“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] .
Leemos a Álvaro Ojeda (Montevideo, 1958). Poeta, narrador, periodista, crítico. Ha colaborado y colabora en distintos medios: El Observador, Suplemento Cultural del diario El País, Brecha, Revista Malabia (en la web) entre otros. Fue columnista durante tres años (2005-2008) del programa “Sopa de Letras” en cx 26 Sodre. Ha sido publicado en Argentina, México, Holanda y EEUU. Obtuvo el Primer Premio (compartido) del concurso organizado por Cuadernos de Marcha en 1989, en el rubro poesía (compartido) por el libro Una celada para Philip Marlowe (inédito). Mención MEC poesía édita en 2005 por el libro Luz de cualquiera de los doce meses.Mención de Honor Especial del MEC en 2007 en poesía édita por el libro Toda sombra me es grata. Premio Morosoli 2017, en categoría poesía. De su larga y prolífica producción destacamos sus poemarios En un brillo de olvido (Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1988), Los universos inútiles de Austen Henry Layard (Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1996), Luz de cualquiera de los doce meses (Civiles Iletrados, Maldonado, 2003), Cul-de-sac (Artefato, Montevideo, 2004) y Aceptación de la tristeza (Hum Estuario 2011).Entre sus novelas destacamos El hijo de la pluma (Planeta, 2004), La fascinación (Planeta, 2008, finalista Planeta/Casamérica, 2008), Máximo (Planeta, 2010, Premio nacional narrativa édita MEC 2012), La mula (Hum Estuario, 2014, mención narrativa édita MEC 2016), Congoja (Hum Estuario, 2017).
«Pastor en Larkinlandia» y otros poemas
CRASO
Hay un declive allí,
un momento en donde todo sobra,
o mejor aún: sobra alguna cosa
y el mundo
–aquel mundo–
se detiene en un error.
El cielo azul surcado por aviones,
la azotea, la claraboya, el hijo, el padre
y aquellos ojos de ambos
urdidos en el infinito humedal
de un parpadeo.
ASOMOS
Estábamos bien, pensó,
lucía una épica fallida ante un río ausente
que ni río era, supuso,
y lo dijo en voz alta,
como una pluma que rebotase en sí misma,
como siempre ocurre, dijo, se dijo.
Una brisa doliente, lenta y cabizbaja,
lo jaló sin éxito y el río,
repleto de bañistas incólumes,
no tardó en proseguir con el antiguo rito:
bautizar en riachos a hombres justos.
Estamos bien,
cambió de posición,
enderezó su espalda,
aseguró su ropa y se dejó caer
desde la rambla.
RETAZOS
Casuales construcciones del sonido:
–yo ya se lo dije, y él lo sabe–
aplazada la confesión hasta el siguiente encuentro
el siguiente día,
la siguiente tarde en un paisaje renuente
a la soledad,
al hartazgo,
a la expiación,
por eso.
El paso firme más firme que la carne,
la antigua juventud va en el atuendo
y este sol de noviembre ayuda poco,
imposturas necesarias como el ácido ascórbico.
–yo ya se lo dije–
y la otra que con ella camina
ni finge ni asiente ni parece
detenerse,
–la detención es para los viejos–,
piensa,
aunque las confesiones son detenciones
de corazones,
se piensa como se discurre.
Han pasado las dos y pasarán mañana
otra vez y otra vez:
nunca preguntará la una por la ausencia de la otra.
PASTOR EN LARKINLANDIA
Ni el toldito de luz que a plomo cae,
ni los libros perpetuos,
–rubios, tibios, heroicos–
ni el reluciente esmero que pule la tristeza,
ni el aroma a poliéster de la sombra del día,
ni el polvo que las cosas arbitran y retienen,
ni el trashumante olvido que bendice y disuelve
-disuelto y desasido-
una amarga barraca con sus sordos productos:
bolsa de lana sucia la luz
que a plomo
cae.
LA ESPERANZA
Ocurre que algunos elementos se desdibujan,
la copa con cicuta confunde tozudez con heroísmo,
heroísmo con narración,
narración con ruta,
y toda ruta
-digámoslo en voz alta-
se resuelve en espera que discurre.
Ese recorrido obligado,
aprovechable en su totalidad,
esa vaca industriosa de la espera,
es el corned beef de las tropas australianas
en los Dardanelos,
la caspa sobre el bronce de los héroes.
Así que no me sueltes de tu mano
hasta la caída de la última luz
del día y de la noche,
no me distraigas,
no desdibujes mi horizonte
con esos hilitos de agua
despeñados por los vidrios empañados,
pongamos otra coma,
otro punto suspensivo.