Proponemos la lectura del poeta y guionista peruano Diego Lazarte (Lima, 1984). Ganador de los Juegos Florales de Poesía Jorge Basadre Grohmann 2003 de la UNMSM y Premio a la movilidad artística del Centro Cultural España en Lima 2011. Organizador del Festival de Poesía de Lima y del Festival de literatura y medios interactivos: Cinemapoesía.Ha publicado los poemarios: La Clavícula de Salomón (UNMSM, 2003), Manchas Solares (Paracaídas Editores, 2007), Anticuario (Cascahuesos editores, 2009), Diario de Navegación (AECID & Lustra editores) y Mares (Casa Katatay, 2011) y Calaveras Retóricas (La Strada Editores, 2021). Ha escrito y dirigido los cortometrajes: Nelly Fonseca: La que mira el mar (CCE, 2009), En tren: Homenaje a Antonio Machado(CCE, 2012), La destrucción o el amor: Homenaje a Vicente Aleixandre (CCE & La Catrina Producciones 2013), Soy Luchito Hernández (CASLIT & La Catrina Producciones, 2013), La muchacha mala de la Historia: Homenaje a María Emilia Cornejo (CASLIT & Cinemapoesía, 2014) y Hollywood: Homenaje a Xavier Abril (CASLIT & Cinemapoesía, 2015).
Tijuana Beach
A Cristal y Aurelio Merzbau
El océano Pacífico
Ese viejo vouyerista
Verde de plancton y arrechura,
Mi compinche.
Los mojados y cangrejos
Sigilosos en las peñas.
¡Salucita! Y una cruda marina
Acompañado de una hidrocálida
Sabrosa como las jícamas
Quien nos alegrará la vida.
El océano Pacífico
Ese gran onanista solidario
No te dejará nunca
-ni aún madreado por la suerte-
Es un verdadero amigo.
La muerte con ojos de cocuyos
Ilumina Tijuana Beach.
Toque de queda.
Unas cahuamas medio vacías
Y los pretextos.
Pero la poesía te delata
Con su andar sospechoso.
Una nueva prueba
Un alcoholímetro celeste.
Felizmente
Mi buena estrella
Endulzará a una tomba casi un tumbo
Devota de la tv peruana.
¡Qué pase el poeta!
Diría El Pacífico
Otra noche cuando picados
Se nos acabe la cerveza.
Retén en Sonora
Con un soundtrack
De Las Pipas de la Paz
El desierto de Sonora y Gomorra.
Bajarse en medio de un psycodelic trek.
Lavabos hierven de saltamontes
En orgías apocalípticas.
Sedientos como cactus.
El sol es un gran aguafiestas,
Los puercos también.
Papeles a la mano.
Los quitinosos pasajeros
Frotan sus élitros,
Y grillan en dialectos vegetales.
Dar un paso adelante
Y abrir la maleta
Llena de ladrillos
De la purísima poesía peruana.
Al ver sus ojos más vacíos
que caparazones de escarabajos
Me avispo
Y los contadores Geiger se disparan.
Hubiera tronado a esos culeros
Si arrojaran a los ciempiés mis poemas.
Chiflaría a las nubes y a los reptiles
Como si fueran mis cuates.
Disfrutaría del banquete de los camaleones,
Antes de seguir mi camino
Y el atardecer recoja su menaje más barato.
Los hombres ziploc
Los hombres ziploc
Se lanzan a la frontera
Con un puñado de soles.
Disfrutan del insomnio del desierto
Lucidez de los coyotes.
48 horas de butaca
Prendidos como luciérnagas.
Intermedios de table dance
Ofrecidos por voluptuosos relámpagos.
Los hombres ziploc silban rolas,
Preferiblemente de Los Tucanes de Tijuana,
Por supersticiosos,
Para llenar sus corazones de corajina
Y alejar el plomo de la migra.
Los hombres ziploc no cargan billeteras,
Sus únicos recuerdos
Se aferran gastadísimos
A sus pieles reveladas en sepia.
En todas las paradas,
Descienden un poco más al infierno,
Y comparten delicados dorados.
Y nos íbamos quedando solos
Al llegar a Caborca.
Los patadeperro,
Los BVD sudorosos,
Los de dejo sureño.
Los hombres ziploc
Me rodean silenciosos
Y al despedirse
Me dejarán un número y una dirección
A ver si te animas a cruzar de mojado.
La desdentada
Para nadie es secreta la debilidad del poeta Miranda por las mujeres gordas. Tampoco su decisión de abandonarnos para unirse a una manada de gatos techeros y holgazanes.
Cuentan que el poeta, en una de sus caserías nocturnas, cayó en el caldero de La Desdentada, gitana freak, malagua mórbida; cayó en la trampa, en el maleficio de sus ojos lila, y se perdió tan fácilmente en ellos como en una bola de cristal.
Algunos intentaron rescatarlo. Otros como yo, lo vimos pasar de frente, y aunque gritamos su nombre, se fue del brazo de esa osamenta insaciable, más flaco que un zombi, o simplemente se enamoró. Pero nos negamos a aceptar esa última versión.
La bienamada
Ya no regreso a la cantina de La Bienamada. Escupidero del diablo, mosquitero de ánimas. El sol le temía a este lupanar. Allí me invitó el buen Gabriel, y me presentó a la dueña como su esposa. Nunca nos faltaron botellas en la mesa.
La anfitriona animada por un eterno vals, emparejaba a metaleros y meretrices. Gabriel roncaba sonriente en su abundante escote.
No sé exactamente cuántos días estuve en ese trance. La Bienamada preparaba nuevos brebajes e insistía que nos quedemos. El piso lleno de aserrín y de huesos de aves, atraían a los gatos negros.
Ya no he vuelto a esa cantina. Qué será de la vida de mi buen amigo.
La malquerida
Las mujeres tienen la última palabra.
Amanece y no amanece.
Y quieres acercarte a esa flaquita
Flanqueada de viejos verdes y poetas.
Y se te vuelan los plomos de celos.
La Malquerida polveándose los pómulos
De buganvilias o cruzándole las piernas al invierno.
Pero levitas hasta encenderle un cigarrillo.
Ella te obsequiará una sonrisa
O un vistazo caleta de sus senos
Pálidos como los fardos de las funerarias.
Y te querrás coger a la muerte
Una noche de garúa como ésta
Pero al final es ella quien elige.
La paloma azul
Ernest Hemingway
Dejaría el bulevar Saint Germain
Y los cafés parisinos.
Olvidaría la persecución del merlín
Por un curado de piñón
Y compraría un sombrero de charro
En Garibaldi
Pero la soledad es la misma.
Sarita Montiel
Dejaría amantes y giras en vilo.
Olvidaría los tangos y los puros
Por un pulquito natural
Y cantaría todas las de Paquita
La Del Barrio
Pero la soledad es la misma.
Yo me pediría uno de piña
Y más piña que Hemingway
Tan pobre pero tan feliz
Me consolaría la boca de la Montiel
Y sus susurros jazzeados.
Saldríamos del brazo
De La Paloma Azul
Cómplices de la lluvia y el relámpago.
¡México era una fiesta!
El burro rayado
Para algunos la poesía
Es un burro rayado.
Mientras más oscuras sus líneas
Más bella la bestia.
Y nos tratan de vender
Sus burdéganos cosméticos.
Es penoso el artificio
Pero más perezoso
Tener un verso pintado
Pastando en el poema
A la vista de todos:
Haciéndonos tontos.
Hay otros que juegan
Con las dos especies
Y a veces tienen suerte
Y sacan la orgullosa grupa de la prosa.
Pero al final rebuznan poéticos.
Exvoto
Sres. San Juditas Tadeo S.A.
Desde hace años que no consigo
Trabajo como poeta.
Y no es que no lo busque
En las gacetas de los diarios
Para tranquilidad de mi mujer
Ni que pretenda ignorar
Las convocatorias publicadas
En el cielo desocupado.
Sres. San Juditas Tadeo S.A.
Empresa multinacional y cumplidora,
He leído sus anuncios en los boletos
Con buenas referencias:
De esforzadas trabajadoras sexuales
Y de sagaces esquilmadores.
Sigo a la espera sus convocatorias.
Muchos de mis amigos
Han abandonado el oficio.
Otros se esconden en casas de reposo.
Pero basta de eufemismos
Otros se muerden la lengua
Para no escupir a sus patrones.
Pues la poesía
No tendrá salarios ni pensiones
Pero nada en esta vida
Es gratis, San Juditas.
Acuso recibo.
Fe en la poesía (*)
Reafirmo mi fe.
1.-La poesía traduce el lenguaje esquizofrénico de los aparatos electrónicos.
2.-Todo a tu alrededor se puede representar y comprender a través de la dependencia a la poesía. La dopamina sintetiza la lírica y a la larga genera tolerancia.
3.- Si graficas el onomástico de los mejores vates de la poesía peruana
Los patrones emergen en cualquier parte del globo.
La evidencia es el ciclo de epidemias de escritura y hambre.
El aumento de la tasa de natalidad de los poetas.
La disminución de la de mortalidad de la intuición
Y la afluencia de ingresos a psiquiátricos y cárceles.
La pleamar y bajamar de las mareas de dopamina en mi sangre
Coincide con la caída capilar y el insomnio de las vacas sagradas.
Todo es poetizable
sobre todo la locura.
Esa es mi hipótesis.
Dentro del mercado de valores
Hay un patrón que adelantó el crack del 29
Y la muerte de Vallejo.
La clave siempre ha estado detrás de mí
Susurrándome
Nota mental:
Si enciendes tu ordenador a las 2:16 a.m.
Tomará consciencia de sí mismo
Y te jugará una broma
Llamándote por tu nombre
Con las frecuencias de la radio.
La dosis de dopamina estará en cuarto menguante.
La cabeza de Enrique Verástegui
Revela remolinos o espirales Fibonacci
Y exijo el escrutinio
De todas las cabezas
De los poetas jóvenes.
Y doy 216 pasos a mi muerte
Hacia el centro de un parque
Y le pregunto a un extraño
Si es Dios sentado
En la armonía áurea de las bancas.
Y ya son más de 216 palabras
Que me acercan al bello patrón
De mi autodestrucción.
(*) Reescritura del monologo de Max Cohen extraído de π de Darren Aronofsky