Poesía mexicana: Enrique González Rojo

Leemos algunos textos del poeta, narrador y ensayista Enrique González Rojo (1928). González Rojo recibió el Premio Villaurrutia en 1976. Uno de sus poemarios más recordados es Para deletrear el infinito. Mereció el Premio Nacional de Poesía Benemérito de América 2002, Oaxaca, por Viejos. Estos poemas aparecen en la antología A solas con mis ojos (Liberta-Sumaria, 1979).

 

 

 

 

 

 

Epigramario

 

1

Ayer, amada mía, pecho adentro
te enterré en la rotonda
de mis sueños ilustres.

 

 

 

2

Hoy me desperté 
crudo, mujeroso.

 

 

 

3

No digas nunca
de esta mujer no beberé.

 

 

 

4

¿Recordarte
cuando me dejaste
tan mal sabor de alma?

 

 

 

5

La poesía sucia
se lava en casa.

 

 

 

6

A una alumna,
llamada Alicia,
la llamo yo,
al verla tan hermosa, tan deseable
Alicia en el país de sus propias maravillas.

 

 

 

7

En el castillo, amada, levantado
por los dos, tengo miedo
del triángulo que formamos
nosotros y el fantasma.

 

 

 

8

En esta América nuestra, poetas,
hay que hacer
hasta canciones de cuna de protesta.

 

 

 

9

Mujer: todo salió a pedir de tacto.
Mas desde hoy nos veremos
sólo de vez en boca.

 

 

 

10

Sin volver la mirada, te fuiste lentamente,
enfermando de cáncer el espacio.
De reojo logré verte por último
escupiendo las letras de mi nombre.

 

 

 

 

 

 

 

Receta para destruir una familia

 

Se deja uno los cabellos invariablemente
dos centímetros más largos de lo que consiente nuestro padre.
Cuando nos regañen
porque hablamos al comer,
porque traemos el cuello de la camisa sucio
o porque le sacamos punta
a las peores leperadas,
se contesta a los padres:
a) en verso,
b) con un dedo metido valientemente en la nariz o
cerrando un ojo cada cinco segundos, reloj en mano.
Debe uno aprender a masturbarse con un hilillo
de modo que lo pueda uno hacer en la sala
a la hora en que todos estén viendo la televisión
y nosotros las piernas de mamá.

Hay que decirle a nuestro padre sí a todo lo que quiera
solo los miércoles.
Cuando haya fiesta en casa, por último,
hay que entrechocar, inesperadamente,
nuestro cigarro de mota
con la copa de alcohol de nuestro viejo.

 

 

 

II

 

Si una descubre que el esposo
tiene una amante
(por ejemplo porque luce testículos muy ojerosos)
se le dice que no hay brinca,
que qué bueno,
que no importa, amor mío,
que yo soy comprensiva,
pero que no me esperes a dormir el sábado.

 

 

 

III

 

Se ayuda a los hijos a desmontar
las letras de la palabra “padre”
y se les sugiere decir en vez de ella
“el de mayor edad” o
“el que copula con mamá cuando ya nos dormimos”
se quita uno a lo largo del cuerpo
el pellejo de “esposo”.
Se hace exactamente 
un millón doscientos mil pedazos
el contrato matrimonial.
Y se deja de usar el anillo de bodas en el pene.

 

 

 

Librería

También puedes leer