El poeta, narrador y ensayista Ulises Paniagua lee el volumen de ensayos Cuadernos de poesía panhispánica en el que un grupo de poetas, críticos y académicos de distintas tradiciones líricas, procedentes de universidades de Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, piensan la poesía en español más allá de las fronteras que marcan las diferentes tradiciones líricas. Todo ello en pos de profundizar en un concepto más acorde a nuestro tiempo: la poesía panhispánica. Ulises Paniagua es narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios. Es autor de las novelas La ira del sapo (2016), y Ese lugar existe (2017); así como de cinco libros de cuentos: Patibulario, cuentos al final del túnel, (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), Bitácora del eterno navegante (Abismos, 2015), y Entre el día y la noche (UAM).Su obra incluye cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013), y Lo tan negro que respira el Universo (2015); así como los CDs sonoro-poéticos: Cuadriversiones (2013), Clandestinos y nocturnos(2014), y Mientras nos queden labios con qué cantar (2016).
Acerca de lo postutópico: breve reseña del libro Cuadernos de Poesía Hispanoamericana
Es un hecho: el concepto de lo que llamamos poesía ha sufrido transiciones importantes a través de los siglos. Aún hoy, no es claro definir qué entendemos por tal. ¿Sabemos en verdad qué es la poesía? Wladyslaw Tatarkiewicz, en Historia de seis ideas (1986), nos hace notar las mutaciones en torno a su apreciación estética. Plotino, por ejemplo, a fines de la Edad Antigua, incluía entre las artes aquellas que producen objetos físicos (arquitectura), las que ayudan a la naturaleza (medicina y agricultura), las que imitan a la naturaleza (pintura), las artes que mejoran o decoran la acción humana (retórica y política) y las artes puramente intelectuales, como la geometría (Tatarkiewicz, p. 92). Es de destacar, en su lista, la ausencia de la poesía, pues la retórica parece cumplir para Plotino una misma función (bajo su mirada, en ambas categorías se emplea el ejercicio de la palabra). Más tarde, en la Edad Media, la poesía fue entendida como un tipo de filosofía o confesión, y de ningún modo un arte (Tatarkiewicz, p. 94). Durante el Renacimiento se volvió cercana a lo popular, al oficio del trovador y se constituyó en un micro-universo de coplas, cantares, métricas y rimas. Habría que esperar al Siglo XVIII para que Batteux consolidara el concepto de Bellas Artes (Beaux arts), donde la poesía es ya entendida como la concebimos en la actualidad; al menos en apariencia. Con los románticos, en el siglo XIX se establecen los cánones. Comienzan los estudios, no del todo académicos, al respecto. El siglo XX contribuye con las vanguardias y los “ismos”: surrealismo, dadaísmo, estridentismo, infrarrealismo. Nacen en el mundo academias que se ocupan de los estudios literarios y filológicos. Aparecen escuelas de creación literaria. Con ello, las visiones se multiplican.
La Teoría Cuántica replantea el estudio del “todo por la parte”, del “todo como algo más que la suma de las partes”, y la relación de la poesía con respecto al espacio y el tiempo (éste ya no es visto como el río de Heráclito al que alude Borges, que arrastra lo pretérito en su cauce, sino como una circularidad indeterminada). El presente, de este modo, se vuelve algo más que “una suma de instantes pretéritos”, como lo define Walter Benjamin. Tiempo y espacio son asimilados, así, como la comunión de presente, pasado e incluso momentos futuros. Los espacios se tornan alternativos. Como en la paradoja del gato de Schórindger, se asume que la poesía puede compartir distintos eventos en escenarios diferentes, todo ello dentro del acuoso cuerpo de un instante[1]. Hablamos de universos paralelos dentro del mismo poema, por decirlo de alguna manera.
Se hace necesario, ante cambios tan vertiginosos, hallar una respuesta teórica a la poesía que se escribe en pleno Siglo XXI. El libro Cuadernos de Poesía Panhispánica (2018), compilado por Mario y Alí Calderón, ofrece en este sentido respuestas alentadoras a dicha problemática. La antología, publicada en Chile por Ediciones Literatura Americana Reunida (LAR), plantea dos grandes preguntas: ¿Cómo se escribe la poesía hoy? ¿Cómo podría escribirse en un futuro cercano? Ello con la intención de comprender qué es lo contemporáneo. Pues como lo plantea Giorgio Agamben a través de Alí Calderón: “Lo contemporáneo es aquello que fija la mirada sobre su tiempo percibiendo no la luz sino la oscuridad”. Desde esta oscuridad se intenta reconocer el estado del arte de la poesía contemporánea. Cada autor antologado aborda el tema, por cierto de una manera particular que se integra a una visión colectiva. Algunos autores se internan en el academismo formal, otros en el ejercicio libre del ensayo, unos más lo hacen desde la mirada íntima, afectuosa, de la obra de un poeta.
Oscar Hahn, en el primer estudio del libro, hace un excelente retrato de Enrique Lihn, novelista, cuentista, dramaturgo, poeta, ensayista, actor, pintor, dibujante y cineasta incipiente. Hahn nos muestra, en un cuadro fraterno (un casi cortometraje literario), la personalidad compleja pero generosa de Lihn, quien escribe, antes de fallecer a casusa del cáncer: “A los cincuenta y dos años mi corazón late más allá del infarto / bajo la presión de una criatura de ojos translúcidos”. Oscar Hahn describe a Enrique Lihn en su desnuda humanidad. Al mostrarlo, parece establecer una perspectiva propia del quehacer literario: ser poeta es escribir desde una dimensión humana,
Alí Calderón, por su parte, aborda la poesía desde un acontecer posthistórico. Reconoce, en palabras de Giorgio Agamben, que “la vía de acceso al presente tiene necesariamente la forma de una arqueología”. Calderón nos invita a una nueva configuración, o en su defecto, a una reconfiguración del canon. Exterioriza que el poeta debe abrevar de diversas fuentes, de distintas épocas y estilos, para formular la nueva Poesía Panhispánica. Establece que la función de modernidad sería imposible sin “una función de lenguaje”, de la que Rimbaud y Harold Bloom forman parte. Se trata, entonces, de la aventura histórica del sujeto (Calderón, Alí, p.29) expuesto a su creatividad. Es decir, traduciendo este sentido a las ideas de Karel Kosík, en su Dialéctica de lo concreto(1963), el poeta es un producto de su época, de su contexto socio-histórico, pero al mismo tiempo es un producto de los diversos contextos socio-históricos que le anteceden, e incluso de aquellos que podrán ser. El vate no sólo “es un otro”, como asevera Rimbaud, sino que es un “fue y un será”, como lo hace notar Francisco de Quevedo en su célebre verso. Para exponer su idea, Alí Calderón se vale de ejemplos precisos: el libro Alambres, del poeta Néstor Perlongher (“El saurio, al que te dije, deslelicorreaba, descoloría, coloreaba, las errancias gnomosas, como flatos de goma o silicone afluentes en el nódulo del ganglio lenitar”); el libro Cuadernos del ángel, de Efraín Bartolomé (“Hay un libro en la mesa un trozo de manzana / y un fragmento de sol que la tarde olvidó / Qué hombre tan solo soy qué corazón en llamas”); y el poemario Habitaciones separadas, del español Luis García Montero. Libro que no mencionamos aquí, para tener el pretexto de analizarlo en el ensayo de Fernando Salazar. Alí Calderón revisa, de forma extraordinaria, la obra de estos tres autores, dentro de la antología co-compilada por él.
Uno de los ensayos que me parece cumple una función de urgencia, en su visión de género, es el escrito por Carmen Medina Puerta, quien viaja Hacia la construcción de un mapa poético femenino en España. Medina Puerta destaca el hecho de que a la mujer poeta no se le ha asignado el lugar histórico que merece, y que en la cultura occidental, en palabras de Silvia Federici (2013) “ser mujer ha venido significando ser cuerpo deseado, reproductor de vida e ideología dominante”. Así, Medina Puerta hace notar que existe un “boom de la poesía escrita por mujeres”, por fortuna; y que los recursos que las poetas emplean para escribir son, o bien la poesía tradicional (cercana a “la poesía de la experiencia”); o bien, el humor, la ironía y la parodia; o en todo caso la revisión de mitos femeninos, la autoficción, la poesía experimental, el irracionalismo surrealista y el fragmentarismo. Los recursos son múltiples. Baste aquí, por motivos de extensión de este artículo, dos ejemplos: Anna Rossetti, cuando en su reescritura de mitos femeninos proclama: “Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos / Antes que el vencedor la ciudadela / profane, y desvele su recato”; y Miriam Reyes, quien escribiendo la vida de alguien más que en realidad es ella misma, publica los siguientes versos: “Eventualmente paso días sangrando”, “He tenido mil hijos tuyos”, y “Tengo un asesino en mi brazo izquierdo”. La revisión histórica femenina que propone Medina Puerta, a través de la historia contemporánea de la poesía, es indispensable.
Mario Calderón, magnífico investigador y co-compilador de este libro, da cátedra al referir cuatro modos o cuatro tendencias en las que se escribe un poema en México. Mario Calderón aclara, primeramente, que en poesía no existe una preceptiva o un canon escrito como ocurre en el caso narrativo. Comenta que en México se maneja una preceptiva o un canon oral y tradicional quizá por herencia de la Literatura Prehispánica (Calderón, Mario, p. 85). En medio de este vasto panorama que es la poesía mexicana que, como podemos ver, posee un origen compartido, que viaja desde lo coloquial y conversacional hasta la poesía de compromiso (social), Calderón destaca el trabajo de cuatro ganadores del Premio Nacional Aguascalientes de Poesía, en sus distintas ediciones (el concurso más importante que existe en México). Así, mediante el recurso del “desplazamiento del yo” hace un hondo análisis de la poesía de Óscar Oliva (“No hay lugar para la ternura / Estoy sudando / encima del grasoso / mostrador de una tienda”); de A. E. Quintero (“Hoy me he quedado / Haciendo compañía al refrigerador / Escuchando / el trabajo que le cuesta / funcionar, cumplir / estar al día”); de Efraín Bartolomé (“Miro la masa verde del aire / hierve / es una masa informe / que se agita en un sueño difícil inquietante”); y de Baudelio Camarillo (“Vi caer su vestido y visitó la luz / Los más oscuros rincones de mi cuarto / se recostó en el lecho / Y ascendí por su piel”. El trabajo de Mario Calderón es magnífico.
Mario Bojórquez, por su parte, se aproxima a la poética de la sombra. Interpreta que la poesía nace de la confrontación entre la luz y la oscuridad. Sólo que, a diferencia de poetas parnasianos como Octavio Paz, quien recoge en gran medida la tradición francesa y describe el milagro de la luz, Bojórquez parte de un objeto oscuro. En lo que me parece un gran acierto, Mario Bojórquez escribe un ensayo al estilo de Montaigne, sin referencias bibliográficas ni notas al pie (siempre he considerado que el pensamiento debe fluir libre en sus aciertos y sus desvaríos). Bojórquez comparte que, para él, “la escritura es sólo un vehículo del diálogo entre las sombras”, y “las palabras son portadoras de su propia incomprensión”, allí donde “la luz negra de su significado se vuelve estigma”, donde “callan más que su natural silencio, son palabras y son sombras de un decir” (Bojórquez, p. 271). El Premio Aguascalientes 2007 establece una profunda reflexión en el quehacer poético. Cuestiona el eterno maniqueísmo del conflicto entre la forma (melopea) y el fondo (logopea). Agrega, para ahondar en el asunto de la escritura, un tercer elemento: el lenguaje figurado, es decir el sentido (fanopea). Menciona que “cuando una palabra dice más que su significado, (…) cuando una palabra puede ser entendida fuera de su significado normativo y trasciende adquiriendo una nueva densidad semántica, ha alcanzado entonces la iluminación” (Bojórquez, p. 271). De este modo, desde un objeto oscuro nace un poema luminoso.
Mijail Lamas reflexiona sobre el estado del arte del quehacer poético actual. Expone la necesidad de reconocer, de manera crítica, las diferentes estrategias y procedimientos que se expresan en las distintas coordenadas líricas de nuestro tiempo, en especial en el ámbito latinoamericano (Lamas, p.243). Respaldado en ideas teóricas de Cole Swensen (2009), replantea la necesidad de la hibridez en el poema, entendiendo que los autores híbridos son quienes respetan el mandato vanguardista para renovar las formas y extender los límites de la poesía. Por otra parte, dice Lamas (2018), existen diversificaciones en las poéticas de hoy: por ejemplo, la mezcla entre la poesía documental o investigativa (citación, apropiación, collages, montaje, acumulación de datos) y la poesía conceptual; o bien, citando a Mario Bojórquez, expone que la poesía también da cuenta de una nueva sensibilidad propia de “la velocidad de los procesos tecnológicos”, de “la crisis de identidad” del sujeto actual; e incluso de la exploración de “senderos que incluyen la perplejidad del pensamiento simultáneo, la velocidad del video digital, o la desdoblada e infinita conectividad del hipervínculo” (Bojórquez,p.297). Inestabilidad, hibridez y diálogo en la poesía actuales el título del ensayo de Mijail Lamas.
Fernando Salazar Torres hace un análisis de la obra de Luis García Montero. Para Salazar Torres (2018) es necesaria la búsqueda de renovación de formas en el lenguaje de la poética actual, pues sus recursos están agotados, razón por la cual muchos autores mexicanos, por ejemplo, escriben prácticamente igual. Salazar Torres insiste en la idea de que hay que revisitar el lenguaje, pues “toda preocupación por el lenguaje implica necesariamente una preocupación estética” (Salazar, p.131). Así, se interna en el estudio de la propuesta de García Montero, quien partiendo de la tradición del Siglo de Oro y de la Generación del 27, se atreve a proyectar un lenguaje propio. Aunque, claro, siempre lo hace desde los hechos contemporáneos, en eso que el autor español ha denominado “poesía de la experiencia”. Luis García Montero advierte su posición en un tiempo caracterizado por la desigualdad social, la injusticia y el desequilibrio económico. Es decir, hay en “la poética de la experiencia” una posición moral y ética como fundamento (Salazar, p.132). “Ya sé que otros poetas / se visten de poeta, / van a las oficinas del silencio (…) Será que tienen alma. / Yo me conformo con tenerte a ti / y con tener conciencia”, escribe García Montero, uno de los poetas hispanoamericanos más importantes de la actualidad.
Quisiera reseñar cada uno del resto de los ensayos que conforman este libro, pero la extensión del artículo convierte esta acción en una tarea imposible. Así, sólo queda destacar tan extraordinarios trabajos: Marisa Martínez Pérsico hace un muy buen estudio de la poesía de Federico Díaz Granados, en su ensayo Ser algo incompleto a la deriva. Andrea Rivas estudia la íntima relación entre las patologías, tanto físicas como psicológicas, con la poética de quienes las padecen, las describen y expresan a través de los versos, en el texto Poemas enfermos del nuevo siglo: sobre la enunciación. Feliz Moyano, realiza interesantes aproximaciones al minimalismo realista de Pablo García Casado, en Los recuerdos son fracturas a tu nombre; Laura Scarano se interna, de forma profunda, en la multidiversidad de las Poéticas de poetas; Erik González analiza el problema de lo real en la obra de Olvido García Valdés, por medio de Describir lo próximo. Gustavo Osorio de Ita, preclaro y deslumbrante, utiliza el poemario de Mario Bojórquez, ganador del Premio Aguascalientes, El deseo postergado(2007), para analizar un lirismo del tú, en sus Aproximaciones a la configuración del sujeto mediante las estrategias de enunciación; para ello se vale de los conceptos LOCy ALLOC,propuestos por Oswald Ducrot, y de forma más reciente por Adam/Edigius en L‘enunciation Dans la Poésie Moderne: Approche Linguistique Des Genres Poétiques[2]. Santiago Espinosa va “Más allá de las montañas”, al entregar una revisión del panorama de la poesía colombiana del 70 y 80, y de quienes escriben al comenzar este siglo. Finalmente, aunque no por ello menos distinguido, Carlos Ramírez escribe acerca de la relación, en la contemporaneidad, entre “Cultura, poesía y técnica”. Como es visible, cada apartado de libro sustenta su propio valor crítico, y es objeto de estudio per se.
La sensación que queda después de examinar los excelentes ensayos en los Cuadernos de Poesía Panhispánica(2018), compilados por Mario y Alí Calderón, es que hay propuestas de estudio hondas y necesarias, por fortuna. Aunque también aparece, tras la lectura, el reto de lo mucho que queda pendiente por analizar, proponer y reconstruir en torno al asunto teórico de la poesía actual. La incertidumbre, es, sin duda, el gran motor de la humanidad. Por ello, no hay que impacientarse. Es probable que, a través de estos estudios literarios, se esté construyendo el marco teórico de una nueva propuesta poética, un movimiento producto de muchas corrientes: la nueva Poesía Panhispánica. Los invito a leer este libro, bajo su feliz riesgo.
Bibliografía:
Calderón, Mario, y Calderón, Alí (2018), Cuadernos de Poesía Panhispánica. Ediciones Literatura Americana Reunida (LAR). Chile.
Kosík, Karel (1963) Dialéctica de lo concreto. Editorial Grijalbo. México, 1967.
Swensen, Cole, et. Al. American hybrid: a Northon anthology of New Poetry, en Calderón, Alí. Reiventar el lirismo. Problemas actuales sobre poética. España: Valparaíso Ediciones, 2015.
Tatarkiewicz, Wladyslaw (1986), Historia de seis ideas, Arte, Belleza, Forma, Creatividad, Mímesis, Experiencia estética. Editorial Tecnos (Grupo Anaya S.A.). Madrid, España, 2015.
[1]La paradoja de Schrödinger es un experimento concebido en 1935. En él, dentro de una caja sellada se halla un gato, junto a un matraz con veneno y un dispositivo con una partícula radioactiva. Si el dispositivo detecta la radiación, se activa un mecanismo que rompe el frasco, y se libera cierto veneno que mata al gato. Según esta paradoja, en algún momento el gato está vivo y muerto, en forma simultánea.
[2]El LOC, para Oswald Ducrot, implica aquella instancia enunciativa intratextual que configura el sistema comunicativo del texto en tanto objeto cerrado, mientras que el ALLOCes aquella instancia que recibe la locución directa emitida por el LOC.