Poesía española: Martín López-Vega

Presentamos una muestra del poeta y traductor español Martín López-Vega (Poo de Llanes, 1975). Doctor en Literatura Española por The University of Iowa, donde fue profesor de portugués entre 2013 y 2017. Ha obtenido algunos premios literarios, como el Premio Emilio Alarcos de Poesía en 2002 o el Premio de Poesía Hermanos Argensola en 2006. Algunos de sus libros de poesía son Objetos robados, Travesías, Árbol desconocido, Elegías romanas, Extracción de la piedra de la locura, Gajos, La eterna cualquiercosa y Gótico cantábrico. Sus traducciones abarcan autores como Eugénio de Andrade, Lêdo Ivo, Jorge de Sena, Charles Simic, entre otros.

 

 

 

Poema de los tulipanes

Para Nicole Brezin, mi mujer inverosímil

Los tulipanes
no son de aquí.
Su propio nombre los delata:
el farsí
se lo prestó al turco
y quiere decir turbante
porque a alguna jardinera de Persia
le recordó esa forma
cuando una mañana sin rocío
los vio cerrados
como rubayatas aún por leer.

No son de aquí y, sin embargo,
hay tres creciendo
como minaretes sin rezo
en una maceta de nuestro balcón.

Un toledano de nombre Ibn Massal
los trajo a al-Ándalus hace mil años
y luego alguien menos famoso
los llevó a los Países Bajos
de donde es probable que hayan venido estos nuestros.
Para ellos, nuestro balcón
debe de ser como Marte para los primeros exploradores,
pues no sabrían vivir solos,
como si este no fuera su oxígeno,
y dependen de nuestro riego
y un poco de nuestra conversación.

Pienso en el viaje de los tulipanes
y en el viaje de cuatrocientos cincuenta días
de los astronautas a Marte
y en tu viaje, amor, para llegar aquí.
Tú no eres un tulipán, ni este es otro planeta;
y aunque seguro que dormiste en tu avión,
nada parecido al coma inducido que espera a los cosmonautas.

Pero pienso en cómo te afectará esta atmósfera
seguro distinta a la de tu ciudad
y en los cuidados que necesitarán tus raíces trasplantadas.
No es que me preocupen: son tan fuertes
que han arraigado en esta ciudad y en mí
como nunca supieron hacerlo otras raíces,
y eso sin cambiar de acento ni de preferencias.

Al contrario que los tulipanes,
yo sé que no me necesitas para respirar
ni nutrirte. Pero cada mañana
con qué felicidad me asomo a ti
para ver cómo floreces de nuevo.

 

 

 

Contra la pausa

Me tentó la buena suerte.
Sin proponérmelo, sin plan alguno,
un mediodía llegué a Nauplia.

Mi amor iba a mi lado leyendo a Amijai.
Habíamos cruzado juntos la Puerta de los Leones,
que da a un sueño cumplido de la infancia:
loa olivos de Micenas entre la piedra roída.
Atravesamos los campos y las colinas
con sus altas fortalezas que aguardan
a impasibles bárbaros.

Y sin planearlo llegamos,
ignorantes alcanzamos Nauplia.

Nos sentamos frente al castillo en medio del mar
mientras las aguas latían como un corazón turquesa.
Tomamos el zumo de las naranjas de Argos.
Un barco zarpó sin llevarnos a bordo,
y sin embargo…

Aquí donde todo es templo derruido
es fácil pensar que la divinidad que contenían
se ha desparramado por los valles
inundándolo todo de mercancías del cielo.

Y sí, reconozco que pensé: una pausa en la vida.

Que no os tiente la buena suerte.
No os dejéis tentar por las pausas
que ofrecen ilusorios mercaderes.
Pedid siempre solo vida, siempre vida,
con pulpa, con pepitas, con su cáscara amarga:

pues solo así no es mentira.

 

 

Las ciudades del lago

Siempre mañana, y nunca mañanamos
Lope de Vega

La niebla había cubierto el lago
y las ciudades del lago
de modo que todos en secreto
aprovecharon para abandonar
sus lugares asignados:
los prohombres descendieron de sus pedestales
(no había promujeres junto al lago)
sacudiéndose los excrementos de paloma
de los hombros y la cabeza;
las cariátides y las venus de los muros
estornudaron su catarro reprimido
y se vistieron como corresponde al invierno;
las moscas, hartas de dibujar
sus arabescos para nadie,
se posaron sobre la manzana
de un dibujante de naturalezas muertas;
no fermentó la harina por dos días,
ni se sumó peso a la amenazante
gravedad de las cornisas; y el silencio
limpió las almas y los cuerpos
y las aves prestaron su vuelo
al pensamiento, agotado de tanto
perfeccionamiento en el arte de la mentira,
del engaño, de la malicia.

Yo no habitaba
en ninguna de aquellas ciudades;
me encontraba allí tan solo de paso,
como siempre, fuera de lugar,
y la neblina hizo su efecto también en mí.

No puedo decir cuánto duró,
durante cuántas horas o días o años
vagué entre la niebla mientras la niebla
desmigaba todo y a todos.
La memoria deshacía sus nudos
y dejaba de esperar lo inútil
y de desear lo inocuo
y de trabajar por lo difícil.
Me sentía como el lienzo que un pintor
vuelve a pintar de blanco
inconforme con su tela
ya incomprensible de tanto empeño.

No puedo decir cuánto duró.
Yo vagaba entre la niebla
vaciándome de mí
con un viejo verso como mantra:
Siempre mañana, y nunca mañanamos…

Un alba, sin previo aviso, la niebla
comenzó a despejarse. Qué hermosa fue la luz
de aquella mañana; pero no es necesario
que la describa: es esta que aún permanece.
Y eran nuevas las gentes ejemplares
en sus pedestales respetados por las aves;
y la ley de la gravedad fue sustituida
por la ley de la levedad;
y todas las naturalezas que se pintaban
eran naturalezas vivas. Y en medio de la calle
de la vida me estabas esperando tú,
con tu sonrisa que anunciaba
la eterna novedad del mundo,
el infinito renovarse de la alegría,

y juntos mañanamos.

 

 

 

 

Preguntas al mono, al cuervo y a la muerte

Sepulcro de Humayun

Amor, golpeé la puerta entreabierta
y pregunté si la muerte estaba,
y la muerte estaba.

Amor, le pregunté si era ella
la que quería decirme algo
cuando a lo lejos yo era incapaz
de distinguir a un hombre acostado
de un perro tumbado
en un angosto ángulo de sombra
pero no me respondió nada.

Y la muerte estaba,
tras la puerta;
la muerte estaba.

Amor, le pregunté por las niñas
que bailan en los semáforos por unas rupias
y por los barberos callejeros
y por los conductores de los rickshaws
y por las monas que amamantan a sus crías
pero no me respondió nada.

Y la muerte estaba,
tras la puerta;
la muerte estaba.

Amor, le pregunté si el agua del pozo
se vuelve impura si no se usa
y por los ojos llenos de miedo
de las cabras destinadas al sacrificio
y por todo lo que aquí parece ocurrir
desde hace mil años
pero no me respondió nada.

Es lo mismo que la vida, dijo el mono
en su dialecto de mono
pero ella, ella no me respondió nada.

Y la muerte estaba,
tras la puerta;
la muerte estaba.

Entonces vi un cuervo en lo alto de un arco
y le pregunté a él.
Y fue cuando por fin la muerte habló
y me recordó que ella
es el exacto antónimo de ti.

Y ya no estaba,
tras la puerta;
la muerte ya no estaba.

 

 

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