En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos recomienda leer Combaten dos enemigos del de la inquieta espada, de Francisco Cervantes. Poeta que ha sido una importante influencia en varios poetas de México y que mereció, entre otros, el Premio Xavier Villaurrutia en 1982.
Don Francisco Cervantes nació en las indias occidentales en un lugar llamado Querétaro en el año 38 del siglo XX. Puso el poder de su brazo al servicio de la poesía y cabalgó por toda la geografía del orbe recibiendo por sus altas virtudes la Orden do Río Branco en grado de oficial por la república del Brasil y también fue recibido caballero del Infante don Enrique por el gobierno de Portugal. Publicó en vida, breves y notables libros de decantada poesía, donde caballeros de inquieta espada, donas en celado, escuderías y armas repulieron los antiguos blasones. Hoy, recogido en su fe, ocupa un lugar bajo la tierra. Dice Cide Hamete Benengeli, en sus prolegómenos a la famosa historia, que después de haber leído, tantos como encontró, libros de caballerías, al afamado hidalgo de la Mancha hubo de secársele el seso, con lo cual su sobrina agradeció a Dios porque su tío no se hubiera contagiado de esa otra enfermedad incurable y pegadiza de ser poeta. Conocemos de otro caballero también llamado Cervantes, quien llenando su cabeza con razones de espadas, lances, donas y cabalgadas, hubo esa terrible enfermedad de la poesía; y era tal la dolencia que mezcló en su descort al menos tres lenguas de la región peninsular, el portugués minhota, el galego y esa lengua de cabreros que el mismo rey de Castilla y de León, don Affonso X desdeñó y que hoy conocemos como castellano.
Mario Bojórquez
Combaten dos enemigos del de la inquieta espada
principiaba la noche
cuando los mandobles empezaron
a dos manos se encontraron
los caballeros a mitad del bosque
haciendo cantar de furor
los filos más duros que la roca
de sus espadas cuyo peso
atestiguaba la nobleza de quienes las empuñaban
las armas de uno negras
y las otras verdes de un verde desesperanzado
y solitario
ambos con el rostro al aire
resoplando por el esfuerzo y el combate
luchaban por algo tan sagrado
como el derecho a ser el primero
por algo tan sagrado
como su honor de caballeros
la noche se fue haciendo espesa
y los mandobles impedían el sueño
a los animales del bosque
y cruzándose tratando de vencerse
pasaron horas de sonoro y destemplado canto
las armas sus fronteras melladas
las manos doliéndoles porque los guanteletes
ni las armaduras protegen manos o cuerpo
del agotamiento cansancio o melladuras
la aurora los sorprendió batiéndose
con sus dos manos sosteniendo su pesado renombre
uno de ellos acaso el que más noches de amor
cerca del combate hubo
cayó mientras su espada callaba
y su armadura al llegar al suelo sonó como la piel vacía de un alma
no se movió ya más
y aquel que a duras penas se mantuvo en pie
supo que el caballero de las negras armas
había muerto sin más heridas
que sus poros que su respiración
que sus noches de amor en su terrible cuerpo.