“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] .
Leemos una selección de «Pérdida pérdida pérdida» y otros poemas de Roberto Appratto (Montevideo, 1950). Es profesor de Literatura, poeta, narrador y ensayista. Ha dictado cursos de Teoría literaria en el Instituto de profesores de Montevideo, de Narración creativa en la Universidad Católica y de Guion en la escuela nacional de Bellas Artes. Publicó once libros de poesía y ocho novelas, así como el ensayo La ficcionalidad en la literatura y el cine y textos para estudiantes sobre Chéjov, Poe y Borges. Tradujo Enrique VI de Shakespeare para Penguin Random House.
Es la voz de tu conciencia la que te habla
Y te dice: no has de sufrir.
Has de pensar en ti sobre todas las cosas,
Es decir en mí: sin distraerte
Con las ansiedades y los sentimientos de pérdida
Que te acechan a cada paso. Escucha:
Es la voz de tu conciencia la que te pide
Concentración y seriedad
Para pensar en tu vida.
Ésta es la voz de tu conciencia que te exige,
Desde ahora,
Escribir un poema por día.
Un poema.
No es una broma
Ni una exageración: un poema por día
Te ayudará a limpiar tu espíritu
Para no sufrir. Repito: no has de sufrir
Por los problemas amorosos, sino
Amar a ese poema que escribirás
Para no sufrir. La voz de tu conciencia
Vuelve a hablar: escúchame: no te pierdas
En los trajines del día. No duermas tanto.
No vayas al cine
Sólo para pasar el rato.
Debí haberte hablado antes. Debí
Haberte prevenido contra todo eso,
Pero esperaba que actuaras
Por ti mismo. De modo
Que me mantuve en silencio. Hoy,
Con una voz ronca, tal vez por desuso,
Pero fuerte,
He decidido hablar, y por eso me estás escuchando,
¿Me estás escuchando?
Hablo con una voz pausada, serena, para decirte
Que te quedes así,
Sentado, si es posible, en actitud de cumplir
Estrictamente mis palabras: es en presente,
Es en imperativo, que te digo que te concentres,
Que te mantengas alejado del alcohol
Y de las malas compañías; que estés solo,
Profundamente solo,
Aun en presencia de los otros,
Que no harán sino molestarte
Con textos imprecisos, torpes, mal puntuados,
La expresión indirecta y borrosa de sus almas;
La voz de tu conciencia te dice que no los escuches,
Que limpies tus oídos,
Que te pongas de una vez
A escribir el poema. Ése es el llamado.
El poema permanece en ti como una fuerza invisible,
El ritmo de un contrabajo que va y viene
Sobre las inclinaciones de tu espíritu, hasta el otro día,
En que escribirás otro poema,
Como se nunca hubieras escrito antes:
Con una pose ingenua ante la salida libre,
Indómita, de tus palabras. Yo las guiaré, yo,
La voz de tu conciencia, capaz de ver el dolor
Y la imperfección en lo que has hecho.
Me dirás que es tu vida, pero es también la mía;
Tengo derecho, por tanto, a decirte que te calles.
La voz de tu conciencia exige, perentoria,
El respeto del silencio,
Del ejercicio espiritual
De un poema por día, y lo seguirás aun cuando
Los demás te indiquen otro camino:
Serás un hombre si puedes desoírlos y hacer
Solamente lo que te estoy diciendo:
No pienses en otra cosa; sobre todo,
No pienses en eso. La voz de tu conciencia
Piensa por ti
para que no confundas el ritmo de tu vida
con el de tu corazón. Te lo dice, sólo por hoy,
esta voz, que advierte el desorden
en el uso inútil, operático,
de la fantasía, de la memoria,
de la ensoñación.
Deja que tu pasado,
a menudo abrumado por el dolor,
por la incertidumbre,
por la entrega absoluta a causas imposibles,
se evapore. Por eso te dice, una vez más,
la voz de tu conciencia que te quedes así, quieto,
y no sufras. Escribe tu poema, firme, sólido,
impasible, galvanizado en tu soledad, y estarás bien.
Ahora, con un gesto desprendido y generoso,
Con una sonrisa de aceptación, sin otra cosa que tu propia fuerza,
Escribe lo que te dictaré: empieza así:
ESCRIBIR PARA ALGUIEN
1
Hace ya muchos años, cuando estaba en tercero,
empezó Literatura. Quiero decir que ahí empecé a leer
cosas como estas:
Cumplíase la voluntad de Zeus
La marquesa alegre llegará al boscaje
Si no, sospecharé que me pusiste
De su dueña tal vez olvidada
Más adelante
El triste canto entona, el triste canto
Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse
Era del año la estación florida
Más de setenta años hace
Hablar y llorar me verás al mismo tiempo
Que a mí llaman Lázaro de Tormes
Eran textos incomprensibles, que nada tenían que ver
Con Patoruzito o Agatha Christie o Batman
Te saludo, redomita singular
La Natura es un templo donde vivos pilares/ Dejan salir a veces tal cual palabra oscura
Ser o no ser, he aquí el problema
De a poco fui entrando en el juego: así que los textos literarios como
de los sos ojos, tan fuertemientre llorando
quién hubiera tal ventura/junto a las aguas del mar
se le secó el celebro de manera
eran así
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Está en peligro mi vida por un pensamiento loco
La del alba sería
Al principio versos aislados
He almorzado solo ahora
¿Y cuándo parte?
A Caracé el cacique
Y cesó de respirar
Que me quedaban dando vueltas,
se me iban mezclando en la cabeza como un gran poema
que había que entender:
Quiero expresar mi angustia en versos que abolida
Se amellará con este trabajito
Ojos de perro y corazón de ciervo
Ya viene la golondrina
O si no
Yo tenía un facón con S
Entonces pudo en mí más que el dolor el hambre
Me propuse ser feliz
Iba leyendo una frase tras otra a lo largo de los años
Y tenían una sonoridad particular, un modo de nombrar el mundo
De algo más vaca que cordero
Y vio Dios que era bueno
Corrientes aguas, puras, cristalinas
Hasta verte, rancho pobre
Y me llegó el momento de dar clase y estudiar todo de nuevo
Y como mareado repetía
Con los ojos cerrados, en la noche otoñal
Adiós las mutuas manos y las sienes
Mal año para el lazarillo de Tormes
Hoy he yacido junto a una joven pura
Las decentes casas con balconcito
El aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usadas,
No sabía que estaba cada vez más cerca:
Siempre me fue caro este monte solitario
Los muertos pesan más que los vivos
Hace mucho tiempo leía yo un cuento en una sala antigua
Todos los poemas de amor son ridículos
Liceo por liceo iba leyendo en voz alta, como si ese sonido
Pasara a ser el de mi propia vida
Al despertar Gregorio Samsa una mañana,
Al principio el señor Villari no dejaba la casa
Yo tengo más recuerdos que si hubiera mil años
Lóbrega rosa que tu almizcle efluvias
Al entrar dejaba el libro en el escritorio
para después sostenerlo, como me habían enseñado
y leer, bien parado en el centro del salón
Lo demás era muerte y solo muerte
Y así lo hizo durante cuarenta días
No tenía mujer ni rancho/ a más era resertor
Para calmarme escribía en el pizarrón Kafka
Simbolismo
Samuel Beckett
Y leía, sin dejar de caminar por el salón,
Yo muero extrañamente
Junto a los ríos de Babilonia
Ya que no nos dan té, hagamos al menos un poco de filosofía
Allí donde tal vez vendimia y ara
Juro que no recuerdo ni su nombre/ mas moriré llamándola María
Y después de dar clase me quedaba pensando
qué hacer con todo eso y repetía
El otro día fue para Emma una jornada fúnebre
Y ese malentendido será nuestra ruina
Sus ojos en mí como dos perros en un patio ajeno
Como si las palabras dijeran además otra cosa
Que tenía que seguir escuchando
PÉRDIDA PÉRDIDA PÉRDIDA
Pérdida pérdida pérdida
La pérdida la más pérdida
No hay otra cosa que
Pérdida todo lo que puedo pensar
Es pérdida no admite traducción
Es pérdida no es la palabra pérdida
Es pérdida salgo a la calle
Y es pérdida prendo la luz del cuarto
Pérdida pienso un rato y es estrictamente
Pérdida fantaseo sobre el futuro pero en seguida
Es la pérdida no es más que pérdida
Lo que puedo hacer es pérdida lo que se me ocurre
Es pérdida si me lamento es en razón de
La pérdida todo lo demás se confronta
Con la pérdida si alguna vez hubo otra cosa
Hoy es la pérdida no es la imagen de la pérdida
Es la pérdida
No es una reflexión sobre el estado actual
Es la pérdida no es el deseo de otra cosa que pudiera
Eventualmente consolar sino
La pérdida la pérdida no es la debilidad que viene
Luego de la pérdida no hay luego de la pérdida
Es la pérdida
Acá la conciencia no juega no puede porque
Es la pérdida por lo tanto la pérdida
Hace ver la pérdida y sólo la pérdida
Si uno mira para ahí
UNA IMAGEN
Una imagen, firme, bien coloreada,
sostenida en sí misma desde un tiempo antes,
no sé cuánto. Una mujer sentada en el crepúsculo,
en un espacio interior, con los ojos cerrados, tal vez
ya dormida pero no tanto como para aflojar
la posición del brazo que sostiene la cabeza
para que no caiga. La otra mano
apoyada en el mantel, dedo por dedo.,
como si apretara su historia en silencio. Ahí
cada palabra cuenta. Está
en actitud de pensar, pero no preocupada,
más bien utilizando el tiempo a su favor.
Nadie puede venir a molestarla en ese trance,
porque no es sólo su trance sino la disponibilidad,
a un nivel que sólo un adulto puede comprender,
para estar en trance, sola. Es el acto de captar para sí
todos los momentos de distracción en uno.
La mujer seguramente no sabe, al menos del todo,
qué grado de perfección alcanza su silencio
ni qué profundidad, más allá de los límites del cuarto en que está,
puede ofrecer la contemplación de su cabeza. Al fin y al cabo,
es una superficie bien coloreada pero en matices oscuros,
sobre todo arriba, para que la luz se concentre en el blanco de su
/cuello
ampare el tiempo de reflexión en su historia. En eso estaba
un segundo antes de entrar y sentarse allí. Dejó la puerta
entreabierta por el apuro por llegar a esa habitación,
que no es la suya, para estar sola. Ella, sin duda,
es lo que se puede ver: una mujer entregada al matiz de la mirada
o absolutamente nada. Un episodio de la vida urbana
que la descripción no puede agotar, porque no es eso
lo que la tiene así. Toda su historia queda subsumida,
si ésa es la palabra, en lo que callaría si se le preguntara,
en cualquier tono, por su estado de ánimo. Lo que la superficie
/ revela
es eso: el universo se compone de los colores que ella vio
al entrar y sentarse, y que la ayudarían a pensar en su vida
sin una sola vibración. Es ese instante, antes de dormirse,
con la vigilia suspendida en la posición de sus manos,
lo que la descripción puede señalar sin hacer ruido. La mano
parece proteger, en un gesto de delicadeza, la plenitud del rostro
tal como está, incluso la semisonrisa con que se entrega al sueño:
los dedos doblados contra la sien no pueden evitar la inclinación
de la cabeza, y del cuerpo, hacia la comodidad de una idea de sí
/ misma
que buscó todo el día, deambulando por la casa. Está así,
por el momento. Nada asegura que el brazo no caerá en unos
/segundos
para revelarle, al despertar, otra cosa que aún no puede entender.
Todo lo que está a su lado –la puerta entreabierta, la fruta,
la botella, el tapiz doblado, la silla que la enfrenta, el cuadro
oscuro a sus espaldas- son signos de desasosiego,
del equilibrio precario en que está su vida a esta hora de la tarde.
Quién sabe si entonces su mano izquierda no se cierra, irritada,
sobre la mesa, y aprieta un pliegue del mantel el tiempo necesario
para quebrar el orden que la luz le impone. Por ahora duerme,
y lo que vemos es exactamente lo mismo que ella ve,
esa posición del cuarto y de las cosas que se cristalizan para durar
mientras encuentra un sentido para el cuadro.