Nueva poesía europea: Sigbjørn Skåden

Versopolis es un programa que cuenta con el apoyo de Europa Creativa, el propósito que tiene es el de promover la poesía escrita por los jóvenes poetas europeos a través de una serie de festivales con distintas sedes en Europa como los que dirigen nuestros amigos y colaboradores Ales Steger y Mite Stefoski, directores de los festivales Days of Poetry and Wine, en Eslovenia, y el Struga Poetry Evenings, en Macedonia, respectivamente; en Círculo de Poesía creemos en la literatura que están escribiendo estos jóvenes poetas y hemos decidido presentar a cada uno de los poetas que han sido seleccionados en este programa. En esta ocasión presentamos, en versión de Raúl Durán, al poeta noruego Sigbjørn Skåden (1976) nació en un pueblo saami al norte de Noruega. Es poeta y académico. Realizó dos maestrías en literatura: una en torno a la obra de Derek Walcott, en la Universidad de York; la otra sobre la poesía Saami en el siglo XX, en la Universidad de  Tromsø. Su primer libro de poesía , Skuovvadeddjiid gonagas (El Rey de los Zapateros), fue escrito en saami septentrional, la más hablada de las lenguas saami, y gracias a este gran poema épico fue nominado al Nordic Council Literatura Prize, el más prestigioso premio de literatura en los países nórdicos.

 

 

 

 

El Rey de los Zapateros – parte 3 / (Sin título)

 

Oyente,

¿quieres la historia completa?

¿quieres la miseria?

¿quieres la franqueza?

¿quieres lo inexplicable?

Oui, c’est moi, mes enfants,

qui suis le Juif errant[1],

Jusup es mi nombre,

desde ahora lo sabes,

y en soledad voy por la tierra.

 

Mis manos han sido mis ayudantes la vida entera,

con mente propia,

y las manos fueron

quienes me orientaron;

el diligente Jusup se volvió el dueño favorito del muelle.

Extraña fue la compañía,

extraña la amistad,

los modos de mi familia tan ajenos;

extraño el calor que me fue dado,

pero tomé todo de buena fe,

y lo pagué de formas conocidas,

y asombro de asombros:

de pronto sostuve

en las palmas de mis manos

un corazón

que vino a la vida

frente a mis ojos,

nunca antes presencié esto;

Thea fue su nombre

y mis manos temblaron.

 

Querido oyente,

¿escucharás?

¿tomarás

las sutilezas de Jusup?

No sabía que así es como se hace

y me abismé

en ella.

 

 

 

The King of Shoemakers – part 3 / (Untitled)

 

Listener,

do you want the full story?

do you want the misery?

do you want the heartfeltness?

do you want the inexplicabilities?

Oui, c’est moi, mes enfants,

qui suis le Juif errant,

Jusup is my name,

by now you know,

and in solitude I drift across the land.

 

My hands have been my helpers all my life,

a mind of their own,

and the hands it was

that brought me southwards;

diligent Jusup became the pier owner’s favourite.

Unfamiliar was the companionship,

unfamiliar the friendship,

my family’s ways so dissimilar;

unfamiliar was the warmth I was given,

but I took all in good faith,

and repaid it in ways I knew,

and wonder of wonders:

suddenly I held

in the palms of my hands

a heart

which came to life

in front of my eyes,

never before had I witnessed this;

Thea was her name

and my hands trembled.

 

Dear listener,

will you listen?

will you take in

Jusup’s fineries?

I did not know that

this was how it plays

and I sunk into

her

 

 

 

El Rey de los Zapateros – parte 4 / (Sin título)

 

Thea, Thea mía,

no puedes imaginar

la delicadeza

que el imaginario de Jusup

notó a tu lado

mientras te miraba durmiendo en la noche,

mientras insistía en la palma de tu aliento,

como el aroma de tu piel me envió

al reino de Thea,

al reino de Jusup;

la mirada fija en tus ojos

y tu voz desafinada cantando

canciones que no conocías:

me trajiste paz,

y yo,

el absurdo Jusup,

me arrastré en el corazón de una niña del sur

y fui a descansar.

“Joseph, creo que puedes escuchar mis pensamientos”

y podía.

Cocina,

ático,

capilla,

bote,

hombros,

isquiotibiales,

fulano,

las capaces manos de Jusup alumbraron

el alma del encantador

y ataron más fuerte a los tendones los dedos.

La sabia voz del abuelo:

“No te aventures nunca al sur…!”

pero así lo hice;

ignorando a los mayores de asqueroso aliento

“Yo soy Jusup,

yo soy Jusup,

yo soy Jusup”,

y así me aventuré.

 

Honorable Terra Sur,

dentro de ti floté en el sueño más dulce;

tus descendientes

un colchón suave,

las afueras del mundo a la vista en ningún lado,

envuelto como estaba en un capullo

pero bondadoza Terra Sur,

un hombre no duerme por siempre

y cuando vino la mañana

vislumbré al fin

el vasto horizonte de la Terra Norte;

y en la húmeda membrana del ojo de agua despertó

el espíritu.

 

 

 

The King of Shoemakers – part 3 / (Untitled)

 

Thea, my Thea,

you cannot imagine

the mildness

Jusup’s imaginary

noted at your side

as I watched you sleeping at night,

as I dwelled in the palm of your breath,

as the scent of your skin sent me

to Thea’s kingdom,

to Jusup’s kingdom;

the gaze in your eyes

and your squeaky voice singing

songs you did not know:

you brought me peace,

and I,

mindless Jusup,

crawled into a southern girl’s heart

and went to rest.

 

“Joseph, I think you can hear my thoughts”

and so I could.

Kitchen,

attic,

chapel,

dinghy,

shoulders,

fingers,

hamstrings,

thingy,

Jusup’s able hands brightened

the soul of the charmer

and tied the fingers harder to the sinews.

Grandfather’s wise voice:

“Never venture south…!”

but so I did;

discounting the crapmouthed elders

“I am Jusup,

I am Jusup,

I am Jusup,”

and so I ventured.

 

Honored Terra South,

within you I floated in the sweetest sleep;

your descentress

a soft mattress,

the outside world nowhere in sight,

draped as I was inside a cocoon,

but good Terra South,

a man does not sleep forever

and when morning came

I finally glimpsed

the vast horizon of Terra North,

and on the watery membrane of the eyepool awakened

the spirit.

 

 

 

[1]             “Sí, soy yo, mis hijos, / que soy el Judío errante”.  El Judío errante figura en la tradición antisemita cristiana. El mito dice que fue condenado a errar por la Tierra hasta la Parusía tras negarle un poco de agua a Jesucristo en su camino a la Crucifixión.

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