En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos recomienda leer El oro de los tigres, celebrado poema de Jorge Luis Borges, una figura fundamental de la literatura universal. Acompaña a este poema una lúcida explicación del propio Mario Bojórquez.
El oro de los tigres
Hasta la hora del ocaso amarillo
Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Detrás de los barrotes de hierro,
Sin sospechar que eran su cárcel.
Después vendrían otros tigres,
E1 tigre de fuego de Blake;
Después vendrían otros oros,
E1 metal amoroso que era Zeus,
E1 anillo que cada nueve noches
Engendra nueve anillos y éstos, nueve,
Y no hay un fin.
Con los años fueron dejándome
Los otros hermosos colores
Y ahora sólo me quedan
La vaga luz, la inextricable sombra
Y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
Del mito y de la épica,
Oh un oro más precioso, tu cabello
Que ansían estas manos.
1
Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, Argentina el 24 de agosto del año 1899. Sus padres fueron el psicólogo y abogado Jorge Guillermo Borges y Leonor Acevedo. Su madre, de familia longeva, lo acompañó a lo largo de su vida. No tuvo hijos, sin embargo se casó en dos ocasiones, María Kodama, su segunda esposa, fue su alumna y compañera de aventuras literarias en sus últimos años. Con una obra considerable en tres géneros literarios, la poesía, el cuento y el ensayo, Borges se convirtió en la segunda mitad del siglo veinte, en una figura de importancia capital para la literatura mundial y para la lengua española. Recibió los más importantes premios literarios de su época entre ellos el Cervantes y el Formentor, pero sin jamás obtener el premio Nobel, lo cual sigue considerándose en el mundo de habla hispánica como una injusticia. Murió el 14 de junio de 1986 en la ciudad de Ginebra, Suiza, donde en su juventud, había estudiado la preparatoria en medio de un largo periplo de su familia por Europa cuando corrían los tiempos de la primera guerra mundial. A su paso por España en la segunda década del siglo veinte, se vinculó a los movimientos de vanguardia como el ultraísmo, abandonando posteriormente su ejercicio, participó como Jefe de Redacción de la revista Sur y allí conoció a sus maestros, Leopoldo Lugones en el verso y Alfonso Reyes en la prosa. Entre sus obras principales figuran en poesía: El Hacedor (1960), El otro, el mismo (1964) y Elogio de la sombra (1969); en narrativa: Ficciones (1944), El aleph (1949) y El informe de Brodie (1970); en ensayo: Historia de la eternidad (1936), Historia Universal de la infamia (1935) y Otras inquisiciones (1952).
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Este poema es el final de una etapa en la obra de Borges, con él concluye el tomo preparado por el autor para la editorial Emecé: Obras Completas 1923-1972, que será su temprano testamento literario. Hasta la hora de su muerte en 1986, Borges seguirá escribiendo y publicando diversos tomos de narrativa y poesía a los que finalmente se sumará Los conjurados, publicado precisamente en ese año. “El oro de los tigres” precisa en su clara factura poética uno de los temas que acompañará la obra y la vida del poeta: la terrible noción de que vivimos encerrados en una ergástula sombría y que sólo los ardidos huecos que los barrotes permiten a la luz, son la única oportunidad que tenemos de observar al mundo. En este libro, El oro de los tigres, en el apartado “Trece Monedas”, hay un hermoso poema donde Borges trata de liberarse de esa cárcel que es una abstracción, la celda de dobles barrotes: el tiempo y el espacio:
LLUEVE
¿En qué ayer, en qué patios de Cartago,
Cae también esta lluvia?
Es a través de la lluvia que se rompen esas dos coordenadas que nos hacen reales, el tiempo (en qué ayer) y el espacio (en qué patios de Cartago). En otro poema antiguo, “La lluvia” de El Hacedor (1960), Borges ensayó esta fórmula de un modo menos eficaz pero más entrañable: La tarde se ha aclarado/ pues ya cae la lluvia minuciosa./ ¿Cae o cayó? La lluvia es una cosa/ que sin duda sucede en el pasado. Desde los primeros versos del poema “El oro de los tigres”, el autor nos está ofreciendo las claves de lectura que habremos de seguir en el análisis:
Hasta la hora del ocaso amarillo
Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Detrás de los barrotes de hierro,
Sin sospechar que eran su cárcel.
Aquí encontramos dos referencias intertextuales de poderosa fijación por una parte el poema de “La pantera”, de Rainer Maria Rilke de 1902:
Del deambular de las barras se ha cansado tanto
su mirada, que ya nada retiene.
Es como si hubiera mil barras
y detrás de mil barras ningún mundo hubiese.
y que el propio Borges recuperará apenas unas páginas atrás de este mismo libro con el mismo título “La Pantera”:
Tras los fuertes barrotes la pantera
Repetirá el monótono camino
Que es (pero no lo sabe) su destino
De negra joya, aciaga y prisionera.
Y por otra parte el poema en prosa de Ramón López Velarde, “Obra Maestra” de 1923:
El tigre medirá un metro. Su jaula tendrá algo más de un metro cuadrado. La fiera no se da punto de reposo. Judío errante sobre sí mismo, describe el signo del infinito con tan maquinal fatalidad, que su cola, a fuerza de golpear contra los barrotes, sangra de un solo sitio.
El soltero es el tigre que escribe ochos en el piso de la soledad. No retrocede ni avanza.
Para avanzar, necesita ser padre. Y la paternidad asusta porque sus responsabilidades son eternas.
Seguirán las referencias intertextuales con el famoso “Tyger! Tyger!”, de William Blake, que se podría traducir así:
¡Tigre! ¡tigre! Brillo ardiente,
en las selvas de la noche.
¿Qué inmortal mano, qué ojo
pudo forjar tu terrible simetría?
y que Borges recuerda de esta manera:
Después vendrían otros tigres,
El tigre de fuego de Blake;
Aquí la referencia indudable de la metamorfosis de Zeus en lluvia de oro para poder tomar a Danae, que estaba enclaustrada por su padre para que no conociera varón, pues su hijo Perseo habría de ser la causa, según el oráculo, de la muerte de su abuelo:
Después vendrán otros oros
El metal amoroso que era Zeus,
El anillo del que habla aquí es el anillo de Odín que tenía la virtud de gotear oro con la propia forma y peso del anillo original en cada novena noche y que está referido en la Edda Menor de Snorri Sturluson, capítulo 49 y, como él mismo consigna en nota final, su nombre Draupnir:
El anillo que cada nueve noches
Engendra nueve anillos y éstos, nueve,
Y no hay un fin.
El color amarillo lo celebrará de manera acusada en su conferencia sobre la ceguera en Siete noches, donde se lamentará de haber perdido los colores poco a poco, el rojo, el negro que tanta alegría le dieron en otro tiempo, agregando que ahora sólo consigue ver algunas luces, y especialmente el amarillo:
Con los años fueron dejándome
Los otros hermosos colores
Y ahora sólo me quedan
La vaga luz, la inextricable sombra
Y el oro del principio
Su final es singularmente efectivo pues suma a los grandes valores de la naturaleza los de la tradición, y aún más el elemento personal, afectivo, íntimo del cabello de la amada, como Paul Celan recordará el cabello dorado de su madre en “Todesfugue”: Dein goldenes Haar Margarete / Dein aschenes Haar Sulamith.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
Del mito y de la épica,
Oh un oro más precioso, tu cabello
Que ansían estas manos.
3
Análisis de la forma
El Oro de los Tigres
Has/ta/ la ho/ra/ del/ o/ca/so a/ma/ri/llo/ 11 sílabas, terminación grave
Cuán/tas/ ve/ces/ ha/bré/ mi/ra/do/ 9 sílabas, terminación grave
Al/ po/de/ro/so/ ti/gre/ de/ Ben/ga/la/ 11 sílabas, terminación grave
Ir/ y/ ve/nir/ por/ el/ pre/des/ti/na/do/ ca/mi/no/ 14 sílabas, terminación grave
De/trás/ de/ los/ ba/rro/tes/ de hie/rro/, 9 sílabas, terminación grave
Sin/ sos/pe/char/ que e/ran/ su/ cár/cel./ 9 sílabas, terminación grave
Des/pués/ ven/drí/an/ o/tros/ ti/gres,/ 9 sílabas, terminación grave
E1/ ti/gre/ de/ fue/go/ de/ Blake;/ 9 sílabas, terminación aguda
Des/pués/ ven/drí/an/ o/tros/ o/ros,/ 9 sílabas, terminación grave
E1/ me/tal/ a/mo/ro/so/ que e/ra/ Ze/us,/ 11 sílabas, terminación grave
E1/ a/ni/llo/ que/ ca/da/ nue/ve/ no/ches/ 11 sílabas, terminación grave
En/gen/dra/ nue/ve a/ni/llos/ y es/tos,/ nue/ve/, 11 sílabas, terminación grave
Y/ no hay/ un/ fin./ 5 sílabas, terminación aguda
Con/ los/ a/ños/ fue/ron/ de/ján/do/me/ 9 sílabas, terminación esdrújula
Los/ o/tros/ her/mo/sos/ co/lo/res/ 9 sílabas, terminación grave
Y aho/ra/ só/lo/ me/ que/dan/ 7 sílabas, terminación grave
La/ va/ga/ luz,/ la i/nex/tri/ca/ble/ som/bra/ 11 sílabas, terminación grave
Y el/ o/ro/ del/ prin/ci/pio./ 7 sílabas, terminación grave
Oh/ po/nien/tes,/ oh/ ti/gres/, oh/ ful/go/res/ 11 sílabas, terminación grave
Del/ mi/to y/ de/ la/ é/pi/ca,/ 7 sílabas, terminación esdrújula
Oh/ un/ o/ro/ más/ pre/cio/so/, tu/ ca/be/llo/ 11 sílabas, terminación grave
Que an/sí/an/ es/tas/ ma/nos./ 7 sílabas, terminación grave
Poema compuesto de veintidós versos; de versificación libre, pero con sonoridades regulares de sílabas impares, con terminaciones en 5, 7 9, 11 y el 14 alejandrino que se toma por impar por los hemistiquios en 7 impar , como en la silva moderna.
Mario Bojórquez