Poesía peruana: Heiner Valdivia

Leemos poesía peruana. Leemos a Heiner Valdivia (Arequipa, 1978). Es poeta, narrador, ensayista, artista visual y crítico de cine. Ha publicado los libros de poesía: Vesperia (2004), El denario habitual (2013), Eklosión (2015), el tríptico de libros: Terapias y diagnósticos del Dr. Petrus Carmichael (2016), Anticéfalos (2017), Voluptas Mystica (2018), el libro de microrrelatos Insectario Doméstico (2018), la muestra de poesía visual Paragrafias (2019), el libro-filme en homenaje al escritor francés Jean Genet, Cuerpo confinado(2020), 75 Haikus (2020), el libro de ensayo, Cine y poesía. Ensayos sobre la función y el espacio de lo poético en el cine (2020), recientemente ganador del concurso Fondos Concursables Plan ‘El Regreso’ 2020, y su más reciente libro La plaga coronada y otros cuentos (2021).

 

 

 

 

 

Terapias y diagnósticos

del Dr. Petrus Carmichael (2016)

 

 

 

Paciente Zelig

Prince Randian y el arco voltaico

 

hace ya algún tiempo
que vivíamos en esa marca de hollín
en esa deidad fruncida
que nos miraba desde el templo de paja
escapándonos de los ineludibles hoyos
donde no se podía predecir
dormir bajo la impaciencia
o escapar hacia el rellano esquinado
huir imaginando nuestra fealdad
aturdida como la tuya
y las escaleras que se diluían
bajo tu andar porque tu voz
sonaba como la insípida sordera
de pájaros chillones
que se golpeaban tan fervientemente
contra el arco voltaico
hasta llegar a los campanarios
que nos daban el rigor facial
y nos hacían invisibles al formol
y no podías resistir al rechazo
postrando tus brazos
hacia un lado de tus engranajes póstumos
simulando ser una piedra vertiginosa
o una cruz que se dividía en las encrucijadas
y en el lado más voluminoso de tu rostro
habitaba una adormidera sedienta
de agujeros negros

 

una boca vesicular pidiendo
toda la totalidad de ese aire subterráneo
toda el agua para entumecer
la ardencia en tus entrañas
viviendo bajo el implacable calor del granito
pero sabias reír con las muecas
que mantenías a las notas entintadas
y me incitabas lentamente mientras
los crucifijos se destripaban
de sus paredes cayendo a retazos
en arboladuras castizas

 

y sé que en tu forma de anticuario escapabas
del todo un espectáculo casi trasnochado
viviente pero igual
te daba lo mismo sentirte encebado
si los pensamientos aumentaban
con la nula sencillez
y en tu abultada cabeza sudabas
el aliento fervoroso
algo que alimentaba el miedo transparente
la frigidez de las estancias
porque cuando dormías
le temías a la misma muerte hincada
y ella te resucitaba a diario
te golpeaba con su guadaña para refrescarte
te visitaba en hídricos sueños
y nos mostraba la cama tácita
pero igual no quedaba nada de lo mismo
si sabías que en el ensueño
habitaba una forma de libertad magullada
un embrión de abultados sonidos.

 

 

 

 

 

Voluptas Mystica (2018)

 

 

 

Las fases de la luna (1939)

 

6

 

EN TUS vocales     como partículas sumisas

       que eran extraídas de la noche

              hacia su final alargado

     pese a vivir del insumiso rencor respirado

de dormir tanto y tanto bajo tu busto enloquecido

entre la fase de una vida 

contada hasta en los números insaciables de la luna

           de susurrar esa pequeña parte

como un rayo de piel que se derrite

         en toda tu desnudez

en algo que era dividido y afincado por tu alma

como esta herrumbre que se hacía un acto de vivir

y sé que caminabas

hacia esa luna empañada de cuero

       porque eras mi sed

que habitabas bajo las gafas de la locura

        porque me veías desde un muelle      

como el faro preguntándome

si es que existo entre tus sueños  

               en el desastre de tus olas

  y en la inminente despedida    

sé que eres como el aroma que llegaba

a tocar lo tardío de la espuma     casi como el dolor

       punzante que vive entre mis dedos.

 

 

 

 

(1941)

 

 

2

 

DONDE EL agua de tu vientre  

  se sonroja con mis latidos

    habitando en el riesgo de lo inhallable

  mientras el olvido se deshojaba con mi palidez  

       indagando en nuestros pasos

       el color de mi ternura

  como el infinito ruido que nos viene de la magia

      viviendo en ese rincón       

   ocupado por la piedra

    rompiendo en tu humedad   

el resquicio de una lámpara trasnochada

  y la timidez que vibraba    

era ese poro transparente que escondías  

  mellando ese espacio de carne

como aquella manzana descubriéndose

             el pecho antes de morir    

           en la seducción    

en aquel abrazo partido por el infinito

      en la red de los barcos desahuciados

  en mi insostenible acto de perdurar

casi en la blancura de tu cuerpo

        que sacia el desconsuelo.

 

  

 

 

(1942)

 

5

 

Y TRAS los estambres de la noche

los hombres como impávidos  

    túneles huyen despavoridos

              donde sus pensamientos

son los escombros de un espacio

          que no tiene propósitos

porque se abalanzan sin dudar por las escaleras

            para llegar hacia ti

            como la ofrenda de lo imprevisto

                    porque no saben      

que estás más allá de ellos y de mí

donde el reloj ya no se orienta hacia ese prodigioso

acto de andar mendrugando el pan

          de medir a la lluvia como algo incógnito

si despedazo a tus ropas

    vivo con la sorpresa de andar sin ecos     

porque tú y yo nos enredábamos con la amnesia

      de todo lo gritado por el gemido

mientras el ruido hablaba de nuestra  

     intimidad tan ferviente

haciendo ecos      vanos susurros de papel.

 

 

 

 

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