Poemas de José Mármol

Presentamos una selección de poemas de José Mármol, uno de los más distinguidos poetas de su generación, también ha incursionado en el ensayo. Profesor Honoris Causa de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en 2013, y Person of the Year 2015, por Cannes Lions Dominicana. José Mármol es autor de libros como El ojo del arúspice (1984), La invención del día (1989), Lengua de paraíso (1992), Deus ex machina (1994), Criatura del aire (1999), Torrente sanguíneo (2007), Lenguaje del mar (2012), Yo, la isla dividida (2019 y 2021), entre otros. Ha merecido premio como el Nacional de Poesía en 1987, el Casa de Teatro en 1994 y el Accésit del Premio Internacional Eliseo Diego en 1994, de la revista Plural, entre otros reconocimientos.

 

 

 

Yo, la isla dividida

Yo, como la isla,
rodeado de ti por todas partes, dividido.
Apagado. Compungido. A la sombra.
Mientras tu rayo esplende como el aura temprana.
Me acomodo en el último pasillo del ocaso.
Me contento con ser de la música el vacío
y de las palabras, cuando las pronuncias,
apenas el asomo, dividido,
resquicio tal vez de aquel instante clave, inesperado,
en que de la cosa el sentido se resbala
y la vocal se arrulla y se cierran los labios 
y ya nada se dice ni ha quedado por decir.
Yo, como la isla siempre,
ahora sin ti,
rodeado de mi propio animal por todas partes.

(Yo, la isla dividida, Visor Libros, Madrid, 2019 y 2021)

 

 

 

Tristeza que es amor

estos días azules y este sol de la infancia
Antonio Machado

Camino de morir, aquel sendero mismo de la vida,
un borbotón de azul sobre la faz del día
y un sol que se repite para no ser nunca igual.
Camino de morir,
esa huella perdida hacia el porvenir incierto.
El idioma de un verso, un aire de febrero, la derrota;
la posesión de todo como propiedad de nada;
la ruta del destierro, el ayer que ahora es nunca;
la infancia, el limonero, tu hoy es siempre todavía, por llegar.
Con cada canto voy diciendo lo que nace, lo que brota del aire.
Nombrar es el más bello misterio de los labios.
Toda palabra es tiempo; cada imagen un recuerdo.
El odio de unos hombres secó aguas tranquilas, 
sonoros arroyuelos
y los campos de frutos hizo polvo para el fuego.
El odio, la furia, la rabia de las fieras,
la ira que me hizo caminar sobre cuchillos, 
con lágrimas de plomo y el invierno entre las venas.
Camino de morir, porque cada paisaje es un rumor
y es vida.
Hay almas del tamaño de la inmensidad de un verso.

(Yo, la isla dividida, Visor Libros, Madrid, 2019 y 2021)

 

 

Paisaje de otoño

Mi madre tiene hoy la memoria bien despierta.
Sonríe. No sabe a quién regala su nobleza.
Mira hondo, puedes verla,
con la misma ternura que abandonó los campos
el paso adiposo de la primavera,
llegada, tal vez, a la hora del retraso.
Conversa despacito,
toca los raíles de su propio laberinto.
En ocasiones reza. Me confiesan sus ojos.
Su inteligencia fue el destello de un primor,
duele decirlo ahora, luego de tantos años,
si mi niñez cabía en un suspiro de sus miedos.
Enseñó a mi padre, amorosamente,
la desembocadura de la luz en las palabras.
Los recuerdos y la vida, sin apremio,
a mi madre se les mueren tomados de las manos.
Sin embargo, es una gracia, un prodigio,
ha tenido hoy su memoria en vigilia.
Recuerda episodios de la guerra de abril,
y los muertos le duelen de la tiranía y del escarnio
en todo el cuerpo.
Ha dicho, en voz baja, hijo querido, generoso.
Ha regalado al fresco de la casa una sonrisa.
Y como ha vivido a pasos de atardecer,
se ha marchado lejos de sí misma y de nosotros.

(Yo, la isla dividida, Visor Libros, Madrid, 2019 y 2021)

 

 

Lenguaje del mar

El mismísimo, eso sí, el inmenso irrepetible,
el mar alzado en vuelo, lentitud del lastimado,
alas que no pueden los azules levantar.
Un pájaro, ese,
cautivo, tal vez, me lo pregunto,
en su líquida y revuelta enredadera de sal.
Amarrado, puede ser, a la estela del aire y los pasos de sol,
en la suave traslación reposada del disfrute.
El mismísimo, el adorado en yodo
con la luna colgada en la quilla de tu rostro,
el que riega las arenas para el toque de tus pies.
El mar tuyo, el mar nuestro,
el de los acantilados feroces y las playas de luz,
el de las bolitas de queso crujiente, calamares en su tinta,
vodka tónica con chapas de limón.
El mar, eso sí, el de tu mirada de ámbar en la tarde de ayer,
el de la voz que dijo, mi niña,
no te vayas a mover del horizonte, quieta, ahí no más.

(Lenguaje del mar, Visor Libros, Madrid, 2012)

 

 

Cuerpo de idioma

A Freddy Gatón Arce
y Manuel Mora Serrano

La palabra hace fiestas y orna premoniciones. Escribo, serenamente, como quien abdica a un don apetecido, y a pesar de goce hondo se lastima, prosigue un hábito insufrible hasta emerger la sangre (satisfecha). Mi escritura camina hacia el cuerpo que no soy, y sin embargo sufro culpable de sus huellas. Yo se vuelve niebla cuando su mano escribe y se descubre otro al momento de leer. La palabra reencarna como el amor más terco. La palabra trashuma entre infiernos y rebaños; blando territorio inguinal donde reposo, negro lago ácido entre mangles y arrecifes, por los que ruedo unidas mis manos al deseo. Allí mi amor se acoda, recrece como el día, mientras el fuelle ágil de su vientre culebrea, y se sirven en ágape mis demonios pudendos.  Ella es mi amor postrero y de sus pechos bebo un agua blanca y crespa. La palabra me arde, me silencia, me da mundos. La palabra me funda, me destruye, me ilumina. La palabra me piensa, me abraza, me consume. Hace fiestas, orgías, exorcismo de formas, colores y sonidos vegetales para el mar. La palabra es el tiempo, es el hombre, el culto a lo vencido, lo táctil, lo insondable. La palabra es mi antorcha, mi destino, mi pecado.

(Deus ex machina, Santo Domingo, 1994)

 

 

Idioma de los dioses

De ti, como de un río, adoro cuanto fluye. Volando y danzando como los dioses hablan. Amo tu rápida presencia, la única manera de pasar, transfigurando en vuelo la quietud y la espera. Idioma poderoso del mineral y el árbol. Néctar salobre de las venas abiertas y miembros destajados en torno a la deidad. Palabras innúmeras con las que atemorizo y a la vez encanto las huestes de la noche y escuderos del día. Voces muy alzadas en sus puntas de roble, con las que canta el mago, gobierna el azar y predomina un orden geométrico de hielo. Grande la ocasión en que algo se consume, y con su muerte alumbra y destapa lo esperado. Ahora canto y bailo y salpico de luz las brechas de la sombra entre las llamas. Volando y danzando, como los dioses hablan. Del aire me sostengo, el universo en mí se apoya, gira espeso.  Mi verso ha domado al vellocino de oro y ya diezmó mi brazo a los jinetes bravos, a cuyos restos doy mi canción y mi otra espada. Grande la ocasión en que todos danzamos, como dioses mirando la miseria del reino.  Palabras que brindaron alma y cuerpo a las ciudades.  Soberano idioma, lenguaje de las piedras, del laurel, del río adormecido en sus meandros; alfabeto de grutas intocadas, de lagos suspendidos y pájaros mudos henchidos de placer. De ti, como de un río, adoro cuanto es y ya no es y se transforma y pasa y queda suspendido. Oh idioma venturoso de los labios y las manos, de las praderas altas, los barcos diminutos, la cruz centuplicada en un mismo sendero. Oh danza de las danzas, con que los dioses cantan y bailan y nos llaman.

(Deus ex machina, Santo Domingo, 1994)

 

 

Retrato de mujer

En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan solo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.

(Deus ex machina, Santo Domingo, 1994)

 

 

La canción de Soraya

en un amor más vasto te sepulto
Octavio Paz

Aquí me tienes pleno, cuerpo de arroz al viento,
corazón que has crecido aleteando en mis dedos.
Aquí me tienes pleno; vuelto espejo de tus ojos,
fiera que no anda si no huele más tus pies.
Piel por ti lavada es la que al día ciñen.
Palabras de tu boca mojada que hice luz.
Aquí me tienes pleno, rabioso de tus pechos,
de tu semblante fresco, de tus ingles, tu sudor,
guerrero huyendo solo contra el tiempo, contra el sol.
Flor que te destapas en el alba más brillante,
musgo alzado hermoso desde su fondo a mí.
Aquí me tienes pleno, mujer, carne de ensueño,
mi más ancha ventana hacia el mundo y hacia mí.

(Lengua de paraíso, Santo Domingo, 1992)

 

 

Llega a cantar lo que eres

Voy tras el poema extraño a toda forma de religión o fe.
Voy por trepidantes jardines de herejías
en resuello procaz de un cuerpo echado al viento.
Sobre las aguas voy; piso a Dios y en pasto
humedecido se transforma.
Voy hacia la estrella del Uno y sus orquestas,
empecé por el barro y la luz he de alcanzar.
Voy tras un poema que olvidó su pasado
y se levanta ebrio de ilusión y aventuras.
He sembrado mitos y más dudas sobre El Mito,
mas, mi verbo limpia el reverso de la luz
y de la sombra el fláccido tacto  y el reposo.
Voy por el poema nacido un devenir,
flor de un alba quieta en la hondura del mar.
Voy tras las canciones de la inocencia impura,
la que corona el día con pechos entre labios y furia de amor,
la que hace arder los ídolos, ejércitos, leyendas.
La canción tan temida por numerosos hombres
y pájaros vencidos emigraron a su entono.
Voy por mis palabras al encuentro de tu canto,
el poema celebrante, el poema de un idioma liberado para sí.
Voy tras el poema que otro mundo ha de inventar.

(Lengua de paraíso, Santo Domingo, 1992)

 

 

esquicio del vuelo

voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.

(La invención del día, Santo Domingo, 1989)

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