Mieko Kawakami (1976–) nació en Osaka; vive en Tokio, Japón. Inició su carrera en el ámbito musical; en 2022 lanzó tres álbumes. Posteriormente, debutó como poeta. En 2007 fue nominada para el premio Akutagawa con el cuento “Watakushiritsu in ha-a, mata wa sekai” (Yo y un dolor de muelas); en 2008 lo ganó con su novela “Chichi to ran” (Pechos y huevos), el cual se tornó todo un best-seller. En 2010 obtuvo los galardones MEXT Nuevos Artistas y el Murasaki Shikibu por su novela Hevun (Heaven). En 2013 recibió el premio Takami Jun por su colección de poesía “Mizugame” (Water Jar), y el premio Tanizaki Junichiro por su antología de cuentos “Ai no yume toka”. La traducción de los poemas que aquí aparecen es de Yosbeli Delgado.
Viendo
Excepto por los momentos en los que despierto, quiero estar completamente dormida
Excepto por los momentos en los que duermo, quiero estar completamente despierta
Abril mi amado Abril era Abril
Abril que me vio que vio Abril en Abril
No hay motivo para la tristeza
Ya no hay razón para el dolor, aún
Enviando un sobre —triste
Tantas líneas directas —triste
Cabellos de bebé dorados, pestañas revoloteando —triste
Libros pesados —triste, tantas flores floreciendo —triste
Historias hipnóticamente oscuras, extraños finales florecen
Todo el aprendizaje es repentino, siempre
Las edades de los niños sumergidas en el agua
Con cada recuerdo, los ojos se agrandan, el iris oscuro se expande
Las pestañas se vuelven pesadas
Cuánto tiempo puedes mantener los ojos abiertos, te preguntas
No puedes mantenerlos abiertos por mucho, no te preocupes, ¿está bien?
Las cosas redondas no se pueden apilar, pero las triangulares sí,
Las cuadradas son aún más fáciles de apilar, las cosas blandas se pueden
Apilar. Oye, ¿sabías? El mundo tiene tantos
Colores. Y todas las cosas que nunca veré son las que componen
La mayor parte de mí.
Novia de guerra[1]
La chica salió a caminar un día cuando Novia de guerra apareció de repente, de la nada. Como de costumbre, Novia de guerra era simplemente palabras, imposibles de tocar o morder. Al capturarlas, la chica probó los sonidos en sus labios: Novia de Guerra. Qué bien se siente, pensó. Como un rayo de luz en esta terrible tormenta.
Bueno, también podría convertirme en una Novia de guerra, siempre y cuando las palabras se queden, pensó, emocionada por las palabras una vez más. A menudo se le ocurrían expresiones de cierta manera —encontraban un vacío y lo llenaban amablemente. ¿O deberíamos decir que la expresión tomaba posesión? La ceremonia de nombramiento transcurrió en silencio. Novia de guerra. El significado permaneció encapotado. Pero está bien, pensó la chica. Las cosas que no tienen significado están destinadas a ser menos dañinas que las cosas que sí lo tienen. De hecho, decir que la chica tenía miedo de lastimar a los demás era decir poco, porque estaba realmente aterrorizada. Para ella, el dolor nunca fue un hecho aislado. Supo cómo se sentía el verdadero dolor después de haber hecho una meticulosa inspección de las costuras que la mantenían unida. Cuando estás herida, lo estás para siempre, descubrió un día cuando estaba hurgando en algún lugar cerca de su corazón. Una sola experiencia de dolor desencadena un proceso interminable para que revivas el sufrimiento en cada momento de tu vida. Aunque la mente debería racionalizarlo como algo del pasado, el dolor regresa una y otra vez, agarrándose de ese recuerdo distante. La silueta regresa a la vida. Así es como funciona la memoria, así es como perdura. No puedes recordar lo que nunca sucedió— por lo tanto, sucedió. Fue por esta razón que la chica había renunciado a hablar. Tenía miedo de liberar las palabras. Sin importar qué forma tomaran, siempre podrían enredarse con la eternidad de alguien. No podía soportar la idea de que sus palabras pudieran deslizarse en la existencia de otra persona permaneciendo allí para siempre. Por toda la eternidad.
Novia de guerra. Esto se bordó en la tela de la chica —que forraba su libreta que estaba casi en blanco, excepto por unas pocas palabras dispersas. Cinco, para ser exactos. La chica no sabía lo que significaban. No estaban allí para competir entre ellas en la celebración, ni para jugar con ellas en primavera —simplemente eran palabras que dejaban un sabor a menta en los labios cuando se leían en voz alta. Sus favoritas últimamente eran Led Zeppelin. Húmedas o secas, esas dos palabras hacían que la piel de sus labios se desenmarañara levemente con el roce, y la lengua —el rosa que envolvía las entrañas— se acomodaba como si floreciera. Led Zeppelin. En compañía, se contentaba con maniobrar silenciosamente la boca y flexionar la lengua. Por su cuenta, alistaría sus cuerdas vocales. Era el sonido de “ze” lo que la fascinaba. También, Firenze. Tan compacto y
perfecto. Auschwitz. Y license —no olvidemos license—. Y Birkin. La forma en que “Bir” y “k” suenan juntas realmente le hizo cosquillas. Cuanto más los repites, más parecen apoyarse los sonidos entre sí.
Y así se volvió casi imposible para Novia de guerra hablar, razón por la cual sus días transcurrieron más o menos de la siguiente manera:
Estirándose en la sala de masajes con su madre, Novia de guerra deseó que trabajaran un poco más en las articulaciones. Solo dos años antes, habría hecho esa petición, sin siquiera molestarse en abrir los ojos, pero ahora parecía imposible, ahora que se daba cuenta, en un instante, del efecto que las palabras descorteses podrían tener en el masajista. Porque, ¿quién sabe? Podría haberse lastimado uno de sus dedos. Varias razones —orgullo, discreción, reglamentos de la clínica— normalmente lo habrían mantenido alejado, pero hoy necesitaba desesperadamente el dinero, no para él sino para alguien querido para él. Así que se puso a trabajar, sabiendo que el dedo herido le impediría realizar su mejor esfuerzo de siempre. Y si tuviera que exponer el secreto que él había ocultado con tanto cuidado para ganar el salario de un día, ¿entonces qué? La herida podría abrirse como un ojo, brotando sangre. Peor aún, el único momento de crítica, revelación y exposición con todos los adjetivos asociados que se derivan de ello, podrían desencadenar un ciclo interminable de repetición. No, nunca podría infligirle eso. Así, Novia de guerra se volvió cada vez más silenciosa — independientemente de lo que le sucedió, a quiénes conoció, qué cosas hermosas encontró—. En cambio, como todas las otras chicas que compartían su temperamento, sus ojos se expandirían y expandirían, y si explotaran seguiría siendo mejor que la alternativa cruel. No fue una sorpresa que Novia de guerra adquiriera más de sesenta métodos diferentes de saludo y cortesía.
Novia de guerra perfeccionó el arte del silencio —en la escuela, en los pasos de peatones, a bordo de todo tipo de vehículos que se mueven en cualquier ángulo. Siempre se las arreglaba para pasar inadvertida, esquivando la confrontación con la eternidad de cualquiera, y cada vez que notaba su éxito, sus mejillas se sonrojaban un poco. Siguió obedientemente el paso cíclico del tiempo —de lunes a martes, luego jueves, luego domingo, luego septiembre, diciembre, hasta el solsticio de verano y la primera nevada de la temporada, a las nueve de la noche, nadie se dio cuenta de sus ojos creciendo más y más grandes, ni sus compañeros de clase, ni siquiera su propia madre. Presionando sus palmas contra sus ojos, en algunas ocasiones, Novia de guerra comenzó a maniobrar sus piernas y a pasearse por varios lugares. Un fatídico día, de camino a casa después de una de sus salidas, entró en una librería y le llamó la atención un libro que narraba la vida de un ama de casa que había abandonado todo menos los sentimientos. Novia de guerra estaba estupefacta por la extraña coincidencia. ¿Qué podría significar esto, qué podría significar todo esto? ¿Podría este libro ser sobre mí? Al borde de las lágrimas, pasó las páginas con manos temblorosas, preguntándose si el ama de casa llegaría alguna vez a esa vasta región sombría. Durante los siguientes veinte años, Novia de guerra continuó leyendo la crónica. Siguió dejando atrás el habla, superándola, rebajándola. Y al igual que el ama de casa, Novia de guerra consiguió, después de una larga y dura lucha, arrancarse de la palabra y de los significados que inevitablemente la acompañaban. Aun así, sus ojos pálidos, todavía quebradizos en algunos lugares, latían violentamente cada vez que su corazón se hinchaba, su volumen creciendo, oh, tan enorme. Sin embargo, a pesar de todo, se sentía cálida por dentro. Esa pequeña piedra de esperanza —su deseo de mucho tiempo de no tener que interactuar nunca con la eternidad de nadie, excepto con la suya propia—, finalmente estaba en su posesión, y la pulió y refinó de una manera que solo ella entendía.
Novia de guerra continuó viviendo como cualquier otra forma de vida, presionando, zarandeando y girando, no solo sus ojos sino todo su cuerpo expandiéndose y contrayéndose de acuerdo a los ritmos del mundo. Así se convirtió en adulta en poco tiempo. Pronto se olvidó de su viejo cuaderno que contenía palabras para sus labios, la forma en que parpadeaban. Se casó con un vendedor, un experto en alfombras de todo el mundo, dio a luz a un niño, e incluso cuando ese niño enfermó y murió, todavía no profirió palabra. El habla la había abandonado por completo. En ese fatídico día tormentoso hace mucho tiempo, ella había visto un vacío y se metió en él, emergiendo como Novia de guerra. Nunca más fue borrada. Nunca más se convirtió en un vacío. Novia de guerra siguió siendo Novia de guerra a través de los años, entre las formas de los días entretejidos uno tras otro. Pero si ella nunca pronunció una palabra, ¿cómo sabemos que en verdad era Novia de guerra? ¿Dónde dentro de este vasto mundo se estableció ese hecho? Novia de guerra, sin embargo, ya no se preocupaba por esas cosas. Mientras miraba a su alrededor, nunca vislumbró la eternidad de nadie y, aunque no estaba completamente satisfecha, se sintió contenta, como si estuviera protegiendo algo que valiera la pena.
Novia de guerra siguió adelante. Después de la muerte de su esposo, vivió con un perro que recogió en un lugar que estaba cubierto de arena, y aunque había perdido gran parte de su visión, debido a todas las cosas que sus ojos habían absorbido con el tiempo, encontró consuelo, entre lágrimas, en la forma en que el calor del cuerpo del animal le recordó, de algún modo, su propio pasado. Su sueño, el único que tuvo, se engendró dentro de sus costillas desmoronadas. Allí, sus ojos recién nacidos, negros y húmedos, en medio de un cielo azul increíblemente inmenso que se expandía a una velocidad tremenda. La extensión azul era más magnífica que cualquier cosa que sus ojos hubieran visto, más grande que la suma de todo lo que había conocido. Sin una nube que lo oscureciera, el azul se apoderó de sus ojos para cubrir todo su cuerpo. Una tierra café y robusta extendía sus extremidades tan lejos como uno podía imaginar, devorando el cielo desde abajo; nada allí excepto la hermosa línea única donde la tierra y el cielo se juntaban, reverberando y resonando, y ahí estaba Novia de guerra en medio de la enormidad, debajo y dentro, simultáneamente. Se puso de pie, como si fuera a dar un paseo con su perro. De la nada, el sol inundó el mundo con luz, perforando sus ojos, y el cielo y la tierra se rindieron al resplandor mientras todo brillaba.
Novia de guerra se quedó paralizada. Después de un rato, miró lentamente a su alrededor. Notó algo ardiendo en la distancia. Al acercarse, se dio cuenta de que llevaba un magnífico par de zapatos de cuero. Lo que ardía, lo que cambiaba de forma, era una casa. Una casa diminuta, aunque debido a las llamas no podía ver la casa en sí. Estaba cautivada por los anaranjados y los rojos, el vigor de las horribles llamas que salían disparadas, giraban y se agitaban. El fuego rugía con más fuerza que cualquier cosa que hubiera visto antes, haciéndola preguntarse si alguna vez había visto realmente fuego. La casa ardía en silencio. Ante sus ojos, contra el cielo azul demasiado vívido y la tierra estupenda, la casa seguía ardiendo, pero sin un sonido — de hecho, este mundo había estado en completo silencio desde el principio. Sin palabras, sin sonido, el mundo brillaba y ardía mientras Novia de guerra observaba. Sin embargo, incluso sin sonido, podía sentir el viento que soplaba, y aunque las llamas hacían que todo pareciera brillante, el viento era tan frío como hielo derretido, tan frío que todo lo que podía hacer era colocar sus manos arrugadas sobre sus costillas. Sus ojos se tragaron el fuego, el cielo, la tierra, y se volvieron aún más fríos. Nunca más Novia de guerra se movería ni un centímetro por toda la eternidad.
Notas a la presente traducción
[1] Término que refiere a las mujeres extranjeras que contraen matrimonio con personal militar durante épocas de conflicto bélico o durante ocupación militar.