Poesía rumana: Mihaela Moscaliuc

Mihaela Moscaliuc nació y creció en Rumanía donde parte de su familia todavía vive. Entre sus libros destacan Immigrant Model (University of Pittsburgh Press, 2015) y Father Dirt (Alice James Books 2010), tradujo el libro de Carmelia Leonte, The Hiss of the Viper (Carnegie Mellon University Press, 2015) y fue editora de Insane Devotion: On the Writing of Gerald Stern (Trinity University Press, 2016). Ha sido ganadora de dos premios Glenna Luschei (en poesía y prosa, respectivamente) otorgados por Prairie Schooner, también ha ganado una beca de investigación otorgada por Le Chateau de Lavigny (Suiza), un Individual Artist Fellowship del Concilio de la Artes del estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) y una beca Fulbright otorgada por Rumanía. Mihaela Moscaliuc es profesora asistente de inglés en Monmouth University y también es parte de la facultad del programa de maestría en poesía y prosa en traducciones de Drew University. La traducción es de Frances Simán.

 

 

 

ODA A LAS PRIMERAS MENTIRAS

 

Una vez que has probado la sangre, no puedes detenerte,

dice mi padre, mientras el perro cae y yo lo veo,

sin estar segura qué sigue: cómo enterrar

al que has matado con tus propias manos,

cómo llorar su muerte, cómo reemplazarlo.

 

Solo los perros, me repito a mí misma, solo los perros

no pueden detenerse nunca.

 

 

 

 

LA ISLA DE LAS MUÑECAS

 

Lago Teshuilo, Canales de Xochimilco, Ciudad de México

 

Durante medio siglo, bajo la mirada de compasión de su barrio,

don Julián empujó una carretilla

llena de extremidades rescatadas, cabezas de cabello enmarañado, y ojos extirpados

En aquel entonces, auto exiliado en una isla cercana,

plantó deliciosos cultivos para intercambiar por más.

Más de mil muñecas y sus partes,

envejecidas y podridas, adornan árboles, estacas, verjas,

algunas desnudas, otras sofisticadamente ataviadas.

 

Devoción por la niña ahogada,

o que imaginan ahogada en el canal de Xochimilco,

vil fantasía, obra de una mente retorcida

 – difícil de distinguir.

En la pantalla se observa un inquietante montaje

en las etapas de nuestra desintegración; desde adentro

un parque de juegos post apocalíptico, o como algunos visitantes juran,

una comuna de almas poseídas que gimen y parpadean en la oscuridad.

 

Alabada sea la belleza accidental de tu trabajo retorcido.

La suya también, don Julián; pero niñas

sin muñeca, son sus historias las que necesito esta noche.

Acérquense, acérquense. ¿Sentían desde la calle el llamado de las carretas?

¿murmuraron? ¿se quejaron? ¿por qué abandonaste la tuya?

¿quién la desmembró?  ¿quién la lanzó a la basura?

¿quién al canal? ¿eras mayor? ¿eras joven?

¿qué abrazaste

esa primera noche ya sin ellas?

 

 

 

 

ME PREGUNTAS POR QUÉ TE RESPONDO CON ABEJAS

 

Puede que ya sepas los datos: las reinas

escogen el sexo de sus óvulos, los padres

son asesinados por indolencia; bajo el hechizo

de hembras estériles florecen 8.7 millones

que destilan dentro de una libra de miel,

 

y puede que hayas notado la compartida

devoción con la que despiertan:

colina de arándanos y parcelas de

calabaza – (mientras la reina

mira desde su forzada reclusión;)

mientras que desde su forzada reclusión

la reina foránea observa.

 

el centinela come a través de la tapa del dulcero

(los dulces más duros) y ruega que crezcan

dóciles, olvidadizos en la confusión

del heno quemándose, ruega que aprendan

su aroma muy íntimamente

 

para proseguir con la matanza.

Si has seguido la compleja sintaxis

de su hambre, ya debes haber adivinado: el cambio

es posible. Cuando las flores aparecieron,

las abejas renunciaron a los insectos, alteraron

 

la historia, forjaron dependencias

duraderas: algunas prosperaron

en un sólo tipo de flor, algunas flores

se entregaron a un tipo de abeja, la reina

sobrevive y es amada, aunque ella permanece

 

extranjera. Los hambrientos no esperan

a ver la colonia colapsar; no

esperes una respuesta

y además, sólo conozco el lenguaje

de las abejas, el que tú me enseñaste –

 

Qué rápido olvidaste

el zumbido que presionaste

sobre mi omóplato, el consagrado

aguijón y toda esa plática

de los poderes curativos del veneno.

 

 

 

 

 

CISNE NEGRO

 

El cisne negro en el lago decorativo, mi primero

fuera de la fotografía de mi padre, me parecía falso.

Cada día regresaba a verlo.

En mi estupidez, supuse culpables a los nutrientes,

así como en los flamencos, cuyo rosa palidecía

para luego asentarse en un blanco sólido,

una vez que el zoológico estatal agotó su cuota de bolitas de caroteno.

Esperé la primera descoloración,

algún fragmento de transición al gris,

convencida de que lentamente se desharía

de la basura alimentada por turistas idiotas.

Va a tomar tiempo,

devolverlo a los mitos donde pertenece;

yo tengo tiempo, tiempo de sobra

de años matándolo en un cuarto oscuro.

Por algunas monedas daba vuelta a la perilla

en el tanque de revelado, y secaba las

órdenes con fecha de entrega urgente.

El revelador se detiene, seguido de un baño de fijado.

Me mezo por gusto, para ver el mundo amanecer

del blanco del papel fotográfico,

difuminaciones barridas por la certeza en la bandeja final.

Fui la primera en verlo antes de conocer la luz,

aunque por supuesto ya había sido enfocado por el

al ojo preciso de mi padre. No sé

cuantas cintas de prueba necesitó para obtener la correcta exposición

o lo que tardó en aprender a transformar un cisne blanco en negro,

queriendo probarle a su incrédula hija,

que chillan y cantan en el agua de verdad, justo afuera de

los cuartos oscuros del Bloque Este.

 

 

 

 

AUTORRETRATO: LOMBRICES

 

Al atardecer su respiración se volvía tan agotadora que     

la niña debía concentrarse: atrapar el aire,   

forzarlo hacia pozos de inflamado   

músculo, vencer todos los obstáculos, así como      

en los cuentos de hadas, porque ella era      

la heroína destinada a vivir y deshacer        

alguna vaga maldición, alguna fruta prohibida        

que hacía a los doctores encogerse de hombros y a las viejas señoras       

santiguarse. Ella se anticipó  

al peligro con un tibio escalofrío      

aunque algunas noches, la labor era tan difícil        

que la llevaban de urgencia al hospital.       

Dieciocho meses, este caso peculiar de asma          

mientras que la joven palidecía

 

           

            ¿qué pasaría si no pudiera morder

            el aire lo suficiente? ¿qué pasaría si

            en vez de aire, ella no encontrara

            nada? ¿qué pasaría si

            mordiera

            la nada?

 

 

Ella había adelgazado

hasta el aire, así que el doctor ordenó más exámenes,        

miles de lombrices    

deslizándose hacia arriba para incubar        

en el tibio esófago –   

un último festín oreado antes de que el andrajoso baile      

expire y una nueva paleta de hebras

reanude el ciclo. Compartieron su respiración,        

ella les prestaba su cuerpo,   

aunque para ese entonces todos estaban muriendo  

en tes e infusiones de ajenjo.

Ella creció, se mudó y curó  

los parásitos de sus hijos con Pyrantel.

           

            Ella ya no recuerda sus viejos miedos

            pero todavía siente el sabor del aire, y su fascinación

            por desaparecer.

 

 

 

 

BIOGRAFÍA

 

Los dictadores rumanos Elena y Nicolae Ceausescu fueron ejecutados el 25 de diciembre de 1989, después de veinticinco años de mandato despiadado.

 

La historia de un pueblo es la historia de sus negaciones.

Si puntualizara esa historia hoy no sabrían cómo limpiarse

el sudor de la palma de sus manos. Sus pobres manos temerosas de soltar el control remoto.

Deben haber visto, al menos una vez, las noticias de los dos dictadores

que negaron, hasta que los acallaron las balas, el genocidio contra su propio pueblo,

y deben haber visto, más de una vez, el especial de PBS sobre infames pabellones

pudriéndose, cunas amontonadas con hileras de huesos, equipados de sonrisas espectrales.

Quién podía haber adivinado que los autores del terror

iban a terminar en una barraca improvisada, sus torsos marchitos

tan exasperantemente pequeños y rígidos como de muñecos, solo brazos que se agitan

histéricamente. Veinte millones de nosotros durante veinticinco años.

Nos vieron arrastrarnos al unísono hacia la palma

que sostenía dos migajas: una para el informante, otra para el informado.

Pueden haber entendido la historia del pelotón de fusilamiento,

como clones miedosos, medimos y remedimos los cadáveres,

les disparamos y volvimos a disparar. Cada uno de nosotros ansiaba un poco de sangre seca,

una cutícula raída, un muñón de ceja, un dedo

en el gatillo, así que vimos de nuevo la ejecución durante toda la Navidad,

besamos a nuestros militares, compartimos el pan con extraños,

dejamos de tirar piedras a los perros callejeros, suplicamos perdón a los gitanos.

Amamos como solo la gente que no se sacia con la muerte ama,

Amamos incondicionalmente un largo día de Navidad de 1989.

 

 

 

 

PAREJA DE 71 AÑOS DESCIENDE AL MAR NEGRO

 

Después de una década de luchar

para sobrevivir el legado del comunismo,

hambrientos, sin dinero, desolados,

se unen a la creciente lista de suicidas.

 – Periódico rumano, 4 de mayo de 2000

 

Uno habla primero y el otro escucha.

Ninguno habla de sus hijas distantes que se arrodillan a besar

los somnolientos ojos de los niños. Se reparten una taza de sopa de pescado

mientras la luna se tiñe de plenitud, mientras la arena se inflama de rocío.

 

Hay anillos de boda asegurados con cinta adhesiva,

zapatos entrelazados llenos de pesas corroídas

ciñen sus cuerpos encorvados como viejos guantes de boxeo,

descienden al mar tomados de la mano, sin canto, sin oración.

 

Cómo se prepara el agua para recibirlos –

su lento abrazo mientras su piel curtida

flota lejos de las columnas de huesos

sobre el osario del mar.

 

 

 

 

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