El poeta y crítico francés Jean Michel Maulpoix publicó en 2018, bajo el sello de PUF, el libro Les 100 mots de la poésie. Presentamos, en versión de Alí Calderón, la entrada correspondiente a “Ventana”. Se lee en la contraportada del libro: “Imposible de reducir a una definición simple, la poesía puede ser aprehendida a partir de una constelación de palabras que la esclarecen en sus distintas aristas; palabras que son la carne misma del poema. Jean Michel Maulpoix convoca verbos que refieren los gestos de un trabajo, otros que describen los movimientos del cuerpo y del pensamiento, nombres que dan cuenta de una experiencia, bosquejan un espacio, objetos o formas (alejandrino, oda) pero también objetos del alma”. El libro de poemas más reconocido de Maulpoix es Une historie de bleu. Es el teórico de poesía más admirado en la Francia de nuestros días. Su último libro, publicado por éditions corti, es La poésie. A mauvais genre.
VENTANA
Poema: ese texto ceñido por el silencio, encuadrado sobre la página por sus márgenes blancos… ventana o tragaluz (y sueño con el título de un poemario de Jacques Dupin tomado de Rimbaud, Una apariencia de tragaluz), todo poema es una abertura, una grieta, un pasaje: se abre en la opacidad del mundo, da a lo real y a lo imaginario. Según las modalidades que le son propias, opera una suerte de entorno que deja pasar una cantidad variable de sentido, de visibilidad o de lo desconocido (oscuridad).
A veces, a través de esta ventana verbal, la luz misma es la que pareciera eclosionar como una flor o un fruto: “La ventana se abre como una naranja / El hermoso fruto de la luz”, escribió Guillaume Apollinaire al final de “Las ventanas”, en sus Caligramas. Como una ventana, efectivamente, el poema se abre sobre el mundo e igual que un cuadro en el muro, se clava en la página y deja ver, de un modo particular, cierto retrato o paisaje de lenguaje, primero por su diseño, ya sea conocido (un soneto, por ejemplo) o sea nuevo; deja ver desde su manera de contraerse y de cerrarse, lo mismo sobre el mundo que sobre el sentido. Y sea tragaluz, balcón, ventana o parapeto, relaciona lo próximo y lo lejano, la exterioridad y la interioridad, según el modo de sus propios ajustes.
De tal modo que todo poema dota a la lengua de una visibilidad particular: es en sí mismo, al propio tiempo, un espectáculo (¿un teatro?) y un modo de consideración. Esta visibilidad de la lengua ofrece el espectáculo de sus cualidades, de su potencial. Es también, como lo recordaba Henri Michaux, un modo de ventilar la estancia humana: “por su mecanismo de compensaciones, la poesía libera al hombre de la atmósfera enrarecida, le permite respirar a aquel se ahogaba”.
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