Apuntes para una literatura ancilar: Flor nueva de romances viejos

En esta nueva entrega de la serie Apuntes para una literatura ancilar, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez nos acerca a la tradición de romancero, en esta oportunidad la hispánica, a través del Romance del moro que perdió Alhama, antecedido por su nota crítica, el comentario de don Ramón Menéndez Pidal y la versión cantada de Joaquín Díaz. Alhama es una ciudad del reino Nazarí de Granada cuyo topónimo nos recuerda “baño” y “manantial de agua caliente”, por los baños termales árabes de la ciudad, construidos entre la etapa almohade y el propio reino Nazarí.

 

 

 

 

El Romance es una forma epicolírica que refiere tradiciones literarias de Francia, Inglaterra y Alemania entre otras, hay ciclos llamados de Bretaña en la tradición hispánica de raimgambre medieval con sus lances de caballeros y donas, pero que toman mayor residencia en los llamados romances fronterizos o moriscos de la caída del imperio árabe en la península ibérica. En su versión moderna los conocemos a través de Federico García Lorca y su Romancero Gitano, y trasladados a América sobresalen las canciones gauchescas de la pampa argentina cuyo mayor monumento será el Martín Fierro y su estrofa característica de seis versos consonante conocida hoy como ‘sextina hernandina’ y, en el caso mexicano, pervive en el llamado corrido que consta igualmente de la misma formulación original, un verso de dieciséis silabas monorrimado en asonante que se escribe hoy por su hemistiquio natural en octosílabo, conserva la función épica del έπος épos griego, los ‘sucesos en el tiempo’ de donde parten palabras como epopeya o épica o época,  desde los primeros versos hay información suficiente de tiempo modo y lugar, para ejemplo recordar las canciones de los Cadetes de Linares o Los tigres del norte entre nosotros: “Salieron de San Isidro, / procedentes de Tijuana, / traían las llantas del carro / repletas de hierba mala, / eran Emilio Varela / y Camelia la texana” o, “Salieron de madrugada, / se oía el canto de los gallos, / iban a ser dos jornadas / a lomo de sus caballos, / la fiesta se celebraba / en el Rancho del Pitayo. / Pedro le dice a Fabián, / dale un trago a José Luis, / que beba de ese mezcal, / pa’ que se sienta feliz, / que ahorita nomás llegar, / nos vamos a divertir”. Ejemplos puntuales de tiempo, modo, lugar y caracterización de personajes, dicho esto, comienza la peripecia. Ese es el motor del romance, es una pequeña narración en verso donde ocurren sucesos y son atravesados por la instancia lírica, el punto de vista del observador, casi siempre con un tono amoroso y triste. No conserva una estrofa fija, a veces son corridas de doce a trece versos, en otras ocasiones se formulan en estrofas de cuatro a ocho versos e incluyen un estribillo, de todos los modos, son composiciones para ser cantadas, transformado en sus nuevos formatos, si es eminentemente lírico, lo conoceremos como balada. El romance es la forma más viva de la poesía popular hispánica.

 

MB

 

 

 

 

“La ciudad de Alhama, muy internada en el reino granadino, fue sorprendida por el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León la noche del 28 de febrero de 1482, gracias a la pericia del escalador y al arrojo de un vecino de Carrión, Juan de Ortega, quien sin ser sentido, echó la escala al castillo de la ciudad y entró el primero en él; los cristianos ganaron después las calles de la población con grandes trabajos y la defendieron de dos ataques del rey de Granada, empeñado en recobrar la gran pérdida sufrida en su reino.

El romance que cantó esta hazaña estuvo muy de moda en el siglo XVI, en que fue objeto de varias glosas. El padre Mariana gustaba también de él: «Sobre la toma de Alhama anda un romance en lengua vulgar que en aquel tiempo fue muy loado, y en éste, en que los ingenios están muy limados, no se tiene por grosero, antes por elegante y de buena tonada». Como vemos, el gran historiador, aunque cree en la antigüedad del romance, no piensa para nada en el origen arábigo que afirmaba por entonces el fantástico Pérez de Hita en su novela granadina. Ya sabemos que todo romance morisco parte del artificio de situarse el poeta en medio del campo moro.

Igual que en Castilla fue en Portugal popular el ¡Ay minha Alfama!: y todavía hoy en Miranda do Douro se canta en una danza del país:

 

Passeabase ’l rei moro
pu’-les rúes de Granada,
cun el resplandor del sol
le relhumbraba la spada.

 

Literariamente, este romance es también famoso en el extranjero; fue de los más traducidos: al inglés, por Rodd, Southey, Lord Byron, Gibson y otros; al alemán, por Geibel; al francés, por Damas Hinard, Mérimée, etc.

En el tiempo de su gran boga, la melodía con que se cantaba fue acogida por los principales vihuelistas cortesanos; se halla en el Delfín de Música de Luis Narváez (1538), así como en los libros de cifra de Pisador (1552), de Fuenllana (1554) y de Venegas (1557). El señor Torner nos transcribe para piano la parte de vihuela que se halla en Narváez.”

 

Ramón Menéndez Pidal
Flor nueva de romances viejos
Austral, Madrid, 1938.

 

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Romance de la conquista de Alhama,
con lo cual se comenzó la última guerra de Granada

 

 

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada;
– ¡Ay de mi Alhama!

Las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara.
echó mano a sus cabellos
y las sus barbas mesaba
Apeóse de la mula
y en un caballo cabalga,
por el Zacatín arriba
subido había al Alhambra;
mandó tocar sus trompetas,
sus añafiles de plata,
porque lo oyesen los moros,
que andaban por el arada.
– ¡Ay de mi Alhama!

Cuatro a cuatro, cinco a cinco
juntado se ha gran compaña.
Allí habló un viejo alfaquí,
la barba bellida y cana:
-¿Para qué nos llamas, rey,
a qué fue nuestra llamada?
– Para que sepáis, amigos,
la gran pérdida de Alhama.
– ¡Ay de mi Alhama!

– Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara;
mataste los bencerraes,
que eran la flor de Grana;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino
y que se acabe Granada.
– ¡Ay de mi Alhama!

 

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