Víctor Ruiz construye un dosier de poesía nicaragüense actual. Nos acerca aquí a la poesía de Idolka Ekaterina Ruiz Mercado (Masatepe, 1993). Su poesía se encuentra incluida en la Antología Masatepina 2020 del Círculo Literario de Masatepe, en la antología de poesía y micro relatos Arte y Catarsis, del laboratorio de novela 2021 y en la antología Serendipia de un pateperro donde fue ganadora del primer lugar en el certamen de poesía “Solentiname” en honor al poeta Ernesto Cardenal que promovió la Biblioteca Alemana nicaragüense.
Sobre lo que se desdibuja en el halo de mi ventana
El porvenir que descansó alguna vez
en el halo de mi ventana
vive solo, como cangrejo ermitaño,
en el abismo insondable de mi imaginación desgastada,
sobrevendrá el día en que cese
el ruido monótono de mi otra voz
en las voces perdidas que aturden
el recuento inútil que precede el impostergable insomnio,
ya no se esparcirá entre mis venas
alguna fecunda certeza
de que soy amo de mis días,
vuelvo a pensar en el porvenir
como un gesto que se desdibuja
entre la orfandad que al final me espera.
Introspección
He visto a través del espejo
cicatrices internas
que hurgan entrañas,
quizá el tiempo me ha vuelto fuerte
aunque se tenga la promesa que la carne se pudre.
Crecí y he saboreado de a poco
el dulce placer de jugar con las palabras
ver el mundo por medio de ellas,
he detenido instantes contando mis lunares
sintiéndome como un engarce contrario
de penas y dichas, de piedad y saña;
He tocado mis cabellos
mientras imagino la vida que construiré con estas manos
que tantas veces las he soñado secas.
Veo en mi reflejo a la niña que una vez jugó,
corrió e imaginó.
Me veo en el espejo preguntando:
¿Qué me dirá mañana esta mujer?
Instante suspendido
He pausado la noche
aun cuando se torna ruidosa con los pensamientos,
mi afán nocturno
desprendió un velo ilusorio que intermite la muerte
para vivir un instante suspendido.
Caminé en el lejano patio de tu casa
cuando el ayer era felicidad,
vi almendros deshojados
el cielo gris como el último brillo de tus ojos
tu imagen y tu voz de arroyo.
Caminamos la quebrada
llegamos al campo y cortaste arbustos
mientras desfilaron los versículos
del salmista David y del paciente Job,
entre frutos desgajados estallaron las risas
hasta que el alba disruptiva disipó el momento.
Transida entre evocaciones está mi alma
porque aún no muere la niña
que – sonriente- esperaba a su abuelo.
Panorama vespertino
Se dibuja a lo lejos el patrón
de los tejados de una ciudad antigua
amparados por el algodón del soplo del viento
en una tarde de incendiado verano,
bajo las tejas vanas
caminan los muchachos uniformados,
las parejas celebran el presente
en el chisporroteo de la juventud en cierne
porque el amor es el presente para ellos.
Sobre las tejas provenzales
emerge el vaho que termina borrado
en el lienzo de la risa de una niña bonita
que corre en el laberinto de la ciudad acelerada
los turistas, los cafés, la música
el flash de una cámara
el andar de los cuerpos inerciales.
Alguno camina corcovado
con la pesadumbre perenne
del trabajo a la casa
del tedio a la cama,
la incertidumbre se va con el sol
quedando el consuelo del descanso nocturno
y el baile centelleante en el cielo
como presagio de la esperanza.
Partida prolongada
Hoy el día parece un rebelde otoño
anidado en el letargo de un ánima inusitada
que tiene el hábito de no despedirse,
hoy soy ese otoño
preso en las azarosas garras de la vida,
soy también esa ánima
con el orgullo alevoso de creer
que puedo embaucar la memoria
de una promesa dibujada en el rescoldo de un amor
que ahora vive en el cementerio de los planes muertos
el otoño va muriendo y de él quedarán
las cenizas de un paraíso calcinado
ojalá un soplo las desvaneciera
porque ya mis ojos no riegan el intento de olvidarte.
Divagaciones
Del reducto de cavilaciones
emerge una niña con gesto mordaz,
su voz de rumor y misterio
salpica en mi revés
y me reprocha los retraimientos,
yo le digo que no pude usurpar la perfección.
Una mujer atraviesa ciertas noches
murmurando palabras a medias
sus dedos indican
que aplace las irresoluciones
que me fíe de las enmiendas.
Cuando llegue, quien todavía no llega,
exultante, le diré que siempre la esperé
que nunca pude desdeñar mi imagen frente al espejo.
Expectación incesante
No le temas amor al halo de luz
que avecina la muerte,
no le temas a los días funestos
a la piedra en el camino,
no sucedas la búsqueda de lo errante
y suelta los pensamientos vibrantes
que atormentan tu espíritu.
Te espero y me disipo entre estos versos
mientras disminuyo la sombra del obstruido pasado
y te figuro tañendo la guitarra con melodía perpetua,
me desgasto al pensar en la estrategia certera
que te sucumba ante mis brazos.
Y me decido a tocar el sueño
resuelta dejo al amor hacer lo suyo
a enraizarse en nuestras entrañas.
He guardado la ilusión
Aguardo tu llegada.
En tanto,
me embargo de una fantasía viendo caer gotas de lluvia
esas que caían aquel domingo remoto
que me cargaste al cruzar la calle.
Te la voy a contar entre murmullos:
me acompañas en los inviernos
y planeo una cita furtiva
donde me reto a derretir el hielo de tu pecho,
embelesarte con mi pelo cayendo sobre tu rostro
mientras desvanezco las irresoluciones,
desplomo tu miedo
y termino durmiendo en tu sombra.
¡Sí, esa!
La de tu silueta esbozada por mis deseos nocturnos,
La sombra de un cuerpo que me calienta las caderas.
Creo guardar esa ilusión en el cajón de una mesa vieja
pero te veo escondido entre las letras que van y vienen
como si quisieran escapar de estos versos corroídos.
Parsimonia
Aquí, insomne
te pido:
aplaza el sueño,
deja al mundo desplomarse,
quiero tallar en tu blancura
cuanto paisaje mis manos imaginen.
¡No le des tregua a la noche!
Deja que se extienda
para poder tejerte entre mis dedos
para pulir con mi boca tus muslos
y reverdecer el espacio en el que te percibo,
absorto y conmovido
por el mundo concebido más allá de tú mirada.
Sucumbe erguido
consumada sea la combustión de los sentidos,
dile adiós al pensamiento
y muévete sin prisa.
Quiero yacer mojada de ti
al borde de la cama
-jadeando-
mientras se apaciguan las sábanas.
Desolados
Estamos los que saboreamos
la fugacidad del amor,
los que vivimos su manía de
gozo/desdicha – plenitud/vaciedad,
los que tenemos los dedos y la imaginación como desahogo
y como consuelo “que los males no duran mil años”.
Existimos los que nos curamos solos
los que nos preguntamos:
– ¿quién estará al otro lado de la cama? –
Estamos los que tenemos todo y a la vez nada
los que nos cansamos de los absurdos
los que nos agrietamos y nunca nos despedimos.