Presentamos tres poemas del autor chileno Matías José Morales (Talca, 1988). Licenciado en Ciencias Sociales y Psicólogo Comunitario. Sus poemas han sido publicados en revistas especializadas de diversos países, tales como Chile, Argentina, Perú, México, Venezuela y Puerto Rico.
EL HIPOTÉTICO FINAL
DEL SEÑOR GRIMES
Comienza en la boca de su líder
al proclamar una fundación
como espacio por el cual
vale la pena afanarse, es momento
de echar raíces y construir.
Los días de nómades han quedado
en el pasado. Dice sus palabras
y el plano continúa con un close up
sobre los ojos, ahora de metal.
La imagen se aleja, lo suficiente para ver
una estatua completa y algunas enredaderas
que suben entre sus piernas. En eso
te das cuenta de que la idolatría es algo
bastante viejo y una muy efectiva
manera de dar la espalda al cosmos.
La imagen se continúa alejando, la idea
es notar el paso del tiempo, pero no
del espacio. Donde dio su bello discurso
y las nubes usaron formas artesanales
para conquistar flores en el jardín
hoy
los muertos caminan.
MAÑANERO
Sale el sol y es momento
para fumar marihuana junto a mi madre.
Reflexionamos sobre la condición
portador de flemas.
Me recomienda volver a la cama.
Le respondo que solo y peludo es fome.
Ella mira una planta de aloe vera
y me pregunta si algún día su cariño
frenará el SIDA o si pagarán
dinero por tener cáncer.
Juntos recitamos poemas
que no son poemas —son los mejores—
sino postulados crematísticos
del sureño Max Neef.
Llegamos a la siguiente conclusión:
la mayor pobreza, es la falta
de problemas reales
hablar sobre dictaduras lejanas
o un asesino de flores en Francia
prueban que no sabemos apreciar
el mal si es vecino.
Muchos preguntan
por qué me dedico a ser gásfiter
si tengo un título en Psicología.
Respondo que
según Google, la mitad del mundo
no tiene WC, y es probable
que sus deposiciones se disuelvan
en el agua que beben.
LAGUNAS
Cuando llegamos al lugar, alguien
lo había acondicionado
para nosotros. Con delicado gusto
dispuso un par de gemelas
junto al mar.
Él —en su vanidad— ordenó
grandes pilas de rocas microscópicas.
Usando colores y composiciones
nos rodeó al protegernos del abusivo sol:
un astro
empeñado en latigar
las motivaciones
de admirar lo bello
en silencio.
Bajo el árbol seco y su desinteresada sombra luchamos
contra los fantasmas de tu equipaje.
El mar no se hizo responsable esta vez.
Se volvió necesario trabajar en equipo
para construir una casa momentánea.
Fue difícil no quebrar varillas entre
oraciones de rabia infantil
y tus necesidades no resueltas
que provienen de aquellos años
donde un grito era el comunicar
más eficiente conocido después del humo.
Al mirar el lago junto a tu fuego
horas más tarde
ya relajado —y con la sangre fluyendo
a su debido ritmo— pude apreciar
belleza en la metáfora.
También su impertinencia, una playa
forma parte del agua dulce
y su laguna añora conocer
aquella espuma amarilla en la distancia.
Ese día no fui
perceptivo para comprender
lo que la naturaleza me dijo
no todo es dialéctica ni contrastes.
Mi cuerpo adelantado en la comprensión
de lo no dicho, sí lo entendió
y al igual que un niño
apunta con el dedo sus impulsos
te dio un trozo de lo que reposa
bajo el sol.