“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] .
Leemos una selección de «Residencia en el cuerpo» y otros poemas de Mariella Nigro (Montevideo, 1957). Egresada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Tiene publicados ocho libros de poesía y uno de ensayos literarios. Participó con sus textos en el libro de artista Acuarelas, de Cecilia Mattos (Edición de autor, 2005). Integra varias antologías de poesía y de ensayo y catálogos de arte visual. Y ha colaborado en publicaciones literarias y académicas nacionales y del exterior. Obtuvo varios premios literarios, entre ellos, el primer premio de poesía en los Premios Nacionales de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura, ediciones de 2002, 2004, 2011; el Premio Bartolomé Hidalgo de Poesía 2011 por Después del nombre (Editorial Estuario) otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro, y el Premio Morosoli 2013 Categoría Poesía, otorgado por la Fundación Lolita Rubial.
LA ROTURA (I)
La ventana se abre y se cierra
es el ojo de la casa
entre la madreselva.
Cortar las ramas, cerrar las hojas de la ventana
cerrar la casa, abrir el ojo de la casa
carpir el alba para segar las flores
segar el cielo
cegar el cielo y su luz dudosa.
La ventana estrangula la tarde
la engaña
saca la noche del día
ciega el ojo de la casa
siega las flores.
La ventana resquebraja el juicio
lo atormenta.
La ventana es un ojo dormido.
Guarda un cuchillo en su mirada.
RESIDENCIA EN EL CUERPO (XIV)
El tiempo trae el agua limpia
trae el aire entre algodones y piedras
trae el ala clara nacida del hueso oscuro
y el fuego en el horizonte
abierto de la boca.
Hay una encarnadura en el tiempo
una aguja que surce los agujeros del cuerpo
y un barro que vuelve a ser del alfarero
como al principio fuera.
El tiempo hace un círculo alrededor de la estrella
hace el día y la noche apenas mueve su fanal antiguo
inunda todo espacio, la cavidad del cuerpo
dejando un pensamiento en la raíz.
El tiempo trae memoria al hueso
y al hueco de la boca
y al vuelo del vestido.
En la noche del cuerpo
la memoria del día
repara la rotura.
VIAJES
I
Esquina de mi río
borde marrón de la sangre
que baña a la ciudad de la memoria.
Tengo a Montevideo en la maleta
la luna en la bahía es cuña para abrirla
y sacar los hundidos galeones.
Te he dejado justo en la vuelta
ondulada del paisaje
ardiendo de amor y sin palabras.
Cargo con el agua de río y con las luces
el talego de pájaros
atado a la cintura.
Y es un muro de cal esa frontera
por donde salgo al mundo
dejando al sur agónico de flores,
así de celeste Montevideo
donde el aire habla cuando es viento.
Pero llevo su cabeza de humo
sus muertos enterrados
los apenas ausentes
y es agua de mar lo que predica
ciudad de la memoria
sueño de galeón
exilio anclado.
Mi palabra también viaja.
Que pueda la alfarera
con el barro del decir
con el torno del habla.
IV
Tres suelos tiene esta ciudad
traspasados por un mismo nopal.
Se ven los cortes hasta el fondo de la tierra
un endometrio oscuro y de obsidiana
los sueños de cuchillos
el río soterrado de los soles
altares donde se hienden pechos.
Encima vertieron la cerámica
el azulejo que azulea el verde jade
y hace crecer las fuentes
cargadas de rosarios y de espadas.
Y arriba en su cuadrícula de fuego
asoma al alabrastro
la serpiente emplumada
tragada por el águila de asfalto.
Camino muy despacio por las calles
desde el sima al sial de su hermosura
con miedo de pisar tremendo suelo
voy de la helada tumba al altar incendiado
por la vertical metafísica del asta
sube la bandera como un sueño.
(A la memoria de Carlos Vargas Quijano)
PLAYA
es el mar
es el mar
cada ola nos revive y nos mata
es un reloj de noche y en silencio
es una almohada rota
Selva Casal
Es el mar en el borde de mí
y el aire como abismo
es el borde transparente del aire
que no respiro
es la costa del cuerpo, el horizonte rojo del costal
el escondido mar en el pie que lo roza
y la forma del viento
que se hace entre los árboles
y el frescor verde del agua
y la arena de adentro.
Pero es la tierra y la piedra
la letra en la turba blanda del presente
de la sombra de una ciudad hundida.
Y aparece por detrás de esas ramas
como derramado, desabrazado
lanzado al mar
ya de antes empapado
insospechadamente
ingrávido y hundido detrás del nombre
mientras crece una luna en el cielo del día.
Fuera de mí, no estoy.
Yo estoy adentro, sola.
Mi herida es esa línea entre la arena y la orilla
está allí
estallido el vuelo de quebrada ala
en la playa rota
con las pequeñas huellas en lo que era roca
que al pie entonces sostuvo.
Y en el blanco sucio del montículo
el lustroso blancor de aquella duna.
Como una copa rota
muestra el filo cuando brilla
hiere mientras abrevo
corta mi boca.
Sabe que tiembla el coto de la sangre
arrastra cosas, moja la espera, se retira.
Y cae la noche
entera
como una fruta que aún no se muerde.