Flor nueva de romances viejos: Romance del enamorado y la muerte

En esta nueva entrega de la serie Flor nueva de romances viejos, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez revisita la poesía tradicional de romancero desde distintas lecturas. Hoy, en ocasión del Día de los muertos, aborda el Romance del enamorado y la muerte, seguido por la versión cantada de Joaquín Díaz.

 

 

 

 

 

Don Ramón Menéndez Pidal nos da noticia de este viejo y poco recogido romance entre los cancioneros de la época, fue incluido finalmente en el Romancerillo de Manuel Milá y Fontanals de romances catalanes de 1853 y se conserva aún en las tradiciones cantadas del noroeste de España en Asturias, León y Zamora, así mismo se puede escuchar en Cataluña y entre los judíos españoles de Grecia, contemporáneamente ha tenido alguna fortuna con diversos cantantes populares, muchos de ellos cantando la versión de Juan de la Encina que quizá es el original y que fue extendidamente conocido en el siglo XVI. El que se recoge con algunas variaciones en el estudio de don Ramón Menéndez Pidal comienza: “Un sueño soñaba anoche, / soñito del alma mía, / soñaba con mis amores / que en mis brazos los tenía.” mientras que el de Juan de la Encina, suena así: “Yo me estaba reposando / anoche como solía, / soñaba con mis amores, / que en mis brazos se dormían.” En todos los casos, el romance acude a tópicos medievales socorridos, por ejemplo: el del amante que ensoñando mira como real a la amada, materializando su deseo, la presencia de la muerte que es inevitable y “rigurosa” en sus términos, pero a quien el doliente convence pidiéndole una oportunidad de 24 horas que sabe que es imposible (en el cuento mexicano de B. Traven, Macario, la muerte le da una oportunidad de vida también al compartirle de su cena); sin embargo, la muerte decide otorgarle de gracia al enamorado una hora más de vida, así acude rápidamente a la casa de su amada con quien previamente había acordado un encuentro burlando la vigilancia de los padres, aquí el tema del ‘Drudo’ o ‘entendido’ aquel que secretamente tiene un trato con su amada y que ha penetrado hasta su habitación y ha dormido entre sus sábanas, la cita es acordada pero a deshoras con el amante quien esperando ante la ventana trata de esquivar la muerte, un poema esdrújulo del siglo XIX recupera, “En noche lóbrega, galán simpático” el tema que muchas ilustraciones celebran y que es imagen de la serenata mexicana como en la película Enamorada del Indio Fernández con María Félix y Pedro Armendáriz en la Casa del Caballero Águila de Cholula. Finalmente, la muerte le llega precisamente cuando se rompe el hilo de seda con el cual escala al balcón de su amada en esa fallida acción de tratar de evitar lo inevitable.

MB

 

Romance del enamorado y la muerte

 Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora muy blanca,
muy más que la nieve fría.
“¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías”.
“No soy el amor, amante;
la Muerte que Dios te envía”.
“Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día”.
“Un día no puede ser:
una hora tienes de vida”.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía.
Ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
“Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña”.
“¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida”.
“Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida.
La Muerte me anda buscando,
junto a ti vida sería”.
“Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el hilo no alcanzare
mis trenzas añadiría”.
La fina seda se rompe,
la Muerte que allí venía:
“Vamos, el enamorado,
que la hora ya es cumplida”.

 

 

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