Poesía contemporánea en español: Edel Morales

En esta nueva entrega de Poesía contemporánea en español presentamos En la línea verde y otros poemas de Edel Morales (Cabaiguán, Cuba, 1961). Escritor, editor y gestor cultural. Ha publicado, entre otros títulos, los libros de poesía Viendo los autos pasar hacia Occidente; Escrituras visibles; Lejos de la corriente; Otro color, otras figuras geométricas; Pájaros en la pantalla; La libertad infinita; El juego de la memoria; La claridad de los trópicos; y la muestra antológica La Estrella de Cuba. Inventario de una expedición. Como narrador ha dado a conocer el testimonio Los pies en la tierra, y la novela Un byte de adolescencia (Que te vuelva a encontrar. Primera temporada). Sus artículos, entrevistas y textos de ficción aparecen en antologías, publicaciones periódicas y sitios digitales cubanos y de otros países. Poemas suyos han sido traducidos a varios idiomas. Ha impartido conferencias y realizado lecturas en instituciones culturales y académicas de América y Europa. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Le fue conferida la Distinción Por la Cultura Cubana. Fundador de la revista de literatura y libros La Letra del Escriba y del Centro Cultural Dulce María Loynaz de La Habana.

 

 

 

 

 

LA LIBERTAD INFINITA

 

Bajo el duro afiche que da sentido a esta hora
contemplo el rostro de los bailadores.

Manos distintas se mueven en el aire.
Se mueve una voz, muchachas pegadas al sudor
y las guitarras que una estrella acerca por su luz.

Fascinados en esa alucinación giramos libremente;
sin miedo y sin otra voluntad que estar vivos,
así giramos, todos bellos en el crepúsculo de la ciudad.

Pasa el amor y lleva el ritmo en los labios.
Pasa el amigo con un toque de rock sobre botellas.
Pasa el mar, azul y gris clarísimo.

Blancas monedas que la libertad desnuda.
Contemplo el rostro de los bailadores
y el efímero resplandor de las cosas más puras.

¡Qué difícil para mi ojo humano
mirar de frente esa única luz!

Pero siguen dentro refulgiendo sus destellos.

 

 

 

 

GASTADAS IMÁGENES DE ANTAÑO

 

Que la tristeza no me impulse hacia el mar.
Costas de La Habana, abiertas
en los días de invierno de mil novecientos noventa,
que la tristeza no me obligue a ser otro.
Gastadas imágenes de antaño:
la piel de manzana de las niñas en un auto azul
y el ojo irónico de los hijos de Occidente
con su mirada posmoderna en la memoria de las islas.
Costas de La Habana, dispuestas para el viaje
en las noches más frías de enero,
que la tristeza no me lleve a morir en las playas.
Que la tristeza no me impulse hacia el mar.

 

 

 

 

LOS TEXTOS ESCOGIDOS

 

Después un amigo me envió unos textos de Borges.
Eran peligrosas reproducciones en mimeógrafo,
encuadernadas con el escaso papel de bodega que pudo pagar.
Sobre la íntima pobreza que anunciaba el soporte
estaban las palabras, la ruidosa inocencia
de un gesto de juventud que descreía del fracaso
y del éxito, de las escuelas literarias y de sus dogmas.
Eran apenas cinco o seis los textos escogidos
 —una muestra ambiciosa y humilde, supe luego—,
entre los mil y un poemas que Borges tradujo,
mirando las antiguas estrellas desde estos barrios del Sur.

Cafés de Palermo Viejo, calle Florida, certidumbre
y tiempo deseable, ya eterno, de la Recoleta.
Atestiguo la belleza y las mejillas que el amor desea,
la derrota, la falsía, el río de cielo que fundó la ciudad.
El primer puente de Constitución y a mis pies
el tedio ruinoso que se ordena hacia los arrabales infinitos,
las Obras escogidas de Jorge Luis Borges:
Naipes, bife, editoriales orientales y occidentales,
precios de oferta, tapas plastificadas, papel bond.
Veredas donde un cuerpo prefigura otro cuerpo,
una inteligencia otra inteligencia,
una sensibilidad otra que vuelve en mi memoria circular.

Un idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad.
Mi lejano amigo espera aún de mi poesía una magia
que nos haga recordar los textos escogidos.
Tú buscas en los numerosos stands
cuál tipografía hará el milagro de eternizar
una circunstancia que sé azarosa y frágil.
En esos movimientos de mi vida adivino los Límites
de El otro, el mismo; Lo perdido de El oro de los tigres.
Es Buenos Aires, su fervor, y puedo definir la claridad:
las palabras que intento para ti son también palabras
que en otra latitud del círculo mi lejano amigo espera.
Confundo, al evocar el gesto, su mano y la tuya, su libro y el tuyo.

 

 

 

 

DENTRO DE MIL O CINCUENTA AÑOS

 

Es por la felicidad que escribo estas cosas.
Los discos, el ocaso, las monedas, la espera
interminable bajo la sombra apacible de los árboles.
La silueta, ligeramente inclinada y sola,
de una muchacha hermosa que todas las tardes a las seis,
tiende su ropa del día en los balcones blancos.
El silencio de las balsas que salen al mar
y los pasajeros sin voz, cada vez más lejos de la costa
que habitaron, agitando sus manos en el agua.
Es por la felicidad de unas noches aún lejanas.
Como esos pescadores que en el interior de sus botes
recogen el nailon y lo lanzan y ven pasar la luna
sin agotarse nunca —con la misma estudiada paciencia—
miro pasar la historia bajo la sombra apacible
de los árboles, y escribo estas levedades.
La profundidad del azul en el ojo del pez
me ofrece los mejores motivos.
No la fuerza con que el viento arrastra
cuando penetra en las ciudades del Golfo.
No el movimiento de las batallas que enrojecen el cielo,
haciendo más visible el sentido trascendente de las palabras.
Escribo estas levedades para noches aún lejanas.
Para la felicidad de sorprenderme un instante
—dentro de mil o cincuenta años—
mirando una silueta inclinada en los balcones blancos,
mientras el ocaso, las monedas, los discos
giran su espera interminable en el aire del mar.
Distinto en dolor a las balsas que parten
y a esos pasajeros que en silencio agitan sus manos,
intentando vanamente retener una costa
que ya para siempre se aleja.

 

 

 

 

NEGROS CON NOVIAS EN LA TARJA DE LEZAMA

 

Reclinados en la tarja de Lezama,
negros con novias estremecen Trocadero:
las tutean, las convidan, las abrazan,
se entregan con pasión a la más próxima.
Negros con novias en la tarja de Lezama,
en la paciencia semejante de un Espejo
que deambula su oquedad a ras del piso.
Negros con novias estremecen Trocadero
en la calle viva para todos los que ahora
fijan en las fotos la imagen de lo alterno.
Lo han hecho bien esta tarde y aún lo viven:
la vista es la constancia de su voz en la salita
del vecino, más caliente cada día, desgastada
por el clima fuerte y los olores de abandono;
la evidencia digital de un tiempo en fuga
hacia la noria permanente del mañana.
Negros con novias entre el humo del tabaco
y los zeppelines del año que acompañan ese ron
añejo ya anunciado, ya servido y tasado con pericia
su bouquet en el muro y los portales del Deuville.
Negros que abrazan a sus novias de postal,
suficientes ellas mismas, proyectivas y sinceras,
blanconazas duras de una estirpe liberada
que se pegan sin dobleces y prometen el disfrute,
la certeza de algo limpio en este día de Lecturas:
Mujeres con negros en la tarja de Lezama,
fijando inalterables su presencia en Trocadero;
mujeres que comparten el gusto de vivir al tope
con el trazo en su memoria de jardines invisibles;
mujeres de buen ver, sumergidas en el tiempo
y en la risa para irse con los negros a la costa,
a las rocas de este mar citadino de Galiano
donde otras blancas, otros negros, otras y otros,
acoplan en su lente la postal imaginada
antes de irse a la noche insular que sobreviene:
en su horizonte el sol penetra un agua en calma
para después seguir con su paso en el abismo.

 

 

 

 

LA PIERNA DE ELENA

 

La pierna derecha
                   suavemente cruzada
                             sobre la pierna izquierda
permite acceder
a un espacio abierto al diálogo
donde la belleza de la imagen perdura
con la naturalidad de una conversación entre amigos.

En la foto —unos cincuenta años atrás— Elena y Fayad y Roberto y Carlos y otros jóvenes de entonces, sostienen la visual de la cámara o conversan animados acerca de revistas y libros suyos de publicación reciente o por venir.

Muestran en sus rostros la sonrisa natural y gozosa de quienes van a renovar juntos la raíz fatigada de un mundo. Parecen animados por un pacto y una energía de vida que fortalece sus discursos, mientras intercambian ideas y miradas cómplices acerca de lo que imaginan será pronto la realidad y la literatura de América Latina.

La escena acontece en alguna sala reservada a los protocolos culturales, tal vez en La Habana rebelde del cincuenta y nueve o quizás en la altura satisfecha del D.F. El lugar poco aporta a la naturaleza del suceso medio siglo después, mientras seguimos la presentación de un nuevo portal en la web y algún comentario cuestiona el estilo de los trajes y las poéticas resultantes.

Ese debió ser un momento grandioso en la cronología afectiva de todo un continente. Pero ahora, mientras repasamos detalles de aquel lejano encuentro con las ventajas que ofrece un buen visor de imágenes, es la tersura en la pierna descubierta de Elena lo que focaliza la atención, su gracia juvenil de aquellos días eternizada en el instante de la foto.  

La sutileza de una pierna
                             sabiamente cruzada
                                     sobre la desnudez de otra pierna
como clave
que impulsa a acceder
a ese espacio abierto al diálogo
donde la belleza de la imagen perdura
con la naturalidad de una conversación entre amigos.

 

 

 

 

DESPUÉS DE LA PERESTROIKA

Escuchando pensar en La Habana
al Archimandrita Tijón (Shevkunov)

 

Después de la perestroika, comodidad. Fue la palabra (nueva) que pusieron de moda (recuperaron) para marcar tendencia (en el lenguaje ruso) durante (casi) una generación.

Comodidad o комфорт en el ruso (natural y mutante) de la isba y los campamentos; comodidad o комфорт en el eslavo eclesiástico de los monasterios (ortodoxos); comodidad o комфорт en el rus (cognado y bullente) del código ISO, las grandes superficies y los parlamentos disuadidos.

Comodidad para olvidar (al fin) la estrechez, el sobresalto, las misiones (antiguos ejercicios ilusorios) y una época que zozobraba en los estragos de la corrupción. Comodidad para enterrar (bien hondo) los restos del naufragio y una idea demasiado alterada para (sostener) sus utopías. Comodidad para superar (sin aflicción) las ruinas de la ventisca y el deshielo.

Claro que nadie puede decir que sea mala (per se) la comodidad.  Tú no lo dirías, no lo diría acá el amigo, ni la (graciosa) muchacha que sonríe satisfecha a su lado. Tampoco yo voy a estar en contra de vivir en mejores condiciones (materiales). Tampoco yo diría a ustedes que añoro aquella vida anterior, con su (dorada) juventud blasfema o vana, ni entonces ni ahora.

Pero es peligroso situar en la comodidad el rumbo, el punto de llegada. Desatender (por el engañoso комфорт) la libertad interior, la propia cultura, el alma nacional, es peligroso (muy peligroso) en mi opinión.

Después de la perestroika la comodidad lo volteó todo al revés. Ni siquiera las autoridades se mostraban (sinceramente) interesadas en impulsar cuestiones espirituales. Siguió siendo así hasta tiempos (todavía) cercanos. La voracidad de Occidente y ese (oscuro) asunto del fratricidio en Ucrania nos van dejando claro que (en última instancia) la comodidad no es lo que más le importa a la gente, y tampoco a Dios.

 

 

 

 

EL FRÍO DE LOS AÑOS

 

Dibujaba
un rostro de gato
en la pared
—vacía, nueva, recién pintada.
El rostro de un gato
sin enigmas
y luego su piel
—sin manchas.

Dibujaba
la copia virtual
de una copia anterior
del rostro posible
de un gato
ya extinguido
—sin vida.
El rostro seco
de un gato cualquiera
—sin esfuerzo,
sin ninguna tajadura.

Igual escribo
en la pantalla vacía
las palabras
gato / rostro / pared
sin que pase nada
—ninguna revelación,
ninguna pregunta.

La vida y el arte son fríos.

Y nada significan
lo nuevo / el sueño / una piel
o la expresión
en los ojos de un gato
—no vivo, escrito, no vivo,
dibujado al azar,
entre el humo y la niebla,
por el inconsciente.

 

 

 

EN LA LÍNEA VERDE

 

Leyendo a Baudrillard en la línea verde del Metro
entendí por un instante, en toda su ironía,
aquello de que el objeto y el sujeto son lo mismo.

Es la verdad de este mundo:
el asesino y la víctima,
el origen que se dilata y estalla,
el destino que se contrae y estalla.

Una dualidad de mirada y reflejo
que el devenir resuelve
en la incertidumbre de la huella en la Nada.

Acogidos por la transparencia
los pueblos del espejo entraban y salían a sus anchas
en el espacio-tiempo de los vagones silenciosos,
con toda su alteridad a cuestas:

eran ellos mismos y distintos,
una misma persona,
en último término, en última instancia:
la certeza imposible de lo Uno.

O quizás no llegué a entenderlo del todo
y fue solo una ilusión,
apenas un instante, lo he dicho:
la pasión de la ilusión que se muestra y huye,
sacudiendo el vértigo
de un cuerpo arropado en duermevela;

o el paso de una partícula inestable,
yendo y viniendo en los dispositivos de la línea verde
con la lucidez de una mente enfocada,
perseguida hasta la desaparición
por el ojo inflexible de las cámaras de vigilancia

bajo el centelleo eficaz de otras imágenes hiperreales,
ya carentes de inocencia.

 

 

 

 

EN EL OJO DEL HURACÁN (DEL ORDEN Y EL CAOS)

 

 

Poco antes                                                                            la Ciudad
de la caída                                                  se precipita
del Sol                       en sus calles.

Ocurre siempre                    en las Tardes.
las Señales                            inundan las rampas,
anticipan                              la Hora del spleen

y una infinita      mezcolanza        de Sucesos        espera
la ocasión de conectarse
y empezar a Ser.

Pero Todo
lo que hacemos
es parte de lo Probable.

Siguiendo
un Orden
Relativo
(previamente
Graficado,
Impuesto,
y Aprendido
con fruición)

los Millones que somos
acudimos a estacionamientos
y paradas del transporte urbano,
vamos por un café, hojeamos un libro,
compartimos un trago,
llenamos eufóricos los estadios,
quedamos hipnotizados frente a las pantallas,
sonreímos, ignoramos, piropeamos
o insultamos comúnmente
a los otros…

Nada Inusual
nos inquieta o sorprende
en el Movimiento acompasado de las Multitudes.

P
E
R
O
 no nunca olvides
que una Tarde, cualquier Tarde,
sin Causa aparente ni posibilidad alguna
de estar preparados, el Caos puede agitarse,
manifestar su Naturaleza Irreductible,
concurrir azarosamente en Cadenas
underground, y algo Diferente,
cualquier cosa Improbable,

P
U
E
D
E
OCURRIR.

 

 

 

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