Breve dossier de poesía mexicana joven. Primera entrega

El presente dossier consta de doce poetas jóvenes mexicanos nacidos entre 1990 y 1999 de distintas zonas del país. Estos escritores tienen alrededor de 23 a 32 años y configuran un parteaguas de sentidos poéticos muy diversos. Esencialmente, proponen una pausa en el acto de pensar e imaginar, priorizan el silencio antes que el ruido, para entrar en la recreación de la memoria que vuelve existente lo inexistente, pero no sólo es un detenimiento sino un reconocerse en la palabra, develan la profundidad de lo real que estremece.

La generación de la década de los noventa es muy amplía, pero en esta ocasión presentamos una breve selección, con el objetivo de que nuestros apreciables lectores puedan conocer más sobre lo que se está escribiendo dentro del panorama actual de la poesía mexicana. Los poetas incluidos son: Merari Lugo Ocaña (1990), Valeria List (1990), Aldo Vicencio (1991), Moriana Delgado (1993), Orlando Mondragón (1993), Katia Rejón (1994), Jesús de la Garza (1994), Mario Urquiza Montemayor (1994), Fredy Villanueva (1995), Antonio Ojeda (1997), Cristina Meza (1997) y Melissa del Mar (1999).

Melissa Nungaray

 

 

 

Merari Lugo Ocaña (Hermosillo, Sonora. 1990) es poeta, médico psiquiatra y psicoterapeuta. Es autora de Signos vitales (UANL, 2022). En 2016 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa y el tercer puesto en el Premio Internacional de Poesía y Cuento Trilce en 2018. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León 2018 y del PECDA Sonora 2021.

 

 

Esquizofrenia

Hombre de 22 años
trastorno incipiente, uña carcomida,
polifonía que corona el giro más blanco del cerebro,
la realidad -sea lo que fuere-
siempre ajena,
insegura de que su tierra sea la tierra
y sólo pudiera fiarse de su redondez
porque lo avala algún periplo de la historia,
la misma,
que tras décadas de ensayo y error
lo aisló de la demencia,
le puso un nombre propio,
describió el delirio
pero nunca supo descifrar
los peces abisales al acariciar su cóclea,
el canto interno de todas las sirenas,
las lenguas que lo queman
mientras su boca
hierve.
Poco ha sabido resolver la ciencia:
frenos: relámpagos dormidos,
ungüentos para el deterioro,
temblores,
canciones de cuna para la mirada fija;
grandes tratados que sugieren
que todo diagnóstico en su historial clínico
debe escribirse al principio,
en sustitución del nombre,
en sustitución del fuego
y todo lo que resplandece.

 

 

 

Turno 93722

La burocracia escribe tu nombre pero no sabe llamarte
La burocracia que atiende tu dolor de cerebro
La burocracia de la genética de un andamiaje que se derrumba
La burocracia de todo lo que se fractura
La burocracia de todo lo que se factura
La burocracia para conseguir una prótesis de papel
La burocracia de la eyaculación tardía
La burocracia celeste, reservada para los enfermos de paz
La burocracia abierta
La burocracia herida abierta
La burocracia-herida como expediente abierto
La burocracia nunca encuentra ese expediente
La burocracia nunca
La burocracia podría, pero te dirá que nunca
La burocracia experta en noticieros diferidos
La burocracia que te dice en veintitrés pasos cómo obtener la salvación, pero no salva
La burocracia que te lleva del paso tres al paso quince y una vez ahí, te envía de regreso al paso seis
La burocracia que espera que sepas de qué trata el paso seis
La burocracia, en cuyo paso seis, te pide un resumen clínico de tus uñas carcomidas por la angustia
La burocracia, en cuyo paso siguiente, te manda de regreso a casa
A la burocracia no le importa que estés enfermo de casa
La burocracia que cuyos pasos siguientes son sólo una copia tamaño carta del anterior
La burocracia ecológica
La burocracia que te hace firmar, en el paso dieciséis, un seguro contra incendios
La burocracia de tu cuerpo-lumbre
La burocracia que no sabe apagarlo
La burocracia que sólo atiende el malestar de burocracia
Y te explica que, para curarte de eso, hay que seguir otros veintitrés pasos.

 

 

 

 

Valeria List (Puebla, Puebla, 1990). Estudió la licenciatura y la maestría en Letras en la UNAM. Escribió Calgary (Sombrario Ediciones, 2021) y La vida abierta, que recibió el Premio de Poesía Joven de la UNAM en 2019. Fue becaria del FONCA en la categoría de poesía para el periodo de 2020-2021.

 

 

Lugar

He aprendido a moverme en un lugar
Así le dijo A: lugar

Si tienes un coche, tienes un lugar en cualquier lado

Estuve avergonzada mucho tiempo
por no tener ni saber mover uno
incluso me hice un papel
de mujer que no quiere ir en un lugar
sino en sí misma

así que muchas veces pateé lugares
por ejemplo si paraban en la cebra
o si daban vuelta sin cederme el paso

A dijo que no lo haga más
nunca sabes qué tan loca está la gente

pero una ventaja de ir sin lugar
es que puedes caminar hacia el otro lado
los lugares en cambio deben darse toda la vuelta
no pueden echar reversa con otro lugar atrás

Yo andaba con libertad y brío violento
sobre todo cuando iba de botas
les daba tan fuerte que dejaba abolladura

me recuerdo ahora así envalentonada
y espero no encontrar alguna como yo
en mi lugar.

 

 

 

Black out

Pusimos cortinas que bloquean
absolutamente la luz de sol
pero se sigue colando por los hoyos

entra por el filo de la ventana
o por el hueco que siempre queda
entre una tela y la otra

ahí se mete como un ladrón
o alguien que intenta huir de un ladrón
como un hombre al que la cara se le deforma
se le estiran las mejillas y la carne de las sienes
al pasar entre dos barrotes estrechos.

Así que al despertar puedo ver su rostro
porque no estamos a oscuras
sino en ese momento gris.

 

 

 

 

Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es autor de Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017), Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018) y Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019). Su obra ha sido publicada en diversas revistas literarias como Punto en Línea de la UNAM y Tierra Adentro (México); Digo.Palabra.txt (Venezuela), Santa Rabia Poetry y Kametsa (Perú); Cinosargo (Chile), Low-Fi Ardentía (Puerto Rico),  El pez soluble (El Salvador, Guatemala, Panamá y Costa Rica); Oculta Lit y penúltiMa (España), entre otras, además de las antologías Nueva Poesía y Narrativa Hispanoamericana (Lord Byron Ediciones, 2016), Nido de Poesía (LibrObjeto Editorial, 2018) y Luces tras la cortina (Ediciones Kametsa, 2022).

 

 

 

( cirrostrato )

[1] maleficios de la verdad, a contra punto
miro la alta oscuridad que arrastran los fresnos; la cabalidad extraviada asoma,
y mide las palabras que intentan estampar un momento de la imaginación
altiva materia, es germinante en el suelo regado de inconsciencia
la huella de una nube negra
la sombra de un Sol extasiado
mirar poniente, sumir la lengua y recitar un verso de consonantes
mantis azuzada de flores
en la mata de ramas la cuchilla llorosa
mandíbulas de la paz, croar de un aire violento
limo en la espalda,
asientos para alguien que no responde
este asirme entre la voluntad de un retorno
quizás, lo nombre crueldad,
quizás sea la inapetente fugacidad

el reino oscuro entre mis cabellos
¿puede la suntuosidad de ésta arboleda abrigar a este otro yo,
q u e   n o   e s?

desconcierto ante el asta de gritos
cardumen de rayos, marejada murciélaga

una boca, una constelación
la precipitación de signos de un alfabeto inacabado
la descreación de los individuos y las colectividades

la madre que divide al ritmo de la forma /
este tiempo corrido /
lazo de inocencia dentro del fuego azul /
la turbación, sobre las memorias
como redescubrir el fragor del agua helada entrando en la piel dilatada por el frío
queda la mirada de los muertos que no pueden olvidar, pero si dejar de nombrar
este círculo de miembros orgánicos es el iluminado que pierde su antropología
el último habla es el habla que silencia la luz

[2] los reinos tribulados
estática de lo erógeno, filigrana de cuchillas dóciles
la fiera, iniciación de la tierra
no diferenciar la urbe del campo:
ningún letrado, el misterio no necesita de signos vocales

el nuevo heliocentrismo sin base, solo fondo
la penumbra de una indicación vacía,
el hueco rompimiento de gloria
//—–hay deseos entre los deseos, es lo inusual en la apertura—–//

correspondencias, representación, ambigüedad metafísica
se habita la atracción de una totalidad despersonalizada
el ecumenismo de las periferias, cuerpos revertidos entre planos en picada:

[cielo, horizontalidad, piso
cielo, horizontalidad, piso
el Sol, el no-ser, la tierra
el Sol, el no-ser, la tierra]

una antigua herida de agua ha dejado de manar
¿puede acaso dejar de fluir la voz, su individualidad, su adolecer?
el camino que asoma en verano es un páramo florido entre susurros

 

 

 

Tantra y Ona

acostado yermo
sin soberanía

al alud árbol,
su sombra estirada sobre la superficie de mi abdomen

mío brillo, mío azar
sotavento, airar viñas
éste impulso en mis manos
masticar brillantina

masticar un hilo de cáñamo

qué cede, qué entrega,
dorsos de mimbre

arrejuntar carnes
el hermoso título del desconcierto

quita-pone, inclinar cadenas
entre tierra y aire
simetría de una pulsión
aquende astro en los muslos

me maldicen, como una canica ardiendo

sin tensión | pisanervios

friso de ágata
[ caído ]
complementos
qué tan lejos es gemir dentro

aniquilación

cerezo de venas

ánimafuria, ánimagracia
acuerdo de un nido de hojas
sobre mi pectoral hinchado

la muerte me viene de la entraña
asta de araña con alas de oro

Aviñón fulgurante aquí en mi abdomen
el dios reducido entre los restos de espuma inerte

Kyoto resarcido, shunga
Orestes, Orestes, O r  e s t e s
los libros hablan y el mundo no acaba, astorgano

mandala dulce, estrépito,
repetición en mis muslos sonrojados

retrocedo en la memoria de algo que nunca existió
[ soy la última lágrima en caer del cielo ]

 

 

 

 

Moriana Delgado (Ciudad de México, 1993) estudió Letras Inglesas en la UNAM. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, y del FONCA. Estudió en el Taller de Escritores de Iowa. Además de escribir poemas, le interesa el mandarín en su forma simplificada.

 

 

Matrimonio

Desperté y me di cuenta que llovía
Todos éramos un juego
mamá no quería entrar al cuarto
La tarde no era tarde
el matrimonio era un café frío
las orcas allá afuera habían dado el tirón
alguna vez en el pasado
Mis manos no eran manos
eran un tiempo de tu tiempo
Estábamos reunidos
para una demencia mal lograda
para ver a papá regocijarse en el vestido de novia
Todos éramos un pescado
afuera de sus entrañas
nadando en el tragaluz opaco

Desperté y me di cuenta que llovía
La luz estaba apagada
La ficción rondaba ausente
Soñé con ser árbol dislocado
un bisonte
pequeñas gotas de luz y pensé
no hay nada más triste
que querer estar mejor.

 

 

 

Kabukicho

Nuestras manos atadas aves de morir, membranas de ojos grandes, y yo una más entre las otras: pies de catálogo kabuki y mi máscara de héroe en la maleta. Dientes de formol resignados a hendir mi otro mundo; locomoción de mala noche en la que procuro lo contrario: ser otra en otra lengua, cerrar allá los ojos si aquí han estado abiertos, descoser mi valenciana a punto simple y luego nada, resarcir la tarde en algún izakaya bajo dos árboles inmensos; ver una constelación de aves que revelan formas extintas del abrazo. Y no puedo tocar bien tus manos porque pienso demasiado en las mías —ellas, las manos relativas de los árboles; uñas que acabarán por enterrarnos, y todo parecía ser: las flores que te traje aún están frescas.

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