Rocío Acebal, XXXV Premio de Poesía Hiperión

La poeta española Rocío Acebal (Oviedo, 1997) acaba de ganar el XXXV Premio de Poesía Hiperión por el poemario Hijos de la bonanza, de próxima publicación. Estudia Doble Grado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. Desde 2014, es editora de la revista Maremágnum. Ha publicado el poemario Memorias del mar (Valparaíso Ed., 2016) y ha colaborado en las antologías Diversos (Círculo Cultural de Valdediós, 2015), Mucho por venir: muestra consultada de poesía asturiana (Ed. Maremágnum, 2018) y 52 semanas (Entropía Ed., 2019), entre otras. Sus versos y críticas literarias han aparecido en publicaciones como la revista Anáfora, Estación Poesía o infoLibre.

 

 

 

 

 

 

HIJOS DE LA BONANZA

 

Mi infancia son recuerdos de un piso a las afueras

y un huerto descuidado en la ventana;

mi juventud, veinte años de cuadernos de inglés.

 

Conseguirás —dijeron—

mucho más que tus padres y sus padres:

estudia cuatro años y tendrás un trabajo,

trabaja y vivirás siempre tranquila;

trabaja y serás digna de un futuro.

Asentí, como todos —hijos de la bonanza—.

 

No atendimos a aquel presentimiento

aquel olor a pólvora —aún distante—

que asomaba en voz baja

como un eco de angustia a puertas de palacio.

 

De aquel país ajeno a las fronteras

solo guardo el recuerdo de la luz

y una aversión a la palabra patria.

 

 

 

 

 

 

DESDE QUE TE CONOZCO

 

No lloro por las tardes en invierno,

no lloro cuando escribo en mi diario,

no lloro cuando Elena Kuragina

—perdón por el spoiler—

muere desesperada —sola y desesperada—,

no lloro cuando leo mi pasado

en las cartas que guardo en el altillo.

 

No quería decirlo pero a veces

lloro cuando no estás en mis poemas,

lloro cuando me toco y pienso en alguien

que nunca has conocido,

lloro cuando recuerdo aquella noche

en que llegamos tarde al cine                      llenos

de lágrimas y semen.

 

Por la calle me han dicho que parezco

una mujer feliz.         Podría ser verdad.

 

Ya no me veo fea cuando lloro. 

 

 

 

 

 

LOS REVOLUCIONARIOS

 

Tenemos veinte años y queremos

cambiar el mundo desde abajo: así

es como todo avanza —nos decimos—

No tenemos certezas

pero tampoco dudas: la verdad

está de nuestra parte y lo sabemos.

 

No todos nos entienden: nuestros padres

siguen tan reaccionarios como siempre

y los abuelos dicen

burradas en las cenas familiares.

No pueden entender los sacrificios

que exige de nosotros el futuro:

la heroicidad es patria de los jóvenes.

 

La estupidez también. Nuestra revolución:

estupidez con buenas intenciones. 

 

 

 

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