“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí].
Leemos una selección de «Una vida en la que prendías cigarros» y otros poemas de Lucía Mazzini (Montevideo, 1996). Estudia profesorado de literatura en el IPA y ha publicado algunos poemas en antologías y otros en revistas en internet. Asiste regularmente a un taller literario dirigido por el poeta y profesor Roberto Appratto.
Entro a tu casa esa herida que late en el medio del barrio
entro en tu herida en tu cama sin ángeles
que miren por mis piernas
cansadas, y el pájaro
que imagino sobre el árbol que aún no nace
grita pérdida.
Era otra vida, una vida en la que prendías cigarros
te emborrachabas
hacías diez veces el amor. Tomabas coca
ponías una música nueva
sufrías menos
tenías un teléfono rojo,
problemas con ratones
leías cosas de Dani Umpi en voz alta
y estirabas los brazos para dormir conmigo en una cama hundida.
En esas noches yo estaba despierta
tenía contracturas
la vida no daba muestras de ser otra, se hacía a sí misma en silencio
como si no estuviera allí realmente
y entrecruzaba sus cables como una araña inmortal.
Nuestro juego no es más que un placer, una grieta
una victoria, un culto
un bienestar violento
un azulejo mal puesto rodeado de hormigas rojas.
Nuestro placer es un martes
es un jugo de naranja
es un golpe, una carta
o un ensayo arriesgado.
Y nuestro juego es un parque, un animal, un viento
una quietud estoica, una ventana de noche
es un circuito redondo e impreciso, y es tan suave
que se mueve como el filo de un diamante sobre un disco.
Pienso en ti son las doce
en la mesa una jarra que se ha roto en pedazos
es de noche, estoy sola
y los vidrios del piso derramado se hunden
en mis pies que están tibios porque vengo de verte.
Pienso en ti en el reloj
que hace tres días marca las doce menos cuarto
tres o siete o un año
qué más da, si estás muerto, mi amor
y yo, dormida
en tu cama soñando con pedazos de vidrio.
Muy bien
ahora me arde
pero no fue idea mía
ellos estaban hablando. Yo solo me acerqué
supe que estaban lejos
y que tú estabas cerca.
Miré el cristal vacío
miré el fondo del pozo
insistían en decir esas palabras
y yo hubiera deseado decir algo también
pero es que estaban lejos.
Y no había manera de acercarse.