El fuego es mi nombre exacto: nuevo libro de Mario Bojórquez

Recientemente se ha publicado en el sello Lectorum y su colección Álamo, coordinada por Rogelio Guedea, la antología El fuego es mi nombre exacto de Mario Bojórquez, este libro se suma a la iniciativa de publicar lo mejor de la poesía mexicana contemporánea. El libro puede conseguirse en todas las librerías del país y sus sitios web.

 

 

 

Una de las obras más fascinantes de la poesía mexicana actual es, sin duda, la de Mario Bojórquez. Desde sus primeros poemas, la poética de Bojórquez se erigió canto de altísima liricidad. No es un poeta de ideas o reflexiones, sino de emociones que permean nuestras fibras más íntimas, y nos sobrecogen. También de emociones que piensan y reflexionan sobre aquellos vicios que nos destruyen: “todos tenemos una partícula de odio…”. Bojórquez es el poeta del fuego arrasador. Exacto su oído en el sentido del ritmo (es, de su generación, quien más ha tenido conciencia de su importancia), su poesía es alabanza de la mujer y labranza del amor, y como todo poeta de barro no es ajeno a las tribulaciones de la muerte, del olvido y, por supuesto, del tiempo: “yo soy el próximo tren, el que aún no llega: Soy el tren del futuro, ningún tiempo me alcanza”. También para Bojórquez el lenguaje es una patria total a la vez ajena y familiar, por eso cada uno de sus versos es una hazaña de los sentidos y un vértigo para los afectos. Su poesía es el lugar de los estremecimientos.

Rogelio Guedea

 

BROOKLYN BRIDGE

Desde la otra orilla de lo que digo
se tiende un puente para llegar a mi palabra.
Cada vez que pronuncio mi nombre,
mi nombre vuelve a mí desfigurado.
Cada vez que digo agua, el agua vuelve viento,
el viento fuego, el fuego mi nombre exacto
pero mucho más pleno, y más desconocido.

Tiro palabras, nombres, versos a la otra orilla
cada vez,
y cada vez anuncia nuevas intensidades
de lo que no conozco.

Habría de arrojar sobre este puente
aquello que no digo, mi silencio,
para que alguna vez vuelva poema.

 

 

 

DE ABELARDO A ELOÍSA

Tajado
Pongo mis dedos ávidos perderse
En la húmeda huesa de sin carne
Palpo, sujeto, palpo lo que de mí, insensible queda
Y el cetro erecto se duele con su ardor, sin vena, vano
Tajado ya sin sol
Ya sin dolerse
Voy armando recuerdos sin tu sangre
El pálpito, la brusca soledad, tu cuerpo abierto
En oración abierto
Que ya sin mí, abierto, para mí, no soy
No soy aquel con rezo, liturgia, penitencia
No soy aquel que entra, redime de tu seno
De tu muslo, ardido sacrificio, torta de pasas, miel
¿En qué pecó, si pecó, el álgido instrumento
si fuiste hostia, cuerpo de Dios y sangre?
Pero tajado
Tajado ya, sin fuego
Busca en el sueño caminos hacia ti y encuentra sombras.

 

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