Poesía de Nicaragua: Nelson Blass García

En el dossier que construye Víctor Ruiz de la nueva poesía nicaragüense, leemos a Nelson Blass García (Masatepe, Masaya, 1992). Poeta, editor y bombero voluntario. Graduado en Lengua y Literatura Hispánica. Es profesor de Literatura. Ha publicado en la revista digital Equinoccio. Poemas suyos aparecen en las siguientes antologías Ánforas del Cisne (2018) y La casa de los poetas (2021). Seleccionó, anotó y editó la Antología Poética Masatepe (2020), obra que recopila y rescata la figura de poetas de esa ciudad. Participó en el XIV Festival Internacional de Poesía de Granada en 2018. Ha recibido talleres de poesía y narrativa impartidos en la UNAN-Managua y El Centro Cultural Nicaragüense Norteamericano y en los talleres en línea “Literatura Salvadoreña generacional” y “Literatura Salvadoreña contemporánea” promovidos por la Biblioteca Nacional de El Salvador en 2020. Como Promotor cultural, ha organizado actividades literarias en Fundación Luisa Mercado. En 2021, dentro del marco del bicentenario de la independencia de Centroamérica coordinó con la Biblioteca Nacional de El Salvador un encuentro virtual de escritores de ambos países. 

 

 

 

 

A Eliam Blass, tu sonrisa enciende mi rostro

Siento tu  cuerpo en crecimiento adherirse al mío
Tus pequeñas manos me atrapan en el abrazo
Y las mías corresponden.
Sonidos onomatopéyicos explotan en mis oídos  
Mientras la música de tu sonrisa me contagia para seguirte el juego
Huyes
              A la vez
                             Que practicas
                                                      Tus primeros
                                                                              Pasos
                                                                                           C
                                                                                           A
                                                                                           E
                                                                                           S

Tus ojos se nublan y llueve
Levanto tu cuerpo en crecimiento
Te atrapo en el abrazo protector y sincero
Hasta que tu sonrisa vuelve aparecer.

 

 

 

Adán reclama compañía

A Nelan Blass, protagonista de mis días

Estoy en la tarde del sexto día
He detenido la mirada en Nan
Lo veo entretenerse a ratos nombrando animales.
Con el patrón de búsqueda mano derecha
Descubrir cada recoveco del huerto.

Se me acerca
Levanta su mirada para alcanzar la mía
Las palabras no son necesarias
Sus ojos son capaces de decirme lo que siente.

Trato de persuadirlo con una nueva creación
Pero solo por instantes logro el cometido
Insiste.

Su insistencia me hace sentir egoísta.

 

 

 

Ayer lo dije

Aunque suene trillado
Ya la tristeza empezaba a acariciar mi rostro.
Ahora las lágrimas se derraman con cualquier recuerdo tuyo.

Ese mito Nipón, con Orihime e Hikoboshi
Separados por la vía láctea
Y la incertidumbre del clima.
(Me niego rotundamente a su cumplimiento)
Tú y yo no tenemos por qué ser ellos.
Mis días ahora son amorfos.
Desde mi asiento, donde estoy escribiendo estas palabras
Esa pared que tú mencionaste, me niega verte.
Tienes ya una semana de no ser parte de las mañanas
Activa, sensual y bella bajando las gradas
Tambaleando tus cientos setenta centímetros.
Esa imagen la reconstruyo en las mañanas
A la hora de almuerzo
Al fin del día
En todo momento
Aun en ausencia de las gradas.

Busco cada bien tangible que te pertenezca
Para sentirte cerca.
Me siento  en tu silla,
Exploro con mis manos tu escritorio
En busca de una ruptura espacio temporal
Y sentir tu mano blanquecina, frágil
O una exhalación de aliento que me diga
“Aquí sigo” “Aguarda”.

 

 

La lluvia de las lágrimas

Orihime siempre tejió.
Ella confeccionaba los trajes blancos que usa Dios
Y los vestidos de los Kami.

Hikoboshi meditaba en el campo
Mientras los bueyes pastaban.
Así era su rutina.

Un viento fuerte llevó consigo un telar hasta la distancia.
Hikoboshi lo tomó, epifanía.
Descubrió a Orihime frente a él.
Ese primer encuentro
Se volvió rutina
A miles de kilómetros de la isla Tsunamica
Occidente y Oriente
Orihime y yo, quien escribe estas letras.
El nuevo Hikoboshi.
Lo nuestro fue escribirnos,
Conocernos. Luego,
La pared frente a mi escritorio negándome verte,
Tu asiento vacío
Mi mirada vacía en busca de ti para llenarla,
La espera de notificaciones tuyas en mi celular.

Aun con los dieciséis días,
Once horas, cuarenta y ocho minutos
Y restos de segundos de tu ausencia
Sé que aún estamos juntos,
Que no será necesario un séptimo día, del séptimo mes
Pues vos y yo tenemos los mismos nombres
Compartimos la misma historia
Pero nuestro final es diferente.
No será necesario la ayuda de Urracas, nada.

 

 

 

 

A don Edmundo Pérez, eterno en la juventud

(…) Mejor es el día de la muerte,  que
El día del nacimiento.
Eclesiastés 7,1

Moriré  una madrugada de insomnios
Sin mucho alarde.
Dejaré de respirar ¿luego? Paro cardio respiratorio.
Ese día no quiero a nadie llorando sobre mi féretro.
Total, no podré verlos ni escucharlos.
No quiero halagos póstumos.
No quiero que mis versos después de mi muerte se han aplaudidos.
No quiero ser el eje de las conversaciones la noche de mi vela.
Déjenme tan solo esa noche.
No me perturben.
Estaré pensando en no sé qué
¡Insisto! No me distraigan.
No quiero sentir la mirada curiosa de los presentes
Atravesando el vidrio.
No quiero que nadie me vea por última vez.
Cargado en hombros…
Saldré de la que fue mi casa rumbo al cementerio.
No quiero que en contra de mi voluntad oficien misa, rezos ¡nada!
Solo entiérrenme, con parsimonia los estaré esperando.

 

 

Rutina antes del meridiano.

A mi pequeño, Nelan Blass, por la felicidad compartida

Los libros yacen tirados en el suelo
Junto a las huellas diminutas de sus pies.
Los puntos ceden al golpe seco
Y los sintagmas se deslizan por la horizontal.
Se sienta al piso
Y sus manos pescan  un libro.
Desde la línea imaginaria del plano medio
Lo abre.
Las palabras intempestivamente saltan a sus ojos
En busca del halito de vida
Llora
Lo bota
Con miedo, como corrigiendo la postura
Se aferra a la pared
El agua cae hasta sus pies
Él teme
No al agua, sino al ruido brusco
Del líquido al fragmentarse
A tan corta edad la vida se fragmenta
Y empieza la búsqueda
¿Cómo llenar ese vacío insaciable?
Húmedo
Como cuarto creciente
Se gesta entre los brazos
Que una vez lo sostuvieron
Cuando nadaba en líquido amniótico.
Las dos islas reposan a la deriva
Reflejando mi rostro asténico que se hunde en ellas
En busca del pensamiento ilegible.

¿Qué hay en su cabecita
Cuando sus ojos divagan?

 

 

 

Hemos dejado perder
Lo acumulado en nuestras bolsas
No ha habido voluntad alguna
Solo silencio
El futuro es contingente
Ya no habrá más bienvenidas
En las que el abrazo sea la entrada a ti
No habrá más noche
En las que mi hambre rompa tus hábitos alimenticios
Todo será un collage en mi mente
Con cromatismo a desaparecer
Conforme desechamos calendarios.

 

 

 

 

Por las tardes merodeo tu calle
En busca de ti
No te encuentro como antes en mi espera
Tu calle está vacía.
Ningún cuerpo la transita
Solo el ladrar de tu perro se pierde sin eco
Pedazos de nosotros veo en tu jardín frontal
La banca armada con restos del árbol derribado
Los cocos caídos en el césped
Acumulados se desintegran
Soy un ave mas golpeándose en el mástil sobre tu techo
¿Acaso no es escuchas mi cuerpo al lastimarse?

 

 

 

 

 

Yo
Perro en abandono
Callejero
Con mis carnes expuestas
Enrojecidas
Camino siguiendo mi olfato
Entre el estiércol humano
Paso entre mis pares
Desapercibido
Excluido
Marginado por mi aspecto
Veo sus desgracias
Y me cubro de apatía
Como ellos lo hacen conmigo
Hay mañanas en las que después de sonar la alarma
Me pregunto ¿Qué sentido tiene esta suma de actos repetitivos?
Adentrarme en la  rutina del día
Llegar a la noche
Dormir
Y al día siguiente
Oír la alarma una vez más
Deslizar la pantalla del celular
Sentarme al borde de la cama con ganas de continuar en el sueño
Y repetir en voz baja el primer verso.

 

 

 

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