Presentamos una muestra de la poeta Sarojini Naidu (1879-1949). Poeta, activista por la independencia de la India. Es una importante figura en la cultura de este país, siendo la primer gobernadora de las Provincias Unidas de Agria y Oudh en 1947 y 1949. Incluimos una nota preparada por Edna Aponte sobre la poesía de Sarojini y los crédito correspondientes.
En la novela Raj de la extraordinaria escritora Gita Metha, Sarojini y Tagore son personajes divinos literalmente, poetas unidos por el corazón de la madre India; comen juntos, escuchan ragas, pasean y conspiran. En esta narración Tagore presenta a Sarojini con una de las entonces princesas nacionalistas:
-¿Conocéis a la alondra de la India, Sarojini Naidu? Ella no tiene miedo. El poeta la condujo hacia una mujer regordeta que vestía un vistoso sari escarlata, que estaba rodeada por grupo de hombres que reían, en el que había una mujer inglesa. La señora Naidu tomó la mano de Jaya en la suya, haciendo un cumplido a su belleza (…).
Jaya observó a la señora Naidu recostada en el almohadón, escuchando extasiada con los ojos cerrados la raga durbari, la raga vespertina del rey. Junto a ella, el poeta se atusaba la barba blanza con sus finos dedos y sonrería a la mujer inglesa.
Dicen que a Sarojini es más fácil pronunciarla sólo con uno de sus nombres. Dicen que era la mas apasionada lectora de sus poemas, que cimbraba a sus escuchas. Yo la veo en sus imágenes, las que la historia nos permite atisbar (que afortunadamente al narrarlas no tenemos que pedirle permiso a los derechos de nada ni nadie). La miro así: ella sentadita en sus parlamentos de gobierno a lado de Gandhi, ella caminando a un lado de Gandhi, ella mirando el rostro de Tagore. Ella y él. Existen imágenes que deben ser patrimonio de la humanidad. El timbre postal que agrego a esta nota, si lo reconoce así, pueden publicarlo con fines editoriales. Esta idea seguramente a Sarojini si le haría comentarios, los dejamos al viento del círculo.
Y es mejor sólo decir algo más… el nombre del poeta famoso contemporáneo a Sarojini, Tagore el poeta, quien es un referente de la época, no como un referente que te haga existir como la alondra de la India, para que sea reconocida la obra de la escritora, es simplemente una divina coincidencia de ese tiempo, aunque sabemos por las fechas que él era mucho mayor.
Tu poesía, Sarojini, no creo que dependa de la presencia de otro. Si de algo depende es de tus enormes ojos de mujer Hindú, esos ojos que de ver tanto se fueron haciendo mas y más profundos, circulares, hermosos y negros.
Por lo que esta nota circular quiere que se te nombre a ti aunque él te nombre alondra, queremos y sabemos que tú sola eres quien nació en Hydebard, quien habló de política con Gandhiji. Pero tú no acabaste con tu vida (como lo hizo Tagore al suicidarse) simplemente reencarnaste en loto de una tierra sagrada en Dewachen, estoy segura.
Pienso que si Sarojini hubiera visto ese “muro de mujeres” que se creó en India, en Kerala (2018), levantaría la voz para regalarles sus versos, y tomarlas de la mano a todas que somos una misma… Bendita muralla humana, símbolo humano que contenga la ignominia y no pase más, no dañe más, ni una menos, ni una más. Y esa muralla de mujeres de la mano unas de otras, detenga la infamia contra las mujeres en la India. Me la imagino activa por las calles hablando con las mujeres que cometen pecados, “pecados de mujer”. Parece que en India no era bien visto las muestras de afecto físicas en público. Y sabemos ahora que tampoco eran bienvenidas en ciertos templos. Cuántas cosas tuviste que andar, querida Sarojini, cuántos poemas por gritar a voz en cuello para librarte de la angustia. Cuántas plegarias, cuántas mañanas cerca de Gandhiji mirándose, hablando, meditando juntos por la India, la madre, la diosa.
Las diosas que son las mujeres, ¿por qué negarles la entrada a sus templos? Ni la poesía al Buda sentado en su loto nos responde por los inefables, invisibles pecados de mujer. ¡Oh los pecados de mi boca!, y pide perdón Sarojini.
La presencia de Gandhi en la vida de Sarojini, le revelaba la luz que habitaba en su bondad inconmensurable;
/dominando las nubes pasajeras del trágico destino,/
/profundamente arraigado en el corazón de la eternidad¡/
Cómo arraigar el corazón Sarojini ante la brutalidad de los hombres, de aquellos que arrebatan la vida, aquellos que someten la dignidad de una mujer. Las mujeres que somos sus madres, sus hermanas, sus hijas, sus abuelas, sus esposas, sus amantes, sus amigas, su universo para seguir la amada vida,
Leer la poesía de Sarojini nos lleva a la visión de la espiritualidad que emana de la madre. Somos sus hijas. Caminamos entre lotos rumbo a Hyderabad.
Aunque en la plegaria a tu maestro le pides que no te ahorre nada, que no temes ante nada, ante su presencia divina atravesarás todo siendo mujer, crearás la herencia de una muralla contenedora de manos y corazones; creaste nuestro presente con tu pasado.
No me ahorres bienaventuranza ni ramalazo de contienda,
no me niegues ningún regalo o pena, te lo ruego,
la sabiduría intrincada del amor y de la vida
y el conocimiento místico de la sepultura.
Y luego cada uno con sus ríos, ciudades de amaneceres y anocheceres que surean como la paloma de tu poema… Versa Sarojini las tardes de Hyderabad. Nacida como Sarojini ali en Hyderabad, 13 de febrero de 1879 (y versa Tagore del Gitanjali)
/Ve cómo el cielo gemado con ascuas de peridoto
y ópalo toma
un aspecto raro y arde como el cuello de una
paloma/
Qué siglo de jazmines y conspiraciones con pasaporte al “nirvana” el que te vio crecer. El dharma y el amor a tu pueblo unidos en el poema. Porque para nosotros el sudor y la fatiga, ¿verdad? no la paz ganada supremamente como la del Buda en su loto.
Eres tú, Sarojini, a quien se nombra por las calles de tu nación. Cuando toca hospedarse en una calle con tu nombre, la certeza de que tus letras habitan tu país late en sus geografías y paisajes. Tu nombre es todas las mujeres que como tú crearon la coordenada de lo que ahora es este camino:
/para apaciguar su llama/ para consolar su hambre/ para aliviar el dolor de su hondo pesar/ ¡oh perdonad el pecado de mi corazón/ .
Y en este instante cuando terminas la lectura de tu poema, un silencio se hace ráfaga de luz entre quienes te oímos al leerte, querida Sarojini Naidu. ¡Larga vida tengas poesía!
Edna Aponte
A un Buda sentado en un loto
Señor Buda, en tu trono de Loto,
con ojos suplicantes y manos jubilosas,
¿qué éxtasis místico posees,
inmutable y fundamental?
El viento del cambio para siempre sopla
a través del tumulto de nuestro camino,
Los dolores nonatos del mañana deponen
las penas de nuestro ayer,
el sueño produce el sueño
contienda sigue a contienda
y la muerte desteje las telas de la vida.
Para nosotros el trabajo y el calor.
los secretos rotos de nuestro orgullo,
las lecciones arduas de la derrota,
la flor aplazada, el fruto negado;
pero no la paz, ganada supremamente,
señor Buda, en tu trono de loto.
Con manos fútiles queremos ganar
Nuestro deseo inaccesible,
queremos obtener cimas más divinas,
con fe que se hunde y pies que se cansan.
Pero nada conquistará ni controlará
el hambre de nuestra alma, dirigida
hacia el cielo.
El final, evasivo y lejano,
aún nos tienta con su vuelo insinuante,
y todos nuestros momentos mortales son
una sesión del infinito.
¿Cómo alcanzaremos el grande y desconocido
Nirvana de tu trono de loto?
El loto
a Gandhi
¡Oh místico loto sagrado y sublime,
inviolado en la gracia de tus mil petálos,
dominando las nubes pasajeras del trágico destino,
profundamente arraigado en el corazón de la eternidad!
¡Cuántas huestes de abejas salvajes
de apetitos insaciables,
procedentes de varios países lejanos,
cuántos vientos hambrientos
de alas de esperanza o de odio,
se han amontonado en torno de tu belleza milagrosa
para devastar su encanto,
para extinguir el arrobamiento más íntimo
de tu glorioso corazón!
¿Mas quién podría conquistar su secreto?
¿Quién podría alcanzar tu belleza sin edad?
¡Oh tú que coexistes
con el señor de la vida y de la muerte!
Salutación a la paz eterna
Dicen los hombres que el mundo está lleno
de miedo y odio, oscuros,
y que todos los campos de cosecha maduros
aguardan la hoz inquieta de los tiempos duros.
Yo, Alma dulce, de haber nacido siento placer
cuando desde las terrazas de maíz, que no deja de crecer,
veo las oropéndolas doradas de tu amanecer.
¿Me importa el deseo y el orgullo?
¿A mi que sé de las alas de plata que brillan
y se deslizan al acaso…
las palomas mensajeras de tu ocaso?
¿Qué me importan las sonoras fatigas
a mí, que sueño con graneros umbríos…
mientras tú sigas
bendiciéndolos con gavilas finas de melosos
sielencios-espigas?
Di… ¿acaso atenderé a fastidiosos presagios
de la edad futura o temeré la rumoreada soledad
el horror mudo y mítico de la tumba,
la oscuridad?
Pues mi corazón alegre está borracho e impregnado de ti, siente…
¡Oh el más intenso vino del éxtasis viviente!
¡Oh, íntima esencia de eternidad,más allá de la presente!
La plegaria del alma
En el orgullo de la infancia yo te dije:
oh tú, que me hiciste de tu aliento,
Habla, amestro, y revélame
tus leyes mas internas de vida y de muerte.
Dame a beber cada goce y dolor
que tu mano eterna puede conocer,
pues mi alma isaciable consumiría
lo más amargo de la Tierra, y lo más dulce.
No me ahorres bienaventuranza ni ramalazo de contienda,
no me niegues ningún regalo o pena, te lo ruego,
la sabiduría intrincada del amor y de la vida
y el conocimiento místico de la sepultura.
Señor, tú me respondiste austero y en voz baja;
“Niña voy a atender a tu plegaria,
y tu alma inconquistada conocerá
todos los éxtasis y las desesperaciones
apasionadas.”
“Beberás profundamente júbilo y fama,
y el amor te quemará como fuego,
y el dolor te limpiará como una llama,
para pagar los deshechos de tu deseo.”
“Y así tu espíritu casto anhelará
liberarse de su ciega plagaria,
y extenuado y perdonado, hará pleito
para aprender
el simple secreto de mi paz.”
“Yo, doblándome desde mi altura siete veces,
te esneñaré de mi gracia animada;
la vida es un prisma de mi luz
y la muerte la sombra de mi cara.”
Pecados de Mujer
Perdonadme el pecado de mis ojos
-oh amor mío- si han osado por un instante
invadir el querido santuario de vuestro rostro
con delicias. Delicias ardientes e insistentes
como las aves salvajes e intrépidas
que recorren el elevado templo de los cielos.
Perdonadme el pecado de mis manos
si acaso han sido demasiado atrevidas
en su palpitante deseo de acariciar
vuestra carne, estrecharos -oh amor mío-
y colmaros de dones
tan innumerables como las arenas
¡Oh perdonad el pecado de mis manos!
Perdonadme el pecado de mi boca
oh amor mío, si os ha ofendido
con silencio o un canto inoportunos,
si os ha acometido y oprimido
y se ha apoderado de vuestros labios,
¡oh perdonadme el pecado de mi boca!
Perdonadme el pecado de mi corazón
si él ha transgredido contra voz.
Si ha intentado cautivar o violentar nuestro amor
para apaciguar su llama
para consolar su hambre,
para aliviar su dolor
de su hondo pesar.
¡Oh perdonad el pecado de mi corazón!
Capricho
Teníais una flor salvaje en la punta de vuestros dedos;
despreocupadamente la habéis llevado a los labios
indiferentes,
despreocupadamente habéis desgarrado su
corola purpúrea.
¡Ay de mí! Era mi corazón.
Teníais una copa de vino en la punta de vuestros dedos;
la habéis llevado a labios indiferentes.
Ligeramente la habéis bebido,
ligeramente la habéis arrojado.
¡Ay de mí! Era mi alma.
Anochecer en la ciudad de Hyderabad
Ve cómo el cielo gemado con ascuas de peridoto
y ópalo toma
un aspecto raro y arde como el cuello de una
paloma.
Mira el río blanco que fulgura en Hyderabad,
curvado como un colmillo de la boca
de las puertas de la ciudad.
Oye, desde el minarete, cómo sobre la muralla
de la ciudad el muecín flota como badera de batalla.
Tranquilos elefantes, balancendo sus campanas de plata,
Dan vueltas por tortuosas veredas;
las campanas
cualgan de cadenas de plata.
Alrededor del alto Char Minar sonidos de alegres cabalgatas
se mezclan con la música de címbalos y serenatas.
Sobre el puente de la ciudad la noche viene majestuosa,
llevada como una reina a una fiesta suntuosa.
Los poemas transcritos fueron traducidos por el escritor mexicano (experto en literatura fantástica) Emiliano González, con el apoyo de las escritoras Inéz Vargas Núñez y Beatriz Alvarez Klein. Estos poemas fueron publicados en una edición independiente de “Talleres del dragón volador” en el 2000.