Apuntes para una literatura ancilar: los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Presentamos una nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar en el que Mario Bojórquez nos recuerda el episodio de la accidentada exploración de Cabeza de Vaca a la península de la Florida.

 

 

 

Apuntes para una literatura ancilar: los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

 

De entre los muchos relatos prodigiosos en que los primeros cronistas registraron su paso por el nuevo continente, se distingue el conocido como Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, con el título original de Relación que dio Álvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaescido en las Indias en la armada donde yva por gobernador Phanphilo de Narbáez, (Zamora, 1542) y que resume el accidentado viaje que se proponía explorar la península de la Florida, con desastrosos resultados al final.

La expedición zarpó de Sanlúcar de Barrameda, España, hacia la Florida bajo el mando de Pánfilo de Narváez el 17 de junio de 1527, en esta expedición Cabeza de Vaca ostentaba el cargo de tesorero y alguacil mayor. La compañía la formaban cinco navíos y más de 600 hombres que perecieron en su totalidad exceptuando al propio Cabeza de Vaca y tres compañeros de los cuales uno era el negro Estebanico.

De 1528 hasta 1536, Cabeza de Vaca y sus compañeros estuvieron vagando errantes por la desconocida geografía del sur de Estados Unidos y el norte de México; desdibujándose su identidad original, poco a poco se fueron convirtiendo en hechiceros y chamanes errantes que curaban por el método de la imposición de manos, mezclando en sus evoluciones curativas los rezos y jaculatorias del ritual católico.

El relato de esta expedición contiene un valioso material geográfico y etnológico de las costumbres de los pueblos septentrionales de México, es la relación que muestra ese otro México no conocido por Hernán Cortés y sus oponentes como Nuño Beltrán de Guzmán, y que durante dos siglos más será anotado y referenciado en los trabajos de Miguel de Barco, Francisco Eusebio Kino y otros misioneros que cruzarán los caminos del norte.

El día 6 de mayo de 1536, a las orillas de río Petatlán, hoy Sinaloa, este grupo de extraviados exploradores encontrará a los primeros españoles en ocho años de expedición ininterrumpida, quienes quedaron estupefactos por la traza de sus vestidos y apariencia, así como por el fantástico relato de sus experiencias en tierras desconocidas, que no podían decidirse si creerlas o no, después de bañarlos y vestirlos según el uso de sus costumbres, pidieron perdón por los pecados de idolatría y juraron lealtad al rey. De este modo concluía el accidentado viaje que había partido desde España, pasando por Dominicana, Cuba, y por tierra durante más de 2400 kilómetros, desde las orillas del Golfo de México, en Destin, Florida, a través de Texas, Arizona, Nuevo México, Chihuahua, Sonora y Sinaloa en el Océano Pacífico.

“(…) y otro día de mañana alcancé cuatro cristianos de caballo, que recibieron gran alteración al verme tan extrañamente vestido y en compañía de indios. Estuvieron mirándome mucho espacio de tiempo, tan atónitos, que ni me hablaban ni acertaban a preguntarme nada”. (Cabeza de vaca: 117: 2007)

La expedición de Pánfilo de Narváez se proponía entre otras cosas encontrar la llamada “Fuente de la Eterna Juventud”, puesto que habían recibido noticias que se hallaba en la zona del río Pánuco, este Pánfilo de Narváez había participado en la toma de Tenochtitlán en 1521 al lado de Hernán Cortés, así que tenía algunas nociones de los territorios a explorar, sin embargo, esta fantástica fuente nunca fue encontrada.

Los relatos que colman la historia de Naufragios, son a todas luces, apenas esbozos de la complejidad del mundo prehispánico norteño, sus dilatados desiertos, los abismos de las altas sierras que Cabeza de Vaca no se atreve cruzar, los ríos anchurosos y la escasez de comida; así, las menguadas fuerzas de los extraviados y la poderosa imaginación, dieron lugar a la especulación sobre las famosas siete ciudades de oro de Cíbola y Quivira, que posteriormente habrían de ser buscadas por Marcos de Niza, bajo el mandato del Virrey Mendoza, siguiendo la ruta trazada por el negro Estebanico, quien finalmente muere a manos de los indios en Nuevo México.

Cabeza de Vaca no describe explícitamente a las ciudades de oro, el sólo menciona que eran referidas por los indios de las Vacas, que sugieren el nombre de cíbolo, arcaísmo de bisonte, y aun, los nombres añorados de las ciudades de oro: Cíbola y Quivira; estas ciudades llenas de riquezas, esmeraldas y turquesas, se encontraban hacia el norte más allá de la ruta del maíz, Cabeza de Vaca, le preguntó a estos indios que dónde habían encontrado esas turquesas:

“Y pareciéndome a mí que era muy buenas (las turquesas), les pregunté de dónde las habían habido, y dijeron que las traían de unas sierras muy altas que están hacia el norte, y las compraban a trueco de penachos y plumas de papagayos, y decían que había allí pueblos de mucha gente y casas muy grandes” (Cabeza de Vaca: 94 :2007 )

Aunque será continuamente recordado por su invención del mito de las siete ciudades de oro en el norte de México, Cabeza de Vaca dejó otros relatos dignos de recordación: del azaroso sistema de recolección de frutos, de las hambres y enfermedades que padecían los nativos en el tiempo de las secas, del pueblo de los corazones, donde les fueron ofrendados a él y a sus amigos 400 corazones de venado, también de cómo fue vestido con ropas de algodón y calzado, de cuando comió perro y sobre todo, de la costumbre de recibirlos con veneración y temor y llevarlos hasta el pueblo vecino donde los acompañantes se abrogaban el derecho de saquear la nueva población en pago por haberles traído a los hijos del sol.

Por eso afirmo que de todos los relatos de la conquista este es el que más efecto anímico me produce, ya que habla de las dificultades de un grupo de hombres por reconocerse y probarse en la aflicción de transitar por un mundo totalmente desconocido, amparados apenas en la sagacidad y la ventura de la inspiración desesperada, acudir a los modos más rudimentarios del espectáculo teatral, chamanes y charlatanes improvisados, que por virtud de un artificio lograron sobrevivir entre las asechanzas de un mundo terriblemente incomprensible.

 

 

 

Bibliografía

Cabeza de Vaca, Álvar Núñez, Naufragios, Losada, Buenos Aires, 2007, 180 pp.

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