Poesía ecuatoriana: Omar Balladares Rodríguez

Leemos al poeta ecuatoriano Omar Balladares Rodríguez (Guayaquil, 1979). Tiene una maestría en estudios avanzados de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Barcelona. Se desempeña como docente en la Universidad de las Artes en Guayaquil. Publicó su primera obra en el año 2000; un libro de relatos titulado “Infernario”. Dos años después obtiene la primera mención del concurso de poesía David Ledesma Vázquez con su libro “Masturversos” (inédito). En el año 2009 integraría el grupo de ganadores del Concurso de Poesía El Retorno organizado por el Taller cultural Retorno, lo que lo hizo formar parte del poemario colectivo “Trayecto Cero”. Además, participó como co-guionista del cortometraje ganador “Gracias por su basura” (basado en uno de los cuentos del libro Infernario) del Concurso de Cortometrajes organizado por la Universidad Santa María en el año 2006. En el 2012 obtuvo la primera mención en el concurso de poesía Paralelo Cero, que le hizo merecedor a la publicación de su primer libro de poemas titulado “El Designio de la Espuma”. Su obra poética ha sido publicada en diversas revistas digitales tanto dentro como fuera del país; entre las que figuran: Círculo de poesía, Canibaal, Máquina Combinatoria y Revista Pixeletras de la Escuela Superior Politécnica del Litoral. En el 2019 presentó su poemario “La sal del tiempo”. En el año 2021 fue invitado a formar parte de la antología “De repente, la vida” publicada por el sello El Ángel editor. 

 

 

 

 

 

Del libro La Sal del Tiempo (2019)

 

 
Le di paso a un nuevo verso
Y lo dejé ahí
Esperando
Manteniéndolo a prudente distancia para su estudio
Y saber qué palabras se le acercaban buscando su compañía
Conjugué otras ideas,
pero ninguna quiso juntarse con él
Algo en ellos no funcionaba
Pese al tiempo que les di para que lo conocieran
Tal vez aquel verso necesitaba confianza
Armarse de valor para dirigirse a los otros
Pero siguió allí,
Incólume
Desconectado
Ausente sobre la blanca planicie de 75 gramos
Y él no era un verso malo,
Tenía potencial de buen poema
(Incluso siendo más atrevidos)
hasta pudo titular uno que otro libro
Pero no, él no quiso dar más
Y yo tampoco quise insistir,
algo en él alimentó mi desprecio.

 

 

 

 

Mi padre me contó de los secretos instantes
         en que las aves afirman sus pies en los troncos de los árboles
            en una absurda pretensión por hacerlos volar
           colmando de plumas sus brazos
           aligerándolos con la eliminación de sus frutos
            solicitando a los vientos que también hagan su parte.

 
Mi padre me dijo que la misma tierra en un acto de incoherente fe
                  cederá ante el pedido de sus hijos volantes,
                  …pero todo esto resultará en vano
                  si uno de esos árboles no se quiere elevar.

 
Mi padre lo supo siempre
                          y por eso yace ahí
                          en la pendular espera del árbol
                                          que se anime para ayudarlo a volar.

 

 

 

 

 
Yo era redondo
Sí, como un personaje que evoluciona
No como el tiempo que persigue su cola
Era claro
Preciso
De mí se admiraban por mi concreción
Mi palabra exacta se leía
Fui una voz de importancia suma

 
Hoy, me enfrento a infértiles planos donde solo crecen deudas
Facturo mi ropa y alimentos
Proyecto mis ingresos y pérdidas
Hago todo eso que se debe hacer
Para mañana salir con las justas
¡Qué dirán los lectores de mí!
Pensarán que me estoy quejando…

 

 

 

 

De libro antológico “De repente, la vida” (2021)

 

 

El agua falsa

 
Llegué a una orilla
-No importa que sepan cuál,
para estos propósitos cualquier fuente sirve-
y dejé que me hablara con su líquida voz

 
Por ella esperé, buscando su permiso…

 
Pero no hubo palabras
Ni húmeda epifanía
¡O yo no escuché!
O el agua no me hablaba…

 
Luego lo entendí

 
Del agua falsa nadie habla
Porque ella goza del favor de los hombres
Puesta allí como burda imitación de lo que natura toca

 
Por eso al verse descubierta
Me insiste en que la beba
Me invita a jugar
Y ensaya frescura

 
Pero yo no creo en esas aguas
Que no han recorrido lares
O bañado prados
O saciado sedes

 
Confieso que fue difícil descubrirla
Porque se asemeja al inquieto río
Y a laguna experta

 
Pero sé que era falsa
Porque no quise beberla

 

 

 

 

Cuando jugué con Prometeo
(Inédito)

 

Yo brinqué la soga del juego antiguo
cuando mis nóveles rodillas

aún desconocían el dolor de los años
comí de la dulce tierra

mientras jugaba con gusanos
y llevé conmigo toda musaraña

que activara mi empatía.

También bebí del vaso, en cuyo fondo,

yacían enemistados dos granos
de blanca gramínea
que bailaban en su pequeño mundo de fluidos
cada vez que arremolinaba el jugo
mientras yo los miraba en el entretiempo
entre la decisión de envenenarme

con el rábano o la ensalada de aguacate
primas hermanas de la infame beteraba.

Allí aprendí que el juego preferido de mamá

era la improvisación en el castigo

En sus manos un limón, un pan o su cuchara

adquirían cualidades destructivas
y mi juego era adivinar:
Intuir el agente arrojadizo.

Ya luego en la juventud
jugué a ocultar el mazo de mi mano
a no saber lo que hacía
a fingir que no había dolor

También aprendí a usar el juego
para lubricar golpes y diatribas
los embates de los genios
y la mirada de los míos

Fui la apuesta en contra de mi padre
la idea de un esbozo
que apenas sería soplo
y no un fiero remolino…

Pero nunca fui el único en este tablero ingrato
Y tuve amigos que acompañaron cada lúdico trance
con ellos todo juego adquirió notas prohibidas
cruzando dinteles numerados
inyectando el tracto con líquidas lujurias
penetrando los patios bajos
donde las evas jugaban con los hombres
Allí supe el valor de la mentira
Insulso verbo que a algunos reconforta
La viví como sermón y demagogia
pero también como culpa
y experticia

Engañar es el único juego que ya no me permito.
Por eso voy de pasatiempo en pasatiempo
jugando a conocer los motivos
y el espíritu ajeno

Años después conocí el juego definitivo
verdadero fuego entregado por los dioses
ígnea letra que aún me marca
huella dulce que me incita.

La palabra me lo dijo
mientras saltábamos las cadenas del titán
Lo supe de su mano
pues en ese instante
algo en mí se instalaría
un designio que me abruma
un discreto sabor a persistencia

Aunque sigo sin saber claramente lo que hago
y la verdad es que aún se me da lo de llorar
recorro tableros antiguos
para intuir del azar sus movimientos

Por eso les pido
no revelen mi escondite
ni tampoco me vengan a buscar
no sea que me encuentren
y me toque devolverles la poesía.

¡Déjenme jugar que no me canso todavía!

 

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