Apuntes para una literatura ancilar: Construir el conocimiento por medio de la poesía.

En esta nueva entrega de la serie Apuntes para una literatura ancilar, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez nos propone una revisión de la experiencia de aprendizaje significativo y la construcción del conocimiento mediante la poesía.

 

 

 

 

 

Construir el conocimiento por medio de la poesía
Mario Bojórquez

 

Cuando Noam Chomsky estableció el concepto de competencia lingüística “como la capacidad innata para emitir y comprender un número indefinidamente grande de oraciones en su lengua” daba por fin una respuesta a la antigua preocupación al respecto del modo en que cada lengua encarnaba en un individuo.

Conocida es la historia referida por Herodoto, de ser la lengua frigia (una variación del indoeuropeo), la más antigua y, por tanto, la nación que la habló también. El Faraón Psamético de Egipto ordenó apartar a dos infantes de todo trato lingüístico durante dos años, al fin de los cuales los niños pronunciaron la palabra bekos, extendiendo los brazos hacia su cuidador, ”bekos” en idioma frigio equivalía a “pan”, Michel de Montaigne recuerda el caso en sus Ensayos. Quizá convenga reconocer también que el niño Michel de Montaigne fue el último hablante nativo del latín, ya que al nacer fue separado de su madre para ser educado por sirvientes y preceptores que sólo hablaban latín delante de él en un ambiente controlado donde no se escuchaba otra lengua. Aprendió francés en la adolescencia.

Sin embargo, una competencia lingüística no es suficiente para una adecuada expresión comunicativa en todos los contextos culturales, de ahí que la antropóloga del lenguaje Muriel Saville-Troike proponga un grado más complejo de esa capacidad, llamándole competencia comunicativa al “conocimiento del código lingüístico para decir lo necesario adecuadamente a cada quien y de cuál manera según el contexto de una situación dada.”

Los estudios más recientes incluyen otras capacidades derivadas de los usos de la lengua en la sociedad actual, se habla de una competencia estratégica y de una competencia textual para resolver formas de interacción como el debate o la comunicación por escrito, y aún, se habla de una competencia literaria o semiológica como un estadio superior para aprender a interactuar con el mundo contemporáneo de los medios masivos de comunicación, el Internet y la publicidad.

Estas preocupaciones por definir el uso de la lengua en los procesos de aprendizaje, han dispuesto una alerta en los sistemas educativos: la forma en que aprendemos español es muy deficiente. Ni aprendemos español, mucho más allá de las reglas que usamos inconscientemente, ni nos interesa aprender formas nuevas o diversas de las que nos ofrece el contexto en que nos desarrollamos.

Para un número creciente de estudiantes del nivel medio-superior, las formas de aprendizaje no están ya en las escuelas, adquieren vastísimos conocimientos que exceden la oferta escolar en los dispositivos electrónicos y la red de Internet, muchos de ellos ya no acuden a los medios tradicionales de la televisión o la radio, no están sujetos a la programación de los canales, pues miran los programas y películas de su interés en línea con Netflix o Amazon Prime y fácilmente pueden archivar y descargar totalmente la música de su preferencia en un dispositivo transportable con Spotify.

Las formas de comunicación en el Internet, como los chats en vivo de YouTube, Instagram, Facebook o los mensajes por Whatsapp y Twitter entre otros, han construido, por simplificación, una suerte de koiné que se parecería bastante, en el caso del español, a la propuesta por don Andrés Bello en su Ortografía de 1844. La supresión de las consonantes y vocales que no se pronuncian, los cambios naturales de c y q por k con vocales fuertes, la c por s, la g por j, contracciones, elisiones y aféresis que conforman la realidad diaria de su lengua corriente.

Entre tanto, los programas educativos tratan de recuperar el espacio perdido ante la velocidad y la transformación de la lengua sin ninguna oportunidad de revertir estos usos por medio de la instauración de modelos de aprendizaje de la lengua y la literatura convencionales. La opción más viable ante este panorama caótico, es responder con un sustrato mucho más dinámico del hecho literario: Textos cada vez más breves y cada vez más complejos en estructura y expresión.

De los alumnos de nivel medio-superior que hemos consultado sobre el aprendizaje de los temas de lengua y literatura, la mayoría encontró como poco interesante, e incluso aburrida, la vocación de aprender las formas estrictas en que se usan diariamente los niveles del lenguaje. A la pregunta de si recordaban algún texto literario estudiado en clase que les haya provocado pensamientos o relaciones anímicas importantes, no tenían un texto en especial, ante la insistencia, algunos recordaron el Himno Nacional, se sorprendieron de saber que se trataba de un poema escrito por Francisco Bocanegra, pero reconocieron que usaba rima, a la pregunta de si reconocían la estrofa o verso en que estaba escrito, dijeron que no, al momento de explicarles la construcción del decasílabo heroico, reconocieron los acentos rítmicos en 3, 6 y 9 sílabas y se maravillaron al trasladar esa acentuación a una canción popular de José Alfredo Jiménez (En el último trago), coincidieron en que el nivel del lenguaje de ese poema no se corresponde con un uso habitual de los mexicanos, “el acero aprestad y el bridón” era para ellos una frase hueca sin sentido.

Los profesores consultados hablaron de las dificultades que representaba hacer comprender a los alumnos nociones complejas como las de una oración compuesta o  el sintagma nominal, en general los programas no ofrecían técnicas de aprendizaje para la consecución de los objetivos planteados, ni se buscaba ya que los alumnos alcanzaran una competencia comunicativa de excelencia ni oral ni escrita, se cumplían los temas del programa, se solicitaban trabajos que se investigaban en el Internet, algunos tenían un sistema de puntos por trabajo investigado, pero no se promovía la lectura en silencio ni en voz alta en el salón de clases, uno de los maestros sospechaba que muy pronto habría de desaparecer el estudio de la lengua como desapareció del programa el estudio de la filosofía.

“No hay probablemente hombre que no reciba el hálito mágico de la literatura, verso y prosa: tocan al niño ya en rimas y juegos infantiles; hasta el adulto analfabeto llega en canciones y coplas (maravilloso hermanaje del ritmo literario y el musical), y en refranes y cuentos.” Afirma don Dámaso Alonso en Literatura y Educación, claro que estamos hablando de un hombre cuya vocación por la literatura es ejemplar en nuestro idioma, a él le debemos los estudios filológicos más importantes de don Luis de Góngora o las jarchas mozárabes.

Cuando le preguntamos a una persona ordinaria, nacida antes de los años setenta si recuerda algún poema, su cara se ilumina y de algún lugar de su memoria acude sin aviso un poema completo y sin errores, pero si le preguntamos a un joven que actualmente esté cursando la preparatoria, quizá podríamos conseguir una canción de Bunbury que utiliza un verso de Pablo Neruda como único acercamiento a la poesía:  “Se me confunden / los ojos y las hojas, / ciertas mujeres con la primavera / del avellano, el hombre con el árbol, / amo el mundo del viento y del follaje, / no distingo entre labios y raíces.”

Los objetivos de los programas escolares, como refiere la maestra Tatiana Sule, pretenden “que los alumnos incrementen su capacidad para expresarse oralmente con claridad, coherencia y sencillez.” Pero ningún programa se ha preguntado qué es lo que los alumnos quieren aprender, para qué necesitan expresarse con “claridad, coherencia y sencillez”, cuáles son las necesidades de comunicación competente que requieren en el desarrollo de sus actividades escolares y las futuras ocupaciones posibles en una carrera universitaria o en el desempeño de una actividad económica. En este siglo se ha logrado desterrar casi por completo el fantasma del analfabetismo, pero no se ha logrado una formación integral de los seres humanos.

La construcción del conocimiento en el aprendizaje escolar es una corriente didáctica que toma desde la educación tradicional y conductista hasta las más nuevas teorías cognoscitivas, Coll o Lucero Lozano nos informan que algunos elementos son de utilidad para el desarrollo de nuevas posibilidades de integración de un modelo flexible y profundo que permita al estudiante la configuración personal en los procesos de adquisición del conocimiento. Se basan en la apropiación del objeto de conocimiento a partir de la construcción, modificación, diversificación y coordinación de esquemas de aprendizaje, es decir, de aquel conocimiento que se adquiere por medio de tres actividades básicas: el aprendizaje significativo, la memorización comprensiva y la funcionalidad de lo aprendido.

El primer postulado indica que el propio alumno es el responsable de su proceso de adquisición de conocimiento, se reconoce en el alumno a un sujeto cognitivo que está configurado por relaciones afectivas, motivacionales y relacionales, el profesor actúa como un guía que participa en el proceso, un “ayuda” o “interventor” que provee al estudiante posibilidades de confrontación de lo aprendido y lo coloca en situación de reconocer en actividades de la vida diaria o en conocimientos previos a la discusión, algunos detalles o rasgos del tema tratado con el propósito de  incrementar o corregir lo que ya se sabía con nuevos elementos que enriquecen la concepción de lo que se discute.

El aprendizaje significativo se basa en estudios psicológicos enfocados a la relación madre-hijo en la etapa temprana, donde la madre opera como guía del niño en actividades sencillas pero que generan un red semántica o de significado que provee al niño de una posibilidad de exploración de su contexto. Así por medio de estas observaciones el niño genera una memoria comprensiva de pequeños actos que luego podrá realizar con éxito y confirmar de este modo la funcionalidad de lo aprendido.

La intervención pedagógica en la interacción profesor-alumno acude a la teoría de la Zona de Desarrollo Próximo, donde otros procesos como la intersubjetividad, negociación de la definición y la mediación semiótica, permiten al alumno confrontar y sustraer los puntos de acuerdo entre posiciones quizá contrarias pero que permiten al alumno precisar un concepto más claro de lo que ha aprendido.

El constructivismo es una corriente didáctica basada en una mayor libertad del individuo, que construye con la ayuda de un mentor formas de aprendizaje mucho más cercanas a su experiencia del mundo y que está en ocasión de confrontarlas con otros para enriquecer finalmente su propio criterio.

Leer, decir, cantar poesía es una posibilidad de asimilación del mundo, en un sentido profundo es una vía de conocimiento y una exploración de la realidad, leamos poesía y gocemos de la vida.

 

 

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