Fernando Pessoa, aniversario. Álvaro de Campos recuerda a Alberto Caeiro: Oda Mortal

Fernando Pessoa en Álvaro de Campos recuerda a su maestro Alberto Caeiro y le dedica esta Oda mortal que será considerada para integrar el libro de poemas Arco de Triunfo donde Álvaro de Campos reúne cinco grandes odas en 1925.

Oda mortal​​ 

 

Tú,​​ Caeiro mi maestro, sea cual sea el cuerpo
Con que vistes ahora, distante o próximo, la esencia​​ 

De tu alma universal localizada,
De tu divino cuerpo intelectual ...​​ 

 

Viste con tu ceguera perfecta, sabes el no ver ...
Porque lo que viste con tus dedos materiales y admirables​​ 

Fue la cara sensible y no la cara fisionómica de las cosas​​ 

Fue la realidad, no lo real.
Es a la luz que ella es visible,
Y​​ solo ella es visible porque hay luz,
Porque la verdad que es todo es sólo la verdad que está en todo
¡Y​​ la verdad que está en todo es la verdad que la excede!​​ 

 

¡Ah, sin miedo!
¡Ah, sin angustia!
Ah, sin cansancio anticipado de la marcha
Ni cadáver velado por el propio cadáver en el alma
En las noches en que el viento silba en el mundo desierto​​ 

Y​​ la casa donde duermo es un túmulo de todo,
Ni siquiera sintiéndose muy importante, sintiéndose cadáver,
Ni la consciencia de no tener consciencia dentro de las tablas y el plomo,
Ni nada ...
Miro el cielo del día, refleja el cielo de la noche​​ 

Y​​ este universo esférico y cóncavo
Lo veo como un espejo dentro del cual vivimos,​​ 

Limitado porque es la parte de adentro
Pero con las estrellas y el sol rasgando lo visible
Por fuera, para lo convexo que es infinito ...
Y​​ luego, en lo​​ Verdadero,
Sacaré las estrellas y la vida de mi bolsillo como un regalo a la certeza,
Leeré la​​ Vida de nuevo, como en una carta guardada
Y​​ entonces, con mejor luz, entenderé la letra y lo sabré.​​ 

 

El muelle está lleno de gente mirándome partir.​​ 

Pero el muelle está a mi alrededor y lleno el barco.
Y​​ el barco es cama, ataúd, tumba—​​ Y​​ yo no sé lo que​​ 

Soy porque ya no estoy allí ...

​​ 

Y​​ yo, que cante
La civilización moderna, también al igual que la antigua,​​ 

Las cosas de mi tiempo sólo porque este tiempo fue mío,​​ 

Las máquinas, los motores,
(...)
Voy en diagonal todo para arriba.
Paso por los intersticios de todo,
Y​​ como un polvo sin ser rompo la cáscara
Y​​ me iré, trotamundos de lo divino,
¿Cuántas veces, quién sabe ? regresando al mismo punto​​ 

(¿Quién anda de noche y qué conoce de andar y de la noche?)​​ 

Llevaré en una bolsa la suma de lo visto—
El cielo y las estrellas, y el sol en todos los sentidos,
Y​​ todas las estaciones y sus colores,
Y​​ los campos, y las montañas, y las tierras que terminan en las playas.
y el mar más allá, y más allá del mar que hay más allá.​​ 

 

Y​​ de repente se abrirá la​​ Última puerta de las cosas,​​ 

Y​​ dios, como un Hombre, se me aparecerá por fin.​​ 

Y​​ será lo inesperado que esperaba—
Lo desconocido que siempre he conocido—​​ 

Lo único que siempre conocí,​​ 

Y​​ (...)​​ 

 

Grita de alegría, grita conmigo, grita​​ 

Cosas llenas, sobrerellenas,
Que eres mi vida arremolinada ...​​ 

Salgo de la esfera hueca​​ 

No por una estrella, sino por la luz de una estrella—​​ 

Voy hacia el espacio real ...
Este espacio acá dentro es el espacio para estar cerrado​​ 

Y​​ sólo parece infinito porque está cerrado demasiado lejos—
Demasiado lejos para pensarlo.​​ 

 

Mi mano ya está en el mango de la luz.​​ 

Abriré con un gesto amplio,
Con un gesto auténtico y mágico
La puerta del convexo,​​ 

La ventana para el informe,
La razón para lo maravilloso definitivo.​​ 

 

Podré circunnavegar por fuera todo este dentro​​ 

Qué tienen las estrellas al final, tendré el cielo​​ 

Debajo del techo de la casa curvada—
Techo del sótano de las cosas reales,​​ 

De la bóveda nocturna de la muerte y de la vida...​​ 

Voy a partir para afuera
Para alrededor infinito
Para la luz por fuera de la noche​​ 

Para la​​ Vida-muerte por fuera de la muerte-Vida.​​ 

 

 

Álvaro de Campos,​​ Arco del Triunfo, 1925.

 

Traducción de Mario Bojórquez

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