lobas
Me asusta la gente demasiado buena
la que nunca ha pisado una rayita de la calle
con sus zancadas simétricas y exactas
la que toma el té sin derramarlo y sabe
una sola forma de asir la tasa
la que mira el mundo desde su pedestal de ladrillos
pierna enhiesta / lengua afilada
y distingue de qué lado van los botones
según tu cromosoma
según tu registro en el cunero
según la raíz de tu entrepierna
y rueda su burbuja llena de ojos
como una mosca
aleteando
en cada ventana
esas mujeres esos hombres
que van a salvar la Tierra
con su bondad infinita
este pobre planeta que hemos ensuciado
con nuestros tatuajes
y nuestros fluidos
y nuestras frases feministas
y nuestras canciones ruidosas
y nuestras placentas arrojadas al mar para pedir deseos
me da miedo
su gesto de novia conduciendo un auto
al vengar su propia muerte
ellos no tienen sombra
no son asesinos ni cortan cabezas
duermen tranquilos
en su almohadón de plumas sintéticas
se deslizan por la penumbra sin tocar el suelo
mientras yo
mujer que camina en el barro
alma condenada por Telmex
hija de la lujuria
disímil / dispareja / inversa
abro las piernas y alumbro fantasmas
Me dormí con un Pit Bull y desperté con una cobra
Iba a comenzar otro romance
pero mejor adoptaré un gato
de preferencia un gato hembra
es un animal más adorable que cierta clase de perros
o de serpientes venenosas
no juzguen mal
no me perturban reptiles ni caninos
es tan solo
que algunos de ellos me han roído los huesos
aún tengo el cartílago dañado
cuatro marcas de uñas en el brazo
no faltarán sus abogados:
la culpa es de mi brazo por ser demasiado breve
apetitoso y tibio
acaso no me enseñó mi madre a cerrar bien las piernas
¡pero no!
les diré la verdad
en los pasillos de mi infancia
siempre había locos
no aquellos genios que se amarran un cordón en los pulgares
sino esos otros con el lóbulo prefrontal hecho una sopa
(venas pulverizadas
en un compuesto hidroxilo)
entonces los veía venir con sus estómagos arqueados
la maldición en la boca
a tenderse sobre una frazada limpia
el médico hacía chistes
¡mataremos un guajolote para celebrar su sobriedad!
y la sobriedad no llegaba
andaba en huelga de viaje qué se yo
lo que llegaba era otro enfermo
a acurrucarse entre las sábanas
y a la niña
no le quedaba más que esperar ser grande
para fundar su propio manicomio
ya lo dijo el poeta parisiense
hay que estar ebrios de vino de poesía o de virtud
le hice caso
me faltó por supuesto la virtud
hubo también tardes soleadas
donde mojé mis pies
y fui feliz
vaya que lo fui
en especial cuando mis gatos
celebraban su pereza entre mis muslos
¿en qué momento me volví carnaza?
inextricable es el camino
y larga la estupidez humana (eso que llaman el vacío:
duermes con un perro sin saberlo)
y otra vez llega el dedo
a introducirse entre la aorta y un pulmón
Ellos
los hombres que acunó mi desgracia
no tendrán jamás la culpa
siempre seré yo la sádica
la bruja
la maldita
la que asesinó al bebé en la cuna
la que llora
la que grita
la perversa
la insana
la puta
la que no se calla
la que escribiendo este poema
arruina sus buenas intenciones
Quiero un mundo donde mis hijas caminen libres
donde nadie las juzgue por viajar solas
por usar falda corta
por abrir el cofre de su cuerpo al placer
por amar a los hombres o amar a otras mujeres
por tenderse junto a los lobos o danzar con las serpientes
que elijan
la exaltación del vino o la quietud del agua
puños que rompan muros o vientres que alberguen cantos
carmín cobalto en la espalda o el bronce del verano
quiero un mundo en el que
ningún dios
ningún dogma
ningún hombre
ninguna ley
las censure
las mutile
las margine
que nadie les diga que vinieron a parir
que nadie les diga que vinieron a limpiar
que nadie les diga que su lugar es otro
un mundo a la medida de sus brazos
a la medida de mi amor por ellas
del amor de todas las madres por sus hijas
un mundo en el que yo no necesite escribir este poema
Vestigios
Otras mujeres me acarician
cuando recojo cáscaras de nueces
en la calle –un lugar al que no pertenecen
luz ni tiempo– ¿qué mano ha estrujado
su blandura de fruta?
así me miro yo
frente al mapa de cicatrices
que traza el mediodía
mientras besa una muchacha mi cuerpo
a la intemperie: me recuerda
aquella uva madura
que derramó azúcar en mi boca
Otras mujeres como lobas como chacalas y perras
escarban mi entraña
semilla de árboles perennes que me visten de cortezas
Aún me arropa la raíz de un pubis moreno
donde crecían las yerbas los malos pensamientos
las traiciones No fui nunca hija predilecta de la noche
fui en cambio la más amada por sátiros y ninfas
la más pequeña de las Furias
el último verso estampado en ruinas
No había Internet pero tenía primos
Eran los ochenta
las niñas no teníamos tablet ni celular
nada del pecaminoso Wifi
¿pero acaso crees que estábamos a salvo?
no
no
te contaré
recién cumplidos los siete / o un poco más
–descarada
sin el mínimo afán de parecer prohibida
como una charola llena de frutas–
vi a esa dama de fotonovela
que apuñalaba a sus amantes
después de un buen polvo
y ella era un objeto
y yo una niña a la que se le rompió algo por dentro
algo como un montón de alambres
porque no había Internet
pero tenía primos
que olvidaban casualmente su reflejo en la pared
que casualmente me dejaban jugar en sus piernas
que casualmente siempre perdían en las luchitas
y una cosa como extraña
como sucia
se quedó por siempre conmigo
igual que aquella vez en la plaza
entonces ya tenía trece
y tampoco supe qué hacer
rodeada de gente que no hizo nada
nadie movió un puto dedo para librarme del hombre drogado
y un día tuve quince y el tipo que me seducía cincuenta
y a los veintitrés la situación no cambió mucho
y a los veintisiete tampoco
ahora llevaban placa de policía y camisa bien planchada
¿no era mi culpa / pitonisa de demonios?
si me hubiese echado a ver televisión en vez de buscar dragones en los pasillos
si esa tarde no hubiese querido un libro
si no hubiese subido la escalera
si no hubiera tenido sed
si él hubiera muerto quince años antes
o si yo hubiera
o si yo
o si
crees acaso que ha sido fácil
tú no la viste
esa muchacha
que habría encantado al pintor más exigente
a Durero o a Coubert
en una revista barata
mirándome a través del tiempo
con los ojos más tristes del mundo
los más tristes que he visto en una mujer
y ella era un objeto
y yo una niña con el dedo sangrante
Petra
Estaban todos esos días
en que no sabía cómo quererte
no es que no vistiera de lavanda mis cabellos
o fuesen mis brazos un resorte roto
es que en el espejo no hallaba
a la mujer
que desde niña habías trazado para mí
No calzaba el vidrio de tus sueños
ni ceñía a mi frente los laureles de la buena hija
había amado a más hombres
de los que me dijiste que estaba bien amar
y amaba también a las mujeres
no como se ama a una hermana
sino
a la flor que endulza el dobladillo de la falda
Bogué en mares lejanos
de los que nunca hablaste
y regresé a ti (espina suave al tacto)
como la anémona a la piedra
Luisa
Sueño que
soy yo quien llega al mar
y desata tus dientes –esa mordedura vieja–
y tus palabras tiemblan
como animales que han estado en cautiverio /
y soy yo
quien les palmea las tildes / los espacios / las melenas
para que sigan la marea
y echen al acantilado el cordón que las detiene.
María
Una mujer hace dormir a un niño al otro lado del mar
mientras la horda de peces
clava sus colmillos en mi areola
aquí [no] está tu mano
y mi piel es traducida a una lengua que no hablo
Ella conoce ahora mi secreto más raro
algo sobre tijeras y lechones
¿cómo te lo explico?
la muchedumbre me ha visto escanciar palabras
–en su oído– con la dulzura de la caña
pero nadie ve lo que Ella ve
–nadie ve con los ojos de Ella–
La mujer que duerme al niño al otro lado del mar
entró conmigo a la habitación del sueño
a exhumar flores y anélidos
no era [pues] como nosotros
tan luminosa ¡ay!
tan pálida
que dolía verla
besando mis párpados con la ternura
que se besa a un nonato
El vestido de Lucy
Hoy le compré un vestido a mi hija
no cualquier vestido
sino uno que me pasé noches enteras hilando
con la volátil materia de la utopía
sic sic sic
la máquina de mi cerebro hacía saltar la aguja
mientras su cuerpo denso
como ciertas estrellas de neutrones
se arropaba
con aire y luz
no nos iba tan mal [si lo pienso]
mi madre nunca tuvo un vestido en su infancia
las únicas telas que conoció entonces
fueron las que envolvían la mazorca tierna / la harina
el humo sinuoso de la leña
a mí en cambio
me
confeccionó pecheras y faldas plisadas
encajes / un bies de tafetán
incluso ropones para mis muñecas
¿hemos de olvidar que el destino
no es una línea recta?
[no]
es más parecido a una espiral
un toroide
un auténtico agujero sin fondo
así Lucy abrió sus ojos
cuando la fuerza de gravedad
nos halaba al centro del pozo
mis manos buceaban en los bolsillos
sin hallar un huequito
algo así como un respiradero
o un rayo de luna al estilo becqueriano
pero yo te digo
si alguna vez has tenido una hija
de bucles con forma de infinito
y ojos donde cabe el desierto
con sus saurios y tolvaneras
una hija que ve en una caja de cartón la mesa de una reina
y en el umbral astillado un puente a Camelot
una hija que se llame Lucy
Lucy Morgana
nacida a la mitad de marzo
verás que este vestido
cuesta más
mucho más de lo que dice la etiqueta
Zapatos nuevos
No bailaré la danza del demonio
con estos zapatos
que dejó mi madre en la repisa,
aderezados y limpios,
antes de que yo naciera, destellando
claridades rojas que las brujas codician.
No usaré sus sandalias, rancias,
ajustadas al tobillo de la muerte,
ni las botas de cuero de buey
ni las calcetas grises olorosas a lejía.
Yo tejeré mi alpargata
hilo a hilo
caracol de mar y azogue
ensortijado en luces
–blanca estridencia– mientras la Luna
baja retozando
como armiño en mi cadera.
Colores naturales
A veces creo
que el universo se conjuró para que yo me amara
no importa que tantos hombres me hayan
dicho lo contrario
algunos me dijeron que solo podían amarme ellos
otros
que no podía amarme nadie
más de uno se esforzó por convencerme
de que algo malo había
en mis piernas demasiado flacas
en mi nariz demasiado grande
en mi cadera demasiado estrecha
y me golpearon la cabeza contra el espejo
desesperados
mientras mi mano ondulaba como un ave
por los cielos de la ironía
en la secundaria no fui nunca popular
si no era por mi fleco desarreglado sobre los ojos
y mi cerebro afilado como flecha
mala deportista
mala bailarina
mala hasta para llorar
(ni una lágrima se me escapó
en esos apasionados momentos
que conmocionaron el mundo adolescente)
eso sí
fui siempre buena para guardar secretos
aún tengo mi valija llena
con esas cosas
que otras niñas no sabían a quién contarle
también era buena para ocultarme
tenía el poder de la invisibilidad
contrario a la omnipresencia:
sabía no estar en ningún lado
incluso así
me atreví a seguir siendo esta mujer
con metro y medio de estatura
pelo renuente a los cortes y a los tintes
pies que pierden fácilmente el equilibrio
(si los montas en agujas verticales)
tan lejos de Cosmopolitan
y tan cerca del canturrear de las palomas
¿qué iba a hacerle?
si era yo la enamorada
tuve miedo (no voy a mentir)
cuando mi vientre se rompió
y las tijeras
cortaron pliegues las navajas una y otra vez
entre el rosa y el carmín
esos colores naturales
donde corona la vida nueva
y
sin aviso
comencé a cargar el miedo de todos esos hombres
el miedo de mis ancestros
el miedo de alguna mujer que acompañó mis noches
y mi carne saturada de veneno se hinchó
a guisa de cadáver
un globo con helio
una estrella a punto de apagar su combustible
tuve que embriagarme y dibujar mi muerte
para recordar la ventana
por donde el trigo
alzándose en el campo
me saluda y besa mis cabellos
Génesis
POR MIS OVARIOS se construye el mundo, a través de sus senderos viaja la célula de la vida y el sonido del cosmos.
POR MIS OVARIOS entra la filigrana de luz que se hace laberinto; ahí se guardan los secretos de la biblioteca escrita en las hojas del Edén.
POR MIS OVARIOS me reconozco sabia y antigua como mi madre, como mi abuela, como toda mujer que danza sobre la Tierra.
POR MIS OVARIOS soy maga, bruja, trapecista, lluvia, fiebre, aire, diosa, irreverente, verso, palabra, fuego y colibrí.
POR MIS OVARIOS fluye el brazo del Atlántico, eclosionan árboles frutales, corren el gato montés y la liebre hacia la montaña.
POR MIS OVARIOS cantan los placeres de los sabios, ruedan los murmullos de los necios, se escriben partituras eternas.
POR MIS OVARIOS lo digo, lo pienso, lo creo; me multiplico, renazco, te invento a ti y erijo la palabra.