Silva de Varia Lección: Letra de Fernando del Pulgar contra los males de la vejez.

En esta nueva entrega de Silva de Varia Lección, nuestro editor el poeta Mario Bojórquez nos propone la Letra de Fernando del Pulgar contra los males de la vejez, dirigida al doctor Francisco Nuñes y en la que nos cuenta sobre su lectura del tratado de Cicerón Sobre la vejez.

 

 

 

 

 


LETRA DE FERNANDO DEL PULGAR CONTRA LOS MALES DE LA VEJEZ

Señor dotor Francisco Nuñes, físico: yo, Fernando de Pulgar, escriuano, paresco ante vos y digo: que padeciendo grand dolor de la ijada y otros malos que asoman con la vejez, quise leer a Tulio de senectute, por auer dél para ellos algún remedio; y no le dé Dios más salud al alma de lo que yo fallé en él para mi ijada. Verdad es que da muchas consolaciones, y cuenta muchos loores de la vejez, pero no prouee de remedio para sus males. Quisiera yo fallar un remedio solo más por cierto, señor físico, que todas sus consolaciones: porque el conorte cuando no quita dolor, no pone consolación; y así quedé con mi dolor, y sin su consolación. Quise ver esomismo el segundo libro que fizo de las Quistiones Tosculanas, dio quiere prouar que el sabio no deue hauer dolor, y si lo houiere, lo puede desechar con virtud. Yo, señor dotor, como no soy sabio, sentí el dolor, y como no soy virtuoso, no le pude desechar, ni lo desechara el mismo Tulio, por virtuoso que fuera, si sintiera el mal que yo siento: así que para las enfermedades que vienen con la vejez fallo que es mejor ir al físico remediador, que al filósofo consolador. Por los Cipiones, por los Metellos y Fabios, y por los Trasos, y por otros algunos romanos que biuieron y murieron en honra, quiere prouar Tulio que la vejez es buena; y por algunos que houieron mala postrimería prouaré yo que es mala, y daré mayor número de testigos para prueua de mi intinción que el señor Tulio pudo dar para en prueua de la suya. Uno de los cuales presento al mismo Tulio, el cual sea preguntado de mi parte: cuando Marco Antonio, su enemigo, le cortó la mano y la cabeça ¿cuál quisiera más: morir de calenturas algunos años antes, o morir como murió viejo y de fierro algunos años después? Bien creo yo que aquellos romanos que alega houieron honrada vejez; pero también creo que el señor Tulio escriuió las prosperidades que houieron, y dexó de decir las angustias y dolores que sintieron y sienten todos cuantos mucho biuen. Sabio y honrado fué Adán; pero sus dos fijos vido homecida el uno del otro. Justo fué Noé; pero vido perecer el mundo, y él andouo en la tormenta de las aguas, y vídose descubierto y escarnecido de su fijo. Abrahán, amigo fué de Dios; pero desterrado andouo de su tierra, sufriendo angustias por moradas agenas. Ysaque, la vejez le fizo ciego, y biuió vida atribulada por la discordia de sus dos fijos. Rico fué Jacob y honrado; pero sus fijos le vendieron al fijo que más amaua, y ciento y treinta años confesó que hauía pocos y malos. Dauid persecuciones houo muchas y graues, y disensión dentro de su casa, que es doblado tormento. El viejo Elí, sacerdote, sus dos fijos sopo ser muertos en la batalla, y el arca del testamento tomada de los enemigos. Estos de quien estas cosas se leen, patriarchas fueron y amigos de Dios, mucho más por cierto que los Metellos ni los Fabios de Roma; pero ¿quién quita que en los muchos años que biuieron houieron logar todas estas persecuciones que sintieron? No acabaríamos de contar, porque son muchos, y aún diría que todos, los que por beuir mucho houieron en sus postrimeros días grandes tormentos, allende de los dolores corporales que les acarrea la vejez. Ni por eso quiero conparar a nuestra vida y trabajos la vida y tentaciones destos patriarcas, ni de los santos y mártires que alunbrados del Espíritu Santo sufrieron virtuosos martirios y persecuciones; porque aquello fué por otros misterios de Dios, obrados en aquellos que fueron sus amigos, por esperimentar en ellos la virtud de la fe, de la paciencia y de la constancia para enxenplo de nuestra vida. Pero digo que cuando aquellos sintieron los trabajos de la vejez, cuánto más lo sentirían los que no podieron alcançar la gracia que ellos alcançaron. Job nos condena a pena de beuir pocos días y sofrir muchas lacerias, la cual sentencia se executa cada día en cada uno de nosotros, especialmente en los viejos; porque veo que continuamente padescemos dolores, dolencias, muertes de propincos, necesidades que tomamos, otras que se nos vienen sin llamar, segund y en la manera que Job lo pronunció por su sentencia: ítem más, pobreza, amiga y mucho conpañera de la vejez. E porque loa esomismo Tulio la vejez de tenplada, porque se aparta de luxuria y de los otros ecesos de la mocedad, sea preguntado si usan los viejos desta tenplança porque no pueden o porque no quieren. Dígolo, señor físico, porque a vos y a otros ommes honrados vicios he oydo loar esta tenplança, y loar y deleitarse tanto en la destenplança de su mocedad pasada, que paresce faltar la obra porque falta el poder, que está ya tan seco cuanto está verde el deseo para la obra si podiese; así que no sé yo cómo loemos de tenplado al que no puede ser destenplado. Y si el viejo quiero tornar a usar de las luxurias que dexó con la mocedad, ya vedes, señor dotor, cuant hermoso le está andar enbuelto en las cosas que su apetito lo tienta, y su fuerça le niega. Loa tanbién la vejez porque está llena de autoridad y de consejo; y por cierto dice verdad, como quiera que yo he visto muchos viejos llenos de días y vacíos de seso, a los cuales ni los años dieron autoridad, ni la esperiencia pudo dar dotrina, y ser corrigidos de algunos mancebos. Y si algunos viejos hay que sepan, aun éstos dicen: si sopiera cuando moço lo que agora sé cuando viejo, otramente houiera biuido: de manera que si el moço no face lo que deue porque no sabe, menos lo face el viejo porque no puede. Loa tanbién el señor Tulio la vejez porque está cerca de ir a uisitar los buenos en la otra vida; y desta visitación veo yo que todos huymos, y huyera el mismo Tulio si no le tomaran a manos, y le enbiaran su camino a facer esta visitación que mucho loó y poco deseó. Porque fablando con su reuerencia, uno de los mayores males que padece el viejo es el pensamiento de tener cercana la muerte, el cual le face no gozar de todos los otros bienes de la vida; porque todos naturalmente querríamos conseruar este seer, y ésto acá no puede ser, porque cuanto más esta vida cresce, tanto más decresce; y cuanto más anda, tanto más va a no andar. Y lo más graue que yo veo, señor dotor, es que si el viejo quiere usar como viejo, huyen dél; si como moço, burlan dél. No es para seruir, porque no puede; no para seruido, porque riñe; no para en conpañía de moços, porque el tienpo les apartó la conuersación; menos le pueden conuenir los viejos, porque la vejez desacuerda sus propósitos. Comen con pena, purgan con trabajo; enojosos a los que los menean; aborrescibles a los propincos, si son pobres, porque tardan en morir; aborrescibles, si son ricos y biuen mucho, porque tarda su herencia. Disfórmansele los ojos, la boca y las otras faciones y mienbros; enflaquécenseles los sentidos, y algunos se les priuan; gastan, no ganan; fablan mucho, facen poco; y sobre todo la auaricia, que les cresce iuntamente con los días, la cual do quier que asienta ¿qué mayor corrubción puede ser en la vida? Así que, señor físico, no sé yo qué pudo hallar Tulio que loar en la vejez, heces y horrura de toda la vida pasada, la cual le face hábile para recebir cualquier dolencia de ijada, con sus aderencias. Y si alguna edad de la vida halló digna de loor, lo que niego, deuiera, a mi parescer, loar la mocedad, antes que la vejez: porque la una es hermosa, la otra fea; la una sana, la otra enferma; la una alegre, la otra triste; la una enhiesta, la otra caída; la una recia, la otra flaca; la una dispuesta para todo exercicio, la otra para ninguno, sino para gemir los males que cada hora de dentro y de fuera les nacen. Y por tanto, señor físico, sintiéndome agrauiado de las consolaciones y pocos remedios de Tulio de senectute, como de ningunas y de ningún valor, apelo para ante vos, señor Francisco de medicis, y pido los enplastos necesarios saepe et instantive: y requieros que me remediéis y no me consoléis. Valete.

Silva de Varia Lección

Antecedentes del Ensayo en español
Contra los males de la vejez
Fernando del Pulgar


En el prólogo de su Antología de la Lírica Griega (UNAM, 1988) don Rubén Bonifaz Nuño nos avisa sobre el modo en que aquella civilización antigua preciaba la juventud, nos retrata a un pueblo griego en la inocencia y vitalidad de lo nuevo, una suerte de primavera de la vida del hombre, al mismo tiempo que nos previene de cómo la vejez es despreciada por ser una forma ignominiosa de la vida:

Dos amenazas penden inexorables sobre la cabeza del hombre: la de la vejez y la de la muerte. La primera se mira, de modo indudable, como la más temible.

            La muerte, si se gana con honra luchando en las primeras filas, es en gran manera codiciable; en cambio la vejez padece por sí misma, incluso en los mejores casos, una semilla de humillación.

            La vejez transforma al hombre en malo y en feo; lo hace por eso, irremisiblemente, indigno de amor. Los mortales son víctimas de males y dolores inenarrables, objeto de riesgos continuos; la vida, si se prolonga, los sujeta innecesariamente, al hacerlos más vulnerables, a esos males y dolores y riesgos.

            Bien precioso es la juventud, propiciadora de preciosos bienes; la vejez deformante y triste, origen de justificado desprecio, trae consigo irreparables daños al cuerpo y al alma. Por esa razón, para evitar cuidados y enfermedades, mucho mejor es morir que alcanzarla.


Este es el tema de la carta que Fernando del Pulgar dirige al doctor Francisco Nuñes, nos cuenta que leyendo a Marco Tulio Cicerón en su tratado Sobre la vejez no ha encontrado remedio para sus males corporales ni tampoco consuelo para su alma pues comprende que la vejez es la peor suerte que puede ocurrirle al hombre, Cicerón a través de la voz de Catón el viejo encomia la experiencia y la sabiduría:


Nada prueban quienes afirman que la vejez no se desenvuelve en los negocios. Es como decir que el timonel no hace nada sujetando el timón, puesto que mientras él permanece sentado en popa, unos se encaraman en los mástiles, otros corren de aquí para allá, otros queman los desechos. Es verdad que no hace el trabajo que hacen los jóvenes, sin embargo el timonel hace cosas mejores y de más responsabilidad. Trabajo que no se realiza con la fuerza, velocidad o con la agilidad de su cuerpo, sino con el conocimiento, la competencia y autoridad. De ningún modo la vejez carece de estas cualidades, por el contrario éstas aumentan con los años, a menos que os parezca que yo haya puesto fin a mi actividad porque no participo en ninguna guerra.

Sin embargo, Fernando del Pulgar considera que no es suficiente consuelo saberse más prudente mientras el dolor en el ijar no se desvanece con la lectura virtuosa y requiere del médico alguna hierba o polvo que le haga sobrellevar con dignidad las dolencias reales que aquejan su envejecido cuerpo.

Comienza con este autor el ensayo en español, al parecer habría nacido en Toledo y pertenecido a la corte, ya que realizó trabajos de embajador de la reina Isabel y en su momento fue nombrado cronista de los reyes católicos de los cuales publicó su Crónica de los reyes católicos don Fernando y doña Isabel de 1492 y también bastante conocido por ser biógrafo de los hombres ilustres de la época de quienes escribió un famoso tomo, Claros varones de Castilla, donde retrata la vida de personajes notables como el rey Enrique IV, los marqueses de Santillana y Villena y aún el conde de Alba; otro de sus trabajos reconocidos son las Glosas de Mingo Revulgo, extraño poema pastoril de pretendido mensaje alegórico sobre temas políticos y morales de la época; el autor de esa égloga fue el franciscano Íñigo de Mendoza quien a través de un diálogo entre los personajes pastores Gil Arribato y Mingo Revulgo habla de la decadencia de esos tiempos. Será, por otra parte, autor de las famosas Letras, una serie de cartas sobre asuntos diversos de interés general, ya jocosas o serias ya cultas o íntimas, que podrían datarse como las precursoras de una escritura emparentada con lo que conoceremos como el género del ensayo iniciado formalmente en 1570 por Michel de Montaigne. En esta serie titulada Silva de Varia Lección ocupa un lugar de brillante destaque para el conocimiento de la antigua literatura hispánica y para el goce estético y espiritual.

MB

 

 

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