Poesía peruana: Harold Alva

Harold Alva (Piura, 1978) acaba de publicar un nuevo poemario, Tocado por la lluvia (Summa, 2022 / Valparaíso Ediciones, 2022). Alva es escritor, editor y analista político. Fundador de ContraPoder y director de Editorial Summa. Desde el año 2013 realiza el Festival Internacional Primavera Poética. Es autor de A tiempo completo – Poesía” (Fondo Editorial de la Universidad del Altiplano, Puno, 2021), La épica del desastre (Valparaíso Ediciones, España, 2020), Lima (Colección Bicentenario, Municipalidad de Lima), Ciudad desierta, apuntes para convivir con el insomnio (Editorial Summa, 2012), Sotto voce (Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2003), Morada y sombras (Camión Editores, Trujillo, 1998), entre otros libros. Ha participado como expositor en la Feria Internacional del Libro de Guayaquil (Ecuador), Feria Internacional del Libro de Concepción (Chile), Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Argentina), Festival de las letras y las Artes Palabra (León, España), Encuentro de Escritores Iberoamericanos (Salamanca, España), FOLIO – Festival Literàrio Internacional de Óbidos (Portugal), Festival Internacional de Poesía de Granada (España) y en “Trilce, One Hundred Years Later, 1922/ 2022” (Nueva York). Conductor de programas de radio y televisión, antólogo de La primera línea: poesía iberoamericana, y director de Poesía Iberoamericana, colección de cien títulos que publicó con el programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima (2020). El 2021 el Ayuntamiento de Salamanca lo declaró Huésped Distinguido, junto al Poeta Nuno Júdice.

 

 

Vesperal

 

Mi voz intenta sostener
los brazos de un árbol 
que se reconoce en tus palabras,
el gañido de un halcón,
la sombra de una ciudad 
que despierta en la montaña.

Te escribo con el pudor de un lobo,
con su nostalgia acróbata que aúlla.

En tus dedos la hora se detiene 
con el grito elemental de su manada,
por eso el sol te necesita,
gira a tu alrededor:
se entrega a tu proceso  
con la emoción de un niño 
tocado por la lluvia. 

 

 

 

 

Monólogo del sobreviviente

 

He pensado retirar
la fauna de mis textos,
su elocución de tambores
en la hora primera de la noche,
su ansiedad de orates
ocultándose al otro lado del césped;
amarrar sus patas al silencio,
detenerlos frente al Pacífico
con la voluntad de un pastor
que los cuida del frío,
de la congestión vehicular.

Nada me impide no hacerlo,
salvo que también soy un animal,
un gallinazo que otea la oscuridad,
el miedo de los tripulantes
alrededor del fuego,
un puma con la presión arterial al límite,
un lobo al acecho del día,
un pelícano de espaldas al mar,
un colambo de pie,
un alacrán escribiéndose.

He querido romperlos,
fumarlos con desesperación,
escapar de su aliento:
hay un zoológico aquí,
una jaula inaudita;
un parte de rendición
que me devuelve a la guerra.

 

 

 

 

Repaso

 

Un hombre se detiene 
al centro de la madrugada:
observa sus manos con el desconcierto 
de quien no sabe cuándo perdió sus alas,
pregunta por su nombre, 
escribe sobre el árbol 
donde leía con los pájaros,
se toca los ojos 
con la inseguridad de un ciego
que desconoce los dedos del relámpago
y se pregunta si la lluvia 
tiene algo que ver 
con las voces que lo llaman. 

Un hombre repasa 
el zumbido de las flechas, 
la incertidumbre por el blanco,
la velocidad de su acción 
en la empuñadura del arco.

Nadie hay alrededor,
solo la sospecha de un poema,
sus líneas clavándose
con el ímpetu de una campana
y su voz, encendida,
escribiéndose en las ventanas.

 

 

 

 

Breve reflexión de la mañana

 

La poesía es una mujer
cantándole al silencio,
una pantera al acecho del día,
un río abrazándose a los sauces.

La poesía es un viaje,
una aventura natural
hacia el asombro;
tus dedos largos
extendiéndose a la luna.

La poesía es una brújula
Apuntándole al asombro.

 

 

 

 

 

Nocturno del cuervo

 

Un cuervo sabe 
de qué está hecho el precipicio,
por eso lo enfrenta:
lo cubre con sus alas.

Un cuervo grazna 
porque decidió romper con las palabras,
con su retórica de metáforas,
el vidrio donde acude
para reconciliarse con la fragua;
con aquellas manchas
que aprendió a interpretar
cuando se calla: 
la múltiple contradicción 
que termina ensuciándole las aguas. 

Un cuervo lleva el corazón 
apretándolo a sus garras,
por eso continúa,
por eso ilumina el vacío:
lo cubre con sus alas.

 

 

 

 

Insomnio

 

A veces,
aterrizada ya la noche,
el duende de los libros
me reclama
por qué abandono la nostalgia,
por qué callo sus vocales 
en el color incierto de algún bosque.

Es como si su silbido 
me golpeara en la lengua 
para que lo dibuje 
con la ferocidad de la angustia, 
de mi pánico al sueño,
de esta manera tan extraña 
de negarme a los fantasmas.

A veces, 
aterrizada ya la noche,
pienso en las postales de otros viajes
y vuelvo a la ansiedad, 
a la cita conmigo, 
como quien asiste a una terapia 
donde no hay diván 
sino la lluvia,
un árbol, 
otro árbol, 
y el silencio de un ángel
sobre las bancas frías de mi parque.

 

 

 

 

 

Multiplicación de la mañana

 

Las tres de la mañana,
siempre son las tres de la mañana:
el reloj se detiene con la emoción de un gato
que rasga mis sandalias.

Las voces llegan despacio
en idiomas que apenas reconozco,
el espejo muerde mis manos
con los ojos que duplico en sus filamentos
como si acaso lo necesitara
para capturar su fe;
el miedo de las tarántulas teje una plegaria
con la inseguridad de la serpiente.

Yo soy el tacto impersonal de la vigilia,
el búho que se detiene
en la rama de aquel pino
para observar cómo se quiebran
los pies de su esqueleto,
las alarmas de las casas que interpretan
la música del día,
su época de manifestaciones,
la emoción de los dementes
que acuchilla la tranquilidad de un incendio
que hace crepitar mi habitación,
su bosque de eucaliptos
que abraza la máxima de Diógenes,
el avance irregular del agua
en los canales de esta ciudad
expuesta al precipicio.

Nada hay en la oscuridad,
nadie hay en la oscuridad,
solo el vidrio duplicándome,
arrojándole a mis palabras la cera de una vela,
el desequilibrio de un verso
que llega impuntual
en su diligente cruzada contra el frío,
contra la indolencia del lugar común,
contra la inconducta del otro que Soy Yo
haciendo muecas para llamar mi atención.

La luna sabe lo que quiero decir,
por eso en sus cráteres
ha sembrado otra lengua,
otro alfabeto
para desaprender las réplicas.

 

 

 

 

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